LA ECONOMIA NO TUMBA GOBIERNOS
GUSTAVO TARRE
Esta afirmación se repite todos los días
en Venezuela. Proviene de sesudos académicos que han estudiado todas
las crisis económicas del mundo; de encuestadores parlanchines que
dictan cátedra sobre cualquier tema; de analistas políticos que se
amarran a determinismos y dogmas, muchas veces con la mayor buena fe y
también de aquellos que, de una manera u otra, piensan que la
estabilidad del gobierno de Nicolás Maduro puede traerles algún provecho
personal. Han creado una matriz de opinión que se transforma en
profecía autocumplida y que nos hace creer que Maduro no saldrá nunca
del poder. A menos que, como algunos líderes opositores piensan, se
hagan elecciones libres en Venezuela y el gobierno reconozca los
resultados adversos. Sobre esta opción dejo abierto al criterio del
lector su aceptación o rechazo.
En Venezuela se ha propagado una
visión dogmática: Maduro se quedará para siempre, como lo hicieron
Castro, Mugabe (que por fin cayó, pero después de 37 años) y la dinastía
norcoreana.
Yo sencillamente recuerdo que en las
ciencias sociales no hay relaciones de causalidad necesaria y que lo que
ha ocurrido de una manera en muchos países, no tiene por qué
reproducirse, inexorablemente, en cualquier lugar del mundo y en
cualquier período de tiempo.
Yo simplemente sostengo que la
catástrofe venezolana no se asemeja, ni por sus causas, ni por su
intensidad ni por su manejo, a ninguna crisis económica ocurrida en
ningún país del mundo. Nuestro desastre es único y Venezuela no es ni
Cuba, ni Zimbabue, ni Corea del Norte ni Kirguistán. La magnitud del
daño producido por Chávez y por Maduro no tiene antecedentes en ninguna
parte y la imposibilidad de rectificación no tiene parangón en la
historia. También constato, sin llegar al determinismo marxista, que la
economía ha tenido un papel importantísimo en más de un proceso
histórico
Estoy absolutamente convencido de que
el gobierno de Maduro no va a durar mucho, así “gane” elecciones,
incremente la represión, divida a la oposición o termine de entregar lo
que queda de soberanía a cubanos, chinos y rusos.
Muchos amigos que me han oído esta
afirmación me dicen, con razón, que tengo tiempo diciendo lo mismo y que
el gobierno no cae a pesar de que la situación del país es cada vez
peor. Precisamente por eso, por el deterioro diario de la vida de cada
venezolano, es que sostengo ahora con mayor fuerza que nunca, mi
afirmación: a Maduro le queda poco tiempo en Miraflores. No puedo poner
fecha, pero de que se cae, se cae.
El único sostén sólido del régimen es
el instinto de supervivencia de la cúpula del narcoestado. Es realmente
una tragedia para quienes la integran el saber que no tienen un destino
distinto a la cárcel después de haber acumulado inmensas riquezas y
haber lambuceado hasta la saciedad las mieles del poder.
Pero ocurre que los grandes y
verdaderos enchufados son una minoría. La inmensa mayoría de los
venezolanos, chavistas y no chavistas, sufre de manera directa los
efectos de la crisis. Para salvarse de ella hay que disponer de ingentes
cantidades de dólares, vivir en mansiones amuralladas, trasladarse en
camionetas blindadas y con decenas de escoltas, tener la posibilidad de
mandar a buscar a cualquier parte del mundo alimentos y medicamentos,
dinero para mantener a los hijos y familiares viviendo como reyes fuera
del país y, como si fuera poco, hacer gala de un inmenso desdén por el
sufrimiento ajeno, por la muerte de tantos compatriotas, por la
desnutrición de los niños, por el exilio forzado de millones de
venezolanos, por el dolor de los familiares de las víctimas del hampa y
de la represión.
La mayoría de las fuerzas que hoy
respaldan a Nicolás Maduro no están en esa situación. Ven, oyen, sufren y
padecen en mayor o menor grado. Saben que la Constitución se viola
descaradamente, que se está conduciendo al país a un barranco sin fondo,
que Venezuela es hoy una colonia cubana dirigida por un atajo de
ladrones incompetentes y cínicos. Ese conocimiento les conducirá a
rebelarse, no para participar en un golpe de Estado, sino para hacer
cumplir la Constitución y para buscar el rumbo del progreso, del
crecimiento económico y de la justicia social.
Esto vale para la inmensa mayoría de
los oficiales de la Fuerza Armada, cansados de ver a algunos de sus
integrantes robar a manos llenas, asesinar y torturar manifestantes y
violar los derechos más elementales de los ciudadanos. Eso no se
corresponde con las tradiciones aprendidas en “la casa de los sueños
azules” ni se corresponde con la herencia del Ejército Libertador. El
honor militar es algo muy distinto a los discursos del Alto Mando.
En la misma situación se encuentran
la mayoría de los agentes policiales, de los funcionarios, de los
diplomáticos, de los profesores y maestros, de los líderes sindicales.
No son ni ciegos ni sordos y por ello la rebelión está allí, latente, en
espera.
A los que creen que Venezuela se
cubanizó para siempre, a los que piensan que nos parecemos a Zimbabue, a
los que no se dieron cuenta de que el Reich de mil años se derrumbó, a
los que no quieren recordar que el comunismo se esfumó, les digo: no me
pregunten cómo va a caer Maduro, traten más bien de explicarme cómo se
va a sostener.
Bueno, y por qué no inventan algo parecido a la cantaléta de la década de los 80?
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