GUASONES
Ramón Peña
La burla siempre ha estado presente en el libreto de los redentores revolucionarios. Comienza con la guasa introductoria de sembrarle al pueblo la ilusión de una sociedad idílica bajo el igualitarismo comunista. Como aquella promesa de Fidel Castro en febrero de 1959, cuando le aseguró a los cubanos: “En el curso de breves años el estándar de vida del cubano será superior al de Estados Unidos y Rusia”. Afirmaciones como ésta, más que mentiras son burlas, porque se engaña al pueblo abusando de su buena fe. En estos tiempos de infortunio revolucionario para los venezolanos, la burla, ha sido medular en el modo de gobernar; se ha profundizado hasta entretejerse con el cinismo y la crueldad. Tal es esta última caricatura de política económica bautizada como la nueva reconversión monetaria. Ante la profunda angustia colectiva que ocasiona la persistente hiperinflación -causante de hambruna y muerte- el régimen no ha ofrecido una sola acción concreta para combatirla y mucho menos ha considerado corregir ninguna de sus causas. En su lugar, el Golem gobernante, con más postura de presentador de circo que de jefe de Estado, ha anunciado un acto de prestidigitación que le sustraerá tres ceros a los precios de los bienes mediante la transformación de los billetes de mil bolívares en billetes de uno. Un vulgar remake de la burla de Chávez en 2008, el Bolívar fuerte, que desde su creación hasta hoy se ha debilitado en 43 mil por ciento. De nuevo, una manipulación de la ilusión monetaria, utilizando el mismo engaño que anima los
recurrentes incrementos del salario mínimo (otra burla favorita del Golem). Pero pareciera que hay aún más perversión: al dejarle el cauce libre a la hiperinflación, se revalorizan las bolsas de comida y demás mendrugos oficialistas y se profundiza la sumisión a la voluntad del régimen…
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