ENRIQUE VILORIA VERA
Sí falla el capitalismo, podemos probar con el
canibalismo.
El Roto
Estupefactos,
espantados y asombrados conocemos la cruel historia de un joven desquiciado que
desmembró el cuerpo de su amigo, se lo comió y con su sangre pintó unos cuadros
que no son, por cierto, horripilantes en su temática como era de suponer.
Informan que además el alienado comegente hizo lo propio con un caballo, la
comunidad barloventeña y la opinión pública nacional e internacional comentan
asqueadas este acto de canibalismo en pleno siglo XXI.
Pero lo peor del caso
es que el gobierno bolivariano, los cabecillas del socialismo del siglo XXI son
unos redomados comegentes. Es probable que en su rechazo al Imperio español de
la época y del actual, se hayan trasmutado en verdaderos indígenas caribes,
guerreros y bravucones, que tenían azotadas a las demás tribus nativas del
Caribe, y luego de obtener una victoria se manducaban el cuerpo de los enemigos
vencidos.
Sin embargo, los
comegentes revolucionarios no la emprenden a dentelladas contra los súbditos
bolivarianos para saciar un hambre que no conocen. Sus mesas y despensas están
ahítas de excelentes viandas nacionales e importadas, y para rociar sus
condumios cuentan con los mejores vinos del mundo, whisky de 21 años y las más
delicadas champañas francesas. En excelente reportaje, Sergio Dahbar, bien
informado y documentado, ofrece un amplio análisis en el que recoge qué y donde
comen, así como quién viste a nuestros refinados revolucionarios de salón de
banquetes.
Nuestros comegentes
bolivarianos son más sutiles en su canibalismo institucionalizado, no se comen
a los sufridos, hambrientos y pauperizados ciudadanos de la llamada V
República. Los dejan morir de mengua, despacito y con alevosía. Les niegan lo
que a ellos les sobra: medicinas, comida y bebidas, asistencia médica, carros
de última generación, efectivo, trasporte digno, ropa y zapatos. Además, con
una perfidia sin parangón los obligan a hacer largas colas para todo: para
sacar unos escasos billetes de cajeros y oficinas, comprar un pollo, una barra
de pan o unos medicamentos inexistentes, realizar una gestión gubernamental,
surtirse de gasolina, y hasta para retirar el cadáver de uno de los tantos
asesinados en Socialismo que reposan en las atestadas morgues de la patria. Y
por si fuera poco los dejan a oscuras buena parte del día, para que no
disfruten de los beneficios de la luz eléctrica o de la INTERNET y se pudran
los escasos alimentos refrigerados que con mucha paciencia y estoicismo
pudieron comprar, a pesar del calvario que significa obtener dinero en efectivo
en la depredada Venezuela socialista.
A nuestros comegentes
bolivarianos, por el contrario, les gusta engullir el dinero del pueblo y sobre
todo si se trata de divisas fuertes. Sus buchonas cuentas en dólares
americanos, euros o francos suizos en los bancos de Panamá, USA, Andorra, Suiza
o en algún paraíso fiscal, dan buena cuenta del canibalismo monetario
revolucionario de nuestros socialistas del siglo XXI.
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