Benigno Alarcon
Politika UCAB
La estrategia que describimos en nuestro
último artículo, “La abstención como derrota perfecta”, funcionó. La
estrategia evidente del régimen de cara a la elección regional
consistió, más que en ganar las elecciones, en hacer que la oposición
las perdiera. Para ello, su principal táctica fue la de reducir la
votación de la oposición con la generación de abstención. Los resultados
confirmaron no sólo la estrategia sino su eficiencia, y aunque los
niveles de abstención estuvieron en el 40% que habíamos previsto –lo que
es normal para una elección regional, pero anormal para los tiempos en
que vivimos– los resultados fueron mucho más devastadores de lo que
todas las proyecciones habían estimado.
La abstención generó la pérdida de 18
estados, no sólo en los más pequeños, en donde cada voto cuenta. Al
contrario de lo que estimamos, la votación de la oposición no logró
superar al régimen, lo que significó no sólo una mayoría sustancial de
gobernaciones para el oficialismo sino su supremacía en votos totales.
El resultado de esta elección regional,
en la que la casi totalidad de las gobernaciones quedó en manos del
régimen, servirá para reforzar su capacidad y presencia, dividir a la
oposición entre quienes aún creen y los que no en una salida electoral,
reforzar el mito de la invencibilidad del Gobierno –destruyendo las
expectativas positivas sobre la posibilidad de un cambio político– y
desmoralizar a la gente, de cara a los desafíos siguientes. Entre éstos
está la elección municipal para la que el Gobierno apura el paso.
Dependiendo de cómo evolucione la inclinación del elector opositor a
participar o no, podría hasta llegar a un adelanto de elecciones
presidenciales para tomar máxima ventaja de la actual tendencia
abstencionista.
Esta situación implica un avance
importante del régimen hacia su autocratización, en medio de un
escenario de mayor división y desmovilización que facilita el cierre
político, un mayor deterioro de las condiciones electorales, la posible
inhabilitación de otros partidos políticos, más allá de los 42 que
fueron eliminados en el proceso de legalización, un ejercicio más
totalitario del poder a través de la Asamblea Nacional Constituyente, y
la posible inhabilitación de otros liderazgos, en un esfuerzo por
construirse una oposición a la medida que les permita hablar de
democracia, pero sin posibilidades reales de alternancia.
La situación planteada es sin dudas un
retroceso importante que debe convocar a todo el país, a sus liderazgos
políticos y sociales, pasando por los empresariales y comunitarios,
hasta al ciudadano de a pie como usted y yo. Se trata de un estado de
emergencia nacional. No puede continuar confundiéndose la supervivencia
con la normalidad. Es esencial que se le explique al país la verdad
sobre lo que pasó. No es lo mismo plantearse lo ocurrido desde la óptica
de un país que, de la noche a la mañana, pasó de ser casi todo
oposición a ser ahora casi todo oficialismo, que comprender que la
votación del oficialismo es la misma que obtuvo cuando fracasó en las
legislativas del 2015, mientras que la de la oposición se redujo
sustancialmente. Determinar, comprender y explicar al país la verdad es
el primer paso para quien pretenda y tenga la capacidad y la vocación
para liderar nada menos que una transición democrática.
Obviamente, lo sucedido en los meses
anteriores que desembocó en la elección e instalación de la Asamblea
Nacional Constituyente –tras el fracaso de las protestas y del mandato
expresado en la consulta del 16 de julio– tuvieron repercusiones en
los niveles de participación. Es evidente que el régimen tenía claras
sus debilidades y alimentó la desconfianza hacia la oposición a través
de la explotación del diálogo. Asimismo, es importante determinar el
peso que en la derrota de la oposición tuvieron otros factores distintos
a la abstención. ¿Cuál fue el impacto real de la no sustitución de
candidatos en el tarjetón de votación? ¿Cuántas personas dejaron de
votar como consecuencia de la reubicación de centros? ¿Cuántos casos,
como el de Bolívar, se explican por la manipulación de los resultados
finales? ¿Cuál fue el impacto de la reducción de los lapsos en una
elección convocada y celebrada en apenas dos meses?
No se puede reconstruir la confianza de
la gente en el liderazgo opositor evadiendo las responsabilidades
propias y culpando a los abstencionistas de la derrota, o explicándola
solo desde factores externos como el fraude, que sí existió y fue
evidente y progresivo, desde la convocatoria misma de este proceso
electoral hasta el día de los comicios. Toca más bien comprender y
lidiar con los distintos factores que, en mayor o menor medida, tuvieron
impacto sobre el resultado de este proceso, sin subestimar las
condiciones electorales, pero con especial énfasis en las causas
políticas, o sea, aquellas por las cuales una proporción importante de
personas dejaron de atender al llamado del liderazgo opositor.
La abstención no implica que la mayoría
del país ya no se oponga al régimen, pero sí implica una reducción
importante en los niveles de apoyo, hasta hace poco incondicional, de la
gente al liderazgo opositor. Esto hace impostergable la evaluación del
mensaje, propuestas y credibilidad, para ser capaces de lidiar con
escenarios que no volverán a ser nunca menos adversos que los que hoy
enfrentamos.
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