TRINO MARQUEZ
Me cuento entre quienes respetan y
admiran el trabajo de muchos dirigentes que integran la Mesa de la Unidad
Democrática. Mi opinión la he sostenido a través de distintos medios. Entre sus
logros destaco el haber proyectado en el plano internacional la incansable
lucha de los demócratas venezolanos por impedir que en Venezuela se consolide
el proyecto hegemónico totalitario puesto en marcha en 1999, cuando Hugo Chávez
llega a Miraflores. Luego de numerosos
tumbos y errores de la dirigencia, la MUD recobra el camino electoral y le da
sentido y coherencia al enfrentamiento contra la poderosa e inescrupulosa casta
adueñada del poder. Me siento, por lo
tanto, con autoridad para señalar errores y exigir cambios. Me anima el propósito de promover
rectificaciones que nos permitan superar el enorme abismo en que la oposición
cayó luego de las elecciones del 15 de octubre.
Es
necesario que retorne la sindéresis y se restablezca la sensatez y la coherencia. No es cierto que la ruta electoral
haya quedado cancelada después de la consulta de octubre. Lo que tiene que
quedar proscrita es la ingenuidad y la improvisación de nuestros conductores. Debe
asumirse que el régimen aprendió las lecciones derivadas de la derrota comicial
de 2015. Maduro lo dijo con la claridad y desmaño que lo caracterizan: no
volveremos a acudir a elecciones que vayamos a perder. El cuadro internacional
y la Constitución lo obligan a convocar, cada cierto tiempo, votaciones para
que el pueblo les dé legitimidad de origen a las autoridades de los poderes
públicos. Ahora bien, esas elecciones no ocurrirán en un espacio imparcial y
transparente, sino en un ambiente cargado de amenazas y chantajes. El Psuv y el
gobierno fueron convertidas en frías máquinas que operan, para el caso de las
personas que dependen del gobierno, con
el fin de destruir el libre albedrío e imponer el voto compulsivo; y, en el
caso de los demás ciudadanos, para disuadirlos o desestimularlos con la
finalidad de que no se pronuncien por la opción democrática. Para enfrentar
esas dos tenazas hay que prepararse con disciplina espartana. Tenemos que
entrenarnos para combatir en lugares hostiles, conocer muy bien los ardides del
enemigo. Debemos estar conscientes de que los rojos desprecian la democracia y
utilizan el voto con la única intención de darle un cierto maquillaje a la
autocracia sovietizante que con tanto tesón han construido durante casi dos décadas.
Se
puede y se debe luchar por conseguir condiciones más equilibradas, pero lo
único que asegura el triunfo es movilizar los sectores democráticos de forma
compacta en cada cita comicial y cuidar todos los detalles de la elección, desde
garantizar los testigos de mesa y poseer la lista de votantes por centro electoral,
hasta contar con testigos en el momento de los escrutinios y la elaboración de
las actas. Incluso teniendo un ejército disciplinado de voluntarios resulta
difícil obtener la victoria porque el esquema está diseñado para favorecer al
oficialismo. Bolívar y Zulia son un ejemplo de lo que digo. El abuso y el
atropello son rasgos fundamentales de los regímenes electorales autoritarios,
ampliamente estudiados por Andreas Schdler, con los cuales Maduro mantiene
estrecha relación. De Rusia, Bielorrusia y Nicaragua recibe asesoría. Cuba lo
ayuda en otros planos. En ese no porque durante seis décadas los isleños nunca
han sabido lo que es elegir.
En
este tipo de modelos dictatoriales no conviene dejar de participar en los
procesos electorales que convocan. Hay que disputarles los espacios. La desacertada valoración que hicieron los
partidos de la MUD los condujo a cometer el error de llamar a la abstención
para los comicios de alcaldes.
Tratándose de unas elecciones locales, tenían la posibilidad de que
fuesen los organismos municipales –comités de base y asociaciones de vecinos-
quienes se pronunciasen acerca de si participar o no. En el país existen 335
alcaldías. Muchos municipios dentro de un mismo estado difieren entre sí, pues
poseen condiciones políticas diferentes.
Las direcciones nacionales, presionadas por los guerrilleros del teclado,
tomaron una decisión que no les correspondía. La descentralización representa
una política que debe regir tanto en el ámbito del Gobierno y del Estado, como
de los partidos políticos. Eran las direcciones nacionales de las
organizaciones partidistas las que tenían que someterse a las decisiones de las
bases municipales. No al revés. Los partidos incurrieron en el pecado del
centralismo, de allí que estemos viendo ese espectáculo variopinto y lamentable
de dirigentes locales que se sienten con el derecho a aspirar a ser alcaldes,
desprendidos de las organizaciones en las cuales algunos de ellos han militado
durante largo tiempo. Para agravar el cuadro, la respuesta de algunos líderes
luce deplorable. “Quedarán autoexcluidos”. “Serán expulsados”, son las voces
que se levantan para condenar a quienes, en ejercicio de la democracia y la
descentralización, decidieron optar por un cargo de representación popular.
El
centralismo y el personalismo causan estragos, cualquiera sea el empaque en el
que vengan envueltos. Llamar a la abstención en las municipales y,
simultáneamente, proponer elegir al candidato que competirá con Maduro en las elecciones presidenciales de
2018, resulta una incongruencia sorprendente. Piensen solo en este problema: ¿podrá
ese eventual candidato realizar actos de campaña en estados y municipios
totalmente controlados por autoridades rojas? Además del CNE, el Plan República
y 18 gobernadores, ahora la MUD va a entregarles a los rojos 335 alcaldías. Craso
error.
@trinomarquezc
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