sábado, 29 de febrero de 2020

DOS ESTRATEGIAS ELECTORALES

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         ISMAEL PÉREZ VIGIL


La estrategia del gobierno se intensifica y estrecha, sin variación y sin dudas. Tiene dos momentos o dos discursos; uno a lo externo y otro para el interior.
Hacia el exterior, desesperada e infructuosamente, lanza puentes hacia los EEUU; presiona a sus aliados, forzándolos a pronunciarse y apoyarlo; lanza mensajes de “apertura” hacia inversionistas externos que le pueden aportar dólares; adelanta reformas económicas y fiscales, calificadas hasta de “liberales” por algunos. Estrategia compleja y confusa y aunque denota desesperación, allí está. A lo interno, en lo político, su estrategia es la misma de siempre; intimidación, persecución y hostigamiento a la oposición, propiciar con artimañas y engaños la división opositora y exacerbar la frustración y la desmoralización. 
En el ajedrez político que “jugamos”, su estrategia es realizar únicamente elecciones parlamentarias, en vez de las presidenciales que todos deseamos y esperamos –como fórmula de conjugar la crisis y acabar con la usurpación– es la movida del régimen para continuar el juego de la desmoralización opositora. Adelantar esas elecciones o realizarlas cuanto antes, es ir sobre seguro en su estrategia de arrebatarle la Asamblea Nacional a la oposición. Adelantar elecciones es una jugada que al régimen siempre le ha salido bien. Ellos se organizan y la oposición profundiza sus diferencias. 
En realidad, el régimen siempre está “organizado” para procesos electorales, pues no tienen que enfrentarse a engorrosos procesos de primarias o selección de candidatos, estos son seleccionados desde arriba, sin apelación. No dudo que haya conflictos internos en el PSUV para seleccionar esos candidatos, los debe haber, como en cualquier partido político, donde siempre hay más apetencias que cargos; pero esas pugnas no trascienden, al menos no mucho. La oposición en cambio tiene que pasearse por múltiples alternativas: primarias, encuestas, discusiones, reuniones interminables, consensos, etcétera; y esas disputas siempre dejan profundas heridas; incluso en ellas participa la llamada oposición radical, que no forman parte de la coalición que se disputa los cargos, pero que se involucran en la pelea, nadie sabe exactamente por qué.
Y mientras, el régimen, sin pausa, prepara a su gente para un proceso electoral, que ya sus aliados de la “mesita” anuncian para el primer semestre del año y hasta apoyan que el CNE fuese designado por el TSJ –o ahora por la AN, pero la apócrifa, la de los tránsfugas–, que es una de las claves del juego y de la estrategia del régimen.
Alistada su gente y con grados de libertad infinitos para poner la fecha de las elecciones, la designación del CNE por el TSJ, o por “su” asamblea, le garantiza dos cosas: Primero, un CNE dócil, aun cuando lo llene de figuras anodinas o haga “concesiones” su” oposició–pues ahora tiene una oposición leal”, no olvidemos eso–; la docilidad del organismo es muy importante pues el régimen sabe que si concede mucho, si el CNE es muy “abierto” o muy “imparcial”, se estimula la votación opositora y se compromete más su triunfo; y ese es su segundo objetivo: desmoralizar a la oposición, desestimular la participación y propiciar la “abstención” opositora. El gobierno sabe que uno de los temas más sensibles para propiciar la abstención de un importante sector de la oposición, de los votantes del país, es no tener un CNE que sea “nuevo” y electo por la AN, de acuerdo con la Constitución.
De manera que el régimen se prepara para una elección parlamentaria, que es la que ellos desean y tienen armado su sainete; resumo: nombrará un “nuevo” CNE, en el que participaran “sus” opositores; abrirán el registro electoral unos días, sin realizar ninguna revisión; tendrán su “observación” o acompañamiento internacional; y llevarán a cabo las elecciones en la fecha que más les convenga, con el apoyo y participación de su “mesita
¿Y la oposición?, ¿Se prepara la oposición para este proceso electoral?: No. O quizás haya que responder condicionalmente: Probablemente algunos partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil, muy politizadas, sí lo están haciendo. Pero, la gran mayoría de los ciudadanos, instigados por los más radicales voceros, partidos y grupúsculos opositores, si se les pregunta de repente, responderán: con este CNE, no; con este registro electoral, no; si es solo parlamentaria y no hay elección presidencial, no; si Maduro participa, no; si no hay observación internacional de la OEA, no; y un largo etcétera, cuya invariable respuesta es: No. 
La respuesta opositora parece un nuevo “mantra”, y tal como hoy están las cosas, nos lleva a pensar que no se participará o que se hará muy limitada y tardíamente; pero tampoco se plantearan alternativas, excepto un tímido: “hay que organizar la protesta masiva”, dicho a dúo, aguerridamente, desde Venezuela y desde el exterior; con lo cual el régimen logra su objetivo de una muy baja participación o alta abstención, que le garantiza que ganaran la AN sin siquiera despeinarse un poco, con los votos que quieran, que nadie contara ni verificara.
Desde luego, hay que luchar denodadamente, con apoyo internacional –único que tenemos con cierta fuerza–, porque las elecciones sean presidenciales, para salir de la usurpación, y por unas condiciones electorales distintas a las que nos ofrecen –nada nos obliga a aceptar las que nos impone el régimen y su “Mesa de Dialogo”– pero teniendo claro la magnitud de nuestra fuerza y que tan alta podemos poner la vara de las condiciones electorales, para que la podamos saltar y continuar la lucha en todos los terrenos, incluido el electoral.
Porque si no es así, si la oposición no participa en el proceso electoral, ya podemos vislumbrar claramente el cuadro resultante: el régimen “ganara”, sin que le importe la exigua participación; la oposición denunciará y desconocerá los resultados; se cuestionará la legitimidad” de esa elección y la AN resultante de ella; más de 50 países y los grupos más importantes de la comunidad internacional, también rechazaran la elección, como lo hicieron con la ANC y la elección presidencial de 2018. Y ojala, será el arma que nos quede, continuar aislando internacionalmente y bloqueando económica y financieramente al régimen venezolano. 
En el fondo, ese es el corazón de la polémica, entre los que proponemos la alternativa electoral y los que dicen que este régimen no saldrá por las buenas, sino por una medida de fuerza, interna o intervención internacional.
En efecto, la salida de un régimen como el que oprime al pueblo venezolano, desde hace más de veinte años, puede producirse de diversas maneras y entre ellas la participación electoral, por la que me pronunció, puede ser el inicio de una salida. Es decir, que haya un pronunciamiento masivo del pueblo venezolano en contra del régimen, en contra del supuesto socialismo que representa y una reafirmación del sistema democrático y la economía de mercado, es una importante señal, hacia Venezuela y el mundo; eso es lo que se propicia con la participación electoral y que puede contribuir al quiebre del sector dominante, de la coalición en el poder, y propiciar una salida.
Lo que no es sencillo —y lo sabemos— es como llegar a que eso ocurra. En otras palabras, cuál será el mecanismo que obligará a la dictadura a sentarse a discutir y estar dispuesta a llegar a un proceso electoral, si bien no enteramente “libre” como aspira el presidente Guaidó y todos los venezolanos, al menos con ciertas condiciones de libertad y transparencia; y lo más importante, cómo hacer para que el régimen respete los resultados, pues todo indica que —si las elecciones son con cierto grado de libertad— no le serán favorables.




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viernes, 28 de febrero de 2020

Un gobierno sin pueblo

Eduardo Fernandez 

Tenemos un gobierno sin pueblo y un pueblo sin gobierno. En estas circunstancias lo aconsejable sería celebrar una consulta urgente al soberano. Una consulta al pueblo que es el depositario de la soberanía nacional.


La semana pasada hice una breve relación acerca de la responsabilidad de los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro en la tragedia que estamos viviendo los venezolanos. Hablé de los veinte años que han transcurrido bajo el imperio del llamado “socialismo del siglo XXI”. Un desastre sin parangón. Hoy quiero referirme a la responsabilidad que tiene el señor Nicolás Maduro y sus colaboradores en el presente y en el futuro inmediato de Venezuela y de los venezolanos. Es inconmensurable el sufrimiento acumulado por la familia venezolana en estos primeros veinte años del siglo XXI. Ese sufrimiento podría ser todavía mayor en los próximos años. Todo depende de la voluntad política de quienes dirigen al gobierno.

Si estuviéramos en un régimen parlamentario, hace tiempo que el gobierno habría perdido la confianza del parlamento y habría sido sustituido por un nuevo gobierno. Así ocurrió por ejemplo en el caso del señor David Cameron en la Gran Bretaña cuando perdió el referéndum del Brexit. Al día siguiente renunció y al día siguiente fue sustituido por un nuevo gobierno sin que hubiera ningún trauma institucional.

Lo mismo ocurrió en España recientemente. El señor Mariano Rajoy perdió la confianza de la mayoría parlamentaria. Ese mismo día renunció a la presidencia del gobierno y al día siguiente se estrenaba un nuevo gobierno encabezado por el señor Pedro Sánchez.

En Venezuela no tenemos un régimen parlamentario sino un sistema presidencial. Es el pueblo y no el parlamento el que concede o retira su confianza. El gobierno, dura seis años en conformidad con la Constitución Nacional.

Es evidente, sin embargo, que el gobierno ha perdido la confianza de la mayoría de los venezolanos. De eso da fe el consenso unánime de todas las investigaciones de opinión pública que merecen alguna credibilidad.

Tenemos un gobierno sin pueblo y un pueblo sin gobierno. En estas circunstancias lo aconsejable sería celebrar una consulta urgente al soberano. Una consulta al pueblo que es el depositario de la soberanía nacional. Que el pueblo se exprese libre y soberanamente y con sus votos elija un nuevo Presidente y un nuevo gobierno.

Ese acuerdo le ahorraría al país una enorme cantidad de sufrimientos y de angustias y permitiría resolver de la manera más democrática y más respetuosa de la voluntad popular la crisis política que nos aflige.
Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández


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DIPUTADO Marquina, sobre marcha del 10M: 100 diputados no podemos resolver la crisis solos

El diputado Alfonso Marquina (PJ-Lara) indicó este jueves que exhorta a la sociedad civil a participar en la movilización convocada por el presidente (E) designado por la AN, Juan Guaidó, para el próximo 10 de marzo.
“Habitualmente se tiene que hacer una reunión, en la cual evaluamos el trabajo de las comisiones, como se ha venido desempeñándose la AN, ver por supuesto los inconvenientes que se van presentando y como poder solventarlos, así que es una reunión muy importante porque busca seguir mejorando el desempeño de la AN y sus diputados, pero también si se quiere rutinaria, que estaremos realizando por lo menos una vez al mes con la intención como dije de evaluar a la AN y todas sus comisiones”, afirmó Marquina a TVVenezuela Noticias.
El parlamentario agregó por otra parte que “para la movilización que está planteada para el 10 de marzo, debemos entender que esto es un compromiso de todos, que no podemos sólo 100 diputados resolver la crisis de Venezuela. La comunidad internacional nos pregunta también que está pasando, vemos que todo el mundo está inconforme pero el país está desmovilizado, siempre es importante que la presión internacional, la presión externa sea acompañada con la presión interna, y la responsabilidad interna es responsabilidad de todos”.



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miércoles, 26 de febrero de 2020

LA "NORMALIDAD" PARA LA NORMALIZACIÓN

SIC EDITORIAL
Tendríamos que hablar de una cierta “normalización”. Eso no implica de ningún modo que las cosas se vayan arreglando o al menos que se las sienta bien encaminadas. Significa, por el contrario, que se acabó la ilusión: que no pasó nada, que esas voces que decían que ahora es cuando, que es cuestión de días o de semanas, se mostraron engañosas y la mayoría no quiere seguir escuchándolas, no quiere seguir haciéndose ilusiones. Prefiere vivir como si esto fuera a seguir. Y muchos, no porque se resignen a lo que estamos malviviendo sino, por lo contrario, porque, para no rendirse ni descorazonarse, prefiere lidiar con esta realidad que tienen presente y no vivir en la provisionalidad engañosa de que hay que vivir al día porque esto se va a acabar.
Como parece que va para largo, la gente se prepara para vivir sin perder ni la paciencia ni la dignidad, ni la conciencia de que estamos en una dictadura con métodos totalitarios, con un gobierno que no tiene ningún empacho en cometer cualquier tropelía para mantenerse en el poder, porque eso es lo que ha absolutizado y, por tanto, ha arrinconado la dignidad humana y el respeto a cada ser humano y a sí mismos.
Estas personas quieren vivir normalmente en esta situación anómica. No quieren vivir, ni subiéndose al carro del vencedor y corrompiéndose, ni pasándose la vida maldiciéndolo, sin tener una vida propia. No quieren tampoco limitarse a sobrevivir, aunque casi no tengan el mínimo vital. Quieren vivir una vida propia, realmente personal, de modo que pueden decir como el poeta: “Confieso que he vivido”, confieso que he vivido la polifonía de la vida, confieso que he convivido, que lo he hecho con creatividad y dando lo mejor de mí mismo.
Lo que el tirano está haciendo me afecta muchísimo, pero no me influye nada porque no soy ni un arrodillado ni un reaccionario, porque tengo la libertad de vivir desde mí mismo, desde las relaciones horizontales, gratuitas y abiertas que me dan vida y que me dan alegría y esa paz que el gobierno no puede dar ni quitar. El gobierno podrá robarme y hasta matarme, pero no me podrá robar la dignidad ni la apertura radical de mí mismo para dar de mí. Hasta a sus personeros los consideraré mis hermanos enemigos, antes hermanos que enemigos, aunque ellos se porten conmigo como enemigos a secas.
Hacerse la idea de una normalidad es para estos venezolanos el horizonte para aplicarse al trabajo de vivir humanamente en una situación inhumana que tiende a deshumanizar. Vivir humanamente en esta situación no es fácil y por eso hay que concentrar las fuerzas en vivir así.
No es fácil porque hay muy pocos elementos para vivir y muy pocas posibilidades de adquirir el mínimo indispensable. Y por eso tenemos la tentación de encerrarnos en nosotros mismos, en nuestras necesidades y dejar fuera a los demás. Y entonces perdemos el sentido de la realidad, ya que sólo existimos nosotros y los demás salen fuera de pantalla, si no aparecen como quienes pueden ayudarnos o compiten con nosotros por los bienes escasos. Si perdemos el sentido de realidad nos deshumanizamos. Estas personas no quieren deshumanizarse por nada del mundo y por eso prefieren hacerse la idea de una normalidad para afincarse en el trabajo de vivir humanamente en cada uno de los aspectos de la existencia; cosa imposible si se adaptan al desorden establecido y también imposible si sólo viven para sacar al tirano.
Es grande el peligro de dejarse llevar por la rabia o por el abatimiento o sucumbir a la tentación de aprovecharse de la situación. Son más de cuatro millones los venezolanos de todas las clases sociales que lo han hecho y qué difícil va a ser lograr que se rehabiliten, y si no lo hacen el país será invivible. Por eso, porque no queremos caer en la tentación, no podemos distraernos con señuelos. Tenemos que vivir en la realidad. No en el desorden establecido, sino en la realidad, una realidad desconocida por el gobierno, que sólo se fija en lo que se pliega a él o en lo que lo combate o ve como un peligro; pero que no tiene ojos ni corazón para ver a los seres humanos como tales y muchísimo menos para respetar su dignidad y servirlos, que es la única función legítima del gobierno.
Ahora bien, vivir en la realidad es también vivir atisbando sus posibilidades de cambio y activándolas en cuanto de uno depende. No es vivir adaptados. Ya hemos insistido que es vivir libres. Y, como decía Artigas, “con libertad, ni ofendo ni temo”. No me pongo como el gobierno. Pero tampoco lo temo. No lo desafío inútilmente, porque con eso no hago sino exacerbar lo peor de él, pero creo espacios en los que se vive con libertad liberada, en los que se convive con dignidad, en los que las reglas de juego son humanizadoras. Como vivo en la normalidad creo verdadera normalidad: una convivencia con normas humanizadoras introyectadas. Se trata de arrinconar al gobierno, pero sin desafiarlo explícitamente. Si conseguimos crear verdadero orden, el desorden establecido se verá como un adefesio monstruoso y perderá cualquier atisbo de legitimidad. Será percibido por la mayoría como imposición inhumana y además infecunda. Será despreciado, más que temido.
Este es nuestro reto: vivir personalmente en la normalidad, cuando no la hay, para ir creando la verdadera normalidad. Paso a paso, en la familia, en el vecindario, grupos y organizaciones, incluso en empresas. Ir creando espacios alternativos. Dinámicas humanizadoras. Ambientes en los que nadie se descarga en nadie, en los que cada quien lleva responsable su propia carga, y en los que, además, se ayudan solidariamente unos a otros a llevar las cargas.
Esto no es un sueño y ni siquiera un mero proyecto. Cuando un extranjero bien informado de la situación objetiva del país camina por las calles y ve el talante de la gente, no entiende nada. Había esperado encontrarlos crispados y desolados, ansiosos e inestables, a punto siempre de estallar. Y los ve, en su mayoría, como si no pasara nada. Bien presentados, aunque la mayoría pobremente, saludándose, incluso echándose broma, yendo cada uno a lo suyo con serenidad. El visitante no puede componer los datos objetivos, que sabe son verdaderos, con lo que percibe de los que caminan por las calles. Ese hiato es el fruto del trabajo de normalización de estos venezolanos, de que venimos hablando. Requiere un trabajo paciente sobre sí mismos y también una cierta confianza en que pueden sobrellevar la situación con elegancia. No solemos reparar en este trabajo humanizador y en la consistencia personal que logra. Éste es nuestro gran tesoro actual como pueblo y la palanca más firme para una alternativa superadora.
Es obvio que no todos los venezolanos nos comportamos así. Hay mucha gente que se aprovecha y otros que se dejan llevar por sus impulsos más elementales por no poder soportar tanta presión, tan continua. Pero lo que da el ambiente es esa normalidad de la que venimos hablando, que no es fingida. Que es producto de una decisión personal que indica un altísimo grado de personalización. Que es una buena nueva en medio de tanto mal por parte del gobierno y de los que se aprovechan de la situación. En un balance de la situación no puede omitirse esta realidad de nuestra gente, que es muy valiosa en sí y que, además, como hemos apuntado, puede dar lugar a cambios superadores.
Éste es el dato que hemos querido poner de relieve, porque lo consideramos valiosísimo y porque no se suele reparar en él y porque tenemos que estimularlo y expandirlo en nosotros y en los demás.

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LA REPETICIÓN DE LA HISTORIA
LUIS MANUEL ESCULPI

Las pretendidas revoluciones tienen unos determinados códigos en su comportamiento. Cambian de nombre a las calles, avenidas y monumentos. Rechazan las formalidades y protocolos atribuidas a los vicios y prejuicios de la burguesía o de los pequeños burgueses. Construyen un neolenguaje como el descrito por Orwell. Diseñan una mitología y una épica, en nuestro caso distante de la realidad. Minan las instituciones existentes en función de sus propósitos.Tras la fraseología pseudo revolucionaria y la defensa de un modelo político fracasado en todos los lugares donde se pretendió imponer, pretenden justificar su verdadera intención, solo les interesa el poder, ese es su único y exclusivo proyecto.
Intentan darle “fundamento jurídico” a sus arbitrariedades y atropellos, en su versión moderna, la moda es promover Constituyentes, no importa incumplir con las formalidades de “un elector un voto”, o de “la representación proporcional”, lo vital es asegurarse la mayoría para darle apariencia legal al proceso.
Sin el menor rubor se apela a figuras inexistentes para justificar lo inconstitucional, por ejemplo se inventa “leyes constitucionales”, con ese artilugio se incorpora a la milicia como un “componente especial” de la Fuerza Armada Nacional, afectando seriamente la profesionalización del estamento militar.
En nuestra tradición una de las más importantes distinciones con las cuales se honraba a personalidades venezolanas y mandatarios extranjeros era cuando el Presidente les concedía una réplica de la espada del Libertador, este régimen se las otorgó a dictadores como Mugabe, Gaddafi y Raúl Castro, entre otros, igualmente a los ex presidentes Cristina Fernández, Rafael Correa y Evo Morales.
Lo cierto es con el tiempo la concesión de esa distinción se ha venido devaluando, los criterio para otorgarla se han venido degradando, aún así no deja de sorprender que ahora la puede conceder hasta una de esas figuras inventadas y no necesariamente quien encabeza el régimen.
El “protector” de el estado Táchira, el Comisario de la antigua Policía Metropolitana Freddy Bernal, le hizo entrega de una réplica de la espada de Simón Bolívar, al presidente de la ilegítima constituyente, reunida en ese estado, supuestamente conmemorando el aniversario de la llamada “batalla de los puentes”. Ya el oficialismo no sólo la utiliza como consigna: “la espada de Bolívar, recorre América Latina”, como se puede ver le ha dado otro significado.
Los gobiernos que se auto denominaron “socialistas del siglo XXI”, en verdad vieron recorrer por esta parte del continente, la gigantesca corrupción de la “Operación Odebrecht”, investigación que avanzó en todos los países donde funcionó el mecanismo de fabulosas comisiones, a cambio de la concesión de contratos multimillonarios, Venezuela fue la excepción, el oficialismo ocultó todo el engranaje de corrupción montado con la empresa brasileña.
A Maduro todavía lo acompañan algunos de sus amigos que se dicen marxistas, les conviene recordar (si lo han leído) la frase de Marx al inicio de su obra El 18 brumario de Luis Bonaparte: “La historia ocurre dos veces; la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”… Los venezolanos, en este periodo, hemos vivido la repetición de la historia en las dos facetas planteadas por el autor de El Capital.

La prédica de la lucha por la justicia social, la libertad, la defensa de los Derechos Humanos y la lucha contra la corrupción, han constituido banderas que se izan para alcanzar el poder, luego en el ejercicio del mismo, son arriadas para conservarlo. Es el mismo recorrido realizado, por los gobiernos en el siglo pasado que se cobijarlo bajo la denominación del “socialismo real” y cuya estrepitosa caída develo toda la farsa construida a partir de un discurso que contrastaba con la realidad de la vida cotidiana. El derrumbe del muro de Berlín simbolizó el inicio de esa caída, sin embargo en el régimen algunos personajes que aún enarbolan sinceramente los añejos estandartes, parecen no percibir lo ocurrido a fines de la década de los ochenta y principios de los noventa.

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martes, 25 de febrero de 2020


COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT

CARLOS CANACHE MATA

Guillermo Morón, en su “Historia de Venezuela” (2011, Los Libros de El Nacional), página 288, dice: “Carlos Canache Mata, antiguo dirigente de Acción Democrática (AD), ha publicado numerosos artículos sobre su jefe e ídolo político; acostumbraba escribir uno con motivo del cumpleaños de don Rómulo”. Y reproduce de seguidas un párrafo del que publiqué en El Nacional el 25 de febrero de 1965. He escrito mucho, efectivamente, sobre el gran líder y sobre AD, el partido en el que milito, en el contexto de variados análisis referentes al acontecer político nacional. El pasado 22 de febrero se cumplieron 112 años del nacimiento de Betancourt, y escribo de nuevo, tratando en lo posible de no ser repetitivo, sobre él, confirmando lo que apuntaba el citado y distinguido historiador.

   El mismo año en que nace el fundador de AD, 1908, asciende al poder Juan Vicente Gómez. El historiador Manuel Caballero, quien considera que “Rómulo Betancourt es, junto a Juan Vicente Gómez, el hombre de poder más grande del siglo XX”, ha escrito que “se puede decir que, vitalmente, Rómulo Betancourt está relacionado con el gomecismo desde su nacimiento hasta que, al cumplir los 20 años, la meta de su vida sea combatirlo, liquidarlo; hacer todo cuanto su férrea voluntad imponga para que su propia historia sea el reverso de la biografía del tirano; para que la vida suya sea la vida del anti-Gómez”. Ese combate antigomecista tiene dos etapas, como lo señalan el sacerdote jesuita Arturo Sosa Abascal y Eloi Lengrand en su libro “Del garibaldismo estudiantil a la izquierda criolla”: “la del garibaldismo estudiantil que abarca desde 1928 hasta finales de 1930 y el proceso de surgimiento de un proyecto político de ‘izquierda criolla’ desde comienzos de 1931 hasta finales de 1935”.  La vía garibaldina propugnaba la acción armada, incluyendo movimientos guerrilleros, para el derrocamiento de Gómez (el joven Betancourt, de 20 años de edad, había participado en la rebelión militar del 7 de abri de 1928); la otra vía era el proyecto de movilización de las masas a través de organizaciones políticas.

 En el año 1929 fracasaron varios alzamientos, el más importante fue la invasión del Falke, liderada por el general Román Delgado Chalbaud (a la que Betancourt se iba a unir, pero se lo impidió el naufragio de la goleta ‘La Gisela’ en aguas dominicanas). Esos intentos armados fallidos, más la ampliación de su formación ideológica y su paso militante por el Partido Comunista de Costa Rica, inclinan a Betancourt a mutar, en la resistencia antigomecista, del garibaldismo a la etapa de la organización popular en un partido político. A la cabeza de unos cuantos compañeros exiliados, redacta, en marzo de 1931, el famoso Plan de Barranquilla en el que se hace una radiografía de la realidad nacional de entonces: “Caudillismo y latifundismo son y han sido, en lo interior, los dos términos de nuestra ecuación política y social…entre el capitalismo extranjero y la casta latifundista-caudillista criolla ha habido una alianza tácita en toda época…la Standard Oil, la Royal Dutch, el Royal Bank, cuatro o cinco compañías más con capitales integrados en su totalidad en dólares o libras esterlinas, controlan casi toda la economía nacional…precisados en el orden interno y en las relaciones internacionales los factores determinantes de la situación venezolana hemos suscrito un programa mínimo de acción política y social con vistas a esos factores…los que suscriben este Plan se comprometen a luchar por las reivindicaciones en él sustentadas y a ingresar como militantes activos en el partido político que se organizará dentro del país sobre sus bases”. Con el Plan de Barranquilla surgió la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), antecedente de lo que después serían el Partido Democrático Nacional (PDN) y Acción Democrática (AD). Sobre el Plan, escribió Mariamo Picón Salas que “quizás con un poco de tropicalismo he llegado a pensar que ese ‘Plan de Barranquilla’, pudiera ser en la nueva revolución de independencia de Venezuela uno como nuevo Mensaje de Cartagena o una nueva Carta de Jamaica”.

   En enero de 1932, Betancourt publica su folleto “Con quién estamos y contra quién estamos”, en el que ratifica “la concepción multitudinaria de la política, la política de masas” y declara que “somos, necesariamente, vehementes convencidos de la urgencia en que estamos en Venezuela de disciplinar fuerzas, hoy anarquizadas, dentro del molde riguroso de la ideología y de la táctica partidista”, a la vez que sostenía que la lucha tenía que ser no sólo contra la dictadura política de Gómez, sino también  contra “su base social, la alianza capitalista-caudillista”. En consecuencia, “contra ellos estamos y estaremos”.

   En la columna de la próxima semana, continuaremos con este análisis.



  





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sábado, 22 de febrero de 2020

VENEZUELA: OPCIONES SOBRE LA MESA


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           Ismael Pérez Vigil

Tras el regreso de Juan Guaidó, se debate todavía el tema de la participación en las elecciones parlamentarias. En dos extremos, participar o no del proceso electoral, péndula la discusión opositora; y como quiera que la estrategia opositora aún no está definida, podemos seguir argumentando en uno u otro sentido. Ya nos tocará cerrar filas una vez que se defina una opción. Mientras tanto, todas las opciones vuelven a estar “sobre la mesa”; pero, para algunos, lamentablemente, sobre la mesa de la fantasía.

La que está totalmente clara es la estrategia del régimen. Todas sus acciones forman parte de lo mismo, hacer todo lo necesario para desestimular el voto opositor y propiciar la abstención: designar un CNE a través del TSJ o de la asamblea de los diputados tránsfugas; convocar solamente elecciones parlamentarias; no dar ninguna condición favorable para votar; mantener a los presos políticos y los partidos y líderes opositores inhabilitados. Contará además con sus aliados de la “mesita” para integrar el CNE que finalmente designen y para participar en el proceso electoral, jugando papel de “opositores”. Contará también con “acompañamiento internacional” de sus cómplices y, seguramente, con algunas ONG nacionales e internacionales que siempre los apoyan.
Todo lo anterior estará acompañado con la represión que ya conocemos y bajo el “nuevo” esquema que vimos en la llegada de Juan Guaidó: enviar sus colectivos violentos a agredir, hostigar y acosar a la oposición. La violencia siempre ha sido una de las armas esenciales del régimen y de ahora en adelante arreciará, para desestimular la movilización y la participación política opositora, por lo que la oposición –y la comunidad internacional– deben prepararse para dar una respuesta adecuada.
Como a las dictaduras hay que combatirlas en todos los terrenos posibles, algunos planteamos la necesidad de participar también en los procesos electorales que se presenten. Naturalmente, participación sujeta a algunas condiciones; primero, la unidad. Cualquier posición que se adopte debe ser una posición unitaria. Segundo, luchar por un proceso electoral presidencial, bajo condiciones y CNE negociados –designar un CNE en la AN supone una “negociación” política, con el perdón de la palabra–; pero, tercero, en cualquier caso, concurrir –y subrayo nuevamente la palabra unidos– a la elección que se realice, aunque sea solo parlamentaria, para impedir que la AN caiga en manos del régimen.
No es fácil, como algunos creen, hacer esta propuesta de participación electoral con el ambiente político de rechazo que hoy hay a los procesos electorales, desacreditados por el régimen y apoyados por nosotros, opositores, en esa tarea de descrédito. Estamos frente a una gran paradoja, sabiendo que el régimen puede y hace trampa si vamos a votar, debemos ir a votar, porque si no lo hacemos, el régimen ni siquiera necesitará la trampa para ganar.
Ya tenemos experiencia –año 2005– de las consecuencias de no participar en elecciones de AN. Eso de que la alta abstención “deslegitima” al régimen, es un cuento de camino; la palabra “legitimidad” es solo eso, una palabra, para este tipo de regímenes, que están sostenidos por la corrupción y la fuerza. Hugo Chávez no se “legitimaba” por realizar elecciones, se legitimaba porque las ganaba; ahora es igual. Por eso hay que derrotarlos, porque eso si los afecta, frente a los suyos y frente a la comunidad internacional.
Si no participamos, mejor para el régimen, ganará más fácilmente y ni siquiera necesitará hacer trampa el día de las votaciones, con todas las que lleva hechas hasta el momento le bastará; simplemente, dará cualquier resultado o ninguno, como ya lo ha hecho otras veces, tenemos también la experiencia, por ejemplo, aún no sabemos los resultados de la elección de los integrantes de la ANC. El régimen controlará la AN y podrá aprobar, “legítimamente”, todas las leyes que necesita y que sus aliados internacionales le piden para terminar de apropiarse de la riqueza venezolana con total impunidad. Del otro lado, la oposición se quedará sin representación parlamentaria.
El régimen, mientras cuente con la fuerza militar que lo sostenga en el poder, no le importa que su “legitimidad” le sea reconocida por nosotros y por la comunidad internacional que nos apoya; legislará con una AN “ilegitima”, como lo hizo tras las elecciones del 2005 y como lo hace con la ANC, pero legislará; y pasará leyes con las que contribuirá más a la ruina del país y gobernará de facto, como lo ha hecho desde 2018 aunque fue desconocida la elección presidencial por la oposición y por buena parte de la comunidad internacional.
¿Qué pasara si participamos? ¿Ganaremos las elecciones? ¿Se respetará el resultado electoral? Eso nadie lo puede garantizar. Dependerá de lo que hagamos, de cómo nos organicemos para ganar y para defender el resultado electoral.
Si logramos repetir el triunfo de 2015, aun cuando el régimen lo desconozca –que es lo que seguramente hará– tendremos un nuevo presidente de la AN, que será, también, el “presidente encargado” y será la cabeza y el eje de la lucha y la resistencia, que nuevamente podrá ser reconocido por la comunidad internacional y nombrará embajadores ante los países que nos reconozcan, para que continúen la labor de difusión y presión sobre la dictadura. ¿Qué ganamos con esto? ¿Será algo útil? Sí, sin duda hoy estamos mejor que en 2018 ¿O es que alguien puede afirmar que no?
Pero en todo caso, salvando todas las diferencias y distancias, está el reciente ejemplo de Bolivia en donde la oposición participó y desconoció el pretendido triunfo de Evo Morales, y tras una activa movilización popular, obligó a renunciar a quien hasta ese momento apoyaba la fuerza armada boliviana. Esta es otra de las opciones “sobre la mesa”, votaron y cobraron. 


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