lunes, 31 de agosto de 2015

El cierre de la frontera está dejando en la picota a 120 mil empleos
Denuncian que ahora el nombre del país en lugar de asociarse a la libertad se le vincula con actos lesivos
Prensa Unidad Venezuela (Caracas, 31 de agosto de 2015).- El Comando de Campaña de la Venezuela Unida reiteró su postura de condena a la crisis que se ha generado en la frontera colombo-venezolana, tras adoptarse en el Táchira el Estado de Excepción por orden del Gobierno de Miraflores, el cual, lejos de resolverla, ha agravado la situación en esa área binacional. 
En rueda de prensa sostenida en Caracas, el órgano de la Unidad Democrática – representado por Enrique Márquez, Jesús Chúo Torrealba y Henry Ramos Allup -  destacó los problemas que se han suscitado – no solo la lesión a los derechos humanos sino también los daños de carácter económico - tras la imposición de cierre de las fronteras en municipios de la entidad andina.
 “Es un Estado de Excepción absolutamente innecesario, injustificado, que trae prejuicios al ciudadano común que vive no solamente en esos límites sino en todo el estado Táchira, con una posibilidad altísima de pérdida de más de 120 mil empleos en la frontera de un lado y del otro. Es decir que este estado de excepción se convierte en un drama adicional para el venezolano”, manifestó Enrique Márquez, coordinador del área de maquinaria electoral del alto grupo de trabajo opositor.

“El Comando de la Venezuela Unida se pronuncia a favor del pueblo venezolano que vive en la frontera, se pronuncia a favor de esa gente que no solo no está recibiendo beneficio alguno sino que vive en la incertidumbre, en un  toque de queda, con garantías suspendidas, sin obtener la calidad de vida que el Gobierno debe ofrecer. Ese es un drama que no lo exageramos, no lo estamos potenciando. Que el pueblo venezolano sepa que el Gobierno siempre intenta buscar culpables, y los ha identificado en el pasado – la guerra económica, el imperialismo yanqui, los empresarios -, ahora pretende responsabilizar al ‘bachaqueo’ y el contrabando”, indicó el también presidente de la tolda Un Nuevo Tiempo.
“Presentan la excusa del contrabando, un contrabando que no es la causa de los problemas de Venezuela sino una consecuencia del fracaso de un modelo económico del Gobierno Nacional”, sentenció el declarante.
El vocero de la alianza partidista señaló que la coyuntura ha afectado severamente a los agricultores andinos, que observan con preocupación el hecho de que no tienen los insumos necesarios en semillas o en insecticidas, en todo lo requerido para la producción, porque se surtían por la frontera colombiana en el Táchira.
Enrique Márquez, integrante del Comando de Campaña de la Venezuela Unida, destacó que “este error debe ser subsanado por el Gobierno. Si el gobierno se preocupara efectivamente por lo que le está ocurriendo al pueblo venezolano, si el gobierno no fuera tan indolente, levantara de inmediato ese estado de Excepción, porque no beneficia a nadie, ni siquiera beneficia al Gobierno. El Gobierno destruyó la zona de comercio libre de Nueva Esparta, de Paraguaná, y también destruye ahora la economía de la frontera en el Táchira”, destacó.

Violaciones a los DDHH serán remitidas a instancias internacionales

Por su parte, Jesús Chúo Torrealba, Jefe del Comando de Campaña de la Venezuela Unida, enfatizó que los diputados de la Unidad Democrática estaban dándole consistencia a los reclamos sobre agresiones contra los derechos humanos con el objetivo de presentar una denuncia formal ante la Corte Penal Internacional de La Haya por violación masiva de tales garantías a raíz de lo que está ocurriendo en la frontera.
El secretario ejecutivo de la plataforma unitaria dijo que el problema de la frontera debe ser analizado de manera completa. “Nosotros tenemos que rechazar a los paramilitares pero también a la guerrilla. Nosotros como venezolanos sentimos vergüenza cuando la narcoguerrilla de las Farc emite desde La Habana un documento respaldando al gobierno de Nicolás Maduro. Creo que eso evidencia como ese gobierno está en función de unos intereses políticos particulares y no los intereses históricos del pueblo venezolano”, dijo.

“Nosotros condenamos la forma como las agrupaciones paramilitares – los Urabeños, las Águilas Negras, entre otras – han impuesto una ley de terror en la frontera venezolana; pero nosotros, como venezolanos, tenemos que ver el problema en su integralidad. Las Autodefensas Unidas de Colombia surgieron como una respuesta al terrorismo impuesto por la guerrilla. Entonces, esos dos elementos, tanto la guerrilla como los paramilitares, son datos de un conflicto que es distinto y distante a la realidad de los venezolanos”, explicó, lamentando que el nombre de Venezuela como país en lugar de ser asociado a la idea de libertad como lo ha sido tradicionalmente ahora se le vincule a una práctica repudiable. 
“Por supuesto, un sujeto que haya cometido delito está sujeto a estas medidas, pero lo que no tiene sentido es esta política masiva de deportación: más de mil deportaciones, más de ocho mil personas que se han movilizado por el terror que eso ha generado”, agregó.
Sobre el viaje del presidente de la República, Nicolás Maduro, a Vietnam y China, lo calificó “de nuevo paseo y de gira turística”. “Vietnam, un país destrozado por tres guerras consecutivas, que a partir de 1986 comenzó a levantar cabeza gracias a las reformas socialistas; y China, que la semana pasada generó un crack internacional en las bolsas de valores precisamente por los conflictos de la economía de esa gran nación”, refirió en torno a los destinos del nuevo periplo.

“Mientras que la Unidad Democrática está en toda Venezuela activando los comandos regionales, los comandos de circuito, los comandos en los centros de votación, los comandos familiares; mientras nosotros estamos en lo que hay que estar el Gobierno está detrás de sus bombas de humo, sus globos de ensayo y detrás de sus discursos generalistas. Esto es interesante, esto es revelador de la profunda incompetencia de un liderazgo y de la tremenda desconexión que hay entre esa dirigencia política y la realidad del país”, expresó, rechazando, de paso, la reciente denuncia por un presunto plan contra la vida del Jefe de Estado, señalamiento que llamó “magnicidio transnacional”. 
Ramos Allup asegura que no lo intimidan
Finalmente, al intervenir ante los representantes de los medios de comunicación, el secretario general nacional de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, manifestó que no lograrán intimidarlo, luego de la retención que por dos horas afrontara este domingo en el aeropuerto internacional de Maiquetía, a su regreso de Colombia donde participó en una reunión de la Internacional Socialista, mientras procedían a chequear su pasaporte y equipaje 
“Cuando las hijas privilegiadas del régimen entran por ahí con cualquier cantidad de trapos comprados afuera, porque nunca compraban trapos, ¿alguien les revisa la maleta? Nadie”, se preguntó el dirigente político.
“¿Cuándo famosos combatientes y ‘combatientas’ que ahora le dan la vuelta cada vez que les da la gana, en primera, por supuesto, en aviones del Gobierno, ¿alguien les revisa la maleta? Nadie”, continuó.
“No nos van a intimidar con eso, se pueden robar las maletas. Nos bajan de Conviasa cuando hemos intentado comprar boletos allí, nos hostigan de diferentes formas y no nos van a intimidar. Si quieren que quedemos confinados aquí en el país y que no salgamos, no hay problema: vamos a ganarle por paliza las elecciones del próximo 6 de diciembre y de allí comenzarán a cambiar las cosas”, concluyó Henry Ramops Allup
ENTREVISTA
STEVEN LEVITSKY: "NO HAY REFORMA ELECTORAL QUE ACABE CON EL CIENTELISMO"

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Steven Levitsky (Ithaca, Nueva York, 1968) es uno de los mayores estudiosos de las democracias latinoamericanas. Este profesor de la Universidad de Harvard ha publicado a lo largo de los años libros y artículos sobre distintos temas políticos de la región, con especial énfasis en Perú y Argentina. Levitsky, al igual que otros politólogos, se ha enfocado en el análisis de los regímenes “híbridos” que escapan a las etiquetas clásicas de democracia y autoritarismo. Junto a Lucan Way acuñó el concepto de “autoritarismo competitivo” para referirse a un régimen civil con instituciones democráticas formales, pero en el que el partido o líder en el poder gozan de enormes ventajas para continuar gobernando.
Pregunta. ¿Debemos ser pesimistas o celebrar la situación actual de la democracia en América Latina?
Respuesta. La democracia nunca ha estado mejor en la historia de la región. Por supuesto que hay casos como Venezuela donde ha colapsado, pero en ninguna década la democracia ha sido más fuerte que en la actual. A pesar de los problemas, las democracias sobreviven. Además, en los grandes países latinoamericanos se están consolidando.
P. ¿Sigue enmarcando a Venezuela, Ecuador y Bolivia dentro del autoritarismo competitivo?
R. Venezuela es el ejemplo más duro, ya que tiene presos políticos, prohibición de candidatos y otros puntos más que no se habían visto fuera de Cuba durante muchos años en la región. Pero hay cuatro casos en América Latina. Los más claros, los más autoritarios, son Venezuela y Nicaragua. Pero también están Bolivia y Ecuador.
P. En México, los partidos ocupan mucho espacio en la esfera política; en Perú muestran suma debilidad. ¿Una democracia puede funcionar bien o mal independientemente del grado de poder de los partidos?
R. En los países donde hay partidos políticos sólidos, la democracia funciona mejor. Es lo que pasa en Chile, Costa Rica, Brasil, Uruguay; frente a países con partidos débiles o casi inexistentes como Perú, Guatemala o Ecuador. Es difícil encontrar un punto intermedio porque los partidos se ven afectados por otras cosas: el rendimiento económico, la desigualdad, la debilidad del Estado. Todo esto erosiona su representatividad. Muchas veces los culpamos cuando en realidad son problemas más profundos.
P. ¿Qué reformas se pueden hacer contra la corrupción y el clientelismo?
R. Los dos son problemas muy importantes para la región, pero América Latina no es el peor caso mundial. Estos vicios no desaparecen de un día para otro. Deben transcurrir décadas. No hay una reforma electoral en el mundo que acabe con el clientelismo. Es un problema de la sociedad y de fortaleza institucional. Tiene que ver también con el desarrollo económico. Los países ricos en otras regiones han sufrido estos problemas y han tardado tiempo en reducirlos. Veamos por ejemplo a países como Chile y Uruguay. A pesar de algunos escándalos, ahí ha bajado mucho el clientelismo y la corrupción. La prensa funciona mejor y las instituciones judiciales también, pero no hay reformas mágicas que solucionen esto en poco tiempo.
P. ¿Cómo se verá afectada la vida política de algunos países latinoamericanos ahora que ha pasado el boom de la demanda de materias primas principalmente de China?
R. La amenaza de crisis de gobernabilidad es mucho más alta con tasas leves de crecimiento. Ya vemos que es más difícil gobernar con un 1% de crecimiento que con un 8%. Hace 5 o 6 años veíamos a presidentes con el 60% o 70% de aprobación. Ahora muy pocos superan el 20%. Esto primero va a debilitar a los Gobiernos autoritarios. Venezuela, Ecuador y Bolivia se han debilitado justamente por la disminución de las ganancias. Aunque también existirán problemas de gobernabilidad en otros países. A finales de los noventa y principios de este siglo cayeron algunos presidentes y esto tuvo que ver en parte por problemas económicos. Creo que podremos ver algún caso más.
P. Perú celebra elecciones presidenciales el próximo año. Las encuestas indican que Keiko Fujimori y Alan García tienen posibilidades de pasar a la segunda vuelta. ¿Hay espacio para un outsider? ¿Los peruanos siguen muy anclados en su pasado político?
R. Creo más bien que es un problema de oferta. Los partidos peruanos colapsaron hace 25 años. Lo que ha ocurrido es que ya no hay carrera política. Ningún presidente regional ha podido destacar a nivel nacional. Por eso solo hay dos posibilidades: que se presente una figura ya conocida nacionalmente o que surja un outsider. Con partidos tan débiles, hay espacio para un outsider, aunque el caso de Alberto Fujimori fue muy particular. Era una época de gran crisis y la gente decidió apoyar a un desconocido. Ahora el electorado es más conservador. Ha habido crecimiento económico y la gente tiene mucho más que perder.
P. ¿El legado que va a dejar el kirchnerismo tras 12 años es para usted positivo o negativo?
R. Las dos cosas. La democracia argentina tenía un problema de representación muy fuerte cuando llegó Néstor Kirchner al poder. La gente votaba por una cosa y el Gobierno actuaba de otra forma. Kirchner recuperó la confianza. Por el lado social, ha habido inversiones en salud, en educación, en programas contra la pobreza… Pero es cierto que se han descuidado las instituciones democráticas. Las reglas del juego se cambian para favorecer al Gobierno. Argentina nunca llegó a ser un autoritarismo competitivo, pero ha habido una manipulación de las reglas no vista en otros países. El legado negativo es la debilidad institucional y también varios casos de corrupción.
CRISIS FRONTERIZA: EL MITO DE LA SOLIDARIDAD BOLIVARIANA


Carlos Malamud

CARLOS MALAMUD

INFOLATAM

El descarnado accionar del gobierno de Nicolás Maduro tuvo duras y graves consecuencias sobre miles de colombianos asentados en Venezuela. Las deportaciones y las demoliciones de sus casas se han llevado por delante algunos de los mitos más importantes del panorama latinoamericano. Entre otros: el mito de la solidaridad bolivariana, estrechamente vinculado a la “patria grande” y la integración regional; el mito de que en América Latina se recibe a los inmigrantes con los brazos abiertos, a diferencia de lo que ocurre en otras partes, como la pérfida Europa; y el mito de la pujanza de Unasur y su capacidad para resolver los problemas regionales sin ayudas externas.
Con independencia de las causas de esta crisis, a las cuales volveré, el cierre parcial de la frontera y la declaración del estado de excepción muestran las limitaciones del gobierno bolivariano y la traición a su discurso fundacional. La crisis también revela el creciente aislamiento internacional de Maduro, que si bien evitó condenas diplomáticas a su conducta, fue incapaz de lograr muestras de apoyo dignas de mención, más allá de la comprensión de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y del secretario general de Unasur, el también colombiano Ernesto Samper.
El pronunciamiento de las FARC deja igualmente en evidencia cómo el gobierno venezolano compra voluntades, ya que de otro modo sería inexplicable una toma de posición tan contundente contra la opinión pública colombiana. El dirigente de las FARC Jesús Santrich manifestó en La Habana: “Hay que respetar la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela”, ya que hay quienes “quieren mediante la guerra económica y todo tipo de conspiraciones, desestabilizar el gobierno legítimo [de Maduro]”. Parecería que en vez de protagonizar un proceso de paz los dirigentes guerrilleros siguen anclados en la Guerra Fría y que la política es un cuerpo extraño, ajeno a su razonamiento y su discurso.
Ernesto Samper, el secretario general de Unasur, justificó la inacción sesgada de su organización, ya que una intervención suya hubiera requerido del pedido de las dos partes implicadas, algo que no sucedió. Esto no le impidió manifestarse inicialmente a favor de Venezuela, justificando las medidas de su gobierno. El 21 de agosto, poco después de la primera reacción y denuncia de Maduro, Samper tuiteó: “Hace un año denunciamos el peligro de la intromisión de paramilitares colombianos en Venezuela; hoy se confirma que es una realidad”. Y si bien posteriormente matizó sus palabras, ante las duras reacciones en su país, le fue imposible disipar totalmente las sospechas en su contra.
La conjura paramilitar de origen colombiana y la larga y negra mano de Álvaro Uribe parecen estar detrás del atentado que se cobró dos víctimas militares en la frontera con Colombia de acuerdo con el relato oficial. Según Maduro: “Somos víctimas del capitalismo, del modelo capitalista paramilitar de la derecha colombiana. Es un modelo ultrasalvaje”. ¿Es tanta la debilidad bolivariana como para sentirse gravemente amenazados por “el modelo capitalista paramilitar”? Ahora bien, si realmente se trata realmente de una amenaza proveniente de grupos ilegales colombianos, ¿por qué el presidente venezolano no coordinó su respuesta, de forma dialogada, con las autoridades del país vecino? En su lugar comenzó a emitir una soflama más aguda que otra, satanizando a los más de 1.000 colombianos que serían deportados.
Dentro de la lógica imperante en América Latina el silencio de los gobiernos de la región ha sido la norma. Nadie quiere que se lo critique por injerir en los asuntos “internos” de otros países, aunque en esta ocasión, como en tantas otras, se estén violando los más elementales derechos humanos. Evo Morales, Rafael Correa o Cristina Fernández, tan diligentes a la hora de denunciar las políticas migratorias europeas, no han dicho nada en relación con las deportaciones de colombianos. Tampoco los gobiernos de Brasil o Chile lo han hecho. Finalmente, después de una semana de iniciado el conflicto y a instancia colombiana, Uruguay (que ostenta la presidencia pro tempore) decidió convocar una reunión de cancilleres de Unasur.
Junto al relato bolivariano hay otras interpretaciones que intentan explicar los hechos. Algunas, vinculadas directamente al proceso electoral venezolano de diciembre próximo, de muy mal pronóstico para el oficialismo. La introducción del estado de excepción en una decena de municipios de Táchira podría extenderse al resto del país, o bien una escalada del conflicto justificaría la suspensión del proceso electoral. Otras versiones apuntan a la extradición a EEUU de narcotraficantes colombianos que con sus confesiones amenazarían a Diosdado Cabello y otros dirigentes del llamado “cartel del sol”. Con independencia de las causas reales que han conducido a la situación actual, el riesgo de que el conflicto se salga de madre es inocultable. Maduro está jugando con fuego y lo sabe.
Juan Manuel Santos busca contemporizar pero cada vez tiene menos margen de maniobra. Su actitud responde a dos razones fundamentales. La primera a no dejarse arrastrar por el discurso incendiario de Maduro, intentando, como en el pasado, evitar que la sangre llegue al río. La segunda vinculada directamente al proceso de paz y al teórico papel de facilitador con las FARC que ejerce el gobierno venezolano. Al respecto los ex presidentes colombianos Andrés Pastrana y Álvaro Uribe pidieron la exclusión de Venezuela.
Pese a mantener una cierta influencia sobre la guerrilla colombiana, los problemas en que está sumida Venezuela absorben prácticamente todos sus esfuerzos y recursos y su papel en los diálogos de paz no deja de ser testimonial. Por eso, bien haría Santos en dejar a Maduro fuera del proceso, lo que le permitiría eliminar una parte de los ruidos que actualmente interfieren en él. El hecho de que el presidente venezolano haya partido de gira a China y Vietnam para cerrar tratados bilaterales confirma de alguna manera que más allá de las soflamas la situación todavía no es tan crítica como señala. De otro modo no se hubiera ido.

domingo, 30 de agosto de 2015

FRONTERAS Y CONTRABANDO

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HECTOR ABAD FACIOLINCE

Los problemas de fronteras se solucionan eliminando las fronteras. Como esto no es siempre viable para los gobiernos (porque a los dos lados hay intereses económicos y sistemas políticos incompatibles) entonces hay que tratar de solucionar el factor que genera más tensión y violencia en las fronteras: el contrabando de cosas.
El problema con las mercancías radica básicamente en tres aspectos: las protegidas, las subsidiadas y las ilegales. Si un país produce azúcar cara y protege a los productores de azúcar (caso de Colombia) entonces no dejará entrar azúcar barata pues eso afectaría la producción nacional. La verdad es que a quienes afecta es a los consumidores nacionales. El proteccionismo suele ser un negocio de familias y gremios y se soluciona abriendo las fronteras, pero su influencia política y económica no lo permite. Se dedican entonces ingentes recursos a reprimir el contrabando de azúcar. Doble derroche de recursos. La solución es abrir la frontera y dejar entrar el azúcar barato hasta que los precios se nivelen.
Se dirá que un país debe proteger la industria nacional. Suena bien, pero a la larga lo que esto genera es un problema peor: contrabando de telas, cigarrillos, carros, televisores, azúcar, etc. El proteccionismo solo funciona con una represión feroz en las fronteras, que genera corrupción en las autoridades. Para que nunca falle hay que crear un gobierno represivo como el de Corea del Norte. Es peor el remedio que la enfermedad. ¿Pero y la leche? ¿Debemos dejarnos inundar de leche subsidiada holandesa? Si Holanda fuera un país fronterizo, sí, pues no habría más remedio. Como está tan lejos, no, y hay que proteger a los lecheros, que no son pocas familias sino cientos de miles de campesinos.
Veamos ahora los productos subsidiados. Este no es tanto un problema de Colombia -que no subsidia casi nada- sino de Venezuela. El populismo venezolano intenta mantener tranquila su base electoral vendiéndoles barata la canasta básica: arroz, aceite, harina, huevos, medicamentos de primera necesidad. No es que estos productos se produzcan abundantemente al otro lado, sino que se importan con el precio del dólar falso. Un gobierno tiene derecho a subsidiar estas mercancías, pero si quiere que su política funcione tiene que blindar las fronteras, no dejando que esos productos se filtren a países limítrofes. La responsabilidad de que no se den esos trasvases es del país que subsidia, no del vecino que se mantiene abierto al comercio para que entre lo que quiera. Si la Guardia Nacional, el Ejército o la policía aduanera se dejan sobornar, el problema es del país que subsidia, no del país adonde entran los productos. Lo mismo puede decirse de la gasolina. Si Venezuela quiere regalar la gasolina, es un asunto soberano; pero no le corresponde a Colombia, sino a Venezuela, velar porque esa gasolina no pase la frontera. Colombia, en cambio, en vez de perseguir con ejército y policía este contrabando, debería cruzarse de brazos. Un país debe recibir todo lo que le regalen. ¿Que entonces no se vende gasolina nacional? Pues se exporta más cara.
Veamos los productos ilegales. Si son ilegales a lado y lado (como la cocaína), el país productor tiene que controlar la producción y el país receptor tiene que evitar el tránsito. Pero resulta que la cocaína es tan buen negocio que el país productor no da abasto para perseguir a los traficantes. Y al otro lado también es tan buen negocio que las autoridades se hacen las de la vista gorda y se enriquecen con dejar pasar. Ahí la culpa es compartida y la única solución es la seriedad: o se reprime en serio y no pasa ni un gramo, o se despenaliza y se deja el negocio en manos de los particulares. La primera solución se ha intentado durante decenios y no ha funcionado. Debería probarse la segunda.
¿Y las personas? Las personas nunca deberían ser tratadas como mercancías, ni aquí ni allá. La nacionalidad no da ni quita el atributo de seres humanos.
HENRIQUE CAPRILES PIDE A BRASIL ENVIAR OBSERVADORES A LAS ELECCIONES DEL 6D EFE

Río de Janeiro . El dos veces candidato presidencial venezolano Henrique Capriles pidió al Gobierno de Brasil, en una entrevista publicada este domingo, que apoye el envío de observadores a las elecciones legislativas del 6 de diciembre en su país.
“Brasil tiene canales directos con el Gobierno de (el presidente Nicolás) Maduro y tiene que decirle que es preciso facilitar la observación internacional de las elecciones”, dijo el líder opositor en una entrevista que publica el diario “O Estado de São Paulo”.
La autoridad electoral venezolana ha invitado a acompañar los comicios a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y la oposición reclama que también se invite a organismos que consideran independientes, como la OEA, la ONU o la Unión Europea, con el fin de certificar la transparencia de la cita electoral.
En los comicios parlamentarios del 6 de diciembre se renovará la totalidad de los 167 escaños de la Asamblea Nacional, órgano unicameral que actualmente cuenta con una mayoría de 99 diputados afines al presidente Maduro.
En la entrevista, Capriles afirmó que no desea que Brasil “interfiera” en la política interna de Venezuela, aunque consideró que, debido a su importancia en la región, “no puede hacer la vista gorda” ni puede ser “indiferente a todo lo que ocurre” en su vecino del norte.
Al mismo tiempo, reiteró que Venezuela “es un país en situación de destrucción” y que “camina hacia una explosión social” que, según él, “puede volverse una espiral muy peligrosa y un desastre para toda la región”.
LEGISLAR PARA EL CAMBIO DEMOCRÁTICO

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CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

Tarea para que una nueva mayoría legislativa propicie mejorar situación de los sectores populares, es impulsar un proceso de tres ramas de reforma: descentralizar, desmaniatar la economía y recuperar y profundizar la democracia. Venezuela había despegado con fuerza en esos procesos, pero la oleada reaccionaria no sólo los revirtió desde los 90, sino llevó esa reversión a extremos aberrantes. Hay que desmantelar la metástasis de leyes que asfixia a los ciudadanos, empresarios, estados y municipios. Concentrar poder pasó de ser una tara hereditaria en retroceso, para convertirse en un proyecto totalitario como en toda revolución. El poder hipercentralizado en general se pudre. Y la perspectiva no es que se mantenga el autoritarismo fofo y desarticulado que ha predominado. La tendencia patológica de las revoluciones se exaspera y aterra la perspectiva del Estado fallido.
Se está en medio del colapso y la anarquía creados por la hipercentralización, se africaniza la sociedad. Una crisis sistémica que disuelve día a día los fundamentos civilizados, como siempre ocurrió en casos similares, con el regreso de la violencia y el desastre. Las revoluciones terminan en tragedia. Suicidio de Getulio Vargas en Brasil, derrocamiento de Perón en Argentina, "putrefacción" de Velasco Alvarado en Perú para arruinar a la gente con hiperinflaciones, desempleo, hiperdevaluaciones, dictaduras. Algunos quisieron reivindicarle al chavismo el mérito de "llamar la atención sobre los pobres" aunque las víctimas fueron precisamente los pobres. No se trata de un pronóstico al estilo de esos perogrullos que dan pena cuando escriben "yo dije que el bolívar se devaluaría" o "yo anuncié que abría escasez de alimentos", cosa que ladraban hasta los perros de la calle.

Mermados mentales

Todos los indicadores multilaterales creíbles señalan a Venezuela y Argentina como los mermados mentales de América Latina y desde siempre se supo dónde llegarían. La secuencia de estudios de Transparencia Internacional (2014) los señalan como países emblema de la corrupción en el continente. El Fraser Institute (2014) sostiene que Venezuela es de los últimos del mundo en libertad económica, acompañado de Zimbabue y Angola. Es el cuarto país en homicidios a escala mundial, afirma el Instituto Internacional de Criminología Comparada. Posee los mayores índices de deserción escolar y baja calidad de la educación básica en la región. Según Barómetro Latinoamericano de Talento "Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay son las naciones con menor potencial para "crear, desarrollar y mantener recursos humanos altamente calificados".
Las universidades venezolanas clasifican a partir del muy deprimente puesto 37 entre las latinoamericanas, por obra de la asfixia económica y política. Este indicador es deprimente porque ni las mejores de la región (en Chile, Brasil y México) no clasifican entre las cien primeras del mundo. Cola de ratón y colapso educativo. Pese a los opacos indicadores forjados por el gobierno, Venezuela cuenta con los mayores índices de inflación, escasez de bienes esenciales, devaluación, desempleo y déficit de viviendas. Se destruye la infraestructura vial y la producción de electricidad, que retroceden hasta antes de 1958. Cálculos erróneos e interesados compararon la pobreza de hoy con la de 1998, cuando el ingreso per cápita en dólares era entonces ocho veces mayor. En medio de un auge milagroso de ingresos petroleros, el país pierde sus avances civilizacionales conquistados durante la etapa democrática, el odiado puntofijismo.

Recomenzar la descentralización

El símil es aplicable a otros. Es el asombroso balance del centralismo autocrático que suprimió la autogestión de la gente en asuntos educativos, económicos, sociales, culturales y políticos, al debilitar gobernaciones y alcaldías. El partido revolucionario concentró los poderes de estados y municipios y eliminó las juntas parroquiales electas, a través de parapetos totalitarios fracasados como las "comunas". Tarea esencial es asumir un plan legislativo de descentralización. Una renovación democrática del Parlamento hace previsible efecto dominó y que se tiña el mapa de tendencias pluralistas en gobernaciones y alcaldías. La descentralización territorial implica traspasar mecanismos de poder político y facultades económicas a organismos electos por las comunidades: gobernadores, alcaldes, legislaturas regionales y concejos municipales. Ceder poder del Estado central a los estados y municipios.
Es también desconcentrar: que los organismos nacionales, ministerios, por ejemplo, traspasen a sus propias oficinas regionales recursos organizativos y financieros para que se manejen en coordinación con las autoridades locales. El Rey Midas es uno de los personajes más estúpidos de cultura. Pidió a los dioses el regalo de que todo lo que tocara se convirtiera en oro y murió de hambre porque no podía comer. Es urgente recuperar la gobernabilidad y una nueva mayoría parlamentaria, junto con gobernadores y alcaldes, y las comunidades de estados y municipios deben configurar un frente común, un gran movimiento nacional por la descentralización. Y así exigir que la Asamblea abandone el centralismo que la ha caracterizado, incumpliendo al dedicarse a obedecer órdenes del Poder Ejecutivo Nacional.

@carlosraulher
COLOMBIA: UNA REALIDAD QUE NO VEMOS

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PLINIO APULEYO MENDOZA
 
¿A dónde nos va a llevar este proceso de paz? Nadie lo sabe, a excepción de las propias FARC. Tampoco, el presidente Santos. Él ha tirado un globo al aire y no sabe con certeza dónde va a caer. Su mayor obsesión es la firma de un acuerdo que le permita pasar a la historia.
Las FARC, en cambio, están logrando todo lo que se han propuesto. Para ello, cuentan con instrumentos y secretos aliados enquistados en el gobierno, en la justicia, en las instituciones, en sindicatos e incluso en las propias Fuerzas Armadas. En el exterior, gracias a una diligente izquierda, tienen el apoyo de organismos como la OEA, Unasur, el Alba y hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En nada han cedido. Por el contrario, han logrado que sus exigencias sean aceptadas por el gobierno envueltas en atractivas fórmulas y orquestadas por nadie menos que por el fiscal general de la nación, Eduardo Montealegre.
Veamos qué han logrado las FARC hasta ahora. No pagarán un solo día de cárcel. Si tuvieran que pagarlo, también tendrían que hacerlo quienes, según ellos, son también culpables del conflicto: presidentes, ministros, políticos, empresarios e incluso los militares. De modo que todos en la misma colada.
Definitivamente, no van a entregar las armas. Ofrecen desactivarlas o dejarlas, pero cuidado: a condición de que el Ejército y la policía hagan lo mismo. Así lo han dicho. Por otra parte, rechazan el referéndum y el “congresito” o Comisión Especial Legislativa que ha propuesto el gobierno. Con el apoyo del fiscal, solo admiten una asamblea nacional constituyente de la cual ellos deben formar parte, y no de manera exclusiva para la aprobación de los acuerdos, sino para algo mucho más ambicioso.
Lo ha dicho Carlos Antonio Lozada, miembro del secretariado presente en La Habana: “Una nueva constitución que modifique la esencia oligárquica del régimen político actual y que ponga en el centro de las preocupaciones del Estado a los colombianos todos, por encima de los intereses de las compañías transnacionales, de los oligopolios y de un puñado de familias que históricamente han detentado el poder”. Es decir, el mismo ideario que bajo el mando de Chávez y ahora de Maduro ha llevado a Venezuela al encumbrado lugar donde se encuentra.
Lo que no hemos visto es que todas estas exigencias responden a una muy bien elaborada estrategia que aliados políticos de las FARC (¿o su secretariado a la sombra?) impulsaron para acabar con la política de seguridad democrática. De un lado, lograron aniquilar judicialmente a los mejores militares que habían golpeado a las FARC, mediante amañados procesos. A tiempo con este duro golpe dado a las Fuerzas Militares, supieron abrirles paso, con el señuelo de la paz, a las negociaciones de La Habana.
Dos esenciales factores contribuyen al poder que tienen las FARC: la tierra y el narcotráfico. Gracias a compras forzadas o ficticias, esta guerrilla posee hoy más de 100.000 kilómetros cuadrados de tierra. Extensión que se vería ampliada considerablemente con las llamadas zonas de reserva campesina.
En cuanto al narcotráfico, ¿qué va a ocurrir? Nada. Con el cese de los bombardeos y de la aspersión de glifosato, la no extradición de cabecillas vinculados a este negocio y la vertiginosa subida del dólar, las FARC seguirán siendo el principal cartel internacional de la droga.
Por lo pronto, contando con estos inmensos recursos y el apoyo de eficaces y secretos aliados suyos en los tres poderes públicos, es muy posible que en las elecciones regionales de octubre logren el triunfo de sus candidatos. Y algo más peligroso: en las elecciones presidenciales de 2018 pueden darle paso al castrochavismo que hoy reina en el continente. Así las cosas, las FARC están ganando la guerra y no nos hemos dado cuenta. Esa es la triste realidad que no vemos.
LA XENOBIA COMO PELIGROSO RECURSO EN POLITICA

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LEOPOLDO MARTINEZ

En dos contextos y con signos ideológicos muy diferentes, estamos presenciando el uso irresponsable de la xenofobia en el campo electoral. Por parte de Donald Trump, en Estados Unidos, y de Nicolás Maduro, en Venezuela.
De la misma manera como Hitler y su aparato propagandístico responsabilizaron a los judíos de la hiperinflación que registrara en su trágico final la República de Weimar, hoy Trump y Maduro, desde extremos ideológicos que se tocan y con objetivos diferentes, recurren al mismo protocolo de bajeza.
En Estados Unidos, el excéntrico de Trump dice que todos los problemas del país son culpa de México y de China, y no menos de los inmigrantes de origen hispano. Con base en estas apreciaciones, propone la deportación de 11 millones de personas, destrozando vidas y dividiendo familias. Pero no se detiene ahí, también ha sugerido desconocer el derecho constitucional a la ciudadanía a los nacidos de padres indocumentados en territorio estadounidense.
Trump cabalga sobre el sentimiento “antipolítico” del que hoy es víctima el partido republicano luego de haberlo cultivado sin calibrar los riesgos. La retórica del odio de Trump moviliza radicales y lo auxilia en su propósito de cooptar una organización que, sin darse cuenta, se aleja de sus raíces históricas: de resultas, el partido de Abraham Lincoln está hoy transformado en promotor de la exclusión social. ¡Increíble!
Pero esa narrativa no solo es irresponsable, sino sobre todo carente de todo sustento en los hechos. La economía de Estados Unidos viene en una formidable recuperación y fortalecimiento, que incluye, por cierto, independencia energética; y los hispanos documentados o no son uno de los grupos que más contribuyen con su trabajo y emprendimiento al crecimiento de esa economía. De hecho, estudios de toda solvencia revelan que los hispanos representan 30% de la iniciación de nuevas, pequeñas y medianas empresas en Estados Unidos. Por otra parte, las cifras oficiales también demuestran que, entre todos los grupos étnicos o nacionalidades, los hispanos, y particularmente los inmigrantes indocumentados, constituyen el segmento de la sociedad con menos propensión a cometer delitos. De hecho, los hispanos sin papeles representan el grupo social con menor índice de comisión de delitos violentos y violaciones. ¿Entonces, de qué habla Trump? Muy simple, vocifera mentiras que dividen. Ofertas engañosas que apuntan a resultados con base en la política del miedo.
En lo mismo anda Maduro. Sin el menor recato ante la violación de los derechos humanos de miles de personas, está intentando poner en la frontera con Colombia la razón de su inmenso e inocultable fracaso económico, que es resultado de 15 años de continuas equivocaciones agravadas por su presidencia.
Hoy Venezuela padece, por fallas que se le imputan directamente: devaluación continua (porque el sistema cambiario es complejo y absurdo, e incluso después de la creación del llamado Simadi no hubo ningún esfuerzo sostenido de ofrecer dólares por esa vía); escasez, porque las políticas del gobierno nos han convertido en importadores de todo, hasta de café, y colapsaron los precios del petróleo sin que hubiese previsión alguna, más aún, se redujo nuestra capacidad de producción diaria de petróleo comprometiendo ya casi 500 barriles por día en el pago de una deuda con China cuyos recursos nadie sabe en qué se invirtieron; hiperinflación e inseguridad ciudadana, derivadas de los desatinos ya mencionados.
Ahora Maduro apuesta, luego de varios fracasos en la búsqueda de un culpable fabricado, por la carta de la xenofobia. Lo curioso es que, a diferencia de Trump, que intenta asaltar el poder como un outsider de la antipolítica, Maduro lo hace desde una presidencia que agoniza por falta de ideas y de gente capaz de revertir un colapso que asfixia a Venezuela.
Por otro lado, a Trump las encuestas le conceden una primera minoría en el seno del Partido Republicano, con la que podría imponerse para polarizar en la escena nacional. Pero cuesta ver que Maduro tenga algún éxito por nimio que fuera, con lo que hace para revertir esos 20 puntos porcentuales de ventaja que la oposición, según todos los sondeos.
Algo sí que consiguen ambos con su prédica de encono. Dividir y potencialmente complicar la solución de problemas ya de por sí complejos, que solo encontrarán solución con amplios entendimientos nacionales, lo suficientemente incluyentes como para cosechar confianza, oportunidad y esperanza.
De momento, ese escenario, deseado por las mayorías venezolanas, luce enfangado por las aguas del río Táchira donde chapotean, con sus enseres y sus lágrimas, las víctimas del vergonzoso y fallido intento de Maduro de esquivar un destino que está a punto de alcanzarlo. 
LA PROHIBICION DEL ABUCHEO

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ELIAS PINO ITURRIETA

Los hechos ocurridos hace poco en cayo Sal son elocuentes. Parecen asunto nimio, pero están llenos de lecciones que se deben considerar con la debida atención por la amenaza que significan para el desenvolvimiento democrático, si consideramos, quizá con ingenuidad, que existe algo parecido a ese desenvolvimiento civilizado y de cuño republicano que todavía se debe resguardar. Los hechos indican que la posibilidad de reaccionar contra el régimen desde una posición ciudadana está descartada del todo, o se hace cada vez más inaccesible, pero tal vez no se pierda aún, como suele suceder en la arena de una playa, la tinta que se use para reprobar el atentado que entonces se llevó a cabo por la policía del lugar.
¿Qué pasó en cayo Sal, de acuerdo con las imágenes y con las informaciones que han desfilado frente a nuestros ojos? Los bañistas disfrutaban de una jornada de solaz cuando se percataron de la presencia de la ministra de Turismo acompañada por la gobernadora del estado Falcón, quienes hacían trabajos de inspección de la zona. A muchos no les gustó esa presencia, sino todo lo contrario, y comenzaron a gritar. Exigieron de manera enfática que las funcionarias abandonaran el lugar en el cual procuraban la tranquilidad que seguramente les negaba su calvario habitual de trabajo. Querían estar solos frente a los marinos panoramas, sin saber de las penurias cotidianas ni de quienes, según lo que probablemente sentían en el fondo de su corazón, eran responsables de ellas. ¡Fuera!, corearon con todas las ganas del mundo, y después lanzaron consignas contra el gobierno. No pasaron del coro a la agresión física, ni intentaron una acción capaz de poner en peligro la seguridad o la vida de las burócratas calificadas de indeseables. Las protestadas pusieron pies en polvorosa, no en balde la repulsa era cada vez más estentórea, con el deseo de cerrar un capítulo de presión y rechazo que podía llegar así a su conclusión natural. Pero no terminó entonces el episodio, por desdicha. Después, una media docena de los playeros protestantes fue conducida a la cárcel, entre ellos una joven que fue golpeada con saña de acuerdo con la denuncia de sus familiares.
Si existen las protestas espontáneas, las reacciones naturales contra una situación que se considera injusta o incómoda, el salto de la liebre de donde menos se espera, la náusea que tiene necesidad de explotar por órdenes del organismo, estamos ante uno de sus ejemplos indiscutibles. En cayo Sal nadie pensaba pasar de la vacación a la política. Los bañistas solo querían mirar hacia el azul horizonte, de espaldas a la cruda realidad. Estaban de escapada, sin ideas que no fueran las de pasar un buen rato. Por consiguiente, la protesta no fue planificada. No tuvo líder, ni comandos, ni barra, ni banderines alusivos, ni micrófonos ni dólares apátridas. Salió del fondo del alma, como sucede en ciertas ocasiones memorables. La presencia de las funcionarias fue una cortina pesada que impedía la contemplación de un paisaje que era cuestión de vida o muerte, de salud implorada frente a la nacional patología, dadas las circunstancias de carestía y ofensa frente a las cuales querían los bañistas establecer una distancia sana. Era un paisaje que no admitía interferencias. Las funcionarias, en cambio, eran la negación de la felicidad, la memoria de los horrores y los desmanes que podían encontrar pasajero remedio a la orilla del mar. En consecuencia, estalló el abucheo. ¿Puede suceder algo más natural, más sencillo y cristalino?
Como en los tiempos de Gómez y Pérez Jiménez tales expansiones están prohibidas, si advertimos la persecución y la cárcel efectuadas contra unos ciudadanos indefensos y desarmados que quisieron, aunque fuera apenas por un rato, sentir que vivían lejos del infierno. El infierno puede enviar representantes a los sitios de veraneo, sin que nadie se ponga a patalear por lo que debe juzgarse como compañía habitual. Solo están permitidos los “paraísos socialistas”, los asuetos controlados por la autoridad. Cayo Sal fue un desvarío inadmisible. Los ciudadanos no se pueden entusiasmar con el capricho de imaginar que existen lugares mejores para “vivir viviendo”. 
PRIMERA PÁGINA

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ALBERTO BARRERA T.

Eran las 6:30 de la tarde y no llovía. Sobre su escritorio había algunas fotos, un papel impreso con una lista de informaciones, la pantalla de su computadora estaba encendida. Desde hacía un tiempo, ese instante era el peor instante de todos sus días: el momento en que le tocaba decidir cómo iba abrir el periódico al día siguiente. Qué noticias debían aparecer o no en la tapa del diario. 
De pronto, pensó en un vodka. Imaginó un vodka con hielo y jugo de limón, en vaso corto.
Casi nunca bebía pero, esa tarde, la imagen se le coló hasta la garganta. Miró por la ventana: una nube seguía suspendida como una mancha sobre la ciudad. Trató de concentrarse nuevamente en su tarea. Cada vez le costaba más. Tanto en el monitor como sobre la mesa, había demasiadas imágenes de lo sucedido en la frontera. Eran fotos que no toleraban ningún maquillaje. Paredes marcadas. Tractores derrumbando casas. Gente humilde cruzando un río, cargando cosas, huyendo. Gente sin nada, aglomerada en refugios. No había manera de ocultar ese horror. Si hubiera ocurrido en los tiempos de la cuarta república, ¿cuál titular hubiera elegido? El director espantó la pregunta con un manotazo. Se levantó, inquieto, dio algunos pasos. Pero el titular lo siguió, como un insecto, zumbando. Era un ejército atacando a los pobres. Volvió a sentarse. Observó de nuevo un reportaje en la televisión. Un joven con un bebé en brazos, llorando. Una señora que apenas podía hablar. Un hombre contaba lo ocurrido como si fuera una catástrofe. Como quien escapa de un terremoto. “Fue una avalancha”, decía. El director detuvo la grabación y suspiró hondamente. Del huracán Chávez a la avalancha Maduro, pensó. Nada de eso podía ser noticia.
Cuando Chávez estaba vivo todo era más sencillo. La frase ya se había vuelto una suerte de mantra personal. La repetía con frecuencia. Sobre todo durante esa franja final de la tarde. Dejó caer la espalda sobre el respaldo de su silla. No tuvo fuerzas ni ganas para subir los pies sobre el escritorio. Recordó aquel 23 de enero de 2012. El gobierno había organizado un acto para conmemorar otro aniversario de la caída de Pérez Jiménez. Chávez desde la tarima se dirigió a la multitud y comenzó a burlarse de “los escuálidos”. Y de repente pidió una cadena e invitó a todos los presentes a realizar “una bulla en contra de los escuálidos”. Una bulla de un minuto. Una larga pita de sesenta segundos, convocada y financiada desde el Estado, para ofender y agredir a todos aquellos que no pensaran como él. Un fabuloso abucheo en cadena nacional.
¡Los tiempos cambian!, masculló, con nostalgia. ¿Qué podía hacer ahora con la noticia de los detenidos en cayo Sal? ¿Dónde ponía la foto de Jocelyn Prato? ¿En qué lugar cabía el testimonio de sus padres? Entre las notas internacionales de ese día, paradójicamente, se reseñaba que Ángela Merkel había sido abucheada por un grupo de antiinmigrantes en Heidenau. Una noticia lleva a la otra: ¿debía suprimir también esa información? Quizás los lectores podían preguntarse por qué el ejército alemán no había detenido de manera arbitraria e inconstitucional a algunos de los manifestantes. El director suspiró hondamente. Pidió más café.
Casi siempre, en un grupo aparte, solían separarle las “noticias positivas”. Con cierto desgano comenzó a revisarlas: Jorge Rodríguez mandando a callar a César Gaviria. Diosdado Cabello regañando al presidente de la OEA. Tarek el Aissami presentando otro capítulo de confesiones de Pérez Venta… Todo era estridente pero inocuo. Eso definía a los hijos de Chávez. Los gritos vacíos. El espectáculo hueco.  
Sonaron dos golpes secos en la puerta. El director alzó la mirada y vio a su asistente del otro lado del vidrio. Llevaba la misma mueca de leve angustia de todas las tardes. ¿Ya está listo? Terminó de ordenar los titulares y volvió a sentir lo mismo que sentía últimamente, cada día. Un ligero temblor. Una extraña melancolía. Como si esa primera página fuera en realidad una lápida.
LA TIERRA PROMETIDA

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BERNARD-HENRI LEVY

En Europa, el debate sobre la cuestión de los inmigrantes está tomando un cariz surrealista. Se empezó construyendo ese cajón de sastre conceptual, ese engendro jurídico, “los” inmigrantes, que no quiere decir nada y borra la diferencia, no obstante esencial, central en nuestro Derecho, entre inmigración económica e inmigración política, entre refugiados empujados por la pobreza y desplazados por la guerra, entre la famosa “miseria del mundo” a la que ni la mejor voluntad puede dar cabida completamente y los supervivientes de la opresión, del terror, de las masacres, respecto a los cuales tenemos un deber de hospitalidad incondicional que se llama “derecho de asilo”.
Cuando se acepta esta diferencia, es para dar rienda suelta a esa otra engañifa, a esa otra mala acción, que hace creer a unas opiniones públicas desconcertadas que esas mujeres, esos niños, esos hombres que pagan miles de euros para tener la oportunidad de embarcar en uno de los cascarones improvisados que atracan en Lampedusa o en la isla de Kos, pertenecen a la primera categoría cuando en realidad pertenecen en un 80% a la segunda, la que generan, en Siria, Eritrea o Afganistán, el despotismo, el terror, la guerra, el extremismo religioso y la yihad anticristiana, y que, según la ley, hay que examinar caso por caso, y no en tropel.
Cuando hay consenso, cuando las cifras están ahí y no hay más remedio que admitir que, en la mayoría de los casos, nos encontramos ante gente que huye de la peor de las barbaries y de una muerte segura, hay quien lanza, como ha hecho el jefe de la diplomacia rusa, esa tercera nube de tinta que pretende que las guerras de las que huyen esos refugiados son las que se libran en los países árabes bombardeados (sic), cuando en realidad se trata —una vez más, ahí están las cifras— de una inmigración llegada mayoritariamente de un país árabe, Siria, en el que, precisamente, Europa y el mundo en general no han querido librar la guerra que exigía el deber de injerencia que contempla el derecho internacional cuando un déspota loco decide vaciar su país tras haber matado a 240.000 conciudadanos.
Se sigue alimentando, con todo lujo de imágenes y encuadres televisivos, el mito de una Europa fortaleza asaltada por oleadas de nuevos bárbaros, cuando, si consideramos el caso sirio, no es a Europa adonde se dirigen prioritariamente los refugiados, sino a Turquía y al Líbano.
Respecto a esa minoría que, a pesar de todo, escoge Alemania, Francia, Escandinavia, Reino Unido o Hungría, nadie parece percatarse de que no se trata de una población de enemigos llegados para destruirnos o para vivir a nuestras expensas, sino de candidatos a la libertad enamorados de nuestra tierra prometida, de su modelo de sociedad, de sus valores, que claman “Europa, Europa” como aquellos millones de europeos que antaño llegaban a la isla de Ellis clamando “América, América”.
El resultado es un Mediterráneo abandonado a los traficantes de personas, que, como siempre, son los grandes beneficiarios. Un Mare Nostrum convertido en el gigantesco cementerio marino, en el osario que cierto poeta evocó hace ya mucho tiempo —2.350 ahogados solo durante el comienzo de 2015—.
Son, cuando escapan del infierno, esos individuos sin nombre y casi sin rostro —la sociedad del espectáculo, generalmente tan diligente para fabricar celebridades de un día, incansablemente reciclada de una cadena informativa a otra para dar una encarnación a cualquier crisis porcina, huelga de camioneros o protesta de taxistas, no ha sido capaz, en este caso, de interesarse por uno solo de esos destinos—. Son esas mujeres y esos hombres cuyo recorrido coincide más o menos con el de cierta princesa Europa llegada de Tiro hace algunos milenios y a la que, esta vez, nuestra Europa opone sus muros. Es la creación de esa población sin derechos sobre la que Hannah Arendt señalaba que, tarde o temprano, termina inevitablemente viendo la comisión de un delito y la caída en la criminalidad pura y dura como paradójica pero única vía para ingresar en el mundo del derecho y los derechohabientes.
El resultado es una Europa atrapada en sus contradicciones, acosada por sus soberanistas y sus xenófobos, minada por la duda de sí misma, y de la que lo menos que se puede decir es que ha dado la espalda a sus propios valores, pues simplemente ha olvidado quién es.
¿Por quién doblan las campanas? También por Europa, que agoniza ante nuestros ojos.
 
Bernad-Henri Lévy es filósofo. Traducción de José Luis Sánchez-Silva
A LOS CATALANES

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FELIPE GONZALEZ

Hace casi dos décadas que salí de la presidencia del Gobierno de España. No tengo responsabilidades institucionales ni de partido. He recuperado la sencilla condición de ciudadano, aunque en todo momento comprometido con nuestro destino común. Por ese compromiso con España, espacio público que compartimos durante siglos, me dirijo a los ciudadanos de Cataluña para que no se dejen arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los catalanes y entre estos y los demás españoles.
Siempre he sentido gratitud por vuestro apoyo permanente y mayoritario para la tarea de gobierno. Siempre, incluso cuando este apoyo era declinante en el resto de España. Y gracias a esta sintonía he podido representaros con orgullo, como a todos los españoles, en Europa, en América Latina y en el mundo. Con vuestra confianza hemos progresado juntos, durante muchos años, superando la pesada herencia de la dictadura, consolidando las libertades, sentando las bases de la sociedad del bienestar y reconociendo, como nunca antes en la historia, la identidad de Cataluña y su derecho al autogobierno.
He creído y creo que estamos mucho mejor juntos que enfrentados: reconociendo la diversidad como una riqueza compartida y no como un motivo de fractura entre nosotros. Para mí, España dejaría de serlo sin Cataluña, y Cataluña tampoco sería lo que es separada y aislada.
La idea de “desconectar” de España, como propone Artur Mas, en un extraño y disparatado frente de rechazo y ruptura de la legalidad, tendría unas consecuencias que deben conocer todos:
— Desconectarían de una parte sustancial de la sociedad catalana, fracturándola dramáticamente. Ya se siente esa fractura en la convivencia, y se empiezan a oír voces de rechazo a los que no tienen “pedigrí” catalán. Esos ciudadanos catalanes se sienten hoy agobiados porque se está limitando su libertad para expresar su repudio a esta aventura, porque le niegan o coartan su identidad —catalana y española— que viven como una riqueza propia y no como una contradicción.
— Desconectarían del resto de España, rompiendo la Constitución, y por ello el Estatuto que garantiza el autogobierno, y la convivencia secular en este espacio público que compartimos. En el límite de la locura, empiezan a ofrecer ciudadanía catalana a los aragoneses, valencianos, baleares y franceses del sur. Hemos pasado épocas de represión de las diferencias, de los sentimientos de pertenencia, de la lengua, pero desde hace casi cuatro décadas, con la vuelta de Tarradellas, entramos en una nueva etapa de reconocimiento de la diversidad y de construcción del autogobierno más completo jamás habido en Cataluña.
— Desconectarían de Europa, aislando a Cataluña en una aventura sin propósito ni ventaja para nadie. ¿Imaginan un Consejo Europeo de 150 o 200 miembros en la ya difícil gobernanza de la Unión? Porque ese sería el resultado de la descomposición de la estructura de los 28 Estados nación que conforman la UE. ¿Imaginan al Estado francés cediendo parte de su territorio para satisfacer este nuevo irredentismo? Nadie serio se prestará a ello en Europa y, menos que nadie, España, que tanto luchó por incorporarse y participar en la construcción europea, tal como es, con su diversidad y, por cierto, con el máximo apoyo de Cataluña.
— Desconectarían de la dimensión iberoamericana (que tanto valor y trascendencia tiene para todos) y especialmente de Cataluña porque este vínculo se hace a través de España como Estado nación y de la lengua que compartimos con 500 millones de personas —el castellano—, como saben muy bien los mayores editores en esta lengua, que están en Barcelona.
Naturalmente afirman lo contrario: “Solo queremos desconectar de España”. ¿De qué España? ¿La que excluye también Aragón, Valencia y Baleares? Los responsables de la propuesta saben que lo que les estoy diciendo es la verdad, si se cumpliera ese “des-propósito”. En realidad tratan de llevaros, ciudadanos de Cataluña, a la verdadera “vía muerta” de la que habla Mas, en un extraño “acto fallido”.
Vivimos en la sociedad más conectada de la historia. La revolución tecnológica significa “conexión”, “interconexión”, todo lo contrario a “desconexión”. Cada día es mayor la interdependencia entre todos nosotros: españoles de todas las identidades, europeos de la Unión entre 28 Estados nación, latinoamericanos de más de 20 países, por no hablar de nuestros vecinos del sur o del resto del mundo. Pregunten a sus empresas, las que crean riqueza y empleo por esta desconexión.
La propuesta que hace esa extraña coalición unida solo por el rechazo a España, sea cual sea el resultado de la falseada contienda electoral, puede ser el comienzo de la verdadera “vía muerta”. ¿Cómo es posible que se quiera llevar al pueblo catalán al aislamiento, a una especie de Albania del siglo XXI? El señor Mas engaña a los independentistas y a los que han creído que el derecho a decidir sobre el espacio público que compartimos como Estado nación se puede fraccionar arbitraria e ilegalmente, o que ese es el camino para negociar con más fuerza. Comete el mismo error que Tsipras en Grecia, pero fuera de la ley y con resultados más graves.
¿Qué pasó cuando se propuso a los griegos una consulta para rechazar la oferta de la Unión Europea y “negociar con más fuerza”? Después de que más del 60% de los griegos lo creyeran, Tsipras aceptó condiciones mucho peores que las que habían rechazado en referéndum, con el argumento, que sabían de antemano, de que no tenían otra salida. ¿Sabían que no había otra salida y engañaron a los ciudadanos?
Pueden creerme. No conseguirán, rompiendo la legalidad, sentar a una mesa de negociación a nadie que tenga el deber de respetarla y hacerla cumplir. Ningún responsable puede permitir una política de hechos consumados, y menos rompiendo la legalidad, porque invitaría a otros a aventuras en sentido contrario. Todos arriesgaríamos lo ya conseguido y la posibilidad de avanzar con diálogo y reformas.
Eso es lo que necesitamos: reformas pactadas que garanticen los hechos diferenciales sin romper ni la igualdad básica de la ciudadanía ni la soberanía de todos para decidir nuestro futuro común. No necesitamos más liquidacionistas en nuestra historia que propongan romper la convivencia y las reglas de juego con planteamientos falsamente democráticos.
Si la reforma de la ley electoral catalana no ha podido aprobarse porque no se da la mayoría cualificada prevista en el Estatuto, ¿cómo se puede plantear en serio la liquidación del mismo Estatuto y de la Constitución en que se legitima, si se obtiene un diputado más en esa lista única de rechazo? ¿Cómo el presidente de la Generalitat va en el cuarto puesto, como si necesitara una guardia pretoriana para violentar la ley?
Es lo más parecido a la aventura alemana o italiana de los años treinta del siglo pasado. Pero nos cuesta expresarlo así por respeto a la tradición de convivencia de Cataluña. El señor Mas sabe que, desde el momento mismo que incumple su obligación como presidente de la Generalitat y como primer representante del Estado en Cataluña, está violando su promesa de cumplir y hacer cumplir LA LEY. Se coloca fuera de la legalidad, renuncia a representar a todos los catalanes y pierde la legitimidad democrática en el ejercicio de sus funciones.
No estoy de acuerdo con el inmovilismo del Gobierno de la nación, cerrado al diálogo y a la reforma, ni con los recursos innecesarios ante el Tribunal Constitucional. Pero esta convicción, que estrecha el margen de maniobra de los que desearíamos avanzar por la vía del entendimiento, no me puede llevar a una posición de equidistancia entre los que se atienen a la ley y los que tratan de romperla.
No creo que España se vaya a romper, porque sé que eso no va a ocurrir, sea cual sea el resultado electoral. Creo que el desgarro en la convivencia que provoca esta aventura afectará a nuestro futuro y al de nuestros hijos y trato de contribuir a evitarlo. Sé que en el enfrentamiento perderemos todos. En el entendimiento podemos seguir avanzando y resolviendo nuestros problemas.