LUIS MANUEL ESCULPI
Todo, o casi todo, era perfectamente predecible. Estaba cantado, no
hubo mayores sorpresas. Tres de las principales organizaciones
anunciaron que no participarían. Los resultados de las gobernaciones
influirían de manera importante. El desánimo y el desaliento se
proyectarían. El oficialismo las tendría todas consigo. La ausencia de
testigos les facilitaría las triquiñuelas. Entre ellas la de aumentar
las cifras de participación. Las anunciadas no tienen credibilidad. El
ventajismo hizo de las suyas. Esta vez sin la menor contención. El abuso
descarado de las presiones. El control de la votación con la
utilización del “carnet de la patria”en los puntos rojos ubicados
ilegalmente presionaron al elector. La coacción contra los empleados
públicos se intensificó.
Tal descripción explica parcialmente lo sucedido, pero resulta
incompleta si no se analiza la política adoptada por las fuerzas que
constituyen en la actualidad parte fundamental de la Mesa de la Unidad.
Ya estaba planteada una revisión del comportamiento político de la
oposición después de los resultados electorales de las gobernaciones,
lamentablemente ese debate no se realizó con la profundidad y el alcance
que la situación ameritaba. Se adoptaron posiciones a la ligera, sin
mediar un análisis reflexivo para rediseñar las orientaciones tácticas y
estratégicas que posibilitará la recuperación de la iniciativa y el
avance en la búsqueda del cambio político.
La oposición venezolana ha demostrado que sus mayores logros los ha
alcanzado en el espacio electoral, allí se ha acumulado el potencial más
significativo del esfuerzo de estos años (lo que no implica descartar
la participación en los diversos escenarios de la lucha social y
política) pero la concurrencia en el terreno donde se han obtenido
importantes victorias, en el cual se ha adquirido mayor destreza,
organización y dominio no puede ser despreciada, más cuando ella
constituye una idea fuerza de la estrategia constitucional, democrática y
pacífica diseñada por la Mesa de la Unidad.
Los resultados del domingo no obedecen solo a las virtudes del
oficialismo, pese al ventajismo, las trácalas y todos los mecanismos
fraudulentos que ha venido empleando, por un gobierno que tiene sumido
al país en este desastre de la mayor crisis conocida en la Venezuela
contemporánea, también obedecen a políticas equivocadas adelantadas por
las fuerzas democráticas como consecuencia de la improvisación, la
postergación de una reflexión imprescindible y a la falta de unidad de
propósitos, de mando y de acción.
Argumentar que no se participa pero tampoco se llama a la abstención,
es en alguna medida, evadir el rol dirigente que se está llamado a
cumplir, al no existir orientación política sobre un evento
trascendente, sin embargo militantes de organizaciones que formalmente
no participaron, se inscribieron como candidatos y lograron importantes
triunfos que le permitieron conservar las Alcaldías, sin ir muy lejos
ese es el caso de los municipios Chacao, Baruta, El Hatillo y San
Antonio de los Altos en el estado Miranda.
Quienes asumen la abstención como una política permanente
-afortunadamente constituye un sector minoritario- carecen de un
proyecto alternativo, solo poseen un discurso general que no aterriza en
el campo concreto de la acción.
Las negociación que se viene adelantando con observadores
internacionales en República Dominicana, de acuerdo a declaraciones de
varios de los participantes permiten, aún con reservas, tener un
“optimismo moderado”, sin embargo siempre es conveniente recordar la
necesidad de actuar en diferentes escenarios y que la crisis económica y
social sigue allí, no sólo permanece sino que tiende agravarse
peligrosamente.
La situación exige una reflexión crítica, ella es impostergable,
vital para retomar la ofensiva, para recomponer la unidad imprescindible
y avanzar con rumbo claro hacia el cambio político necesario y posible
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