LUIS PEDRO ESPAÑA
A medida que se aproxima el 6 de diciembre la realidad nacional se vuelve más crítica y la acción del gobierno más incomprensible. Aunque sea cierto que no estamos frente a un gobierno responsable, que efectivamente le preocupe o le duela algo más que sus propios intereses e intestinos, no deja de sorprender cómo se empecinan en construir su propia inviabilidad.
La señal más evidente proviene, claro está, de la vida material. Lo tangible, contante y sonante que es la economía, hace que para todos sea una obviedad que el gobierno no puede con esto. Más de 60% de los venezolanos está convencido de que la escasez, este fenómeno único entre nosotros y que vamos para años sin tener disponibilidades para satisfacer lo más esencial, no se va a solucionar hasta que no ocurra un cambio de gobierno. Porcentaje al que habría que sumarle 20% adicional de los que creen que este problema nunca se va a resolver y será algo con lo que tendremos que vivir para siempre.
Otras materias menos concretas, pero igual de dramáticas, simplemente corroboran la tragedia que estamos viviendo. Por más que el gobierno trate de ocultar la realidad que requiere de números e indicadores para que se haga visible socialmente, y no que sea la sumatoria de experiencias personales de malestar, todos sabemos que los servicios de salud, educación, culturales y de infraestructura llevan rato empeorando la calidad de vida de los venezolanos.
Mientras todo esto ocurre, el gobierno irresponsablemente sigue orientando sus políticas y ocupando el tiempo en tratar de dilucidar cuál es el golpe de suerte que lo podrá salvar de su desastre electoral. Tan es así, tan histéricamente se comporta frente al escenario de la derrota, que nuevamente la misma mayoría que está convencida de que la situación socioeconómica no tiene solución, siente temor por lo que pueda ocurrir el 6 de diciembre.
Lo antidemocrático, de quienes heredaron el poder del último de los caudillos contemporáneos, es sentido por la ciudadanía en forma de temor por lo que puedan hacer los fanáticos bolivarianos que una y mil veces nos repiten consignas fachistoides que, al final del día, no son sino conjuros para espantar sus propios miedos.
Pero la gran interrogante que tienen los venezolanos, la mayoría de civiles que son los que en definitiva constituimos este país, y que por derecho humano, siquiera uno, es más importante que cualquier institución del Estado, es tratar de dilucidar e imaginarse qué es lo que ocurre, o al menos en qué están pensando los integrantes de la Fuerza Armada sobre esta complicada realidad nacional.
Las mismas encuestas que hablan de miedo por lo que pueda ocurrir el 6 de diciembre, también hablan de confianza en la Fuerza Armada. Ellas serán las que contengan las locuras de los colectivos con granadas, o las ganas de desconocer unos resultados aplastantes. Es por ello que, a juicio de buena parte de los civiles, esa institución del Estado será el garante de sus derechos.
Sobre esto último, sobre la posibilidad de que ocurra lo que nunca antes ha ocurrido en Venezuela, realmente no hay forma de saberlo. En el mejor de los casos, y a falta de mejor pronóstico, cualquier especulación debería remitirse a lo que ha ocurrido en el pasado, en otras palabras, que la mayoría electoral siempre ha sido el gran consenso en Venezuela, sea en los cuarteles y fuera de ellos.
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