LA REBELIÓN ELECTORAL
Trino Marquez
La estrategia de Nicolás Maduro
para mantenerse en el poder tiene en la suspensión de las elecciones en todos
los campos de la vida democrática, uno de sus ejes. La UCV lleva casi cinco
años sin realizar comicios para elegir las autoridades rectorales. En la CTV no
se efectúan consultas desde hace largo tiempo. En otros sindicatos, gremios y
federaciones importantes, cuyos procesos electorales deben ser supervisados por
el CNE, tampoco se ha llamado a votar. Las elecciones de gobernadores, que
debieron haberse efectuado el año pasado, de acuerdo con la Constitución, fueron suspendidas indefinidamente. Inventaron
una excusa caza-bobos: que no podían realizarse durante el mismo año el referendo
revocatorio y la escogencia de los mandatarios regionales. Las de alcaldes, previstas para 2017,
también según la Carta Magna, tampoco se vislumbran en el panorama.
El tránsito
hacia una dictadura desembozada pasa por crear la ilusión de que en algún
momento en el futuro se consultará la opinión popular, pero teniendo la
convicción de que ese veredicto jamás se solicitará. Maduro carece del coraje
de Fidel Castro, quien desde el comienzo de la Revolución Cubana dijo con
cinismo: elecciones para qué. Había bajado de Sierra Maestra con el firme
propósito de adueñarse del poder de forma vitalicia y lo logró gracias al apoyo
de la Unión Soviética. Maduro carece del respaldo de un imperio equivalente.
Los chinos aún no tienen la estatura mundial que tuvieron los soviéticos
durante la Guerra Fría y tampoco lucen muy interesados en mantener un títere en tierras latinoamericanas. Si se
desata una presión desde distintos flancos para obligar al régimen a convocar
elecciones, no serán los asiáticos quienes salgan en auxilio del autócrata
tropical. Tampoco serán los rusos de
Putin.
Sabemos que
problemas como la inflación, la escasez, el desabastecimiento y la inseguridad
personal, no van a resolverse con las elecciones. Pero, sin acudir a las urnas
comiciales ninguno de esos dramas podrá solucionarse porque para superarlos hay
que cambiar de gobierno, y lo más sano y sensato resulta sustituirlo por la vía
electoral. Bien lo dice Luis Almagro, el valiente secretario general de la OEA:
las elecciones cambian gobiernos. Su misión fundamental consiste en lograr el
tránsito pacífico de un gobierno a otro. Cuando la sustitución no es pacífica,
sino violenta, al final, pasada la tempestad, tiene que haber elecciones para
que la nueva élite gobernante se legitime y estabilice. Así es que, como de
todas maneras habrá comicios, lo mejor es ahorrarse el trago amargo de la
violencia. Entonces, el reto de la oposición venezolana consiste en crear la
atmósfera que obligue a Maduro a convocar los comicios y encontrarle una salida
democrática y soberana a la fenomenal crisis nacional.
Esta
atmósfera, lamentablemente, no podrá crearse si no se estimula al mismo tiempo
un clima de confrontación y reto a la arrogancia hegemónica de las
instituciones del régimen. Ejercer una
oposición débil y sumisa solo sirve para que, de vez en cuando, José Vicente Rangel
elogie a los dirigentes en su programa dominical por Televen. Sin embargo, en
la práctica resulta inofensiva e ineficaz. El CNE, por paradójico que parezca,
actúa como el instrumento del régimen
para silenciar la voz del pueblo. Si ese cuerpo cediera, acudiría al TSJ,
bufete privado de Miraflores.
Si, también de
acuerdo con la Constitución, la soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce
de manera directa a través del sufragio, ¿por qué no activar el proceso
electoral realizando, en primer lugar, unas primarias para escoger los
candidatos opositores, y después las elecciones contempladas en la Carta
Fundamental, ignoradas por un régimen colocado en contra
de la legalidad?
La oposición
ejercida por Hugo Chávez y sus seguidores contra los gobiernos democráticos fue
tenaz. Tanto, que siempre exaltó el 27-F, fecha trágica para la nación y la
democracia, y organizó dos golpes de Estado. Jamás les otorgó concesiones a sus
adversarios. En un ambiente diferente y con propósitos diametralmente
distintos, la oposición organizada en torno de la MUD posee el derecho y la legitimidad
de convocar una consulta nacional para elegir sus candidatos a gobernadores y,
llegado el momento, realizar unas elecciones paralelas que desenmascaren la
arbitrariedad del régimen.
La presión
interna, articulada a la acción internacional, obligarán a Maduro a negociar y
ceder. El acatamiento obsecuente a decisiones arbitrarias sólo provoca derrotas
y frustración. Los estudiantes de la UCV demostraron en qué consiste la
rebelión electoral.
@trinomarquezc
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