Unámonos que el país se disuelve*
Alfredo Michelena
“Venezuela es como un cuero seco. Si la pisas por un lado se
levanta por el otro”, decía Guzmán Blanco al referirse a los continuos
levantamientos de caudillos militares regionales que no dejaban al país en paz.
Vienen a mi memoria historias de mi abuela materna, quien me contaba cuando su
hermano Pancho andaba alza’o y como por la hacienda pasaban gente del gobierno
y de la revolución acabando con todo. Cuentos que también escuché de mi otra
abuela, pero ya no en el Guárico sino en el oriente donde mi bisabuelo fue a
probar fortuna como ganadero. Unos pagaban con bonos de la revolución y otros
del gobierno, pero al final las familias quedaban quebradas. “Gentes de buena
familia venidas a menos”. Me fascinaban sus cuentos de escapes de la guerra en
la búsqueda de refugio por las trochas obscuras llenas de peligros. Era
mi época de soñar con caballeros andantes y héroes a caballo. Pero, para esa
generación, fueron años de terror.
El tirano Gómez logró domeñar ese cuero seco y el petróleo trajo
riqueza a una Venezuela que había sido devastada primero por la guerra de
independencia y después por el caudillismo militar. Pobres pero honrados.
Esa generación y la nuestra crecieron en paz, desarrollo y democracia.
Pero el país, como el caballo de nuestro nuevo escudo, galopa
para atrás. En los primeros once días de este año se han reportado 107 saqueos
en 19 estados. El asalto a transportes de comida es ya un hecho usual. Pronto
tendrán que hacer como en Colombia cuando se organizaban caravanas de vehículos
custodiadas por la Policía Nacional para evitar los asaltos guerrilleros.
Vivir en un país con hambre y escasez es aterrador y si a esto
le agregas la inseguridad, las bandas armadas, la desaparición del Estado como
árbitro, y un régimen que solo promete profundizar lo que está haciendo, la
explosión social se vuelve una constante. No solo son los asaltos de comida
sino la huida por las fronteras de millones de venezolanos que se juegan la
vida en el intento. Baste recordar la triste muerte de unos balseros que
quisieron llegar a Curazao. O la demoledora entrevista colgada en las redes
sociales de un grupo de jóvenes que, saliendo de Cúcuta, tenían tres días
caminando y se dirigían hacia Argentina, sin un peso en el bolsillo.
Hay desespero y desesperanza. Queremos y necesitamos una
solución rápida. Pero una cosa es lo que queremos y otra lo que podemos lograr.
Muchos culpan a los líderes de oposición de no haberlos sacado de este desastre,
pero muchos ni marchan ni votan. Dos tercios del país le ha hecho la cruz a la
MUD y 40% son “ni-ni” a estas alturas del partido. Es la desconfianza hacia los
líderes: la antipolítica que nos trajo a este “cul de sac” y que no nos
va a sacar de él. Claro que al final la responsabilidad es de un liderazgo que
comete errores, se divide y no logra conectar.
Basta ya de llamarnos traidores a unos y a otros. Asumamos la
humildad de que no sabemos cuál de las estrategias será la que dará resultados.
Creemos un frente amplio donde quepamos todos. Y sino apoyamos, al menos
seamos constructivos que Venezuela se nos está disolviendo.
* de mi columna semanal en El Nuevo País Bitácora Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario