Venezuela: ¿qué depara el 2015?
Sary Levi Carciente
Las
transformaciones del mercado petrolero internacional han generado una
importante caída de los precios petroleros desde fines del 2014. Este
desplome ha agravado la crítica situación de la economía venezolana, a
la cual llega tras una década caracterizada por la mayor bonanza en
ingresos de su historia.
Venezuela presenta serias distorsiones económicas que se vinieron fraguando, principalmente desde 2004, momento
en el que inició la tendencia alcista de los precios petroleros. Esa
fecha coincidió con el aumento del gasto público, el cual empezó a
crecer muy por encima de los ingresos, socavando las bases de la
estabilidad económica del país. De tal manera que el déficit fiscal
impulsó el endeudamiento, al que se agregaron desequilibrios monetarios y
cambiarios.
La monetización
del déficit, a partir de las abultadas emisiones del Banco Central de
Venezuela, aceleró la inflación. A lo anterior se suma las presiones en
contra de la moneda nacional tras la implementación de un esquema de
control cambiario, el cual está en crisis pues en la actualidad los
venezolanos están dispuestos a pagar casi 30 veces el precio del tipo de
cambio oficial. El incremento de la liquidez se sumó a las presiones
negativas al sector productivo nacional que, en un entorno de controles
de precios, impuestos, numerosas regulaciones y debilitamiento de los
derechos de propiedad, sustituyó la producción nacional por
importaciones, en las que destaca la creciente participación por parte
del sector público.
El peso de las
exportaciones petroleras sobre el total exportado pasó de 68,78% en 1998
a 96,28% en 2014, una cifra que pone en evidencia la profundización de
la dependencia mono-productora y mono-exportadora del país. Este
incremento porcentual no fue debido al fortalecimiento del sector, muy
por el contrario, los convenios energéticos firmados y la continua
extracción de recursos de PDVSA, ha puesto en serias dificultades
financieras a la estatal petrolera. Prueba de lo anterior es la reciente
degradación de calificación de PDVSA de Caa1 a Caa3 por parte de
Moody’s y que la prima de sus Credit Default Swap (CDS), un indicador
que mide el riesgo de impago, alcanza los 7.000 puntos básicos (pbs).
Ahora, con menos ingresos, lo que se observa es un aparato productivo nacional desmantelado, incapaz de satisfacer las necesidades mínimas de la población,
una insuficiencia en divisas para pagar importaciones, un creciente
peso en servicio de la deuda, envilecimiento del valor moneda nacional y
un entorno nacional marcado por la escasez y la inflación, en una
economía ya formalmente en recesión y con altos niveles de riesgo país
–que medido por el EMBI+ alcanza los 3.247pbs al 29 de enero de 2015 –
lo que limita, por oneroso, el financiamiento externo.
A este grave
entorno macroeconómico, hay que sumarle los problemas de inseguridad que
vive la ciudadanía, el debilitamiento institucional y el deterioro
ético de las dinámicas sociales. Esta realidad atiza la vulnerabilidad
de los sectores más desfavorecidos económicamente, que es el que más
padece la caída del poder adquisitivo, la falta de servicio en los
hospitales públicos, en las escuelas, en el transporte masivo, la falta
de justicia. Todos los indicadores que sobre los arreglos sociales miden
a Venezuela –sean estos de libertad, corrupción, transparencia, calidad
institucional, estado derecho y otros– la ubican en los últimos
lugares del mundo.
Este es el
resultado del modelo autodenominado Socialismo del Siglo XXI y que como
sus homólogos del s. XX, obviaron las lógicas de las dinámicas humanas
en sociedad, forzándolas a esquemas rígidos, controladores, oportunistas
e insostenibles en el tiempo.
Esta
comprometida situación hizo que la ciudadanía estuviera muy atenta al
discurso presidencial de entrega de Memoria y Cuenta ante la Asamblea
Nacional (21 de enero de 2015), a la espera de políticas y medidas
correctivas. Entre los elementos señalados destacan: A) Incremento del
15% del salario mínimo y las pensiones, que no compensa la inflación
promedio de 65% y de 100% en alimentos del 2014. B) Un esquema cambiario
de tres mercados: uno preferencial manteniendo la tasa sobrevaluada de
6,30 Bs/US$, otro por subasta que integra dos esquemas previamente
existentes y donde las cotizaciones estaban a 11Bs/US$ y 52Bs/US$ y el
último a través del mercado bursátil. Dada la situación de las reservas
internacionales y la caída de los ingresos en divisas, resulta poco
probable que los dos primeros cuenten con una oferta suficiente para
atender la demanda. Por otro lado, la permanencia de un esquema
cambiario con precios múltiples mantiene los incentivos perversos que
les son propios. C) Revisión del precio de venta de la gasolina, aunque
no se estableció nivel ni plazo para su ajuste. D) Mayor supervisión y
fiscalización en la distribución de la producción, sin que la medida
atendiera a la promoción de la producción nacional y por ende no se
atendió a la fuente del problema de escasez que padece la población.
Si bien algunas
medidas podrían considerarse en un sentido adecuado, la falta de una
visión sistémica y multidimensional, con la necesidad de acciones en las
distintas aristas de la economía, erosionan su capacidad correctiva.
Así, el incremento salarial se diluirá si no se racionaliza el gasto
público y el mismo deja de monetizarse, pues la espiral inflacionaria
absorberá dicho beneficio del trabajador. De
igual manera el esquema cambiario múltiple y controlado sigue haciendo
más atractivo el negocio especulativo y la importación de bienes y
servicios que la producción nacional y el aumento de la productividad de los factores, por lo que la escasez y el trabajo precario no podrán ser superados.
En diversidad
de ocasiones a lo largo de los últimos tres lustros muchos han sido los
llamados de atención, pero todos fueron desoídos. Vale volver a
insistir, pues aunque el país perdió una gran oportunidad de crecer y
desarrollarse cuando los ingresos eran cuantiosos, al menos no se pierda
la lección y en estos difíciles momentos se logre una rectificación
positiva y se logre transitar de un modelo de control ideológico a uno
de creación productiva, donde el ciudadano logre canalizar sus
capacidades en un ordenamiento social que le brinde oportunidades para
el logro de una vida plena en libertad y con justicia.
Sary Levy-Carciente
Economista, doctora en Estudios del Desarrollo. Profesora titular de la facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV
www.sarylevy.com; saryle@yahoo.com; @saryle
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