Ahora que el cinismo le ha empezado a ceder algo de terreno a la esperanza, vale la pena retomar algunos de los ejercicios intelectuales de esos en los que tantas veces hemos participado a lo largo de todos estos años. ¿Qué podría hacer una administración de transición? Más particularmente, ¿cómo salimos de esa calle ciega que ha sido el control de cambio?
He tenido esta conversación recientemente con algunos amigos y creo que vale la pena compartir las posibilidades y examinar las bondades de cada una. Existe cierto consenso alrededor de algunas ideas fundamentales. Por un lado, el control de cambio no puede ser levantado de forma inmediata (a la CAP II). En una administración en donde la gobernabilidad y la fragilidad política serán la orden del día, debe prevalecer la orientación gradual (haciendo la salvedad, claro está, de que el gradualismo cuesta real, y partimos de la base de que algo tendremos). Por el otro, la meta final es un sistema de cambio libre, sin controles, con una tasa de cambio flexible administrada por el BCV con base en una meta anual de inflación.
La diferencia está en la transición entre un estado y otro. El sistema de cambio dual adoptado por el gobierno abre diferentes caminos para esa transición. Aunque las posiciones tienen muchos matices, voy a tratar de reducirlas a dos. Una posibilidad sería mantener el esquema dual, con una tasa más baja de acceso restringido, y una tasa de mercado completamente des-regulada (pero administrada por el BCV). Dentro de esa concepción, la primera tasa no tendría por fuerza que ser fija. Por el contrario, ese 4,30 de hoy podría irse ajustando gradualmente hasta converger con la tasa libre de mercado, y con eso decretarse el fin del control de cambio (mediano plazo). Dentro de este esquema, es esencial que la tasa de interés sea liberada y positiva, para frenar el estímulo a la salida de capital. De igual forma, los dólares subastados por estos días a través del Sitme serían eliminados y la oferta de divisas que hoy en día circula por esta vía pasaría a consolidarse con la que ofrezca el BCV para administrar la tasa libre.
La segunda posibilidad es más lenta, equivale a hacer poco en el corto plazo para darle prioridad a la gobernabilidad, y se limita a enviar señales al mercado de que la situación está en camino de corregirse. Bajo este esquema, se mantiene el 4,30 fijo y se crea una segunda tasa única también de acceso restringido. En consecuencia, seguiría existiendo una tercera tasa "negra", con la que la nueva administración tendría que lidiar. En este esquema no sería necesario liberar las tasas de interés, que podrían seguir estando por debajo de la inflación por un tiempo más.
En mi opinión, esta segunda alternativa dejaría muchos vacíos y no enviaría suficientes señales de cambio, además de mantener un conjunto de ineficiencias que podrían resultar muy caras a una administración que podría no tener tantos recursos como se piensa. Por otro lado, entiendo la posición de los que piensan que ya estamos un poco acostumbrados a esta situación, y que en las primeras de cambio no hay que hacer grandes cambios, sino enfocarse en asegurar la gobernabilidad. Está abierto ese debate.
viernes, 3 de junio de 2011
¿Qué hacer con el control de cambio?
MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL
viernes 3 de junio de 2011
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