El Pueblo, la Constitución y el Revocatorio
Fernando Mires
El Pueblo, la Constitución y el Revocatorio: tres instancias distintas y una sola Unidad: no más.
A través de esa no santísima trinidad los partidos que conforman a la MUD se comprometieron el 26-S a impulsar el RR16 con el propósito de poner fin no a un simple gobierno sino a una forma de estado; no a un mandato presidencial sino a un régimen; no a una persona sino a un sistema de dominación militar y política. Por esas razones, el día 26-D –probablemente será un día histórico- la MUD exigió que el Revocatorio deba tener lugar el año 2016 y no después. No hay ninguna razón técnica ni organizativa que lo impida.
La Constitución especifica de modo claro que la circunscripción correspondiente a un acto de dimensiones nacionales no puede ser otra sino la nación y no los estados de la nación. Y si aún subsistieran dudas, existe en todas las legislaturas del mundo el peso de los casos precedentes. Durante Chávez los plebiscitos siempre fueron llevados a cabo sobre la base del principio de la nación como circunscripción territorial única. La trampa tendida por las rectoras fue tan grotesca que ni siquiera constitucionalistas afines al gobierno se han atrevido a avalarla.
De hecho, antes del 26-S no era difícil percibir dentro de la MUD posiciones discrepantes con relación a la actitud a asumir frente a la violación constitucional cometida por las rectoras del CNE. Esas diferencias fueron finalmente ordenadas en dos frentes.
A un lado quienes, con muy buenos argumentos, opinaban que la MUD no podía avalar una violación constitucional tan flagrante como la cometida por el gobierno. Al otro quienes, también con muy buenos argumentos, afirmaban que la MUD no debería abandonar la ruta trazada por el RR16, aún en las condiciones planteadas por el régimen.
Las dos opciones reclamaban para sí el principio de la legitimidad. Unos la legitimidad que procede de la letra de la Constitución. Otros la que proviene de una noción básica de justicia, noción derivada de un principio natural que precede a toda constitución.
La pregunta que deben haberse hecho los defensores de la primera opción pudo haber sido la siguiente: ¿Cómo vamos a presionar a un gobierno para que acepte el mandato constitucional si nosotros mismos no lo acatamos al pie de la letra? A su vez, la pregunta que se hicieron los representantes de la segunda podría haber sido: ¿Vamos a desperdiciar la oportunidad histórica que se nos ofrece para desacreditar gracias a nuestra inmensa mayoría electoral a un gobierno que dice representar al pueblo?
No se necesita demasiada clarividencia para imaginar que algunos líderes de la MUD sentían tener un hierro caliente entre las manos. Fue tal vez esa la razón por la cual, con muy buen criterio, decidieron tomarse un tiempo para debatir. Podemos imaginar, además, que ese debate interno no fue versallesco. Es imposible que en estos casos la emocionalidad, antiguos rencores, desavenencias mantenidas, no asomen en medio del intercambio retórico. Por eso, lo asombroso no es que hubieran discutido duramente entre sí, sino que al fin hubieran podido llegar a un acuerdo. Más asombroso todavía es que ese acuerdo logró integrar de un modo lógico y armónico a ambas posiciones en una sola.
El documento –dado a conocer por Chúo Torrealba en el Complejo Deportivo Parque Miranda de Caracas frente a una expectante multitud- es una muestra de como, cuando impera la hegemonía de la política, la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad dejan de ser nociones filosóficas para transformarse en imperativos políticos de gran relevancia.
Efectivamente. La MUD ha aceptado el desafío del gobierno. Llama a votar durante los días fijados: el 26, el 27 y el 28 de Octubre. Pero no convoca a votar como se vota en comicios normales. Esa votación asumirá el carácter de una insurgencia electoral cuya única arma es el voto. A la vez –quizás es lo más decisivo- la oposición desatará en los días que preceden a la fecha revocatoria, una intensa movilización cuyo objetivo será presionar al gobierno para que retire los elementos anticonstitucionales inscritos en el texto electoral, sobre todo el punto referido al 20% por Estado. El día 12-O asoma ya como un nuevo 1-S. Tal vez más duradero, tal vez más combativo, tal vez más profundo.
El hecho de que la declaración de la MUD integre a dos posiciones que parecían ser antagónicas no debe hacer creer de que estamos frente a un documento ecléctico. Todo lo contrario. Los dirigentes de la MUD lograron entender que ambas posiciones no son excluyentes sino, además, interdependientes entre sí. Cada una es la condición de la otra. Así la lucha por la defensa de la Constitución no puede llevarse a cabo si es omitida la lucha por la realización del Revocatorio. A la vez, esta última adquiere una nueva dimensión cuando se convierte en lucha por la defensa de la Constitución.
Antes de que las cuatro rectoras emitieran su escandaloso comunicado, el Revocatorio aparecía como un simple procedimiento constitucional. Después del comunicado ha llegado a ser algo más. A través de la defensa del Revocatorio lo que está en juego es la propia Constitución. O en otras palabras, antes del comunicado oficial, el RR16 era constitucional. Después llegó a ser constitucionalista. Eso quiere decir que a partir del 26-S, con la declaración de la MUD hecha después de haber consultado a diversas organizaciones civiles y religiosas, el pueblo se constituye como pueblo político en defensa de la que ha llegado a ser “su” Constitución.
De este modo, entre el pueblo, la Constitución y el RR16 ha sido formada una relación dialéctica difícil de entender por las ideologizadas cabezas de Maduro, Cabello y Rodríguez.
Como Ceausescu, Castro (da igual cual de los dos) o Gadafi, los mandatarios venezolanos no logran entender que el pueblo ya no son “ellos”. Sin duda, algunos, intuyendo que con su revocación no tendrán ninguna posibilidad de retorno, no vacilarán en recurrir al único argumento que les resta: el de la fuerza bruta. Pero lo que tampoco saben es que hechos históricos han demostrado hasta la saciedad que el poder –contrariando a los desvaríos de Mao Tse Tung- no nace del fusil. Nunca una tiranía ha podido en contra de una mayoría políticamente organizada.
¿Y si el régimen logra de todos modos cerrar con su fuerza represiva a la vía revocatoria? Aún así. Si lo llegara a lograr quedará tan debilitado, incluso ante su propia gente, que ya no podrá sostenerse más sobre sí mismo.
El Revocatorio, visto así, aparece no solo como un trámite electoral. Es, o ha llegado a ser, un movimiento social y político. Esa es su lógica. Esa es su dinámica.