Hector Faúndez
El Nacional
En medio de la mayor crisis política y social que hayamos vivido, Nicolás Maduro ha convocado a una asamblea constituyente, que deberá realizarse en las condiciones que él determine. Esta será una constituyente “comunal”, diseñada para anular a la Asamblea Nacional, que ha sido su contrapeso. Se elegirá a unos 500 constituyentes, de los cuales la mitad serán elegidos entre las bases sociales, y el resto serán de carácter municipal. En sus palabras, será “una constituyente profundamente obrera”. Al cierre de su alocución, luego de declararse “un demócrata profundo”, afirmó que, con este acto, le estaba entregando el poder a la clase obrera.
El mismo régimen que ha anulado a los sindicatos para sustituirlos por gente designada a dedo, ahora le ofrece al país una constituyente obrera; pero, por supuesto, obreros dispuestos a votar como ordene Maduro. El mismo régimen que ha conducido a la clase obrera a la miseria, cerrando puestos de trabajo, haciendo depender a la gente humilde de las bolsas de comida que reparten los CLAP, obligando a los empleados públicos a asistir a las marchas, y sometiendo a muchos a las dádivas que reparte el Estado, ahora les ofrece el poder para hacer una nueva Constitución.
El mismo régimen que ha desconocido la elección de los diputados indígenas, porque no eran los indígenas que quería el gobierno, ahora ofrece una constituyente en la que ellos estarán debidamente representados.
Cuando se aprobó la actual Constitución, Chávez sostuvo reiteradamente que esta era la mejor Constitución del mundo. Una y otra vez, el “comandante eterno” afirmó que la nuestra era una Constitución modélica, “para nuestros nietos, nuestros bisnietos, y para las futuras generaciones”. Irónicamente, esa Constitución, que tampoco fue respetada por su gobierno, ahora está “moribunda”.
La anterior Asamblea Nacional Constituyente estuvo integrada por 120 miembros, de los cuales solo 4 no venían de las filas del chavismo. Allí estaban Elías Jaua, Aristóbulo Istúriz, Hermann Escarrá, Isaías Rodríguez, Noelí Pocaterra y Francisco Ameliach; los mismos que hoy conforman la comisión presidencial designada por Maduro para preparar un nuevo “Kino electoral”. A menos que, constitucionalmente, despenalicen el narcotráfico y la corrupción, o permitan a la FAN actuar como un partido político, no hay nada nuevo que puedan aportar. ¡Excepto, ofrecernos una segunda Constitución chavista!
El presidente de la República está facultado para convocar a una asamblea constituyente, pero ¿para qué una nueva Constitución? La actual crisis por la que atraviesa Venezuela no encuentra sus raíces en una Constitución deficiente, sino en la circunstancia de que ella no ha sido respetada y acatada por el gobierno nacional, ni por los otros poderes públicos excepto la actual Asamblea Nacional. Desde que se rechazó la reforma constitucional propuesta por Chávez en 2007, el gobierno nacional montó una Constitución paralela, con un poder comunal, con una Fuerza Armada Nacional “Bolivariana”, con la eliminación de la independencia de los poderes públicos, y con una Sala Constitucional capaz de decir que la noche es día.
La solución a la crisis venezolana no está en cambiar la Constitución, sino en respetar la que tenemos y que ellos mismos (Maduro, Jaua, Ameliach, Escarrá, Pocaterra, Istúriz y compañía) redactaron y aprobaron. Esta convocatoria solo sirve para escamotear nuevamente las elecciones regionales que debieron realizarse el año pasado, y para intentar distraer la atención, procurando que la gente se olvide de los colectivos armados y del desabastecimiento de alimentos y medicinas. En todo caso, si los constituyentes no aprueban una Constitución a la medida de Maduro, este ya sacará otro conejo de la chistera.
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