JEAN MANINAT
Uno espera que la dirigencia de la oposición democrática esté en un retiro político-espiritual, reflexionando, pero, con las ventanas abiertas de par en par para que entre el oxígeno del mundanal ruido, y no en la penumbra de habitaciones sofocadas por telas negras y el bisbiseo de plegarias milagrosas. El duelo hay que elaborarlo, y pronto.
Es cierto, se agradece el silencio de algunas vocerías opositoras que no conocían descanso en el vaticinio cotidiano de la llegada de una nueva alborada, pues ayudará a despejar un poco la ofuscación que sustituyó al raciocinio durante un tiempo determinante para el futuro de Venezuela. Si le dieran un año sabático a las cuerdas vocales…otras aves cantarían.
Quien inventó aquello de que “no hay que llorar sobre la leche derramada” probablemente era dueño de una de esas sofisticadas lecherías de primer mundo pobladas de vacas portentosamente repletas de leche y de tentáculos que le succionan las ubres para que no se pierda una gota. Porque cuando los bienes son escasos y se despilfarran, dan ganas de llorar. Y entre tantos bienes malgastados en este país, la política ocupa un lugar lamentablemente destacado.
El post-mortem de lo acontecido, del “ahora o nunca”, está en construcción y es lo suficientemente doloroso como para insistir en fastidiar las heridas. Que cada vela se pegue a su mástil. Corresponde recuperar lo que queda flotando, lo que no se tragó el remolino. Y la Unidad –así, con mayúscula– representada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), debe ser repescada, cobijada con una manta gruesa de las que olvidaron en el Titanic y ponerla a buen resguardo de una pulmonía mortal. Sin la Unidad, no será posible recuperar el envión perdido.
Si se leen con detenimiento los últimos análisis en la prensa internacional sobre la situación en Venezuela, se podrá constatar que empieza a surgir una evaluación –en medio de tanta opinión crítica al régimen– menos generosa con la oposición. Es difícil comprender que frente al desmantelamiento de la institucionalidad democrática, su dirigencia resalte más por sus diferencias, que por aquello que debería unirla: la lucha por la recuperación democrática.
Ya no es suficiente con constatar que se está enfrentando a una nomenclatura dispuesta a todo para permanecer en el poder. Es un dato de la realidad, no puede ser un pretexto, ça va de soi, diría hasta el mismísimo inspector Closeau. No basta con gritar con alborozo infantil: ven es una dictadura, yo lo dije primero.
Lo que se requiere es volver a poner en marcha –como se hizo en 2015 con las elecciones parlamentarias– una estrategia capaz de acorralar pacífica, democrática y constitucionalmente al régimen. Y la piedra angular de esa nueva construcción es la Unidad. Cualquier otro camino, será insubstancial para avanzar, y tan costoso como el reciente retroceso.
Está claro que hay un sector de la oposición que tiene una relación intermitente con los procesos unitarios –esencialmente con la MUD– y que buscará refugio bajo su techo cuando lo necesite. Está más que demostrado que no tiene la suficiente envergadura para presentar, en solitario, una opción creíble a nivel nacional y necesita de una puerta giratoria para entrar y salir de la Unidad a conveniencia. Ese, es otro hecho con el cual hay que convivir en la MUD.
Las elecciones regionales, constituyen un momento para reconstruir la Unidad y seguir dando la pelea, sin rendirse. Hay que aprovecharlo, no podemos pasar la vida llorando sobre la leche derramada.
@jeanmaninat
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