martes, 31 de marzo de 2020


SEXTO  COLLAGE  SOBRE  RÓMULO  BETANCOURT

CARLOS CANACHE MATA


La Constitución Nacional sancionada por el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela el 16 de julio de 1936 y promulgada cuatro días después, el 20 de julio, dispone (artículo 54) que los senadores y diputados “durarán en sus funciones cuatro años, renovándose (las Cámaras Legislativas) de por mitad cada dos años” y que “la renovación se hará por primera vez al quedar aprobada esta Constitución, por medio de las Asambleas Legislativas de los Estados, para los Senadores, y por los Concejos Municipales reunidos en Asambleas en la capital del Estado, para los Diputados”. Se trataba de una elección de segundo grado, manteniéndose en la Constitución, además, la elección del Presidente de la República por el Congreso Nacional (artículo 96), es decir, una elección de tercer grado. Sólo había elecciones de primer grado, con voto directo, para los miembros de las Asambleas Legislativas de los Estados y de los Concejos Municipales, pero eran unas elecciones restringidas porque, como señalé en el Cuarto Collage, se limitaba el derecho de sufragio a las personas del sexo masculino, que supieran leer y escribir y mayores de veintiún años. De conformidad con lo dispuesto en la Constitución, el 12 de septiembre de 1936 se aprueba la Ley de Censo Electoral y Elecciones, que rigió  para las elecciones de senadores y diputados al Congreso Nacional, de diputados a las Asambleas Legislativas regionales y de los ediles de los Concejos Municipales.

   En cumplimiento de lo dispuesto por la Constitución y la mencionada Ley, tienen lugar los comicios de enero de 1937, en los que se eligieron los miembros de las Asambleas Legislativas y de los Concejos Municipales, los que, a su vez, designarían a los senadores y diputados del Congreso Nacional que debía renovarse parcialmente. Fueron designados, en enero de 1937, los nuevos parlamentarios (entre los 14 que logró la oposición, se hallaba Rómulo Gallegos, electo por el Concejo Municipal del Distrito Federal) que debían incorporarse a las sesiones de las Cámaras Legislativas, cuya instalación se efectuó el 19 de abril de ese año. Rómulo Betancourt, en su obra “Venezuela, política y petróleo” (páginas 99-100), hace un análisis de esas elecciones: “Hubo eleciones de primer grado en Caracas y en varios Estados de la República. Oficialmente no concurría a las urnas sino el partido del gobierno, ya que no se le concedía beligerancia legal a la oposición…lanzamos desde la clandestinidad candidaturas individuales, y cuando se contaron los votos resultó que la oposición ilegalizada había ganado las elecciones en la capital  de la República y en algunos Estados del interior del país. De los 40 funcionarios, entre principales y suplentes, elegidos en las 10 parroquias urbanas de Caracas, 36 eran de la oposición y sólo 4 de la coalición oficialista”.

    La Corte Federal y de Casación, en fallo del 19 de febrero, anuló sumariamente las credenciales de Gonzalo Barrios, como senador, y de Jóvito Vllalba, Raúl Leoni y Juan Oropesa, como diputados, bajo “las acusaciones de comunistas y por ser el comunismo una doctrina prohibida por la Constitución Nacional”. Betancourt, en su obra ya citada, se refiere a esa sentencia en los siguientes términos: “La Corte Federal y de Casación, apéndice del Ejecutivo, anuló las actas de algunos de los parlamentarios recién elegidos, quienes se enteraron de las sentencias cuando ya estaban en la cárcel o en el destierro, sin habérseles concedido derecho a la defensa, porque se aplicaba una ‘justicia política no contenciosa’, según reveladora frase acuñada por los jueces sentenciadores”. Como observa Sanín (Alfredo Tarre Murzi) en el libro que escribió sobre López: “En ese entonces no se comprendía bien el ensañamiento de López Contreras contra los dirigentes de la izquierda, ya que apenas el bloque de oposición había conquistado 14 curules”. Había reaparecido la política de represión, que en el curso de 1937 se desplegó y tuvo más alto vuelo. “Vino - dice Betancourt- la represión sin embozos”.

   En el marco de esa acción represiva, el 3 de febrero se realizaron “redadas” policiales en Caracas y  La Guaira, en las que fueron detenidos varios líderes de la izquierda, llevados después al Castillo de Puerto Cabello. Alfredo Tarre Murzi, en su libro ya citado, señala que “cuando la policía comenzó a practicar detenciones, la mayor parte de los dirigentes, especialmente Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Oropeza Castillo, Jóvito Villalba, Miguel Otero Silva, Rodolfo Quintero y Carlos Irazábal se ocultaron”, o sea, “se ‘enconcharon’, para decirlo en el argot político de la época”. Prosiguió la represión con la disolución de las organizaciones políticas y sindicales y la clausura de medios de prensa de la izquierda como “El Popular”, “FEV” y “Acción Estudiantil”.

El 4 de febrero, la Gobernación del Distrito Federal, a la que correspondía la facultad de aprobar o improbar la constitución de los partidos (artículo 17 de la Ley de Orden Público o “Ley Lara”), emite una Resolución, en la que “por disposición del ciudadano Presidente de la República se revocan las autorizaciones concedidas por este Despacho a los siguientes partidos y agrupaciones políticas: Organización Venezolana (ORVE), Federación de Estudiantes de Venezuela (OP), Partido Republicano Progresista (PRP), Frente Obrero y Frente Nacional de Trabajadores”, alegando “que para negar la constitución del Partido Democrático Nacional (PDN) la Corte Federal y de Casación se basó, entre otras razones, en la de aparecer  en el número de los promotores y dirigentes de las diversas agrupaciones que aspiraban a unificarse, afiliados a doctrinas cuya práctica condena la Constitución Nacional”. En el Zulia fue igualmente revocada la autorización concedida al Bloque Nacional Democrático, que funcionaba en Maracaibo, y fueron detenidos Valmore Rodríguez y otros miembros de su junta directiva.

El 10 de febrero, la policía asaltó la sede de la Universidad Central de Venezuela (UCV), y en la acción fue muerto el estudiante Eutimio Rivas y hubo también un saldo de muchos heridos.

El 13 de marzo, el presidente López Contreras dicta un decreto, que fundamenta en el inciso 6° del artículo 32 de la Constitución Nacional, mediante el cual “se expulsan del territorio de la República, por el término de un año, por estar afiliados a la doctrina comunista y considerarlos perjudiciales para el orden público, fijándose el plazo de 8 días para que salgan del país”, 47 dirigentes políticos y sindicales. Rómulo Betancourt, que estaba entre los expulsados, escribió después en “Venezuela, política y petróleo” que “con petróleo, más que con tinta, fueron firmados los decretos que ilegalizaron partidos y expulsaron dirigentes políticos y líderes obreros, en los comienzos del año 1937”, porque “apenas la represión policial quebrantó y desmanteló al movimiento político y sindical de orientación popular, las compañías petroleras se lanzaron a la reconquista de privilegios que consideraban intangibles”.  

En su “Historia de Venezuela” (3ª edición, Los Libros de El Nacional, página 240), el historiador Guillermo Morón reseña la expulsión de esos 47 dirigentes, así: “Algunos de ellos burlaron la medida por cierto tiempo, pasando a la vida clandestina; entre ésos se contaba Rómulo Betancourt, el más importante de los dirigentes revolucionarios, quien logró esconderse por tres años que dedicó a organizar su Partido Democrático Nacional (PDN), sin ser seriamente molestado por el gobierno”.

   Además de la organización del PDN clandestino, Betancourt escribió durante esos años en el periódico “Ahora”, que dirigía el poeta y político Luis Barrios Cruz, un artículo diario (fueron 678 en total), que aparecía sin firma, sobre la situación política y los problemas económicos y sociales, y mantenía también contacto y comunicación con la minoría parlamentaria de la oposición en el Congreso Nacional a los fines de concertar posiciones que debían asumirse en los debates de ese espacio legal de la vida política del país.

   De ese tramo apasionante y riesgoso, que fue aquella actividad clandestina, nos ocuparemos en los próximos Collages.

  

  

  


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Venezuela y la peste militar


IBSEN MARTINEZ

Durante más de 20 años, a lo largo del más largo y nefasto predominio de lo militar sobre el resto de la sociedad venezolana, nuestra oposición democrática no ha logrado dar forma a estrategia alguna que, en su esencia, no haya sido militarista.
Lo anterior puede parecer provocador despropósito porque durante 20 años los fastos de la oposición más celebrados han sido sus multitudinarias marchas pacíficas de rechazo a las prácticas tiránicas de Chávez y Maduro y en reclamo de elecciones o referendos. Elecciones, referendos: ¿cabe imaginar algo más civilista que aspirar al voto libremente emitido? ¿Qué puede haber de militarismo en ello?
Sin embargo, es singularmente notorio que en los mandos más elevados de la oposición venezolana –política y mediática, por igual− ha recurrido, desde comienzos de la década pasada, la idea de que la única función de la masa opositora es manifestar en la calle su valiente repulsa al régimen de un modo tan beligerante y persistente que haga ingobernable al país y forzosa la intervención de los “militares buenos”.
Es cierto que gracias a la “presión de la calle” se han registrado victoriosas jornadas electorales. Todas ellas, sin excepción, han sido brutalmente ignoradas, tanto por Hugo Chávez como, desde hace ya un lustro, por Nicolás Maduro.
Cada gobernador elegido con abrumadora cantidad de votos se ha visto, desde 2008, despojado de potestades y recursos económicos consagrados en la Constitución y, además, aplastado por un “protector”. Ni más ni menos que un gauleiter, según la usanza hitleriana y, también según hitleriana usanza, invariablemente un militar.
No son pocos los diputados elegidos a quienes se ha expulsado manu militari de su curul con especiosos e ilegales argumentos. Los alcaldes elegidos de populosas capitales del país han sido arrojados, sin más, a un calabozo durante años o empujados al exilio. La asamblea designada por mayoritario voto universal en 2015 se ha visto ya reducida en una tercera parte merced esos tiránicos expedientes. Un admirable concejal electo fue arrojado desde el décimo piso de la central de policía política dirigida por militares.
Desde que Hugo Chávez, el felón que en 1992 violó su juramento constitucional encabezando un artero y sangriento golpe contra la paz ciudadana, los venezolanos hemos sido testigos y víctimas, no solo de aparatosas batallas aéreas libradas irresponsablemente sobre las barriadas de Caracas por chapuceros pilotos de gatillo alegre, sino del sistemático saqueo de la riqueza petrolera y minera a manos de mafias indefectiblemente encabezadas por militares de alto rango.
La empresa petrolera estatal, ya disminuida por el saqueo de que es objeto desde hace 18 años, se precipitó al colapso funcional bajo una gerencia de ignaros generales de la Guardia Nacional, expertos solo en violar derechos humanos. Con ellos, Petróleos de Venezuela degeneró en una descomunal lavandería de capitales ilícitos.
En el llamado “arco minero del Orinoco”, son generales venezolanos, en colusión con irregulares del ELN y “disidencias” de las antiguas FARC, quienes explotan el oro sangriento de Guayana mientras degradan el ambiente en nuestra Orinoquía, asesinan a mineros informales y diezman la población indígena.
En el curso de dos décadas la violencia contra todo lo civil ha golpeado personas, leyes, habla, usos y costumbres. Comenzó en el mismo momento en que Chávez, todavía candidato presidencial, envenenó nuestra civilidad con sus cuartelarios chascarrillos de doble sentido sexual, el anecdotario de montoneras de su tatarabuelo, su versión exclusivamente militarista de la historia de nuestra independencia, su patriotera fraseología bolivariana, sus exhortaciones a terminar la obra inconclusa del padre de la Patria librando grandes batallas, o mejor aún para él, una gran batalla interminable.
Nicolás Maduro, antiguo sindicalista del metro de Caracas, usurpador de un cargo por definición civil, adhiere a esa tradición modificando imperceptiblemente su atuendo hasta vestir hoy día una indefinible cruza de liquilique maoísta con botonadura y presillas que imitan una guerrera de mariscal.
Pese a todo ello, la imaginación opositora, y no me refiero ahora solo a la de los dirigentes políticos, no ha dejado de acariciar el mito de un espadón que se decida por “el lado correcto de Historia”, según reza la fórmula, tan cursi como sectaria, que popularizó Henrique Capriles.
La retórica que acompañó la irrupción de Juan Guaídó en la escena política venezolana se funda en esa vieja idea fija: la de sensibilizar, a fuerza de actos de masas alevosamente reprimidos por militares y policías del régimen, a una mitológica oficialidad de alma democrática y republicana que, taimadamente, aguarda el momento de retirar su apoyo a Maduro y su generalato narcotraficante.
No otra idea animó las jornadas de abril de 2002, el paro petrolero del 2003 y las sangrientas intifadas de 2014 y 2017. Su más reciente fiasco ocurrió el 30 de abril de 2019. Aparte lograr que Leopoldo López se asilase en la embajada de España, solo dos oficiales de alta graduación desertaron hacia “el lado correcto de la historia”, ambos gente de avería: uno de ellos es, probadamente, un desalmado torturador de presos políticos y el otro un rocambolesco jefe de inteligencia, oficial de enlace con las antiguas FARC y narcotraficante.
Escribo todo esto impresionado por los vídeos en que Cliver Alcalá Cordones, un general venezolano, antiguo cortagargantas chavista por quien la DEA estadounidense llegó a ofrecer 10 millones de dólares. Uno de sus cómplices acaba de ser sorprendido por la policía de tránsito colombiana mientras movilizaba un parque de fusiles de asalto.
En los vídeos, Alcalá Cordones, ahora desertor del Cartel de los Soles, farfulla profesión de fe democrática y libertaria y casi deja escapar el llanto de los traicionados cuando menciona a Juan Guaidó con ánimo incriminador. Alega −¿mendazmente?−, tener copia del contrato firmado entre Guaidó, una empresa contratista de tortuosos mercenarios gringos, un celebérrimo estratega electoral y él mismo para liberar Venezuela.
Mirando los videos recordé que hace más de un año su nombre era, en efecto, mentado con algo parecido al entusiasmo – como una adquisición decisiva, como si fuese el Generalísimo Miranda en 1810− por algunas personalidades del exilio venezolano, aquí en Bogotá.
¿Cuánto deberá padecer aún Venezuela para desembrujarse por completo, sin resabios, de la que el historiador Manuel Caballero llamó con sobrada razón “peste militar”?


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lunes, 30 de marzo de 2020

Denuncian detención de dos integrantes del equipo de Guaidó

Rafael Rico, integrante del equipo de Juan Guaidó, denunció este domingo la detención de dos de sus compañeros, de nombres Rómulo Garcia y Víctor Silio, en la Urb. La Tahona. Así lo reporta Sergio Novelli.
Dice Rico: «En horas de la mañana se llevaron secuestrados a dos personas de mi equipo. Se encontraban en una residencia en La Tahona y ahora desconocemos su paradero. Gracias a Dios yo no me encontraba en el sitio. me encontraba en otro lugar. Ahora estoy a salvo, a resguardo. Quise hacer este video para denunciar la desaparición forzosa de Víctor Silio y Rómulo García. Nicolás Maduro y los usurpadores son los responsables de su integridad física».
Por su parte, el partido Voluntad Popular denunció a través de sus redes sociales, “la intención de irrumpir ilegalmente en su vivienda para robar o sembrar evidencias sin presencia de nadie, puesto que ni Rico ni su familia están allí”.


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TENSA EXPECTATIVA
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RAMÓN PEÑA

Nuestro distanciamiento social del resto del mundo – migratorio y turístico- ha actuado omo la mayor barrera a la entrada y propagación de la Covid-19 en nuestro suelo. Admitiendo que no hay mal que su bien no tenga, la ruina e inseguridad imperantes en el país han aportado como socorro colateral, ante la actual pandemia, el alejamiento de visitantes potenciales portadores del mal.
También ha sido factor de contención de la propagación del virus la observancia disciplinada del protocolo de aislamiento y demás normas de la Organización Mundial de la Salud por una parte importante de la ciudadanía.
Pero en nuestras zonas mas vulnerables este protocolo es abierta e inevitablemente incumplido por quienes tratan de abastecerse de alimentos con su mísero ingreso real o claman angustiados por gas doméstico, agua potable, combustible y otros servicios públicos, todos gravemente escasos. También por humildes trabajadores informales desprotegidos, que si no trabajan no comen…
Las autoridades sanitarias mundiales observan con aprensión una eventual aceleración de la propagación del virus en Venezuela por las precarias condiciones de salubridad imperantes.
La encuesta nacional de hospitales indica que la infraestructura sanitaria carece de recursos para afrontar casos sospechosos. No llegan a 100 las camas en las unidades de cuidados intensivos, incluidos los ahora críticos respiradores. Es conocida la carencia de servicios continuos de agua y electricidad en los hospitales públicos así como de medicamentos e insumos médicos. Sin la resonancia del virus chino, en Venezuela hacen estragos a diario la malaria, la fiebre amarilla, el sarampión y otras endemias, amén de la mortalidad infantil por malnutrición y cáncer no tratado o las muertes de enfermos renales sin posibilidad de diálisis.
En nuestro país todavía transitan por sendas paralelas el virus chino y la vulnerabilidad de la inmensa mayoría de los ciudadanos, la plegaria más fervorosa es porque no converjan en ningún momento.


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¿Narcotraficantes? No vale, pobrecitos
Richard Casanova: “Es imposible que construyan 400 mil viviendas ...
     RICHARD CASANOVA

Ante el silencio sepulcral de los siempre escandalosos amigos de la revolución, alguien se preguntaba dónde estarán Evo Morales, Daniel Ortega, Raúl Castro, Cristina Kirchner,…, y la lista seguía hasta Oliver Stone y Danny Glover.

Como respuesta solo diré que, en ocasiones, también el silencio es una forma de hablar.
Hoy, darle la espalda al régimen es lo menos que pueden hacer para no ser arrastrados en este deslave. Lamentablemente, en Venezuela tenemos algunos analistas y presuntos dirigentes de oposición que siguen buscándole 5 patas al gato. Les cuesta disimular su resentimiento, frustración o intereses facciosos e inconfesables. En medio de esta avalancha de lodo que cae sobre la narcodictadura, hacen «análisis» que arrojan dudas sobre la oposición y le dan al gobierno un margen de maniobra que no tiene. Hasta hace poco sostenían una campaña para que EEUU levante las sanciones al régimen, con el infundado pretexto de que éstas perjudican al pueblo.
Es una actitud reiterada. Sus análisis siempre parten del falso supuesto que el gobierno «se las sabe todas», es un estratega impecable y todo lo que hace está calculado. Si ven a Maduro con los pantalones mojados, dicen que eso es un trapo rojo o un plan perfectamente diseñado para… bla, bla. ¡Así es siempre! Por si fuera poco, constantemente tienen a flor de labio una crítica contra la oposición. Son expertos en identificar sus errores e insinúan que no es tan hábil e inteligente como ellos. Uno se pregunta ¿Y por qué entonces estos críticos geniales nunca han dirigido nada? ¿Por qué no han convocado jamás aunque sea a una asamblea en su edificio, ni demostrado respaldo popular alguno?
Nadie los vincula con una lucha real, ni siquiera los vemos en las marchas. Algunos, a lo sumo, dirigen unos partidos de maletín que inscriben candidatos en todas las elecciones y jamás consiguen la victoria. En fin, tienen un largo historial de fracaso, exhiben una triste soledad y nunca arriesgan el pellejo pero eso si, son guapos y unos deslumbrantes estrategas en Twitter o Whatsapp. ¡Eso creen! La verdad, hacen análisis tan desenfocados que lucen sospechosos, solo les falta defender a «los más buscados» o decir «¿Narcotraficantes? No vale, no creo, pobrecitos». ¿Ni siquiera en esta hora difícil, al borde de una calamidad, estos factores supuestamente de oposición van a jugar a la unidad nacional y ponerle el hombro a Guaidó, a la Asamblea Nacional y al liderazgo político que tiene reconocimiento nacional o internacional? Una reflexión no es mucho pedir….
Nadie pide incondicionalidad sino solidaridad inteligente. ¿Se han cometido errores? Sin duda alguna. ¿Hay cosas que no comparto? Muchas…
Pero hay que buscar el escenario para expresarlas y a todo evento, es preferible enfocarse en los aciertos y resultados positivos. Hoy el régimen cubano-militar está contra las cuerdas, no producto del azar o del destino, sino de una política que se ha sostenido con perseverancia y no pocos riesgos. No reconocerlo es una actitud mezquina que habla por sí sola. Como decía aquel Mosaico Criollo del maestro Billo Frómeta, «por más que se tongonee, siempre se le ve el bojote».
Twitter: @richcasanova
Dirigente progresista PJ


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