El
debate sobre si la Mesa para la Unidad Democrática debe apoyar la
candidatura de Henri Falcón no puede abordarse sin primero desenredar
los argumentos a favor de la participación en las elecciones
presidenciales.
El primero es el que esgrime Falcón mismo:
la oposición venezolana debe participar porque tiene chance de ganar y
no tiene mejor opción. La mayoría de los venezolanos quiere votar; los
gobiernos no suelen ser reelectos durante períodos de hiperinflación;
las encuestas favorecen a Falcón y otro fraude podría provocar una
crisis que abra las puertas a una transición. No participar, por otro
lado, lleva a la oposición a una calle ciega. Los boicot rara vez
funcionan y la MUD y el Frente Amplio no tienen una propuesta seria para
luchar contra el gobierno en un escenario que no sea electoral.
El
segundo argumento reconoce las bajas probabilidades de que la dictadura
le ceda el poder a la oposición. Pero señala que Henri Falcón no es un
candidato opositor “normal”. Es un disidente del chavismo con vínculos
con el gobierno al que Nicolás Maduro podría endosar la presidencia bajo
ciertas condiciones. Por ejemplo, el régimen podría darle libertad a
Falcón para actuar en varios frentes, especialmente el económico, sin
aflojar su control sobre la Fuerza Armada, los servicios de inteligencia
y el Poder Judicial. Este arreglo le permitiría a la dictadura entregar
a alguien más competente el manejo de la economía sin poner bajo riesgo
su permanencia en el poder; facilitar una transición dentro del
chavismo que les permita implementar reformas para solucionar la crisis
humanitaria.
¿Son convincentes estos argumentos? Para mí ambos desestiman las desventajas de participar bajo la realidad política actual en
un proceso amañado que Maduro puede manipular para fabricar su triunfo.
Con la participación las probabilidades de forzar un cambio a través
del voto son demasiado bajas como para tomar el riesgo de profundizar y
crear más divisiones dentro la oposición, y desestimar el daño que
provocaría otro fraude si una parte de la MUD —porque ya un consenso es inviable — decide apoyar a Falcón.
El escepticismo sobre la salida electoral…bajo estas condiciones
Desde
2015, la dictadura ha dado muchas señales de que no está dispuesta a
ceder poder a través de elecciones. Colocó toda clase de obstáculos para
frenar el proceso de convocatoria del referendo revocatorio para luego
suspenderlo; le arrebató las competencias a la Asamblea Nacional;
durante las protestas de 2017 prefirió reprimir, encarcelar y asesinar a
sus adversarios antes que hacer una sola concesión; e instaló mediante
un descomunal fraude una Asamblea Nacional Constituyente.
A
mediados del año pasado, el gobierno decidió por fin convocar las
elecciones regionales. La encuestas auguraban un contundente triunfo
para la MUD; en base a ellas algunos analistas estimaron que la
oposición ganaría 16 o más de las 23 gobernaciones.
Pero
el chavismo hizo lo que muchos consideraban imposible. En medio de una
contracción económica sin precedentes en la historia de América Latina,
que llevó al país a una tragedia humanitaria que persiste hasta hoy,
ganó 17 de las 23 gobernaciones.
¿Cómo logró este resultado?
Utilizando
todas las palancas de un poder casi ilimitado para inclinar el terreno a
su favor, presionar a los votantes y deslegitimar a su adversario. La
lista de abusos incluye la inhabilitación de candidatos; la manipulación
arbitraria de la fecha electoral y la infiltración de la MUD para
dividir y desprestigiar al liderazgo opositor; la orquestación del
fraude de la ANC con la convocatoria electoral para promover la
abstención; la reubicación de centros; y la inclusión en el tarjetón a
los candidatos que habían perdido en las primarias opositoras.
También
incluye un mecanismo relativamente nuevo y particularmente perverso: la
explotación política del hambre a través de las bolsas CLAP y el Carnet
de la Patria. El gobierno fraguó una innovadora forma de clientelismo
que aprovecha la escasez de alimentos para presionar a los venezolanos a
votar por los políticos que causaron la escasez. Un estudio estima que
la probabilidad de que un opositor con Carnet de la Patria vote por el
gobierno es mas del 25%. Cabe suponer que la probabilidad de que no vote es aún más alta.
Los límites de la participación
Las
regionales, sin embargo, no solo demostraron hasta dónde está dispuesto
a llegar el régimen para “ganar” una elección. También demostraron
cuánto está dispuesto a ceder. La oposición obtuvo apenas seis de las 23
gobernaciones y poco después el oficialismo le quitó dos de esa seis,
Bolívar y Zulia. Casi la mitad.
A
los cuatro estados restantes Maduro los despojó de competencias e
intervino sus policías. El régimen, pues, no se conformó con forjar un
sistema que le permitió obtener 17 de las 23 gobernaciones a pesar de su
baja popularidad. Le arrebató a la oposición otras dos gobernaciones.
Más
importante aún, las regionales dejaron claro que Maduro cuenta con
abanico de posibles acciones que puede estirar y encoger a su
conveniencia para abrir o cerrar totalmente los espacios de verdadera
competitividad electoral. Cuenta con los mecanismos para ceder solo
hasta el punto que desea ceder.
Si
en las regionales, unas elecciones que no acarreaban la posibilidad de
una transición, el régimen no toleró que la oposición obtuviera siquiera
seis de las 23 gobernaciones, ¿qué podemos esperar entonces de las
presidenciales?
La
estrategia electoral tiene límites. Por ejemplo, nadie participaría en
una elección donde solo se permite el voto a miembros de organizaciones
chavistas.
Falcón admitió que estos límites existen cuando prometió retirarse si
el gobierno incumplía el acuerdo que firmó con Avanzada Progresista,
Copei y el MAS. De los once puntos de ese acuerdo el gobierno solo ha cumplido uno cabalmente. Falcón, sin embargo, no ha anunciado todavía su retiro ni ha explicado porqué decidió romper su promesa.
Falcón no puede unir a la oposición
Con una oposición unida sería un reto ganar las elecciones y luego presionar al gobierno para que entregue el poder.
Pero
los desafíos son mucho mayores si los principales partidos de la
oposición deciden no participar. Sin una maquinaria para movilizar y
defender el voto, las probabilidades de que Falcón alcance sus objetivos
son aún menores de lo que ya son.
Falcón
no puede ni pretende sumar los apoyos de Voluntad Popular y Soy
Venezuela. Pero ¿puede convencer al resto de la oposición?
En
los partidos más grandes, Primero Justicia y Acción Democrática, hay
barreras que ahora lucen insuperables. Henrique Capriles está coqueteando con
apoyar a Falcón. Pero Julio Borges, que tiene más influencia que
Capriles en PJ, reafirma a cada rato la decisión de su partido de no
votar. Durante su gira internacional, Borges le ha comunicado este
mensaje a presidentes, ministros, congresistas y líderes de
organizaciones internacionales (muchos países ya le han prometido no
reconocer las elecciones). De hecho, la reciente conferencia de prensa
del diputado Alfonso Marquina llamando a no votar “desde Primero
Justicia” fue probablemente un mensaje a Capriles: si decide apoyar a Falcón, el partido no lo respaldará.
Por
otro lado, el todopoderoso líder de AD, Henry Ramos Allup, se ha
mantenido también firme en su decisión de no participar. Los líderes de
la generación de 2007, que militan en diferentes partidos, difundieron
un video con el hashtag #NoLoLlamesElección. El Frente Amplio ha asumido la misma línea.
PJ
y AD, por el otro lado, no quieren exponerse a que los critiquen por
inconsistentes. La oposición y el gobierno no firmaron un acuerdo en
República Dominicana porque Maduro se negó a ofrecer garantías
electorales mínimas.
Cuando
después del diálogo algunos asomaban la posibilidad de participar
muchos con razón se preguntaron: si se va a participar con las
condiciones que la MUD rechazó, ¿por qué se rechazaron entonces?
Falcón
tiene además otra limitación: no tiene el capital político para arrear a
la oposición detrás de su candidatura. Tanto en el liderazgo opositor
como en la base, Falcón genera suspicacias por la misma razón por la
cual algunos lo ven como la persona ideal para pactar una transición con
el chavismo.
A
estas alturas, pues, es difícil imaginar a la oposición forjando un
consenso a favor de la participación. Falcón solo puede aspirar a que una parte de
la MUD lo respalde. No puede lograr que PJ lo apoye pero sí puede
dividir al partido si consigue el respaldo de Capriles. No puede lograr
cambiar la postura de la MUD pero sí puede profundizar sus divisiones y
la desconfianza mutua entre las diferentes facciones. Su espacio para
sumar apoyos es tan restringido que su éxito significa polarizar y
fragmentar más a una oposición que ya está fragmentada.
Una
lección que nos ha dejado el chavismo es que las cosas siempre se
pueden poner peor. La oposición ahora está mal; una división en torno a
Falcón podría sepultarla.
Pacto con el gobierno: ¿una opción realista?
Algunos
analistas sostienen que hay sectores del chavismo dispuestos a cederle
la presidencia a Falcón bajo ciertas condiciones. Un pacto de esta
naturaleza, dicen, es la única salida realista a la crisis porque el
chavismo no va a soltar el poder sin las garantías de protección que
solo Falcón puede ofrecer. Si las opciones se reducen a Maduro por otros
seis años o un acuerdo de cohabitación entre Falcón y el régimen, ¿no
sería razonable apoyar la segunda?
El
problema es que esto no es un dilema en base a una realidad sino un
dilema en base a una posibilidad; una posibilidad, por lo demás, que uno
debe ver con escepticismo.
¿Cuán
fácil es pastorear a las diferentes facciones del gobierno hacia una
transición pactada? ¿Se les puede convencer de que es posible reemplazar
a Maduro por Falcón sin poner bajo riesgo su permanencia en el poder?
Cierto: el statu quo también
trae consigo riesgos. El colapso del país podría provocar caída del
régimen y Maduro no tiene la capacidad de solucionar la crisis. Pero es
probable que los chavistas sean mucho más sensibles a los potenciales
riesgos de un cambio que a los riesgos de dejar las cosas como están. Si
un cambio grande y difícil de implementar genera miedo, la inercia
tiene todas las de ganar.
Pero
supongamos que los escépticos están equivocados. Ante la posibilidad de
una transición controlada, ¿qué debe hacer la oposición? ¿Y por qué
Falcón necesita a la MUD? ¿Acaso tiene que ganar las elecciones por una
amplia ventaja para que los sectores chavistas que quieren una
transición lo respalden? Si ese el caso, ¿no es una exageración pintar
este escenario como realista?
A la MUD no se le puede pedir que apoye a Falcón porque hay un chance de
que el gobierno le entregue el poder bajo condiciones; nadie le puede
pedir a Borges, Ramos Allup y Leopoldo López que sacrifiquen su
credibilidad y capital político apoyando en secreto un acuerdo de
cohabitación con los jerarcas del régimen cuando ni siquiera hay
garantías de que la cúpula chavista esté dispuesta a sellar ese acuerdo.
El caso contra la participación
Hay
un conjunto de realidades que se niegan a aceptar los defensores de
Falcón. La primera es que la mayor parte del liderazgo opositor se opone
a participar y tienen razones legítimas para oponerse. Sin el apoyo de
los principales partidos, Falcón no contará con recursos para movilizar y
defender el voto.
La
segunda es que los líderes de la MUD están cada vez más comprometidos
con no participar (con sus seguidores y con la comunidad internacional) y
Falcón no tiene el poder para cambiar esta situación.
La tercera es un resultado de las primeras dos: aunque Falcón no puede unir sí puede dividir. El apoyo de Capriles, por ejemplo, podría resquebrajar a PJ e infligir un enorme daño a la MUD.
Es
verdad que ahora la alternativa a la participación no es ideal. El
Frente Amplio no ha presentado una propuesta seria para luchar contra la
dictadura. Nada cambiará si la oposición no vota en las presidenciales.
Pero la candidatura de Falcón no tiene mejores perspectivas. La única
diferencia es que podría dejar a la oposición en una posición mucho más
débil para hacer frente a la situación que muy probablemente tendrá que
encarar después de la farsa electoral del 20 de mayo.
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