SIMON GARCIA
Hay que abrir un nuevo proyecto unitario. Es importante que sea: 1. representativo, 2. activo y propositivo, 3. Promotor de conciencia de cambio desde la verdad, 4. Articulador de la dimensión política y reivindicativa, la defensa de derechos y de la acción partidista con la de organizaciones sociales con autonomía. 5. Impulsor de una resistencia democrática, constitucional, social y electoral.
Entre los objetivos de este proyecto deberían considerarse: integrar fuerzas interesadas en soluciones a las crisis; generar condiciones para iniciar un proceso de transición pacífica hacia la democracia y apoyar movilizaciones e iniciativas en solidaridad con los presos políticos y cualquier sector perjudicado por la crisis económica.
Una clave de su naturaleza pacífica reside en alentar la disposición de diálogo, aproximación y encuentro con las bases sociales que apoyan al régimen y establecer negociaciones con metas evaluables entre el gobierno y la oposición. Esto supone definir lo que se desea lograr; lo que se puede conceder y lo que se espera en función de la vigencia de la Constitución y de la democracia.
Los líderes deben hablar con claridad y comprometerse con un definido cambio de conducta. Una nueva actitud debería verificarse con la aprobación de los objetivos de la reconstrucción del país, de las bases para la integración de un gobierno de Unidad Nacional y un plan de iniciativas inmediatas para paliar los efectos negativos en las condiciones de vida de todos los venezolanos. Criterios que dan justificación a la oposición con mayor pertinencia que llamarla a realizar unas primarias.
Siempre hay malos pretextos para dividirse, aun cuan existan mejores motivos para unirse. Mientras más se demoren las muestras de entendimiento básico entre las tres oposiciones existentes en el campo partidista, más se extenderá la desafiliación emocional y la separación de la lucha de importantes contingentes de ciudadanos. El desencuentro transitorio entre los partidos y la gente tenderá a instalarse como una fractura de las fuerzas de cambio y un avance de la idea de que no se puede confrontar y doblegar el plan de consolidar una dictadura.
El llamado a las purgas, los fusilamientos morales a quienes tienen visiones diferentes, las acusaciones inventadas contra otros competidores, la ilusión de que se pueda ganar divididos son indicios del aislamiento de la sociedad y de la sustitución de la política real por gestos simbólicos, inútiles y contraproducentes.
El gobierno suma a las ventajas de tener todos los poderes, al mantenimiento de un apoyo popular amarrado por el clientelismo, a su hegemonía comunicacional y al monopolio de la coacción, una destreza en sus ataques a la oposición. Ha logrado que parte de nuestro cerebro piense según Miraflores; que su agenda arrope a la del cambio y que sus provocaciones nos dividan.
Estas fortalezas coexisten con un desesperado rechazo a su continuidad; con una acentuación de la corrupción y con la degradación del poder por obra del narcotráfico. El régimen está acorralado y buscando oxígeno, ¿cuál política es hoy eficaz para enfrentarlo, debilitarlo y desplazarlo?
@garciasim
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