EMILIO NOUEL V.
La crisis económica y social de Venezuela no da tregua. El
gobierno persiste en su trayectoria política demencial e indiferencia ante el
precipicio económico por el que vamos cayendo, devaluación casi a diario,
hiperinflación sin freno, escasez de alimentos y medicinas creciente y una angustia social sin precedentes.
La comunidad internacional arrecia la presión ante este
panorama desolador. La mayoría de los países latinoamericanos, la Unión Europea,
EEUU, Canadá y hasta Japón se han pronunciado preocupados por el destino de
nuestro pais y el impacto que tal crisis pueda conllevar para la región y más allá.
A pesar de la mezquindad y lo miserable de algunos que no lo
quieren reconocer, los sectores democráticos y su dirigencia, después de años,
han logrado concitar apoyos internacionales importantes en la lucha por
rescatar las libertades y en su denodada búsqueda de una negociación que ponga
fin a esta deriva infernal mediante mecanismos pacíficos.
El gobierno, con el agua al cuello, sin fuelle financiero,
con muy reducidos amigos en el exterior y con la perspectiva de sufrir una
derrota aplastante en las elecciones de gobernadores, no le ha quedado otra
salida que la de acercarse a la oposición a través de terceros, con vista a
diseñar una agenda negociadora, todo bajo el patrocinio de actores
internacionales ajenos al conflicto interno.
El gobierno dominicano y su Presidente, apuntalados por la
comunidad internacional, se han prestado para la tarea de propiciar unos
primeros escarceos de un posible diálogo que conduzca a una negociación
confiable, creíble, fundamentada en garantías ciertas de que lo que se acuerde
eventualmente, se cumpla.
Obviamente, muchas reservas y escepticismo justificados hay,
acerca de que el gobierno chavista termine negociando y además cumpla sus
compromisos, habida cuenta de la experiencia pasada y de su reiterada actitud
de no honrar la palabra empeñada.
Puede ser que se quiera seguir “ganando tiempo”, lo que, a mi
juicio, es seguir perdiéndolo. Cada día aumentan más los costos políticos para
el gobierno y el tamaño de la fosa en que se enterrará irremediablemente. No
reconocida como está ante el mundo la espuria Constituyente, sin la aprobación
de la legitima representación popular de la Asamblea Nacional será imposible
obtener los fondos internacionales que agónicamente requiere el país para
honrar sus compromisos internacionales de deuda y los gastos corrientes del
Estado, y se incentive la inversión pública y privada. Sin la anuencia de la
Venezuela democrática no habrá gobernabilidad. Rusia y China, los pocos amigos
que le restan, muy poco confían en el gobierno, aunque la primera tenga
marcados intereses geopolíticos.
La oposición democrática ha colocado sobre la mesa sus
peticiones, a las que más de 7 millones venezolanos dieron su aval el 16J. Son
las que en suma demandan la restitución de la democracia, de las libertades en
Venezuela y la reinstitucionalización del país.
En un sector gubernamental dividido y enfrentado a su interior,
si los sectores civiles y militares más pragmáticos del gobierno se imponen y asumen que una
negociación responsable y rápida, acompañada y supervisada por la comunidad
internacional, es la única manera de que el país tenga viabilidad política y
social, y que, además, para ellos, haya vida política más adelante, evitaremos
la catástrofe definitiva. Seguimos apostando por que la negociación pueda
darse. Sabemos muy bien cuál puede ser la alternativa, y eso no lo queremos.
EMILIO NOUEL V.
Excelente Emilio
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