Estamos en un nuevo ciclo de radicalismo. La "normalización" emprendida en enero -con la orden de "hacer política"- rindió sus frutos. La estrategia buscaba"descatastrofizar" la permanencia de Chávez en el poder: desteñir los temores alrededor de la prolongación de su mandato y "purificar" las intensiones de su reelección, diferenciándolas de las de sus amigos dictadores del Medio Oriente. Hoy los hechos reconfirman que no es un buen negocio subestimar al comandante, quien suele endurecerse cuando no ve moros peligrosos en la costa.
La oposición nunca ha comprendido que Chávez no es Chacumbele y que su pésima gestión es insuficiente para garantizarle la derrota. Con pocas excepciones, las complejidades de la sociedad le son ajenas a la llamada "alternativa democrática", algunos de cuyos exponentes -negados a aprender- generan desconsuelo al consumir todas sus energías disparando contra blancos distintos al comandante. No es extraño, por tanto, que el gobierno esté ganando parte del terreno perdido y que sus contrarios luzcan otra vez inferiores ante el tamaño de las circunstancias.
La ofensiva propagandística de la revolución agitó las aguas de la opinión pública, que ha reaccionado ante una oferta electoral que, plagada de mentiras, sólo tiene enfrente a un elenco concentrado en la zancadilla y en la complacencia de egos inoportunos. El oficialismo aprovechó al máximo el vacío que la oposición dejó en sus ajetreos internos y, tras cinco meses de "pacifismo", retoma la mandarria para el asalto, con el que muestra su certeza de triunfo y se refuerza como la autoridad inapelable de Venezuela... como "el mal necesario" frente al absurdo que se mercadea como opción.
Es inocultable que, del mismo modo como la oposición le juega a Chacumbele, el gobierno le apuesta a las miserias de sus contrarios. Así, mientras Chávez logra disolver los riesgos que le acechaban en enero, algunos de sus adversarios se hunden en un fango de negociaciones oscuras con la mismísima nomenclatura roja, destinadas a asegurarse los laureles de la representación del campo democrático y a destruir a las figuras más competitivas del actual cuadro electoral.
Lo que veremos será elocuente: rehabilitaciones, cárceles y juicios en libertad. Todo un show con corolario vislumbrable: la escogencia del candidato se envilecerá todavía más y lo que ya es penoso pasará a convertirse en una pobre comedia de falsedades... Al final, y con la ayuda de sus propios "enemigos", el comandante -con el Poder Judicial para complacerle- terminará escogiendo a su competidor y la oposición -sumida en ese espectáculo- completará el trabajo de "descatastrofizar" la permanencia de Chávez en el poder. Como se observa, no hay razones para no radicalizar. Los moros se alejaron de la costa.
viernes, 3 de junio de 2011
No hay moros en la costa
ARGELIA RÍOS | EL UNIVERSAL
viernes 3 de junio de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario