Rector de la UCAB: Hay que rescatar el espíritu unitario del 23 Enero
ByA 60 años del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, Francisco Virtuoso encabezó un conversatorio junto al historiador Elías Pino Iturrieta y el director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB, Benigno Alarcón, en el que los especialistas reflexionaron sobre las lecciones históricas de los hechos que condujeron a la caída del régimen militar en 1958
“Sobre el 23 de enero se ha construido
una suerte de mitología”. Con estas palabras inició sus reflexiones el
rector de la Universidad Católica Andrés Bello, Francisco Virtuoso,
durante un conversatorio celebrado este miércoles 17 de enero en la sede
de la casa de estudios jesuita a propósito de los 60 años de la caída
de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, ocurrida en 1958.
Acompañado por el historiador Elías Pino
Iturrieta y el director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB,
Benigno Alarcón, el sacerdote jesuita afirmó que al derrocamiento del
régimen que gobernó Venezuela entre 1948 y 1958 se le ha dado un
carácter de “gesta popular” que no es del todo cierto.
“Hay que decirlo: el 23 de enero fue en
esencia una insurrección militar; no constituye un movimiento civil que
fue a sacar al dictador de Miraflores. Todo lo contrario, fue un
movimiento de descontento militar, luego secundado por la ciudadanía y
los partidos de la época agrupados en la Junta Patriótica. Este
movimiento se gestó en rebeldía ante un régimen que se fue haciendo cada
vez más personalista, más intervencionista, más controlador y que
terminó molestando al Alto Mando que le había dado apoyo. El gobierno de
Pérez Jiménez siempre se entendió como el gobierno de las fuerzas
armadas, pero fue desde las propias fuerzas armadas que se le asestó el
golpe, porque el régimen se fue haciendo cada vez más castrador incluso
contra los mismos militares, quienes resintieron tanto
intervencionismo”.
Pese al protagonismo castrense de esos
sucesos, el también politólogo y doctor en historia reivindicó el
espíritu unitario que surgió en la sociedad luego de la insurrección.
Aseguró que el consenso logrado entre los sectores sociales hizo posible
la transición a la democracia.
“Debemos rescatar del espíritu de unidad
del 23 de enero. Después de esa jornada se fue generando un proceso por
el cual ocurrieron varios fenómenos asumidos colectivamente. A lo largo
del año 58, la sociedad civil, los sindicatos, los estudiantes, los
empresarios y los políticos de distintas tendencias hicieron un frente
común en contra de movimientos militares que pretendían retomar el
control del país. También se desarrollaron acuerdos sociales y un pacto
de gobernabilidad entre los partidos, que mostraron una voluntad de
concertación para definir el rol del Estado, la forma de gobierno y la
participación ciudadana. Ese proceso de acuerdo, de pacto, de
negociación, es muy pertinente para el momento en el que vivimos. En
este momento en el que está planteado el cambio político en Venezuela es
fundamental construir una unidad que no solamente sea táctica sino
estratégica, de lucha, de espíritu y de valores, en donde los partidos y
todas las fuerzas de la sociedad se activen en defensa de la
democracia. Esa es la tarea pendiente hoy en Venezuela”.
Virtuoso señaló que la iglesia católica
seguirá jugando un rol importante en resguardo de los derechos de los
venezolanos, al igual que lo hizo hace 60 años. “El tema del cambio
social y la defensa de la democracia y de la libertad es una bandera de
toda la iglesia y eso se refleja desde la cúpula mayor representada por
la jerarquía eclesiástica hasta las organizaciones de distinto tipo que
hacen vida en ella. La iglesia seguirá jugando un papel clave porque su
discurso y práctica social generan identidad y cohesión, pero eso no
quiere decir que tengamos pretensión de convertirnos en dirigentes
políticos”.
Del entendimiento de las élites a la inestable transición
El historiador Elías Pino Iturrieta
coincidió con Virtuoso en que el 23 de enero no fue una gesta civil. Sin
embargo, calificó el momento como un hito que permitió el retorno de la
civilidad a Venezuela.
“Es una exageración decir que fue el
bravo pueblo el que derrocó al tirano. La gesta civil es de poca
importancia en el 23 de enero. Fue en los cuarteles donde ocurrió todo.
Sin embargo, esos hechos dejaron como legado el entendimiento de las
élites para acordar una visión conjunta para la resolución de las
dificultades. Gracias al 23 de enero se produjo la rectificación de la
manera unilateral y encontrada de ver los problemas de la sociedad que
habían llevado a cabo los incipientes partidos desde la muerte de Gómez.
Todos entendieron cómo su rivalidad había conducido al derrocamiento de
Rómulo Gallegos en 1948. Después de una dictadura de 10 años, el 23 de
enero abrió paso a un proceso histórico de entendimiento pero también de
anhelo de una Venezuela mejor, que significó el apuntalamiento de una
sensibilidad unitaria para evitar el retorno de cualquier movimiento
militar”.
Aunque algunos analistas puedan encontrar
similitudes entre los sucesos de hace 60 años y la actualidad, Pino
Iturrieta insistió en que el proceso político y social que vive hoy
Venezuela es inédito. “La situación presente es excepcional, no tiene
parangón, por eso hay que buscar soluciones nuevas, probar e inventar.
Nuestra sociedad está perpleja. No sabemos cuál es el camino. Pero el
peor camino que podemos tomar es pensar que tenemos que hacerlo como
antes”.
Haciendo paralelismos entre el contexto
de 1958 y el de 2018, el director del Centro de Estudios Políticos de la
UCAB, Benigno Alarcón, afirmó que al igual que hace 60 años, el
gobierno se encuentra hoy en una situación de “muchísima inestabilidad”
debido a su pérdida de autoridad frente a los ciudadanos y a su
creciente uso de la fuerza.
“En la medida que el gobierno no tiene
legitimidad se hace más dependiente del uso de la fuerza y de los
sectores que la aplican. Eso genera una estabilidad muy precaria porque
requiere acuerdo entre esos actores (militares, policías, jueces,
fiscales) que mantienen al gobierno en el poder. Cuando ese acuerdo se
resquebraja, se genera el caldo de cultivo para que otros actores entren
a escena y busquen una salida. Semanas antes del 23 de enero, nadie se
imaginaba que el gobierno de Pérez Jiménez llegaría a su final. Pero
apenas el equilibrio perdió su centro vimos cómo ese régimen terminó de
caer” .
Alarcón también indicó que la situación
actual, como la del 58, es propia de procesos de transición. Advirtió
que el desenlace no necesariamente será positivo. “Las transiciones
derivan en dos escenarios: uno de autocratización absoluta donde el
régimen termina de controlar todo y muta a un autoritarismo de partido
único o dictadura sin ninguna apertura política, o un escenario de
transición democrática en el que el régimen no tiene la fortaleza para
transformarse en dictadura y tiene que negociar las condiciones de su
salida”.
Por eso, el abogado y politólogo
manifestó preocupación por la crisis que están viviendo los partidos
políticos del país. “No tenemos partidos fuertes para lidiar con esta
situación. Y en la medida que los partidos no actúen, otros pueden
llegar a llenar ese vacío y eso es peligroso. Sin partidos fuertes, es
difícil lograr una transición democrática, porque estas transiciones
requieren consenso, pacto de gobernabilidad con gente representativa de
la sociedad, y si no hay actores capaces de lograr eso, los procesos se
hacen precarios, se revierten y terminan siendo manejados con mano dura y
la fuerza militar detrás”.
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