viernes, 16 de abril de 2010

La Armada Brancaleone

Abel Ibarra

Si no fuera por lo patético que terminan siendo las ridiculeces de Chávez provocaría morirse de la risa. Las dos más destacadas de la semana que termina son el desfile de las milicias bolivarianas que están dispuestas a dar hasta la última gota de sangre por el mariscal de Sabaneta y la decisión de despojar a la Academia Nacional de la Historia de los archivos de Bolívar y Miranda, este último, tal y como lo dejó el Generalísimo en 1812, según dice la respetada historiadora Inés Quintero.

Vamos primero con la “Armada Brancaleone”, ese remedo de ejército del pueblo que parece más bien sacado de la película dirigida por Mario Monicelli, donde Vittorio Gasman hace las veces de un guerrero de medio pelo, que bien podría ser la caricatura de Hugo Chávez.

Cualquiera que vea las fotos tomadas durante la parada ¿militar? realizada para celebrar el abril en que el teniente coronel golpista mandó a disparar contra una multitud desarmada, podrá notar, al menos, dos asuntos que imposibilitan el sentido heroico del malhadado ejército del pueblo.

Uno, la incapacidad física de los elementos de tropa (más bien parece una trouppe de actores de ópera bufa), para asumir la defensa del territorio nacional ante una ilusoria agresión del imperio y sus aliados nacionales, según dice la proclama incendiaria del jefe.

Cuando digo incapacidad física me refiero a las barrigas cerveceras de los soldados pondrones (del inglés punch drunk, para referirse a los boxeadores fuera de forma), a la decrepitud de unos pobres señores usados como carne de cañón para la burla de los miembros del gobierno y al esfuerzo casi sobre humano de estos combatientes (que no sirven ni para defender un gallinero de las acechanzas de un zorro), al levantar un fusil que debe pesar como cinco kilos.

Pero lo más patético del asunto son los fusiles mismos, un modelo FAL, es decir, Fusil Automático Liviano, en sus distintas versiones caducas de M-1, M-14 y M-16, que están fuera de circulación desde que Hugo Chávez decidió comprarse los AK-47 rusos para repartírselos a las FARC, al ELN, a sus grupos de narcotraficantes y, de paso, cobrar la comisión que corresponde por tamaño negocio, para cuando le toque el momento de un exilio dorado.

Pero lo que causa más desacomodo es que ninguno de los fusiles tiene cacerina, o sea, el cargador donde deben ir almacenadas las balas 7 milímetros, en este caso, llenas del mismo aire del que se nos llena la boca cuando nos reímos.

Esta previsión tiene dos lecturas, una, que Hugo Chávez tiene miedo de que uno de los “suyos” (llevados en autobuses y cheque de por medio), se le ocurra apuntarle a la cabeza y salir de una vez por todas de tanta humillación y, dos, que sencillamente el acto de marras no tiene otro objetivo que amedrentar a la oposición, a la manera de las SS hitlerianas, en un momento en que el jefe de esta mamarrachada socialista no las tiene todas consigo.

Estamos claros en que el único tiro que le vamos a dar es el de los votos en las próximas elecciones para construir una mayoría en el parlamento, como el primer paso para salir de él por la vía democrática en el 2012, a pesar de todas las intimidaciones y de la colaboración que le prestan los opinadotes de oficio que juegan a sabotear el trabajo de la mesa de la unidad democrática.

Ojala que este asunto de despojar a la Academia Nacional de la Historia de los archivos de Bolívar y Miranda, no sea para quedárselos dentro de sus haberes personales y, luego, cuando el futuro le pase la factura por este desastre que le ha causado en el país, decida pagar con la venta de uno de los pedazos más importantes de nuestra memoria colectiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario