LA DIASPORA Y LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA
TOMAS PAEZ
En 2018 varios países latinoamericanos tendrán elecciones
presidenciales: Costa Rica, El Salvador, Paraguay, Colombia, México,
Brasil, Perú, todos países democráticos, y Venezuela, país en el que la
dictadura pretende aferrarse al poder, pese al rechazo de parte de toda
la sociedad, utiliza la fecha de las elecciones como medio de
negociación. En los países democráticos la fecha se fija con suficiente
antelación; en Venezuela todavía no ha sido establecida.
La dictadura venezolana, contumaz violadora de la Constitución,
negocia con la fecha a imagen y semejanza de lo que hace con los rehenes
políticos. Sus voceros han tenido la desfachatez de afirmar que solo
habrá elecciones si los países levantan las sanciones que han impuesto
al régimen y a sus voceros. Países como Estados Unidos y Canadá y más
recientemente los que integran la Unión Europea, los han sancionado por
motivos como el carácter antidemocrático del gobierno y a sus voceros
por aparecer en listados de corrupción, integrismo islámico narcotráfico
y lavado de dinero.
Esa sola declaración, condicionando la fecha de la elección al
levantamiento de las sanciones que han sido adoptadas por gobiernos
autónomos, es una clara evidencia del talante totalitario del régimen.
Los voceros representan una facción de un gobierno fracturado en varios
pedazos entre lo que ha estallado una fuerte confrontación, aunque si
nos atenemos a la declaraciones, acusaciones e imputaciones hechas entre
los distintos grupos, tal combate más que de facciones es entre bandas o
pandillas.
Las contiendas electorales en la región compartirán un elemento en
común: todos los partidos políticos, incluidos los franquiciados y
amigos del régimen, se desmarcarán del “modelo bolivariano”, del
“socialismo del siglo XXI”. La razón del deslinde obedece al hecho de
que se ha convertido en el paradigma de la ineficiencia y la ineptitud,
de lo que no hay que hacer, del espejo en el que hay que mirarse para
contemplar cómo se puede desmoronar una nación.
Eludirán cualquier posible relación con el régimen venezolano, ya
que este se ha convertido en una especie de “peste” cuyo contagio hay
que evitar. Plagiarán al partido Podemos de España, que luego de los
babosos elogios de sus jefes al que consideraron como su referencia
política, después de haber recibido jugosos contratos y de mantener a
uno de sus representantes trabajando codo a codo con el régimen
venezolano, dando continuidad al monumental desastre en que han
convertido a Venezuela, se deslindan y desdicen afirmando que lo suyo
ahora es el modelo Finlandés.
No se vaya a creer que el deslinde se hace por razones
sustantivas, se hace por motivos tácticos, pues saben que nadie en su
sano juicio apoyaría un movimiento similar al que hoy rige en Venezuela.
Son conscientes de que cualquier asociación con el régimen venezolano
es una extraordinaria forma de restar votos, un billete seguro a la
derrota. Es así porque hoy, en el mundo, el “modelo bolivariano” es
sinónimo de calamidad social, escasez de alimentos y medicinas, hambre,
hiperinflación, emigración forzada y forzosa, inseguridad y muerte. Un
arquetipo, un modelo que elimina al individuo, la propiedad privada, la
empresa y el sistema de mercado, como la han plasmado una y mil veces en
discursos y leyes, programas y decretos que arrojan como resultado la
escasez, el racionamiento, la desaparición del empleo formal y de todos
los bienes y servicios.
La carencia de todo culmina en una profunda crisis humanitaria,
congénita al modelo, que ni siquiera el mayor volumen de ingresos que ha
percibido el país en toda su historia republicana ha podido impedir o
atenuar. Como esta trágica realidad no se puede ocultar, los compinches
ideológicos del régimen en estos países guardan un silencio cómplice y
cuando compelidos se ven sometidos a una votación en contra del régimen,
eligen la abstención en lugar de la defensa. Sencillamente el régimen
es indefendible y marcan de manera farisea una distancia que les permita
hacer “potable” su proyecto.
Los datos son espeluznantes. Dejan un país en ruinas y arruinado,
en situación de miseria y precariedad desbordada y con severo déficit de
alimentación, carencias que afectan a las generaciones actuales y
ocasiona daños irreversibles a las generaciones futuras. La desnutrición
severa que hoy padece un creciente número de niños y mujeres
embarazadas, que amargamente reflejan los estudios de Cáritas, que
produce secuelas irreversibles.
Tal precariedad es el resultado de diversos factores, entre los
que sobresale el hecho de concebir a la empresa y al mercado como
enemigos a los que es preciso eliminar y, cobijados en esas premisas,
han destruido la principal fuente de creación de riqueza y empleo; de
los bienes y servicios que requiere la sociedad. La escasez de todo ha
hecho posible que se haya instalado el imperio de la muerte. Muerte como
consecuencia de la escasez de alimentos y medicinas o como consecuencia
de la inseguridad descontrolada. A ello se suma la absoluta impunidad
que convierte al gobierno, por omisión, en un aliado de las bandas
criminales.
Esta trágica realidad ha hecho que millones de venezolanos busquen
en otros países seguridad, empleo, productos y servicios, medicinas y
un lugar para emprender un negocio y enviar remesas a familiares y
amigos. La diáspora, que se inicia con este gobierno, se ha desbocado en
los dos últimos años. Durante este lapso también se ha modificado la
forma en la que se distribuye en la geografía global con una tendencia a
concentrarse en los países de Latinoamérica y el Caribe.
La diáspora representa el 10% de los venezolanos y de ellos solo
100 mil y pocos están inscritos en el registro electoral, lo que impide
que este significativo porcentaje pueda ejercer su derecho al voto.
Desde el año 2015, en el que se produjo el último resultado electoral
creíble, se ha marchado del país más de un millón de venezolanos a
quienes no se les permite incorporarse al Registro Electoral Permanente.
Esta inaceptable situación obliga a los demócratas a exigir al
organismo de la exclusión electoral que cumpla con su cometido de
garantizar este derecho de los venezolanos. Igualmente, hay que demandar
la actualización del registro que se ha modificado como resultado del
acelerado ensanchamiento de la diáspora. Estos reclamos trascienden las
distintas posiciones acerca de si se debe participar o no en el proceso
electoral, y por tanto convocan el consenso de todos quienes defienden
el respeto de los derechos humanos.
Sabemos que para los representantes de la dictadura en el CNE, “la
trampa es su divisa”, la mayor de las cuales fue el resultado que
arrojó la votación de la ilegal constituyente denunciado por la empresa
Smartmatic. Fue tan exageradamente abultado que ni ellos mismos se lo
creen. Otras celadas, como las de evitar el referéndum, cambiar los
centros de votación a discreción, mantener cerrado el Registro Electoral
Permanente, alejar los centros de votación del lugar de residencia de
los ciudadanos e idearse nuevos obstáculos que violan la Constitución y
las normas, evidencian el menosprecio del gobierno por los venezolanos.
Como dijimos, los demócratas pueden y deben articular una
estrategia unitaria de carácter global en torno a la apertura del
Registro Electoral y los cambios en los centros de votación, que incluya
a la diáspora. Hay otros temas álgidos, como el de los pensionados y
jubilados, el de los estudiantes, el de un gobierno que impide el acceso
a los documentos de identidad a sus ciudadanos y las estrategias
dirigidas a promover la participación de la diáspora en el proceso de
recuperación de la democracia para la reconstrucción del país. Hay que
exigirle al organismo de la exclusión electoral que cumpla la función
para la cual fue creado y, de lo contrario, desnudarlo ante el mundo,
aislarlo y evidenciar, una vez más, el carácter totalitario del régimen.
Hay que tener presente que en el lapso que transcurrirá hasta la
hipotética fecha de cualquier elección la diáspora seguirá aumentando
significativamente, mientras persista el empeño del régimen en aplicar
las políticas que han llevado al país al estado de coma, a la situación
de terapia intensiva en la que hoy se encuentra. Por todo lo dicho y
pese al rechazo de la mayoría a este gobierno, no se puede dar por
sentado que en cualquier evento electoral que se convoque el régimen
perderá las elecciones. Por ello hay que impedir la exclusión del 10%
-14% de los venezolanos del registro electoral.
Los voceros del régimen no creen en la democracia ni en la
alternancia y su único propósito es aferrarse al poder. Es mucho lo que
tienen que perder, de acuerdo a los argumentos que han utilizado las
varias facciones en combate dentro del oficialismo. Esta minoría,
fracturada y magullada, hará todo lo que esté a su alcance para impedir
ser desalojados del poder. De allí su empeño en evitar la inscripción en
el registro electoral y que quienes están inscritos ejerzan su derecho,
de este modo eliminan a muchos venezolanos cuya participación inclina
el resultado. No es aventurado afirmar que en el próximo semestre la
diáspora podría situarse en rangos cercanos al 13% -14% de la población,
un porcentaje que no se puede ni debe desdeñar.
Alrededor de esta iniciativa, la de recuperar la voz de la
diáspora, se pueden tejer y sentar las bases para el despliegue de
estrategias unitarias y políticas públicas. Los problemas y realidades
de los venezolanos en el país y en la diáspora exceden las fronteras
partidistas. La recuperación de la democracia y la reconstrucción de un
país que ha sido devastado requiere la participación de todos en
absolutamente la totalidad de los frentes: servicio exterior, Pdvsa,
sector eléctrico, telecomunicaciones, empresas de Guayana, educación,
salud, infraestructura. Todos cabemos y es nuestra responsabilidad con
la historia.
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