jueves, 5 de abril de 2018

Lula: la caída más dura de un mito de la izquierda de América Latina

ALBERTO ARMENDARIZ
LA NACION
RÍO DE JANEIRO.- Las páginas de la Historia corren rápido en el Brasil actual y en especial para Luiz Inacio Lula da Silva . El expresidente obrero, figura casi mítica de la izquierda latinoamericana, que el 1º de enero de 2011 dejó el poder con un récord de 87% de popularidad y un país en plena bonanza económica, puede ahora ser arrestado en cualquier momento para cumplir una pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción.
Su eventual detención tiene en vilo a los brasileños, divididos como nunca antes sobre la suerte que merece el máximo líder del Partido de los Trabajadores (PT). Los sondeos de cara a las elecciones de octubre señalan que Lula goza de una intención de voto del 37% -a pesar de que la legislación electoral no permite que un condenado en segunda instancia compita en los comicios-, al mismo tiempo que es rechazado por un 40% de los encuestados. ¿Insistirá el PT con su candidatura polarizante aún cuando Lula quede detrás de las rejas? ¿Logrará el exmandatario superar estos desafíos al parecer insalvables a los que lo expuso la Operación Lava Jato? No sería la primera vez que, contra todos los pronósticos, Lula logra vencer las formidables adversidades que le ha presentado la vida.
De padres campesinos analfabetos, y séptimo de ocho hermanos, Lula nació el 27 de octubre de 1945 en Caetés, un pueblo en la zona más pobre del interior del estado de Pernambuco. La miseria, el hambre y el abandono de su marido alcohólico llevaron a la madre, Lindu, a trasladarse con sus hijos hasta Guarujá, en el estado de San Pablo. Allí, muy cerca de donde se encuentra el departamento tríplex frente a la playa que hoy lo condena, Lula se educó y empezó a trabajar desde niño como vendedor de tapiocas y naranjas en el vecino puerto de Santos.
De adolescente y mudado para San Pablo, realizó un curso de tornero mecánico y consiguió un empleo en una fábrica de tornillos. En 1960 ingresó al gremio de metalúrgicos de San Bernardo del Campo, en la periferia sur de la ciudad, donde inició una larga carrera sindical. Como carismático líder de ideas marxistas, en plena dictadura militar (1964-1985), encabezó el mayor movimiento obrero de la historia de Brasil. Promotor de grandes huelgas de hambre, llegó a estar preso durante 31 días.
Por aquellos años se casó dos veces y tuvo hijos de tres mujeres. Su segunda esposa, Marisa Letícia Rocco Casa (1974-2017), sería quien se convertiría tres décadas después en primera dama y jugó un papel fundamental en la oscura adquisición del tríplex de Guarujá de la constructora OAS por la que Lula fue condenado en segunda instancia.
En 1980, con la embrionaria apertura del régimen, fundó el PT, entonces de línea socialista troskista, pero que luego haría las paces con el capitalismo para definirse más como una fuerza de centroizquierda. Con las primeras elecciones directas, en 1989, Lula se lanzó como candidato a la presidencia que le arrebataría en las urnas el joven conservador Fernando Collor de Mello. No se dio por vencido e intentó otras tres veces más: sin éxito en 1994 y en 1998 (en ambas oportunidades ganó el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso), finalmente salió victorioso en los comicios de 2002.
Para entonces, Lula había cambiado bastante. Había dejado de ser un descamisado que buscaba la revolución para presentarse de traje y corbata con un discurso de "paz y amor", que buscó despejar temores y amigarse con los mercados y la clase media a través de una famosa "Carta al pueblo brasileño".
Gracias a la estabilidad económica conquistada durante la administración de Cardoso, el gobierno de Lula pudo desarrollar vigorosos programas de inclusión social que sacaron a unos 30 millones de brasileños de la pobreza. Una política económica ortodoxa combinada con el boom de los precios internacionales de las materias primas empujó el impresionante crecimiento de Brasil, que llegó a convertirse en la sexta economía mundial. El país ganó destaque internacional como "Brasil potencia" y Lula se transformó en una celebridad global, uno de los gobernantes más respetados, influyentes y queridos del planeta.
Su exitosa administración en dos períodos (2003-2006 y 2007-2010) estuvo, sin embargo, manchada por el escándalo del mensalão, sobre la compra de votos en el Congreso en 2005, que ya preanunciaba los problemas de corrupción que vendrían más adelante. El caso lo obligó a deshacerse de varios cercanos colaboradores del gobierno y del PT, mientras él aseguraba que no había estado al tanto de las irregularidades.
El 1º de enero de 2011, en la cima de su poder, Lula entregó la banda presidencial a su ahijada política, Dilma Rousseff , exministra de Minas y Energía y luego jefa de Gabinete suya. Durante el gobierno de su sucesora el exmandatario estableció un instituto con su nombre que usó para mantener su prestigio a través de conferencias y seminarios, muchos de ellos pagados por empresas involucradas luego en la red de sobornos y desvíos en Petrobras que destapó la Operación Lava Jato, entre ellas Odebrecht y OAS.
En marzo de 2016, con el gobierno de Dilmaya tambaleándose, el juez federal Sergio Moro, de Curitiba, puso la lupa de la Lava Jato sobre Lula y lo obligó a declarar en el caso del tríplex de Guarujá. Fue el comienzo del fin del mito. Rousseff intentó blindarlo con el cargo de jefe de Gabinete, pero la designación despertó la ira de gran parte de la población.
El resto de la historia reciente es conocida. El 12 de julio, el juez Moro condenó a Lula a nueve años y medio de prisión por corrupción y lavado de dinero en el caso del tríplex, en tanto que el expresidente está procesado en otras seis causas relacionadas con la Lava Jato, por crímenes que incluyen tráfico de influencias e intento de obstrucción de la Justicia. Lula apeló el fallo de Moro, pero el 24 de enero, el Tribunal Regional Federal, en Porto Alegre, ratificó la sentencia y aumentó la pena a 12 años y medio de prisión.
La última carta de la defensa de Lula para evitar la cárcel era el habeas corpus preventivo ante el Supremo Tribunal Federal. Ahora, ya negada, Moro podría dar la orden de detención en cualquier momento. La decisión promete tener un fuerte impacto en las elecciones de octubre, en la vida de Lula y en la historia de Brasil.

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