Un área mayor que toda la parroquia Candelaria ha sido invadida en los últimos diez años en Caracas, reduciendo a ranchos lo que no hace mucho eran flamantes áreas verdes.
Ciento treinta y cinco hectáreas ocupan las principales invasiones que han tenido lugar en la capital desde el año 2001, que han crecido y se han consolidado ante los ojos de todos: los primeros kilómetros de la vía hacia El Junquito, de la Panamericana o de la carretera Caracas-Guarenas, los bordes de la carretera negra de La Vega, la Cota 905, La Rinconada y los alrededores del hospital de Lídice o de El Algodonal.
Esto significa que en cada mes de estos últimos diez años la ciudad ha perdido un área mayor a una manzana completa de vegetación (cien metros por cien metros), la cual ha sido sustituida por ranchos. Mientras tanto, el porcentaje de caraqueños que vive en barrios, que en 1991 estaba en 40,42%, hoy está cerca del 60%.
Las invasiones se han llevado a cabo sin respetar parques recreacionales supuestamente protegidos, pues la Cota 905 profanó el Vicente Emilio Sojo. Y ni siquiera el Ávila se salvó: tanto por el área de Los Frailes (Catia) como por los lados de la autopista Petare-Guarenas se han formado recientes barrios.
En El Algodonal, Antímano, se previó un área rodeada de vegetación para poder tratar a tuberculosos, un área que hoy está llena de casas improvisadas.
En unos casos ni siquiera la presencia de autoridades ha bastado, pues en toda la vía principal de Caricuao existe una invasión que, flanqueada por la escuela de suboficiales de la GN y por un módulo de la PM, crece desde hace cinco años.
Pueblo constructor
Para la arquitecto Josefina Baldó, se trata de una tendencia que se mantiene en el país desde hace casi un siglo: según los datos que recopiló cuando estuvo al frente del Conavi hace 9 años, entre 1930 y 2000 el Estado construyó un millón de viviendas; en ese lapso se levantaron 2,4 millones de viviendas gracias a la autoconstrucción.
El problema se agrava cuando se piensa que desde hace casi 40 años no se construyen grandes complejos habitacionales para clases populares, tal como hizo López Contreras con Propatria o Pérez Jiménez con los bloques del 23 de Enero (9.176 apartamentos), Lomas de Urdaneta o Casalta. O como hizo la democracia en sus inicios con los bloques de Simón Rodríguez o Ruperto Lugo. Y luego Carlos Andrés con Caricuao.
Hablar de un proyecto habitacional en la Caracas de hoy es invocar un retraso: Turmerito, Gramovén, Santa Rosa, Catuche, Brisas de Panteón, Belén, Rosa Mística, Ciudad Caribia... Solo se entregan, de manera incompleta y tarde, pocos apartamentos: en Catuche hicieron 199 pero desde hace ocho años les deben 201, en la Lecuna solo se han construido 42 de los 320 prometidos y que debían estar listos hace tres años. En La Limonera acaban de asignar 432 tras 4 años de construcción. El déficit habitacional en Caracas es mil veces esa cifra.
El arquitecto Marco Negrón cree que el acoso al sector privado, además de la falta de insumos cuya producción ha asumido el Gobierno (como el cemento o las cabillas) ha influido en los retrasos. En efecto, el Estado ha construido 30% de las viviendas del país, pero lo ha hecho con empleados y máquinas de empresas privadas.
En el barrio Brisas del Ávila, a un lado del terminal de Oriente, Enelvys Narváez explica su drama: "Vinimos de San Isidro (Mariches) porque las casas se estaban cayendo. Nos censaron varias veces pero no ofrecieron nada y nos recomendaron que nos fuéramos. Al final nos vinimos para acá".
viernes, 13 de mayo de 2011
135 hectáreas invadidas en 10 años
JAVIER BRASSESCO | EL UNIVERSAL
viernes 13 de mayo de 2011
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