Los venezolanos del desmadre
ABEL IBARRA
Un pajúo no es el onanista que se dedica a la
complacencia sexual solitaria. Pajúo, soplón, sapo, acuseta, son el mismo
adjetivo del carajito que me delató cuando lancé una bola de papel contra el
pizarrón, ese taquito que saltó como “raudas moscas divertidas, perseguidas, perseguidas,
por amor de lo que vuela”, que cantó nuestro poeta andaluz Antonio Machado. Fue
Ibarra, profesora, dijo el pajúo en cuestión, e, Isora Rojas, concentrada en
que “la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la
hipotenusa”, me alcahueteó porque sabía que yo estaba complicado con ella por
esa trigonometría emocional que tienen los amores solitarios.
Hay uno que se la pasa pantalleando en Facebook tratando
de sentar cátedra sobre asuntos legales, buscando clientela como “especialista”
en Asilo Político. El tipo apela a dos apellidos de supuesta prosapia en el
mundo del Derecho para fundamentar sus afrentas. El caso es que se ha sabido
que el abogadete de marras resultó sobrino de Alí Rodríguez Araque, ese agente
de Fidel Castro que inició el proceso de entrega de PDVSA, la petrolera estatal
venezolana, y, allí, “se cuecen habas”. En uno de esos videos terminó diciendo
“que los venezolanos son inmamables”.
Y es que se ha puesto de moda denostar de los
venezolanos. Dos muchachas compraron bienes perecederos con unas tarjetas de
crédito que se encontraron en el suelo de un botiquín pudiente de Brickel. Los
paladines de las redes sociales y El Nuevo Herald convirtieron aquello en el
espectáculo del momento, alimentando el escándalo; ergo, haciendo periodismo
actual. En Panamá, una pareja pone la torta en algo y continúa la misma cayapa
de compatriotas que golpean a mansalva a sus congéneres para ganarse un puesto
en el cielo de la civilidad. Y, como corolario del desmadre, el mismo diario
publica en primera página: “En Venezuela
eran maestras y doctoras. Para comprar comida se convirtieron en prostitutas”. Firma,
Jim Wyss.
Mira Jim Wyss, por qué no te dedicas a elaborar la lista
de venezolanos que han afirmado nuestro gentilicio a punta de esfuerzo y
talento, en vez de resaltar los pelones de los menos. Te tengo una provisional
con nombre y apellido. Rafael Reif, presidente del MIT. Ricardo Haussman,
profesor de asuntos públicos en la Universidad de Harvard. Su esposa Ana Julia
Jatar, de menesteres parecidos. Gerver Torres, economista y soñador que asesora
la Gallup Organization. Moisés Naim, personaje sin necesidad de presentación.
Marina LaGrave, Directora de CLASE—Centro Latinoamericano para las Artes,
Ciencia y Educación. Cora Bracho-Troconis, experta en Tecnología de Petróleo y
Gas. Gustavo Tarre, abogado constitucionalista, ex diputado, y, pana mío, que
sobrevive en Washington DC. Rubén Quintero, médico eminente de la Universidad
de Miami. Amalia Bracho-Bosch, analista financiera. Gustavo Coronel, experto
petrolero. María Adela Lorenzo, chef y chef. Adela Africano, analista
financiera y factótum amoroso de su entorno familiar. Anabelle Pinto, experta
en asuntos cibernéticos. Carmen González Sanfeliú, piache de órbitas
satelitales. Ilan Chester, Vinicio Ludovic, Eduardo Marturet, Mariela Romero,
Alejandro Campos, Marta Pabón, gente de música y teatro de alta alcurnia vital,
sensible y productiva. La lista es larga y te la redondeo con esta perla: “El
médico venezolano William Bracamonte fue premiado por la American Autoimmune Related Disease Association (Aarda), por su
trascendental descubrimiento sobre células linfoides innatas, que podrían darle
un fin a las pastillas para el corazón y a los inmunosupresores”.
Y continúo con los que viven peleando por la democracia
en nuestro país: Alexis Ortiz, ex alcalde, ex diputado, ex cualquier cosa que
implique ser decente, que vive con la chequera rota. Horacio Medina, experto
petrolero de cuatro pares de timbales. José Antonio Colina, militar
patriota que no ceja en su pelea por la
democracia. Mariano Navarro, ex gobernador, ex senador y asesor de instituciones
americanas. José Hernández, Jefe de Redacción del diario “El Venezolano”.
Thaelman Urgellez, cineasta de fuste y empeño, junto a su mujer Malena, ídem de oficio. Mi cuñado Ernesto Ruiz,
ingeniero Ferroviario que hace las veces de vendedor de seguros. Mi hermana
Ilse que acompaña al ingeniero ferroviario para que haga lo mismo con los trenes de
la economía cotidiana. Sonia Govea, quien le apostó todo a su hija y terminaron
ganando las dos. Gonzalo González, publicista de oficio y ganador total. Ronald
García, post-productor de video y chef. Pedro Mena. Ah, y yo, que me puse a
estudiar después de viejo para volver a ser profesor universitario, haciendo
post grados “por haber mantenencia” de acuerdo al Arcipreste de Hita.
Hay un pasaje del Evangelio según San Mateo que me
permite reivindicar a las doctoras y maestras a las que les tocó la mala hora denunciada por Wyss.
Para ellas unas palabras de Jesús en el Evangelio según San Mateo: “Os aseguro
que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino de
Dios”. Otro evangelio, pero, más mundano, también las reivindica. En un
documental sobre la vida de Jorge Amado, ese poeta prostibulario de meu Brasil
brasileiro, lo interpelan acerca de su afición por las meretrices, habida
cuenta de que sus novelas están santificadas con mujeres de libre albedrío extremo,
como “Doña Flor y sus dos maridos”, “Tereza Batista cansada de guerra”,
“Gabriela clavo y canela” y dele palante con aventuras sexóginas sin fin.
Pues Don Jorge, ese pontífice de la transgresión, respondió desde su púlpito
mundano y cielificador: “Sim, sinto-me
muito honrado em ser o defensor das putas”. Amén y que Dios les proteja a
esas señoras del desamparo.
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