LOS MUROS DE LA DEMAGOGIA Y LA MENTIRA
CARLOS TABLANTE
Donald Trump ha ordenado la construcción de un muro entre fronteras para impedir el paso de los que ha catalogado como los “vendedores de drogas, criminales y violadores de México”. Además de discriminatoria, se trata de una visión simplista que no producirá políticas ni medidas eficaces para enfrentar el grave problema de la delincuencia organizada transnacional que afecta a todo el planeta, no sólo a los Estados Unidos.
En la mayoría de los países de Europa y hasta en Australia – otro país que debe su desarrollo a los inmigrantes – movimientos nacionalistas los señalan como los culpables de todos los males. Este erróneo y lamentable concepto sobre el natural tránsito de personas – intensificado luego de la Segunda Guerra Mundial, pero que siempre ha existido – es sumamente peligroso.
No hace falta recordar, (o tal vez si?) oscuros capítulos de la historia de la Humanidad como el holocausto nazi (uno de los más recientes, más no el único), para subrayar lo grave que es culpar a una determinada comunidad por los padecimientos de una sociedad o nación.
Impedir la entrada de inmigrantes a EEUU no es garantía de que con ello terminará el trasvase de drogas ni de personas por sus fronteras.
Es posible, inclusive, que “negocios” como el tráfico de seres humanos sea mayor, incrementado por aquellos imposibilitados de entrar legalmente con visas.
Por su parte, los traficantes de drogas siempre encontrarán la manera de superar los muros, sin importar lo alto que sean.
En el pasado lo han logrado con los 1.050 kilómetros de muros y vallas que ya existen entre ambos países. Como dicen los oficiales apostados en la frontera con Texas “si el muro tiene 6 metros de alto, hay una escalera de 6,7 metros”. Y si no, siempre están las catapultas, las rampas, los túneles, los aviones, las lanchas y hasta los submarinos, como de hecho han sido utilizados, para pasar las drogas por tierra, mar y aire.
Mientras exista la demanda, siempre habrá la oferta. Si EEUU no logra disminuir el consumo interno de drogas, los traficantes seguirán haciendo negocio.
Esto vale también para el tema del dinero proveniente de esta terrible actividad delictiva que tanto perjudica a la sociedad.
Hay quienes proponen la despenalización de algunas drogas como solución a la violencia que genera la venta ilegal. De los efectos que ello tendría en la salud pública, hablaremos en un próximo artículo.
A raíz del juicio que se le sigue en Nueva York, se ha conocido el monto aproximado de la fortuna acumulada por el Chapo Guzmán, ex jefe del cartel de Sinaloa: Entre 16 y 14 mil millones de dólares. Fiscales estadounidenses han determinado que gran parte de ese dinero fue utilizado por el Chapo para comprar propiedades en el propio EEUU, poniendo así en evidencia la debilidad de una parte del sistema financiero de ese país. Irónicamente, muchas de ellas fueron adquiridas en la misma ciudad donde ahora se le juzga,
Aunque las autoridades han multado a varios bancos estadounidenses por haber participado en esquemas de lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas y, en especial, del cartel de Sinaloa, es mucho el camino que EEUU debe recorrer para evitar que algunas de sus entidades bancarias sean utilizadas en la legitimación del dinero manchado de sangre del narcotráfico.
Para eso tampoco ayudará el muro.
Prejuicios como los que sustentan muros y vallas son altamente contagiosos. Inclusive en nuestra América Latina los estamos viendo reforzados en los últimos tiempos y no sólo en gobiernos de derecha o centro-derecha, sino también en algunos que se dicen socialistas.
Siempre buscando culpar a otros de su incapacidad, desde que Maduro llegó al poder ha culpado a Colombia de la crisis de seguridad, la debacle económica y hasta de la inestabilidad política que sufre Venezuela.
Como consecuencia de ello, ha cerrado la frontera y expulsado a colombianos, perjudicando no sólo a los vecinos sino también a los propios venezolanos que hacen vida en la frontera y afectando aún más la economía del país. Estas medidas discriminatorias y violatorias de derechos humanos no han contribuido en nada a mejorar la terrible situación económica y social que sufre Venezuela.
A la vista está. Las bandas que controlan poblaciones, ciudades y hasta estados, son ahora más fuertes. Los delitos han aumentado y las muertes violentas, también.
Mientras tanto, el régimen de Maduro no hace nada para enfrentar el problema de fondo: la profunda corrupción de los altos funcionarios públicos y sus cómplices y testaferros en el sector privado. Los corruptos enquistados en ministerios como el de la Alimentación, verdaderos culpables del hambre que está sufriendo el país. Los corruptos escondidos en la Fuerza Armada Nacional, que permiten el uso de nuestras fronteras a cambio de sobornos para traficar con drogas, gasolina, minerales y personas.
Como su propio nombre lo indica, la delincuencia organizada transnacional no reconoce fronteras. Hace mucho tiempo que los delincuentes que la integran se incorporaron a la globalización que, como todo, ha tenido sus aspectos positivos pero también negativos. Los traficantes de drogas, de personas, los contrabandistas, los vendedores de armas, de minerales preciosos, de petróleo y gasolina, los corruptos y, sobre todo, los expertos y profesionales que se dedidan a lavar el dinero proveniente de todos estos delitos, conforman redes globales que pasan por encima de la soberanía de los pueblos.
El verdadero enemigo de la estabilidad de las naciones es la delincuencia organizada transnacional. Su objetivo es tener el control político, como de hecho ya lo ha conseguido en varios países, incluyendo Venezuela, donde un estado delincuente ha sustituido al Estado de Derecho.
No hay muros que detengan a estos delincuentes. Sólo se pueden enfrentar con la colaboración internacional y con la férrea voluntad política de fortalecer a las instituciones, a los servidores públicos y sobre todo, a la independencia del Poder Judicial. Esta será una de las principales tareas del próximo gobierno democrático de Venezuela.
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