CLAUDIO NAZOA
Querido hijo:
Permíteme que te llame hijo. Te has convertido en el hijo de todos los venezolanos. Ha sido difícil, realmente difícil escribirte hoy. Ni siquiera sé por dónde comenzar. Solo sé que ese disparo que a traición te dieron estos comunistas asesinos nos lo dieron a todos. Armando, estoy herido. Venezuela está profundamente herida.
Además de ti, otros jóvenes han caído en esta lucha por intentar vivir en una Venezuela digna, decente y libre. No me preguntes por qué, pero tu asesinato ha cambiado muchas cosas. Hoy, soy otro. Siento que algo es diferente dentro de mí. Tengo rabia. No me siento culpable ya que nunca me dejé engatusar por Hugo Chávez, el responsable originario de esta debacle criminal. Lo que sí creo es que a los venezolanos de mi generación nos faltó hacer más para que este gobierno comunista de asesinos ineptos, no te matara.
Hace 18 años, cuando se inició la muerte lenta de Venezuela en manos de estos psicópatas, tú estabas naciendo. Hoy, qué ironía, ellos desaparecen y tú vuelves a nacer.
Armando, en Venezuela había un sistema político llamado democracia. Algo que no conociste. No era el mejor pero cabíamos todos. No sabes a cuántas manifestaciones y cuántas piedras tiré cuando tenía tu edad. Al igual que tú, siempre luché y soñé por un país mejor.
Armando, quizás hoy me siento tan cerca de ti porque eres un músico, un artista que con las notas de una viola le dices a la gente: Yo te amo.
Armando, querías ser médico como Mónica, tu madre, ¡y lo vas a ser!, porque desde hoy, admirado hijo, todos los jóvenes que estudian Medicina en la UCV se llamarán Armando Cañizales Carrillo.
Soy cocinero, humorista y escritor. Las ollas, la risa y la pluma, son mis armas, al igual que las tuyas la música y los sueños, con ellas logramos querer y hacernos querer por quienes nos rodean.
Querido hijo, soy un hombre mayor, pero quiero que sepas que estoy aquí, llenando tu espacio en todo lo que haya que hacer para que, desde donde estés, puedas ver la Venezuela libre que soñaste, por la que luchaste y a la cual entregaste tu vida.
Querido hijo, cuenta conmigo. Tu último suspiro fue con los brazos abiertos para abrazar el suelo venezolano. Las notas de tu viola jamás dejarán de sonar. Tu réquiem, tiene arrinconados a estos cobardes.
Armando, hoy, mañana o cuando sea, ¡el tiempo que haga falta!, quiero que sepas que lo lograremos. Esto no tiene vuelta atrás. Falta poco.
Armando, ahora tú, eres yo.
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