LEONARDO PADRÓN
La gente es un caso. Le gusta quejarse. Es un asunto casi vocacional. Digo más, es uno de los deportes más placenteros del venezolano en estos tiempos. No sabemos apreciar lo que tenemos. Los pequeños momentos de gozo que nos son dados. Recuerden, lo han dicho los grandes maestros espirituales, en los detalles está la felicidad, en lo nimio, en lo inadvertido. El proceso revolucionario del comandante eterno nos ha llevado a dimensiones inéditas de la alegría y no hemos sabido valorarlas. Hemos sido ingratos.
Por eso he decidido hacer una breve lista de 18 placeres que antes no existían en nuestra vida y ahora, gracias a la gestión del camarada presidente y su -siempre en rotación- gabinete de ministros, podemos experimentar en toda su intensidad y valor.
1) Llegar vivo al hogar. Se ha dicho hasta el cansancio: nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Cada vez que cerramos la puerta de nuestra casa y comprobamos que, efectivamente, no hemos sido secuestrados ni baleados, sentimos en toda su magnitud el placer de estar vivo. Aleluya.
2) Abrir el grifo y que salga agua. Antes era un gesto tan rutinario que no nos causaba la más mínima emoción. Ahora, cada vez que abrimos el grifo o la ducha y oímos el sonido del crucial líquido, uno se alegra, sonríe, hasta le mejora el ánimo. En el fondo, sientes que es tu día de suerte.
Por eso he decidido hacer una breve lista de 18 placeres que antes no existían en nuestra vida y ahora, gracias a la gestión del camarada presidente y su -siempre en rotación- gabinete de ministros, podemos experimentar en toda su intensidad y valor.
1) Llegar vivo al hogar. Se ha dicho hasta el cansancio: nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Cada vez que cerramos la puerta de nuestra casa y comprobamos que, efectivamente, no hemos sido secuestrados ni baleados, sentimos en toda su magnitud el placer de estar vivo. Aleluya.
2) Abrir el grifo y que salga agua. Antes era un gesto tan rutinario que no nos causaba la más mínima emoción. Ahora, cada vez que abrimos el grifo o la ducha y oímos el sonido del crucial líquido, uno se alegra, sonríe, hasta le mejora el ánimo. En el fondo, sientes que es tu día de suerte.
3) Abrir el grifo y que salga agua incolora, inodora e insabora. Ya es un estado superior de la felicidad. Es un placer más complejo, más extraño. Pero también sucede. Su goce es indescriptible.
4) Prender la televisión y que no haya cadena. Es un placer escaso. Hay ciertos viernes en que ocurre. Valoras la experiencia de ver lo que realmente quieres ver. En ocasiones hasta puedes ver el programa completo.
5) Que si hay cadena, sea de las cortas. Tipo micro. Sucede. Aparece el caballo blanco cruzando la pantalla, la musiquita modo fanfarria militar, sueltas tu interjección habitual y entonces, cuando oyes la voz del locutor en off, entiendes que es una cadena de las cortas, de las de 5 o 10 minutos. Tu ser se llena de un alivio casi etéreo. Es un momento hermoso.
6) Que si hay cadena, y es de las largas, Maduro cometa un desliz verbal, un desatino conceptual, una barrabasada, en síntesis, que meta la pata. Es de las alegrías más abundantes. No sé por qué, pero uno se alegra.
7) Que consigas Harina Pan o café o azúcar o papel tualé el mismo día que lo saliste a comprar. Tiene la dimensión de un milagro. Es de los placeres más esquivos. Cuando ocurre, sientes que –efectivamente- Dios provee.
8) Que cuando se vaya la luz y vuelva (porque a veces vuelve), después de ese sonido fuerte y seco del apagón, tu televisor prenda. Da contentura. Y uno entiende cuánto quiere a su televisor.
9) Manejar desde Bello Monte hasta Los Palos Grandes y no caer en ningún hueco. O desde La Trinidad hasta San Bernardino. Da igual la ruta. Un día sin caer en un hueco. Es casi un # hashtag para la felicidad.
10) Leer la noticia de un enfrentamiento entre una banda y la policía y descubrir que esta vez no les explotó la granada. Al menos sientes que, por una vez, algo les salió mal a los malandros. La sonrisa es mínima, imperceptible, pero ocurre.
11) Que en la búsqueda desesperada de un remedio por las redes sociales lluevan los RT´s y de paso alguien aparezca anunciando que tiene dos cajitas del medicamento. Sientes que el prójimo es perfecto. Que la solidaridad es una fuerza poderosa. Vuelves a creer en la humanidad.
12) Cuando consigues el kilo de arroz a 400 Bs y no a 500 Bs. Dices JA! Lo sabes: le ganaste una al bachaquero de Artigas.
13) Conseguir un amigo que tiene un primo que trabaja en la Duncan. Uno hasta puede dar brinquitos. Se recomienda administrar la alegría.
14) Que vayas en el carro y pase a tu lado el entierro de un malandro, escoltado por cien motorizados, y que nada te pase. Es como para convertir en franciscano al más ateo.
15) Cada vez que Ramos Allup le replica a Diosdado Cabello en una sesión de la Asamblea Nacional y las cámaras transmiten el momento. Es el Nirvana.
16) Estás en el exterior, pagas un almuerzo con tu cupo viajero y te pasa la tarjeta de crédito. Nunca da tanta alegría gastar dinero. Ojo, no sabemos si eso volverá a ocurrir en el futuro. Disfrútalo mientras puedas.
15) Cada vez que Ramos Allup le replica a Diosdado Cabello en una sesión de la Asamblea Nacional y las cámaras transmiten el momento. Es el Nirvana.
16) Estás en el exterior, pagas un almuerzo con tu cupo viajero y te pasa la tarjeta de crédito. Nunca da tanta alegría gastar dinero. Ojo, no sabemos si eso volverá a ocurrir en el futuro. Disfrútalo mientras puedas.
17) Cuando, a la llegada al aeropuerto de Maiquetía, estás en la correa de equipaje esperando tus maletas y ¡aparecen sanas, salvas y cerradas! Hay gente que hasta se abraza.
18) Listémoslo de nuevo: el inesperado éxtasis de llegar vivo a tu casa. Ufff.
Son 18 pequeñas alegrías que sólo se viven en revolución. No seamos malagradecidos.
Leonardo Padrón
Por CaraotaDigital – mar 10, 2016
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