TULIO HERNANDEZ
1.
No condenemos sin retorno a quienes durante meses dudaron de las
acciones de Oscar Pérez. Entre saber si eran contra el régimen o si, por
el contrario, se trataba de otro autogol premeditado de los rojos para
aumentar la confusión.
Pero tampoco celebremos a ciegas a quienes desde el mismo día
cuando, a la manera de un vengador solitario, irrumpió en los cielos de
Caracas, creyeron firmemente en el piloto libertario con la certeza de
que se trataba de, ¡por fin!, alguien, un militar, que se arriesgaba.
Ambos grupos, y los intermedios –los que un día confiaban y otro
no–, cada uno a su manera, tenían suficientes razones. O mejor, cada uno
de ellos carecía de razones, de claves de orientación lo
suficientemente sólidas, para sacar conclusiones medianamente
fundamentadas.
Para los tres grupos –creyentes, descreídos e indecisos–, tomar
partido era un acto de fe. No una inferencia fáctica. Vale igual. Porque
no importa en lo que creas –en el voto, las armas o la protesta de
calle– tú te despiertas todos los días y el dinosaurio sigue allí.
2.
Venezuela es hoy en día la capital mundial de la posverdad, el reino de las fake news,
uno de los lugares donde mejor se han cumplido las distopías de Orwell.
Hay que asumirlo. En un país con los medios capturados, sin información
oficial creíble, atrapado como un atún aturdido en la intemperie de las
redes sociales, no poder distinguir entre realidad y ficción, o entre
verdad y mentira, no es una prueba de ignorancia o de maldad, de ser
colaboracionista o un voluntarista suicida, es –así de simple– el gran
logro de la ingeniería social chavista.
3.
Pero el acto criminal de violar un código de honor que se respeta
incluso en las guerras más cruentas, el principio sagrado de que a quien
se rinde se le respeta la vida, lo que ya conocemos como la Matanza de
El Junquito marcará un antes y un después de la opinión pública frente
al terrorismo de Estado imperante en Venezuela.
Si, como dicen los expertos, Oscar Pérez subestimó la capacidad
criminal de los chavistas y se expuso en demasía; los asesinos, todo
indica que guiados por el policía Bernal, subestimaron dos rasgos
decisivos del piloto libertario: su valor temerario y su talento
mediático.
Mejor que un juicio o una larga investigación, la transmisión en
vivo vía redes sociales de su propósito de rendirse –lo que significa la
transmisión en vivo de su condena y ejecución a muerte– se ha
convertido en uno de los más impactante actos de contrainformación
ocurridos en medio de la guerra que el chavismo ha desatado contra la
población que lo adversa.
Los rojos, a través de un operativo militar convertido en macabra
ópera bufa, destruyeron una célula de resistencia en su contra. Pero
crearon un mito. Un mártir de masas. Una ideología de la inmolación como
alternativa. Un pesar colectivo. Un modelo. Ahora la consigna ¡patria o
muerte! se mudó de bando.4.
Pero la masacre de Pérez y sus acompañantes, sin desconocer su sacrificio, requiere de otra lectura. La aparición en escena de estas nuevas formas de actuar, en grupo en buena medida solitarios y espontáneos, en apariencia sin vinculaciones a una estrategia militar de mediano y largo plazo, ni articulación con el trabajo que desde el inicio de este desgobierno desarrollan partidos políticos y organizaciones sociales diversas, son una consecuencia de la crisis de liderazgo existente del lado de la resistencia democrática.
Al contrario de lo que algunos creen, ha sido descomunal el valor y el sacrifico de miles de venezolanos en esta lucha. El de los centenares de jóvenes asesinados en protestas; el de los dirigentes políticos presos, torturados, apaleados o desterrados; y el de los ciudadanos comunes perseguidos y acosados.
Pero ya. No hay que estimular el espontaneísmo. No estamos ante un asunto de testículos grandes, estamos ante una necesidad de inteligencia estratégica unitaria. De superar la fase de inocencia y entrar en una visión articulada de las dos luchas, la pública y la clandestinidad defensiva. Y de poner en revisión los cuatro dogmas –el electoral, el golpista, el intervencionista extranjero y el insurreccional– para buscar un punto de encuentro eficiente que nos permita salir, juntos, de la tragedia. Nos duelen los mártires. Pero necesitamos vencedores.
Para saber en este año 2018 cual es el método que debe escoger la oposición para salir de Maduro y su tribu, es lidiar con "la racionalidad material"de nuestras subjetividades irreductibles y podamos hacer escogencias INTELIGENTES Y DOTADAS DE SENTIDO ,es decir, escogencias sociales viables y posibles...Es urgente la salir de la desesperanza inducida y poder vencer...
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