VOTAR O NO VOTAR
GUSTAVO TARRE B.
Venezuela vive la crisis moral,
política, económica, financiera, social, militar, judicial, sanitaria,
educativa, cultural, migratoria más grande que haya conocido en toda su
historia. La soberanía nacional ha sido entregada a Cuba, los derechos
humanos pisoteados y la institucionalidad destruida. En ese marco, la
dictadura de Nicolás Maduro ha convocado una farsa electoral para el
próximo mes de mayo.
Hay una parte de la “oposición” que
ha decidido participar en esas elecciones. Aunque existan dudas
razonables en relación con la condición opositora de la inmensa mayoría
de quienes han asumido esta postura, no se puede ignorar que su línea
argumental pueda parecer pertinente y que pudiera engañar a algunos
venezolanos de buena fe.
¿Cómo justifican la participación en
unos comicios convocados a destiempo por la espuria asamblea nacional
constituyente, evidentemente fraudulentos y dirigidos por Tibisay
Lucena? El argumento es sencillo: Maduro cuenta con el rechazo de cuatro
de cada cinco venezolanos y su gobierno es responsable de la crisis que
vivimos. Por muchas que sean las trampas y triquiñuelas –dicen–, es
perfectamente posible derrotar a Maduro si los electores se presentan
masivamente a las urnas. “Si pudimos hacerlo en las elecciones
parlamentarias de 2015, ahora, en medio del desastre en que vivimos,
será mucho más fácil”.
Se trata, cualquiera que sea la
manera de expresarlo o el talento de quienes argumentan, de una falacia
de proporciones descomunales.
Es un engaño porque todos sabemos,
incluso por confesión de parte, que el gobierno no ha estado nunca ni
estará en disposición de entregar el poder cuando el resultado le sea
adverso.
“Ganamos la Asamblea Nacional en
2015”, dirán algunos ilusos o estafadores. Pero olvidan que lo que
estaba en juego no era la Presidencia y que con el TSJ y la asamblea
constituyente la AN fue privada de todas sus atribuciones
constitucionales y, en consecuencia, fue muy poco lo que ganamos.
La Mesa de la Unidad Democrática,
incluido Henri Falcón, fue a Santo Domingo a un proceso de negociación
con el gobierno para conseguir alguna mejora en las condiciones
electorales. Estaban presentes los cancilleres de varios países de
América Latina. El gobierno no hizo ninguna concesión y las reuniones
terminaron sin acuerdo alguno.
Las fuerzas democráticas hicieron lo
que tenían que hacer: decidieron no presentar candidatos y no participar
en la payasada electoral organizada por Maduro. De manera insólita,
Henri Falcón anunció su postulación. Tanto el candidato como un puñado
de seguidores pretenden embaucar a los venezolanos enseñando encuestas
en las que se evidencia que Maduro puede ser derrotado.
Debe recordarse que, en el mes de
octubre, Falcón perdió la Gobernación del Estado Lara. Todas las
encuestas indicaban que iba a ganar por un margen superior a los 20
puntos porcentuales. Según los resultados del CNE, Falcón perdió por más
de 20%. ¿Quiere esto decir que las encuestas se equivocaron? Dirá
alguno que ello ocurre con frecuencia. Pero lo que no pasa nunca es que
todas las encuestadoras se equivoquen por más de 40%. No, no estaban
equivocadas, lo que pasó es que la palabra de Tibisay vale más que
cualquier sondeo de opinión y no tiene nada que ver con la voluntad
expresada por los electores.
Algunos alegan que los demócratas
deben votar siempre y que la abstención siempre es un error. Señalan
casos en los que regímenes autoritarios perdieron elecciones en
condiciones sumamente desventajosas para la oposición. Pero sucede que
hay elecciones y elecciones. En julio del año pasado el gobierno convocó
elecciones para designar los integrantes de una asamblea nacional
constituyente: la oposición decidió no participar y a pesar de las
imágenes de las televisoras oficiales que evidenciaban la ausencia total
de electores, Tibisay Lucena anunció la “victoria” del gobierno con más
de 8 millones de votos. En aquella ocasión el partido de Henri Falcón
no postuló candidatos y nadie ha lamentado la abstención opositora.
Este es un ejemplo entre miles que
evidencian que los demócratas no tienen por qué participar en cualquier
tipo de elección. Para citar un precedente adicional, recordemos el
plebiscito de diciembre de 1957, “ganado” por Pérez Jiménez con amplia
ventaja. La oposición no participó y días más tarde, cayó el gobierno.
Si Henri Falcón no quiere pasar a la
historia como una muleta (o un taparrabo) inventada por Maduro para
disimular el fraude electoral, no le queda más camino que retirar su
candidatura. Se haría un favor a sí mismo.
Pero si ello no ocurre, no puede
seguirse aceptando la conseja en virtud de la cual hay una oposición que
participa y otra que se abstiene. Eso es falso. Los que participen son
marionetas del gobierno, y la oposición se encarna en todos aquellos que
rechazan la farsa del 20 de mayo.
No se nos escapa el hecho de que
quienes no vamos a votar el mes que viene necesitamos líderes, y que la
abstención no basta. Se requieren estrategia y claridad de objetivos.
Para nadie es un secreto que el liderazgo opositor ha perdido
credibilidad y prestigio. Las marramucias parlamentarias para no
discutir el antejuicio a Maduro poco ayudan en ese sentido.
Hay, sin embargo, cambios muy
significativos. El primero de ellos fue, precisamente, la valiente y
firme decisión, encabezada por Julio Borges, de no llegar a acuerdo
alguno con el gobierno. Tampoco podemos pasar por alto la presencia
conjunta de Julio Borges, Antonio Ledezma y Carlos Vecchio en
representación de Leopoldo López, en las principales capitales europeas
ratificando las razones por las cuales las elecciones del mes que viene
no pueden ser reconocidas. El documento presentado por estos tres
líderes es un primer paso hacia una unificación de posiciones entre los
principales sectores de la oposición, y lo deseable sería que todos los
que de verdad adversan al régimen suscriban esos planteamientos.
Por último, los venezolanos se
preguntan: si no votamos, ¿qué hacemos? La respuesta es sencilla: si
votamos, no ganamos nada, solo le hacemos un favor a Maduro. Pero la
reelección del dictador no significa que va a durar seis años más. La
única expresión de oposición no es votar, la Constitución deja abiertos
muchos caminos.
La paciencia del país tiene límites y
la de la Fuerza Armada también. No bastará un puñado de generales
corruptos para impedir que los oficiales y soldados acompañen al pueblo
en hacer cumplir la Constitución.
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