El empobrecimiento progresivo de la población
MARITZA IZAGUIRRE
Una de las consecuencias del proceso
inflacionario que vivimos se refleja en la pérdida del poder adquisitivo
del salario. La remuneración no alcanza para cubrir los gastos
ordinarios de una familia, especialmente cuando el valor de la canasta
básica se incrementa día a día, los precios se disparan, el presupuesto
familiar se resiente, lo que obliga a establecer prioridades.
La preocupación central se orienta
hacia la adquisición de los alimentos, actividad cada vez más compleja,
pues implica ubicar los diferentes puntos de venta, lo que lleva a
desplazarse en la adquisición de los productos esenciales para alimentar
al grupo familiar.
Obligados por las circunstancias a
una dieta reducida, los mayores están concentrados en alimentar a los
menores. De allí la pérdida de peso en los adultos registrada en las
cifras recogidas mediante encuestas especializadas, lo que influye en
los cuadros de morbilidad y mortalidad de la población en general.
El descontrol en los precios afecta
también los costos de movilidad de la población, el incremento de los
pasajes en el transporte público contrae aún más el nivel y la calidad
de vida de los asalariados, demanda que se ha incrementado por la salida
de circulación de vehículos particulares, afectados por la escasez de
repuestos y los altos costos de reparación que obligan a la utilización
de busetas, autobuses y el Metro en Caracas.
Inciden igualmente en las prioridades
de gasto familiar los costos asociados a la salud, medicinas escasas y
cada vez más caras, atención pública deficiente y la privada afectada
por los altos precios de los insumos, la escasez y la falta de personal,
producto de la emigración de recursos especializados, lo que obliga al
diseño de diferentes estrategias para resolver los problemas, entre
ellos la cooperación de familiares y amigos en el extranjero que
colaboran con el suministro de las medicinas y en los casos extremos
ayudas monetarias, especialmente en el caso de los adultos mayores, tal
como lo pude comprobar en el acto de votación, donde la mayoría de los
concurrentes explicaban a viva voz cómo lograban sobrevivir con la ayuda
de hijos y nietos, y que sin ella les sería imposible subsistir a la
pérdida del poder adquisitivo de sus ingresos, la mayoría pensiones y
rentas que cada día compran menos.
De allí la urgencia de aplicar un
programa de ajuste que recupere los equilibrios macroeconómicos, combata
la hiperinflación y recobre la capacidad productiva. No hay tiempo que
perder, la población empobrece y sufre ante la incompetencia
institucional de la administración.
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