Sobre la candidatura de Falcón
Asdrubal RomeroI-De cómo se presenta
Voy
a permitirme algunas reflexiones sobre la audaz acometida estratégica de Henry
Falcón. En una primera aproximación, analizaré su candidatura desde una
perspectiva un tanto descontextualizada, es decir: como si él fuese un actor
político en un escenario democrático normal. Como tal, su juego puede ser
comprendido. Sabía que por la vía de la Mesa de la Unidad Democrática su
aspiración no tenía chance. De hecho, como lo denunció en múltiples ocasiones
uno de sus principales voceros, su partido era marginado de las decisiones
importantes –también María Corina y Andrés Velásquez han manifestado
privadamente denuncias en tal sentido-. Al parecer, dentro de esa mesa no fue
posible que se consolidara el hábito de apelar a la discusión democrática entre
todos los actores “importantes”, con el fin de alcanzar una alineación de todos
ellos en torno a unas estrategias compartidas. Es menester puntualizar, a los
efectos de aclarar el uso de las comillas, que en política: cada cual es libre
de valorar la importancia que se asigna a sí mismo en la competencia de las
aspiraciones por acceder al poder. Falcón siempre ha querido que se le
considere como un actor importante y, en consecuencia, con una legítima
aspiración a ser tomada en cuenta. Desde hace tiempo, él y su entorno político
han insistido en asomar su perfil presidenciable. El Régimen tomó debida nota
de tal aspiración.
No
fue invitado a participar en las negociaciones que se llevaron a cabo en
República Dominicana y él, por las razones ya expuestas, se consideraba con
legítimo derecho a ser tomado en cuenta. Consiguió en este gesto la excusa
perfecta para justificar la decisión unilateral de continuar por su propio
camino. No debiera sorprendernos que haya tomado la decisión de inscribirse
como candidato a las elecciones presidenciales del 20M. Algunos ven en esta
actitud la asunción de un valiente riesgo que eventualmente, ante la ausencia
de otras opciones con suficiente entidad, pudiera ser premiado con el
otorgamiento del voto. Esto sería un craso error. Las razones serán aclaradas
más adelante.
La
lógica discursiva de su campaña es muy sencilla. Insistirá hasta la saciedad en
el dilema que se les presenta a quienes no queremos que Maduro continúe en la
Presidencia. Expresado en términos coloquiales: o te abstienes de ir a votar y
te haces partícipe de la posibilidad que Maduro siga ejerciendo el poder por
otros seis años más –¡imagínense qué terror!-, o votas por mí que, aunque no
sea un candidato que te satisfaga del todo, he asumido con valentía el riesgo
de enfrentarme a él y constituyo una opción más potable. Además, el primer paso
en una transición para salir de estos destructores –ya ha comenzado a especular
sobre el guion de este sub relato-. Su estrategia comunicacional es
contraponerse como figura a un rechazado Maduro y auxiliarse para ello con
resultados de encuestas centradas en dicha confrontación. Sabe que cualquier
encuesta, enfocada bajo la luz de tan aparente simple dilema, le va a favorecer
frente a Maduro.
Adicionalmente,
al calor de esta sencilla lógica dicotómica, se han incorporado a su campaña
dos pesos pesados de la política nacional. No tanto por el número de electores que
pudieran seguirles, pero sí, hay que reconocerlo, porque se trata de dos ex
candidatos presidenciales con buena imagen y que, además, no pecan de
inconsistencia en sus propios discursos. Tanto Claudio Fermín, en su brevísima
pre campaña, como Eduardo Fernández han venido insistiendo en la misma lógica:
si todos salimos a votar, Maduro es derrotable. Lo cual, es una verdad que sólo
sería verificable en la concreción de tal premisa. Y sobre la cual es
comprensible que un vasto sector electoral albergue dudas, tomando en cuenta en
cuenta que el Régimen ha comenzado a dar muestras, muchas y muy evidentes
después de su derrota el 16D, que está dispuesto en su obstinada pretensión de
mantenerse en el poder a utilizar medios muy distintos y contrarios a la legitimación electoral que, en sus
primeros tiempos, constituyó el piso de su basamento político. En este proceso
bastante obvio de estabilizar su autocratización, el Régimen ya se quitó la
careta democrática y ha llegado al extremo de cambiar resultados en eventos
competitivos, tal como ocurrió en el estado Bolívar. Evidencia que le debemos
al trabajo organizado y valiente de Andrés Velásquez y su gente en dicho
estado.
Comenzamos
a reflejar en este análisis que el escenario ha dejado de ser lo democrático y
normal que asumíamos en una primera aproximación. Y que esa lógica tan sencilla
de la que Falcón hace gala en su campaña no se corresponde con la realidad, lo
cual nos obliga a escudriñar sobre cuáles pudieran ser sus verdaderas
intenciones como actor político. Es necesario entonces apreciar su candidatura
desde una perspectiva más contextualizada.
II-Sobre el verdadero trasfondo
Él
bien sabe que no va a ganar. Está consciente que se enfrenta a una maléfica y
condenable estrategia de dominación de un electorado cautivo, al cual se le
extorsiona mediante presión indebida para que canjee su voto a cambio de su no
exclusión de los programas de concesión de beneficios sociales. En mi trabajo
anterior en este blog, en un relato basado en hechos reales que titulé
“Pequeñas Venganzas Ficticias” –ver en: http://quepasaenlauc.blogspot.com/2018/03/un-relato-con-sus-lecturas-politicas.html,
retraté la forma cómo el derecho a elegir con libertad le ha sido cercenado a
vastos sectores de la población ubicados en los estratos sociales más
vulnerables.
También
la Conferencia Episcopal ha denunciado en sus comunicados la violación sistemática y, cuidadosamente, programada de
un derecho inherente a la vida democrática como lo es la potestad ciudadana de
elegir con libertad. Por esta vía, el Régimen ha estabilizado su potencial
electoral en una cifra que se aproxima a los seis millones de votos, el cual se
nutre en mayoritaria proporción del electorado cautivo. Esa es la verdadera
encuesta a la que se enfrenta Falcón y él lo sabe, pero poco hablará de ello en
su campaña porque no le conviene. Preferirá hablar de encuestas con escaso
valor predictivo de lo electoral, en la medida que ellas parten del supuesto
que todos los encuestados podrán elegir libremente –puede que respondan
libremente ese día de la entrevista, pero otra cosa muy distinta será lo que
les dejen hacer en el momento de depositar su voto-. La mala noticia es que el
Régimen, en su desesperación de verse cada vez más rechazado, ha avanzado en su
estrategia clientelar apelando a técnicas de Big Data articuladas a través del carnet de la Patria y la
concesión indiscriminada de bonos que ya viene resultando ser una vulgar,
masiva y descarada compra de votos. Califico de indiscriminada, porque dicha
concesión no es el resultado de una investigación exhaustiva de las verdaderas
necesidades de los núcleos familiares, sino un proceso improvisado a marcha
forzada con miras a concretar su verdadero objetivo clientelar. De esta forma,
aunque los seis millones del “supuesto” pueblo oficialista tengan alguna merma
a causa de la diáspora, fenómeno que ya también les está afectando, es posible
que esta sea sobrecompensada por la impresión del dinerito fácil y los
adelantos tecnológicos puestos a la orden del Mal. Uno no entiende por qué los
factores democráticos no cuestionan y denuncian con mayor virulencia toda esa
maquinaria del voto obligado y comprado que el Régimen ha aceitado ante sus
propias narices. Mecanismo, por cierto, que es atentatorio contra la dignidad
de los seres humanos. Quizás sea pensando que una crítica en ese sentido,
pudieras enajenarles algunos votos de esa población cautiva, cuando en verdad
allí ya no les queda casi nada qué buscar.
Falcón
está muy lejos de tener un potencial electoral y una organización capaz de
rivalizar eficazmente contra el endemoniado andamiaje que ha instituido el
Régimen y vuelvo a expresarlo con claridad: él lo sabe. Su aspiración está
basada en una quimera revestida de una lógica elemental, la cual no soporta
cualquier análisis a mayor profundidad del contexto político en el que se
produce la convocatoria a estas elecciones del 20M. Quimera, por cierto, que ni
siquiera se concretó en su estado, siendo él el Gobernador, en el escenario de
las elecciones regionales. Estas representaron, en su oportunidad, el primer
evento electoral verdaderamente competitivo después de las elecciones a la
Asamblea Nacional del 16D. Es pertinente recordar que el proceso para elegir
los miembros de la ANC no lo fue, habida cuenta que las fuerzas democráticas
decidieron, con razón, no participar en esa convocatoria inconstitucional. En
el momento de las regionales, hagamos memoria también, las expectativas de
ganar la mayoría de las gobernaciones eran muy altas. La encuesta más pesimista
arrojaba un escenario de victoria en al menos doce entidades. Ya todos sabemos
lo que ocurrió: ingentes cantidades de electores pertenecientes a los bastiones
opositores urbanos no concurrieron a votar. ¿Acaso esta motivación hacia la
participación electoral ha cambiado positivamente?
Todo
lo contrario. Desde el 15 de octubre del año pasado, fecha en la que se realizó
el proceso para elegir gobernadores,
mucha agua ha cruzado bajo los puentes y no ha sido, precisamente, para
regar los terrenos en los que reflorezca la tendencia al voto. Ocurrió que un gobernador electo fue
destituido por negarse a acudir, para su juramentación, ante una instancia cuya
constitucionalidad no es reconocida por una inmensa mayoría ciudadana –el caso
de Guanipa Matos en el estado Zulia-. Ocurrió también lo que ya referimos en el
estado Bolívar. La opinión internacional se ha consolidado en el reconocimiento
del carácter antidemocrático del régimen que nos mal gobierna, hasta el punto
de pronunciarse abiertamente sobre el desconocimiento del proceso electoral en
curso y de sus resultados. Opinión esta que es altamente valorada por una
porción altamente significativa de los electores que se negaron a concurrir a
los eventos electorales regionales. Se producen los claros pronunciamientos de
la Conferencia Episcopal, AVERU y Fedecámaras sobre el carácter fraudulento del
llamado a elecciones; inhabilitaciones abusivas por parte del Régimen de
partidos y candidatos, etc. En fin, estos y muchos otros factores sobre los
cuales no creo necesario abundar, confluyen en una tendencia hacia la
consolidación de una tendencia abstencionista alimentada por razones muy
específicas y de carácter coyuntural –nada tiene que ver con el fenómeno de
abstencionismo genérico que recurrentemente se manifiesta en las elecciones de
nuestro país así como en la de muchos otros-. Buena parte de la mayoría social
que se opone a la posibilidad de que el régimen destructor continúe en el
poder, ha internalizado la creencia que, en las actuales circunstancias, su
derecho a elegir de verdad y con libertad le ha sido conculcado.
Siendo
este el contexto en el cual se desenvuelve la actual campaña electoral, cabe preguntarse uno: ¿Cuál es el verdadero
objetivo político que persigue Falcón con su candidatura? ¿Ganarle a Maduro? ¿O
posicionarse, después de un resultado electoral adverso, como el principal
referente opositor a ser tomado en cuenta para cualquier proceso de transición
que se plantee en el país? En mi opinión es el segundo. Y para su consecución,
se podría reconocer que se está produciendo una confluencia de intereses
sectoriales y particulares que juegan a su favor. Muchos grupos del chavismo
disidente, que se presentarán como democráticos y por ende “anti abstencionistas”,
se refugiarán en su candidatura. Es natural que suceda de esta manera, incluso
por una razón que no será transparentemente admitida: la de protegerse de una
persecución que el Régimen ha dado señales de estar dispuesto a acometer con
ferocidad. También confluirán en su candidatura intereses anti MUD, proclives a
identificarse con ese discurso de auto victimización que enarbola Falcón, al
presentarse como un marginado más de la lógica de funcionamiento con la que la
MUD ha operado a su interior. Al igual que como viene ocurriendo con Eduardo
Fernández y Claudio Fermín, todas esas corrientes coincidirán en el sencillo
planteamiento dicotómico: o votas por Falcón o te calas a Maduro. La
candidatura de Falcón crecerá pero no va a resultar victoriosa. Sacará sus
propios votos más los que el CNE del Régimen le adicionará en función de su
propio interés: validar la legitimidad del fraudulento proceso electoral
convocado para el 20M. He aquí la inflexión a partir de la cual la candidatura
de Falcón deja de ser la romántica aventura de un actor político normal en un
juego democrático normal (primera aproximación) para convertirse en una
candidatura que, por hacerle el juego al Régimen; por servirle de comparsa y,
en consecuencia, ser contraria a los más altos intereses de la Nación, le debe ser reprochada.
He
aquí la razón por la que predico que no se debe votar por Falcón. El verdadero
dilema que plantea su candidatura a quienes nos oponemos a la continuidad de
este régimen: es el de si salimos a votar por él, tentados por la milagrosa
posibilidad de que lo dejen ganar, contribuyendo simultáneamente a legitimar el
proceso y fortalecer su posición como líder de cara a una transición en puerta,
o si nos abstenemos. Ahora bien, con relación a esta opción de abstencionismo
coyuntural, tal como lo expresa un documento presentado por Punto de Encuentro
a la opinión pública: “La abstención pasiva no puede ser la respuesta de los
demócratas venezolanos”.
III-Tres bloques y un mensaje final
Tenemos
tres bloques que compiten en el espacio político del país en la coyuntura
actual. El Madurista que, teniendo al país como lo tienen, sin vergüenza alguna
se presenta para su reelección, como si fuese la más trágica obra de un
desangelado teatro del absurdo. El liderado por Falcón, en el que han confluido
un conjunto inusual y muy diverso de actores
políticos que se percibe alineado en torno a un enfoque discursivo en extremo
simplificador del complejo problema que afrontamos como nación. No obstante, tan atractivo por su sencillez
comunicacional que se asemeja a un poderoso y tentador canto de sirenas. El
engrane entre los factores ha sido perfecto, tanto que cualquier fantasioso
relator podría imaginarse la paciente y elaborada conceptualización y puesta en
marcha de este bloque en un laboratorio ubicado en alguna de las más oscuras
trastiendas del Régimen: la troyana construcción de la opción política
opositora que le conviene –generosamente dotada, por supuesto, con espacio
comunicacional y cuantiosos recursos-. No puedo decir que me conste que así lo
sea, aunque cuando el río suena…Esto es, en definitiva, a lo que se me asimila
la peligrosa candidatura de Falcón.
Y
frente a los dos bloques electorales, por ende de más concreta
activación, aparece el tercer bloque un tanto más apagado. El de las
fuerzas que propugnan por un auténtico cambio en la
conducción de un país que ya está a punto de reventar porque no soporta
más
tanta destrucción acumulada. Lastimosamente, todavía aparece dividido.
Todavía
seguimos sin entender que el verdadero dilema es: “O nos unimos o nos
hundimos”.
La mejor inversión política que se puede hacer ahora es la de tomarse el
tiempo
para construir el urgente y necesario consenso alrededor de una
estrategia
compartida y su correspondiente hoja de ruta. Se requiere llenar de
contenido
político a esta tercera opción.
Articularlo con las demandas sociales de la población. Sigo pensando que el
Frente Amplio puede ser la mejor opción. Pero hay que construirla con unidad,
organización, mensaje y acción. Por eso he comenzado a trabajar desde su
interior, pero sigo esperando porque las últimas barreras de la desunión sean
demolidas. De no ocurrir así, la candidatura de Falcón tomará oxígeno, y eso
sólo servirá para oxigenar al Régimen. ¡Sería una tragedia!
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