EL FRAUDE ILIMITADO
FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
La unidad de los partidos políticos opositores al chavismo sin duda
ha tenido fragilidades y errores. Pero si en algo ha habido consenso es
en su idoneidad para manejar elecciones. En buena parte, los partidos
están hechos para esa tarea, son instrumentos pertinentes para buscar
votos en ciudades y villorrios. Y la unidad se impone cuando estos son
agrupaciones débiles, como ha sido el caso en estas dos décadas
chavistas. Unidad tanto más necesaria cuando se enfrenta a quien maneja
indecentemente todo el poder, es maestro en la trastada y la agresión y
logra su propia unidad con una garra muy férrea. Perogrullada que me
permito para aquellos que han mitigado su nulidad en la vida nacional
maldiciendo la unidad, aun en sus momentos más idóneos a los partidos y
sus líderes. Y porque ese recordatorio es importante cuando más los
vamos a necesitar.
Nadie dirá que la historia de nuestros números electorales es
deslumbrante; de serlo, no estuviéramos en la agónica situación en que
vivimos. De las muchas elecciones que hemos vivido, apenas en dos de
ellas hemos salido vencedores. Y solo una la consideramos como el inicio
de un nuevo día, las parlamentarias de 2015. En la otra al menos
demostramos que el ungido no era invencible y algún ánimo recuperamos
con esa “victoria de mierda”, como dijo Chávez por televisión, a lo
Trump. Luego nos trampeó haciendo lo que el soberano le prohibió en ese
referéndum.
No hay duda de que en todas las elecciones habidas en estas dos
décadas el chavismo ha utilizado de tal manera cualquier tipo de
ventajismos que hacen que buena parte de sus victorias deban ser
consideradas fraudulentas, si se entiende este concepto en su sentido
estricto. El CNE lo ha reducido, para provecho de sus señores, a lo
meramente electrónico, con lo cual han querido tapar, verbigracia, desde
la compra de votos con el dinero público hasta la violencia física o el
abuso mediático… Pero la elección a la asamblea constituyente es una
raya amarilla, un parteaguas, entre esa sórdida manera de usar el poder
ya institucionalizada y lo que aparece con ella, la más alevosa
violación de la Constitución, la ley y hasta las normas de
procedimientos mínimas. La constituyente fascista abrió las puertas del
infierno, la incesante tarea de anular toda probidad del voto, que ya
saben irremediablemente perdido para su causa y que solo podrán hacer
suyo mediante los más desmedidos crímenes electorales.
A esa hazaña electoral, un club constituyente donde no ha habido
una sola decisión que no haya sido por unanimidad de sus centenares de
socios, siguieron las fraudulentas elecciones de gobernadores y luego de
alcaldes, que la mayoría de la oposición ya no quiso avalar con su
participación.
Pero había que hacer todavía más, destruir los partidos y la
unidad. Se usaron zancadillas contrarias a toda legalidad y lógica como
la obligación de validar a los partidos abstencionistas en las
municipales, la anulación de Voluntad Popular y la tarjeta de la MUD,
emblema unitario. Y, suma desfachatez delictiva, la orden de la ANC de
realizar las elecciones presidenciales en un lapso absurdo técnicamente,
ventajoso para su racha fraudulenta y con seguridad escenario para
todas las violaciones comiciales. La muerte del voto, la voz soberana.
Hoy miércoles hemos visto un espectáculo inigualable, Jorge
Rodríguez, en una especie de éxtasis místico y payasesco declarando al
cese de la negociación dominicana que la gran hora de la paz y la
concordia había llegado, que se había firmado un preacuerdo donde las
partes coincidían en todos los puntos, salvo unos milimétricos detalles
que se suturarían en las próximas horas, para llegar al acuerdo
definitivo. Se había derrotado a las fuerzas injerencistas y
sancionadoras imperiales. Y Maduro era un santón de la concordia humana.
Minutos después supimos, por un Borges con cara de pocos amigos y luego
por los asesores técnicos, que no había tal preacuerdo y que los
detallitos por arreglar eran la fecha y las condiciones de decencia de
la elección presidencial, así como el reconocimiento de la
constituyente.
Señores esperemos esos escasos días, eso sí, sentados y comenzando
a pensar la estrategia con la que enfrentaremos la fase más ruda de
este proceso infernal.
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