¿CUESTA ABAJO?
Carlos Romero
El país presenta un balance poco optimista. A la caída de los precios
del petróleo se les unen el alto costo de la vida, el auge de la
delincuencia, la escasez de bienes y servicios y sobre todo el mal gusto
por el proyecto político que se inició en 1999. Para muchos analistas
se ha llegado a una encrucijada y se han dejado atrás las falsas
ilusiones.
Esto también tiene su expresión internacional. El
llamado socialismo del siglo XXI ya no llama la atención, ni a los que
temían su propagación continental ni a los que lo recibían con emoción.
La mayoría de los gobiernos, incluyendo los simpatizantes del chavismo
buscan ahora colocarse en el "medio del camino", mantienen una prudente
distancia y no se pronuncian a favor de Caracas.
Que "si el río
suena es que piedras trae", eso es verdad. La prueba está en que se
exigen al gobierno respuestas concretas para solventar la situación. Al
mismo tiempo, el pueblo bolivariano y no bolivariano se queja sobre que
los beneficios no son igual que antes y la oposición cree que llegó la
oportunidad de su renacimiento. Pero la verdad verdadera es que es
inútil hacer cualquier cálculo si no se tiene claro qué es lo que está
pasando.
Nadie en su sano juicio se atreve a plantear lo que
pueda ocurrir en Venezuela en los próximos meses. Los datos que se
tienen no son muy nítidos, más allá del hecho real de que hay una crisis
general producto del cruce diabólico de cuatro variantes fundamentales:
la reducción de los precios del barril de petróleo, un gasto público
exacerbado, la reducción de los recursos financieros y el deformado
movimiento consumista, sea ya por el diferencial de precios, por las
compras nerviosas o por la oportunidad de contrabandear bienes y
servicios.
Ir más allá de esas consideraciones es un ejercicio
inútil. Se puede especular sin límites, -esto sin duda es el deporte
nacional-, pero la verdad verdadera es que no hay suficientes elementos
para saber hacia dónde vamos.
romecan53@hotmail.com
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