TRINO MARQUEZ
Ahora está apreciándose el
alcance de la formación leninista recibida por Nicolás Maduro en Cuba durante
sus años juveniles. La proposición de imponerle la Asamblea Nacional
Constituyente persigue trasladar a Venezuela el modelo fidelista, el cual,
tropicalizado, es el esquema de Estado revolucionario expuesto por Lenin en El Estado y la revolución, panfleto escrito
pocos meses antes de que los bolcheviques asaltaran el poder en Rusia. Ya Lenin
había elaborado en textos propagandísticos anteriores su tesis de todo el poder
a los soviets (consejos) de obreros y campesinos. Sin embargo, es en El Estado… donde expone con precisión su visión del Estado
revolucionario, claramente opuesto al Estado liberal y republicano construido
en Europa luego de la superación del Absolutismo y la consolidación de la
Revolución Industrial.
Maduro,
ante el fracaso del socialismo del siglo XXI, el rechazo de la mayoría y el
aislamiento internacional, decidió radicalizar el proceso revolucionario
mediante una Constituyente Comunal que, dice Luis Almagro, héroe democrático de
América Latina, acaba con el legado de Hugo Chávez, viola la Constitución y
abre las puertas para que en el país se establezca una dictadura similar a la
impuesta por los comunistas en la Unión Soviética, en Europa Oriental luego de
la II Guerra Mundial, en la China de Mao y en otras naciones sometidas al dominio rojo.
Ya Chávez
había tratado infructuosamente de implantar el esquema cubano. La reforma
constitucional, 69 artículos, del año 2007, se proponía ese objetivo. En esa
ocasión el caudillo fue derrotado. Sin embargo, debido su control sobre la
Asamblea Nacional, muchos de los principios
contenidos en esa reforma fueron introducidos en el ordenamiento
jurídico a través de leyes habilitantes durante el período 2008-2010. Estamos
ante la reedición de la reforma constitucional de 2007. La diferencia reside en
que Chávez trató de implantarla en un momento de apoteosis: acababa de
imponerse sobre Manuel Rosales, la oposición estaba fuera de la Asamblea
Nacional, los precios del crudo iban en alza y la popularidad le sonreía. Con
su hijo adoptivo sucede todo lo contrario. Intenta avanzar hacia la dictadura
comunista totalitaria en la etapa de declive del proyecto hegemónico nacido
hace casi dos décadas.
El
giro totalitario que ensaya Nicolás Maduro no está exento de ambigüedades
y contramarchas. En sus primeras
intervenciones habló del voto corporativo, tal como lo aplicaron Mussolini
y Franco en la primera mitad del siglo
XX. Posteriormente, en la comparecencia ante el CNE presidido por la señora
Lucena, quien perdió la oportunidad de demostrar que aún le queda un mínimo de dignidad,
se refirió al voto “universal, directo y secreto” que podrán ejercer todos los
electores. ¿Cuál de las dos versiones creer? La gigantesca protesta popular que
su arbitrario anuncio desató, lo indujo a señalar que respetará la Carta del 99
y la Ley del Sufragio. Pero, el hombre es tan inestable que conviene esperar la
aparición de las bases comiciales para saber cuál será el método definitivo.
Aristóbulo
Istúriz, quien perdió la decencia hace muchos años, si es que alguna vez la
tuvo, dijo en el programa de Vladimir Villegas en Globovisión que “el propósito
de esta Constituyente no era redactar una nueva Constitución”. ¿Y, entonces,
para qué es? Esta confusa afirmación la lanzó con el propósito de no ofender la
memoria del Comandante. El artículo 347
de la Carta Magna dice que la Asamblea Constituyente se convoca “con el objeto
de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución”. El
profesor Istúriz debería pasearse por el texto constitucional antes de
declarar.
La
Constituyente de Nicolás, en términos más específicos, busca acabar con las
elecciones previstas en la Carta Magna y eternizar la casta cívico militar enquistada
en el poder. El discurso oficial crea la
ficción de que resolverá los problemas económicos y sociales de la nación, como
si el país estuviera mal por la Constitución del 99. Venezuela se encuentra en
la ruina precisamente porque este pacto institucional ha sido quebrantado
constantemente por el oficialismo. El Estado de Derecho ha sido irrespetado.
Para recuperar el país bastaría con garantizar los derechos, principios y
valores establecidos en ese acuerdo, por ejemplo, los relacionados con el respeto
a la soberanía popular, a la alternabilidad en el poder, a las minorías y a los
derechos de propiedad, todos vigentes en las democracias modernas más
arraigadas.
La
Constituyente de Maduro no puede pasar. Sería el fin definitivo de la
democracia y el inicio de una dictadura totalitaria de la cual costará mucha
sangre salir.
@trinomarquezc
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