EL CAMINO PACIFICO Y CONVENIENTE ES LA NEGOCIACION
EMILIO NOUEL V.
Que los negociadores de oposición y gobierno en República Dominicana
no se hayan puesto de acuerdo es una muy mala noticia para Venezuela y
nuestro entorno hemisférico.
Más allá de las reservas y dudas que podamos tener respecto de las
intenciones y la sinceridad del gobierno en la negociación que se
adelanta, lo razonable es apostar a la consecución de unos prontos
resultados que permitan empezar a salir de la situación crítica que
vivimos.
Quien se contente o promueva el fracaso de tales tratativas es un
inconsciente, un irresponsable. Porque si deseamos que las partes
enfrentadas busquen una solución pacífica, consensuada y viable, lo
lógico es que empujemos para que se tomen decisiones sin mucha dilación,
habida cuenta de la profundización diaria de tragedia social.
Debemos estar conscientes de que no enfrentamos una negociación
sencilla por los temas a resolver, ni a adversarios sensatos y
juiciosos.
Los venezolanos tenemos demasiadas pruebas de lo torcidos, nada
confiables y perversos que son los que gobiernan nuestro país. Las
triquiñuelas y mentiras son su modo de proceder. No tienen moral, ni
escrúpulos, y dudamos mucho de que honren la palabra empeñada. De allí
que haya sido necesario que representantes de terceros países den
testimonio y certifiquen lo que se negocia y se dice en las reuniones
que han tenido lugar.
Los adversarios que enfrentamos se rehúsan terca y suicidamente a
aceptar soluciones razonables. No hacen más que perder tiempo haciendo
su segura salida más dura y costosa, y prologando el drama social. Creen
que un quimérico milagro petrolero o aurífero los salvara de la caída.
Cierto es que hay algunos repugnantes personajes que difícilmente
tendrían vida en cualquier país y están decididos a resistirse con las
botas puestas. A ellos la negociación les importa un bledo pues piensan
que no les significaría nada para su supervivencia posterior.
Ese cuadro hace todo más complicado, haciendo indispensable una
presión mayor de la comunidad internacional para que los sectores más
pragmáticos del régimen se avengan a una fórmula definitiva de acuerdo.
Lo que desde la oposición democrática se pide es una solución que
pase por convocar al pueblo a un pronunciamiento electoral con todas las
garantías normales de un proceso de esta naturaleza: nueva conformación
del CNE, actualización del registro de electores, voto para los
residentes en el exterior, eliminación de las inhabilitaciones,
supervisión y vigilancia de organismos internacionales, acceso de la
oposición a los medios públicos y privados, entre otros asuntos no menos
importantes; es decir, que se restaure el Estado de derecho.
Obviamente, esto requeriría un tiempo prudencial que llevaría el proceso
hasta el mes de agosto como lo más cercano.
¿Cederán en todos estos pedimentos los representantes del gobierno en
la negociación? ¿Los aceptaran las distintas facciones oficialistas? O
¿hay que dar la razón a los que dicen que ya es muy tarde para una
solución convencional a la desventura venezolana?
Dada la experiencia es comprensible el escepticismo al respecto. Pero
quienes estamos convencidos de que de esta calamidad hay que salir de
la manera menos penosa posible, no nos queda otra que seguir apostando a
un pacto negociado que le ahorre al país más dolor, hambre y perjuicios
humanos y materiales. Debemos agotar todos los esfuerzos en tal
sentido, porque la alternativa es el infierno. Que sea el gobierno el
que quede en evidencia ante el mundo si por su posición absurda la
negociación fracasa.
En estos días, las semanas que vienen o más adelante, inexorablemente
nos tendremos que sentar en una mesa de negociación, los mismos
negociadores u otros, seguro en condiciones peores, pero ese es el
camino pacifico. Esperamos que la senda de la reconstrucción nacional se
abra sin más demoras y que la oposición sepa afrontar cualquier
escenario de manera unida.
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