Francisco Márquez y Gabriel San Miguel
Estamos construyendo una “democracia participativa”, dice el gobierno. Participativa porque la gente asume su propia responsabilidad por lo público, por lo político. En nuestros largos años universitarios insistimos por activa y por pasiva en el compromiso y sentido de lo público de toda la comunidad universitaria. La formación de los profesionales no es solamente para que sean personas de éxito individual en la vida, sino que sus logros al mismo tiempo sean éxitos del país. Pusimos en el centro de nuestra reflexión y acción el aguijón de la pregunta: ¿no estaremos formando profesionales exitosos para países fracasados? La universidad –decíamos– tiene que atravesar los puentes que la separan de los barrios pobres para que aliados con ellos podamos construir un país para todos. Viví la alegría de ver cómo en la UCAB, y en otras universidades, esto se iba haciendo realidad con miles de jóvenes que aprendían en la práctica la responsabilidad social y política. Con S. Pablo (Carta a los Gálatas 5) insistíamos a los jóvenes: “Ustedes han nacido para la libertad, solo que no tomen pretexto de ella para el egoísmo, sino que vivan su libertad con amor, de manera que los lleve a ser servidores unos de otros”. Acompañamos con emoción a miles de jóvenes que asumían su responsabilidad política, tomaban horas de su tiempo libre para comprender mejor la historia republicana de Venezuela y los movimientos juveniles que (como la Generación del 28) transformaron el país, corriendo riesgos y venciendo la enfermedad nacional de caudillos autoritarios y al “gendarme necesario” que parecía una maldición invencible. Vibraba nuestra Aula Magna desbordada de jóvenes reflexionando y planificando con madurez sus acciones pacíficas de calle en pro de una democracia participativa. Ellas nos asombraron y asombraron al mundo enfrentando con el obsequio de una flor y una sonrisa a los guardias y policías mandados para reprimir y que tenían que contener las ganas de abrazar a sus hermanos en esos jóvenes. Siempre quedaba la duda, ¿será todo flor juvenil de un día, una primavera prometedora que al llegar el verano de la vida se secará con la dura búsqueda individualista del máximo ingreso en las empresas más exitosas?
La segunda sorpresa fue mayor que la primera: numerosos jóvenes al graduarse buscaban el trabajo social y político de mayor necesidad e impacto público en alcaldías e instituciones que poco les podían pagar; sentían que a eso les llamaba su patria y su conciencia. Todavía mayor y más grata fue mi sorpresa al ver que no pocos, una vez realizados posgrados en las mejores universidades de Estados Unidos y otras partes del mundo, regresaban a hacer “democracia participativa” en su país que estaba quitando a los jóvenes las esperanzas y oportunidades.
Esa es la trayectoria de Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, egresados de la UCAB y de la Universidad de Carabobo, respectivamente, estudiantes ejemplares y ahora profesionales responsables y cualificados, comprometidos con el trabajo público para hacer de Venezuela una “democracia participativa”, de acuerdo con la Constitución nueva, uno de cuyos novedosos mecanismos de participación es el “referéndum revocatorio” cuando la sociedad considere que alguno de sus gobernantes no está cumpliendo con el mandato recibido. Lo triste es que quienes hicieron esa Constitución para democratizar ahora están atrapados por el demonio del poder y empeñados en “dictadurizar” toda la vida nacional para perpetuarse en el poder. Pancho y Gabo trabajan en la alcaldía de El Hatillo y son militantes de Voluntad Popular.
El gobierno desvergonzadamente ha dicho que se opone radicalmente al referéndum para revocar al presidente y está poniendo todos los obstáculos para impedirlo. Un obstáculo es abortar el proceso exigiendo e impidiendo la validación de las firmas de quienes solicitaron el referéndum. Para ello inventaron poner pocas mesas y máquinas a muchos kilómetros de los firmantes y sembrar el camino de todos los impedimentos posibles para que estos no llegaran. Pancho y Gabo con su partido fueron a ayudar en Portuguesa a quienes querían validar y ofrecerles facilidades para trasladarse. Los detuvieron en el camino, los mandaron presos a una cárcel de alta peligrosidad, les raparon la cabeza y los vistieron de presidiarios para humillarlos y rendirlos por dentro. No hay delito en ellos, salvo que en una dictadura es subversiva la “democracia participativa”. Les bloquearon la comunicación con los suyos y están fabricándoles delitos… Francisco y Gabriel son dos jóvenes profesionales con gran temple cristiano que saben que no habrá libertad para el país sin sacrificio ni esfuerzo, y sienten que en su prisión está presa la esperanza de millones de venezolanos.
No puede haber república sin “virtudes republicanas”, pero la dictadura solo necesita botas, fusiles, cárceles y juristas entregados a la perversa alquimia de convertir las virtudes ciudadanas en delitos y asesinar la democracia. Este gobierno muestra su perversa metamorfosis transformando las esperanzadoras mariposas de ayer en gusanos rastreros. Por eso debe ser revocado.
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