sábado, 20 de enero de 2018

Leonardo Padura: "En Cuba nadie se murió de hambre, pero nadie comió lo suficiente"
EZEQUIEL VIEITEZ

CLARIN

En el barrio de Mantilla, al sur de La Habana, repiquetea el teléfono. Falta poco para el mediodía del miércoles. Leonardo Padura atiende. “Está fresco, 22 grados -se abre la conversación a puro acento cubano-. Aquí, es frío.” Habla desde la casa que sus padres levantaron en 1954, antes de la Revolución. Esa que nunca abandonó pese al éxito internacional como escritor. El, construyó en la planta de arriba. Enseguida se sumerge en la charla y dice que desde los ‘90 la isla es un país en el que “nadie se ha muerto de hambre, pero en el que tampoco nadie ha comido lo suficiente”.
La novena entrega de la saga que protagoniza Mario Conde, el ex detective que ahora vuelve a su viejo oficio para ganar unos dólares y eludir el bolsillo flaco, estará en las librerías argentinas en febrero. En La transparencia del tiempo, armado de ironía y descreído -como siempre-, el personaje investiga un caso policial en medio del legendario calor de La Habana.
“En esencia, es el mismo Mario Conde, con sus frustraciones y sus esperanzas. Con esa mirada irónica con la que se defiende de la realidad agresiva que lo rodea. Pero el lector se va a encontrar con un Conde que, a los 60 años, se encuentra más maduro, más sensible, con temor a sufrir heridas que parecen inevitables. Hay, por ejemplo, una reacción visceral ante la posibilidad de que uno de sus grandes amigos (Conejo) emigre”, adelanta Padura.
El detective que ama el ron tanto como la literatura, fumador incorregible, atraviesa barrios empobrecidos y edificios al borde del derrumbe para averiguar qué sucedió con una imagen tallada en madera de una virgen negra, la Virgen de Regla, patrona cubana. Se la robaron a un ex compañero de estudios, Bobby, que reaparece dispuesto a pagar muy bien por la pesquisa. Pero, ¿es una simple réplica con valor sentimental para Bobby o, en verdad, una obra con valor patrimonial? Aparecen el compañerismo y el optimismo tanto como los intereses creados. El peligro y una preocupación que atraviesa a Conde: la vejez demasiado cerca.
La historia es también la historia de una virgen y de su llegada a Cuba desde un valle catalán, cuando un joven la “evacuó” en plena Guerra Civil Española. En capítulos que alternan presente y pasado, Padura avanza hacia atrás en el tiempo buscando el punto inicial de esa talla religiosa. Conflictos en distintas geografías, en distintos siglos. El autor explica que hay una reflexión desde lo singular de cada lugar hasta lo universal, porque la Historia “siempre llega y nos toca a la puerta, y a veces, nos tumba la puerta”.
  En esta novela Conde aborrece un ritmo que hoy parece universal, el reguetón. ¿No le gusta?
- Creo que el reguetón ha sido una de las maldiciones de la música latina. Como tu sabes, el mundo del Caribe tiene una riqueza musical, una historia de géneros, de compositores, de intérpretes y orquestas. Y estamos en el momento de una inflexión profunda en el cual la llamada música urbana se fue desplazando de aquellos géneros grandiosos que desembocaron en la salsa hasta este reguetón. Puede haber algunas piezas salvables, pero la mayoría de los temas son un simple artificio sonoro, sin muchas cosas interesantes que oír ni que escuchar.
-El detective también cuestiona la calidad de las letras del género.
-La culpa del reguetón no la tiene el reguetón, sino las sociedades en las que ha crecido este género, incluida, claro, la sociedad cubana. Esa manera vulgar, soez, agresiva que tiene de representar la realidad se da porque la realidad responde muchas veces a códigos que son igualmente vulgares, soeces y agresivos.

Leonardo Padura: "En Cuba nadie se murió de hambre, pero nadie comió lo suficiente"
Al sur otra vez. En 2016, Padura volvió a ser jurado del Premio Clarín Novela, con Juan Jose Millás y Sylvia Iparraguirre. /Rubén Digilio
-Recorrió el mundo como escritor. ¿Qué balance hace de la sociedad cubana?
-En el plano de las relaciones personales, hay veces que veo ejemplos de solidaridad, de desinterés, de bondad en las personas que tienen condiciones difíciles de vida. Eso es notable. Y a veces veo actitudes mezquinas en personas que supuestamente tienen mejores condiciones, mayor nivel cultural o mayor responsabilidad política. La sociedad cubana tiene sus aristas positivas y sus aristas negativas. Las positivas hay que tratar de proyectarlas, de preservarlas, y las negativas, revelarlas. Algo maravilloso que se había logrado eran los altos niveles de lectura. Eramos posiblemente el país de lengua española donde más se leía. Y eso ha decaído drásticamente. En la espera de una consulta para el dentista, donde hay 30 personas esperando, los únicos que estamos leyendo somos mi mujer y yo. Antes, en una guagua (colectivo), la gente iba hasta de pie leyendo. No podemos ver este tema sólo como un problema de Cuba, se lee menos en el mundo. Pero esa pérdida de lectores nos afecta. Y volviendo al principio, es una de las razones por las cuales en esta sociedad existe esa afición por algo tan soez y vulgar como el reguetón.
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-Ante esta novena entrega, ¿habrá más aventuras para Conde?
-Este relato es el final de una época, pero en el futuro volverá, en el mundo posterior a 2014 -año en el que transcurre La transparencia del tiempo-. En diciembre de 2014 se anunció la posible reanudación de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Pasaron muchas cosas, pero lo más terrible es que dimos una vuelta en redondo y volvimos al mismo punto en el que estábamos antes o quizás más atrás. La nueva administración norteamericana tiene como política desmontar todo lo que el presidente Obama había tratado de construir. Y en esa deconstrucción entraron las relaciones con Cuba, que están en un momento bajísimo.
Leonardo Padura: "En Cuba nadie se murió de hambre, pero nadie comió lo suficiente"
Lectores. Así, de a pilas, se compran libros en la Feria de La Habana, el gran momento del añ para hallar material literario. Aquí, en 2015. /EFE
-En distintos tramos de La transparencia del tiempo se esboza una esperanza sobre algo nuevo. Pero, ante esta realidad política, ¿se mantiene en la isla la expectativa?
-En cuanto a las relaciones con los Estados Unidos, de momento no tengo expectativas de cambio. Creo que en cualquier escenario futuro de Cuba sería necesario que hubiera una mejor relación y que el embargo por fin deje de existir. En el plano interno, se avecina un momento histórico: el 15 de abril va a ocurrir un cambio de gobierno, Raúl Castro va a dejar la presidencia y vendrá un nuevo presidente, que no sabemos quién es aún. Raúl Castro, al parecer, no dejará la secretaría general del Partido Comunista. Y en un país de partido único, pues bueno, creo que eso no propiciará un gran cambio en las condiciones políticas. Se está tratando de hacer lo que acá se llama una actualización del modelo económico, pero eso avanza por momentos, a veces se detiene o avanza en círculos redondos. Entonces, estamos a la expectativa de ver qué puede pasar y si eso que puede pasar, finalmente pasa.
Leonardo Padura: "En Cuba nadie se murió de hambre, pero nadie comió lo suficiente"
Y la vida pasa. Padura y su reflexión sobre la edad. Tiene 62 años. /Tusquets
-Conde se plantea la cuestión de la edad. ¿Es una preocupación suya?
-Yo no soy tan vanidoso como para escribir una autobiografía, pero sí soy lo suficientemente vanidoso como para utilizar a mi personaje, que me acompaña hace más de 25 años, para hablar de las cosas que a mí me preocupan. En este caso específico, cómo el paso del tiempo te va cambiando como persona. Yo sentí que era joven hasta que cumplí 50 años, cuando tuve una crisis fortísima de sacrolumbalgia, con una pierna que prácticamente no podía mover. Estuve 20 días en una cama y dejé de jugar al béisbol y al básquet. Sentí que había pasado a otro momento de mi vida. Uno tiene que adecuarse. En el trabajo que yo hago como escritor, la acumulación de tiempo, el oficio, son ganancias. Pero lo que hay que saber, y desde ahora empiezo a preocuparme, es cuando ese paso del tiempo y esa ganancia se convierten en lastres. Hay escritores que aún a cierta edad han comenzado a publicar obras que sería preferible que no hubieran publicado. Tengo esa preocupación, saber cuando decir: “Hasta aquí llegué”. Admiro muchísimo al escritor Phillip Roth que, en el 2008, tomó la decisión de decir hasta aquí llegué como autor.
Homosexualidad: "Aún persisten opiniones jodidas”
Al igual que en otros títulos del autor, en la novela se toca el tema de la homosexualidad en Cuba. Es a través de uno de los personajes centrales, Bobby, viejo compañero de estudios que reaparece tras décadas, con una nueva elección sexual, aunque con caracteres algo estereotipados.
Cuenta cómo en su juventud universitaria fue expulsado malamente de la universidad y de la militancia al revelar su orientación. Padura, dice: “Aquí, la mirada machista tuvo un peso muy importante. Había prejuicios de carácter religioso, moral y social; en un momento posterior a la Revolución, se le añadió a eso un prejuicio de carácter político.
Hoy ya ha cambiado bastante y la gente puede vivir su sexualidad de manera más abierta, pero en muchos siguen los prejuicios”. Y confiesa: “Yo he podido superar eso, pero el algunas personas aún persisten opiniones bastantes jodidas”.
Padura Básico

Leonardo Padura: "En Cuba nadie se murió de hambre, pero nadie comió lo suficiente"
Juntos. Padura y su mujer, Lucía Lopez Coll escribieron el guión de la serie "Cuatro estaciones en La Habana" / Juan Manuel Foglia

Nació en La Habana, en octubre de 1955.
Trabajó como periodista, crítico y guionista, además de su labor como escritor. Entre relatos, novelas y ensayos publicó casi treinta títulos. Desde el año pasado, en Netflix está disponible la serie “Cuatro estaciones en La Habana”, que llevó a la pantalla cuatro títulos de los nueve que conforman la saga del detective Mario Conde. Él mismo adaptó el guión, con su mujer, Lucía López Coll. Entre otros premios, ganó el Café Gijón de España (1995), el prestigioso Dashiell Hammett que reconoce al género policial, en 1998 y en 2006, y el Premio de la Crítica 2011 del Instituto Cubano del Libro por “El hombre que amaba a los perros”, que novela la vida en América de León Trotski, el devenir de su asesino y reflexiona sobre las utopías. En 2015, recibió el Premio Princesa de Asturias de las Letras.
"La transparencia del tiempo". Fragmento
Desde que comenzara aquel año lento, turbio, aceitoso, Mario Conde había tenido una tormentosa relación con las fechas en curso. A lo largo de su vida y a pesar de haber sido siempre tan histórico, recordador y obsesivo, en general le había prestado poca atención a la conexión de las huellas y aceleramientos del tiempo con lo que esos hitos y velocidades implicaban, como muescas precisas, para su propia vida y para la vida de quienes lo rodeaban. Con demasiada y lamentable frecuencia olvidaba edades y cumpleaños, aniversarios de boda, datas de acontecimientos baladíes o intensos que para otras personas serían (o eran) memorables: como celebración, duelo o como simple marca en los cíclicos cumplimientos de los devenires vitales.
Pero la evidencia alarmante de que entre los trescientos sesenta y cinco días delimitados por las cuadrículas de aquel calendario barato se agazapaba al acecho el día para él todavía inconcebible, aunque amenazadoramente definitivo y real, en que cumpliría los sesenta años le había provocado una persistente conmoción que crecía con la proximidad de la efeméride: 9-9-9.
La evidencia de una cantidad tajante, incluso de sonoridad obscena (sesenta, sesenta, algo se desinfla y estalla, sse-sssen-ta)...

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