CASIMIRO GARCIA ABADILLO
EL MUNDO
Pablo Iglesias es un hombre obsesionado con el poder. Y un cursi. Una mezcla que le convierte en un político peculiar.
EL MUNDO
Pablo Iglesias es un hombre obsesionado con el poder. Y un cursi. Una mezcla que le convierte en un político peculiar.
Ni Marx ni Lenin ni, por supuesto, Stalin se hubieran permitido el lujo de recurrir a florituras pequeño burguesas para justificar la dictadura del proletariado o las contradicciones que a veces surgen en la lucha de clases. «Ninguna formación cuenta hoy con el tesoro con el que cuenta Podemos: la ilusión por la belleza de lo que estamos construyendo», dice Iglesias en la carta (http://podemos.info/defender-la-belleza) que remitió a los círculos de la organización a las 6 de la tarde del pasado martes.
Karl Marx se revolvería en su tumba si pudiera leer párrafos como éste: «Si algo enseñó aquel barbudo genial (sin citarlo se refiere a Marx) es que si de las cuentas que uno hace en la pizarra brota la sangre, las ciencias deben ponerse a trabajar para cerrar esas heridas».
La carta Defender la belleza, enviada sólo cinco horas antes de que le cortara la cabeza al secretario de Organización, Sergio Pascual, es un retrato preciso y revelador de la personalidad de Iglesias.
Enterrada en una tediosa hojarasca (casi 7 folios) de sensiblería patética («Nuestros adversarios no soportan nuestras sonrisas, nuestros besos… No soportan verme fundido en un abrazo con Juan Carlos Monedero»), se esconde su real concepción de la política, de la democracia y del partido.
Después de afirmar que las dimisiones de Madrid se produjeron «en el peor momento posible», Iglesias olvida los besos y abrazos para entrar en materia: «En Podemos no hay ni debería haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos; pues eso nos convertiría en aquello que hemos combatido siempre: un partido más».
Sin decirlo explícitamente, el líder de Podemos estaba preparando a sus bases para lo que sucedería a las 11.30 de la noche: la destitución de Pascual, echando mano de unos estatutos, ejemplo del más puro centralismo democrático, que le dan capacidad al secretario general de poner y quitar a los miembros de la ejecutiva del partido sin necesidad de votaciones.
La democracia, para el jefe de Podemos, no es útil si no sirve para lograr el objetivo importante: el poder.
Si alguien aún no lo ha entendido, este párrafo de su impagable epístola lo aclara: «Gramsci leía a Maquiavelo y reconocía la grandeza del florentino, sabía que el príncipe en el siglo XX no era tanto un gobernante como el partido, pero el partido nunca es un fin». En efecto, el partido es el medio para alcanzar el poder. Bajo la capa de la transversalidad se esconde una concepción leninista del partido.
En las redes sociales ese ha sido el núcleo del debate. Desde los críticos a Iglesias: «Ni en dioses, reyes ni tribunos está el supremo salvador…»; «Cuando se desprecia el consenso y se instaura la imposición y los juegos de tronos ocurren esas cosas, querido Pablo»; «Todo el poder para el sumo pontífice». Hasta los que justifican a Iglesias: «Muy bien cesado el Pascual este»; «Me parece una decisión justa y necesaria»; «¿Qué más autocrítica quieres que haga? Lo cesa, luego reconoce que se equivocó al nombrarlo». (Todos los comentarios han sido extraídos de eldiario.es).
Íñigo Errejón logró un éxito importante al forzar la salida de Monedero (que ahora recobra protagonismo). Sus tesis parecían triunfar antes del 20-D: Podemos dejaba de ser un movimiento asambleario, heredado del 15-M, para convertirse en partido.
El discurso de Iglesias en el debate de investidura no gustó al número dos de Podemos. Iglesias (que necesita a los anticapitalistas y por eso ha endurecido su mensaje) ha dado un golpe de mano para frenar la irresistible ascensión de Errejón. Eso es lo que hay detrás de la batalla de Madrid y de la destitución de Pascual. El secretario de Organización había propiciado la salida de los 10 miembros de la dirección madrileña para debilitar al secretario general, Luis Alegre, un hombre de Iglesias. La lucha por el poder en Podemos se zanja, de momento, con una derrota parcial de Errejón, pero que nos volverá a sorprender con nuevos y apasionantes episodios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario