sábado, 4 de septiembre de 2010

El lamentable CNE
ELÍAS PINO ITURRIETA | EL UNIVERSAL
sábado 4 de septiembre de 2010

Una trillada opinión sugiere que no se debe uno mal poner con el árbitro cuando va a participar en la pelea, pues lo aceptó previamente y debe conformarse con su presencia sin ponerse respondón en la víspera. No sólo por la obligación de acoplarse a unas reglas establecidas con antelación, sin las cuales no puede existir un enfrentamiento creíble, sino especialmente porque no conviene la enemistad con el juez que te puede levantar o torcer el brazo después del pugilato. La opinión parece más consistente en el ambiente electoral de nuestros días, debido a que llenar de reproches a los que van a contar los votos y a cantar el escrutinio puede provocar el inde-seable resultado de correr a los votantes. Sin embargo, aún frente a los riesgos de una enemistad con el supremo dictaminador, y de una estampida de sufragantes, sólo la pusilanimidad puede hoy confinarse en el silencio.

Apenas comenzada la campaña electoral, el ventajismo del PSUV ha sido escandaloso. La desmedida utilización de los recursos del Estado, hecha sin embozo y en medio de una movilización que por su volumen solo puede encontrar explicación en la dilapidación de los dineros públicos, no deja dudas sobre la bandería que tiene la sartén por el mango debido a que nadie se ha ocupado de impedir que no sea así. Si no se tienen a mano los comprobantes de la dilapidación, basta con observar la compañía de los altos burócratas y el uso de vehículos de las gobernaciones y alcaldías afectas al régimen, para no quedar como estúpidos a la hora de localizar la generosa fuente de los apoyos que ha sumado el partido. El caso ha llegado a los extremos de valerse de los empleados públicos, en plena luz del día y en las más transitadas avenidas, para destrozar la propaganda de la oposición y para reemplazarla por afiches de los "revolucionarios". En el campeonato de las trampas y las zancadillas se gana la medalla de oro el Canal Ocho, solazado durante el tiempo que le viene en gana en la transmisión de los eventos del oficialismo, en la alabanza de sus candidatos y en la censura de los nominados por la MUD. De seguro una conducta así de aberrante no puede generar sino repulsas, es decir, un efecto contrario al que procuran sus artífices, pero aún tomando por bueno lo que es esencialmente perverso existe la obligación de reprobarlo y de exigir su liquidación como asunto de simple decencia.

En la médula de la arbitrariedad está apoltronado el mandón, para variar. Yo hago lo que me da la gana con las reglas, nos grita a diario. No hay dios que me meta en cintura, apocados súbditos, nos lanza en la cara. Como el país me pertenece, hago lo que quiera con la campaña, con los candidatos, con los votantes, con los votos, con las circunscripciones, con los observadores, con los jueces y con lo que se me vaya ocurriendo. Como no tengo perro que me ladre, me ocupo del rebaño de acuerdo con mi santo parecer, sin atender opiniones ajenas ni fórmulas que sólo pueden regir para el común de los mortales. No hay elecciones parlamentarias porque yo soy el candidato único, de acuerdo con la mesiánica misión que debo cumplir en la comarca "bolivariana", o simplemente porque me fascina el disfraz de parlamentario y porque no les voy a dar el gusto de quedarme callado. No faltaba más. Ni que fueran ustedes el Rey de España.

Por cierto, el CNE podía comportarse como el Rey de España, aunque no por el respeto de las normas de convivencia que la coronada cabeza de Juan Carlos ha aceptado en su reino. La experiencia nos indica que ese "republicano" organismo carece de familiaridad con tal comportamiento. Hasta ahora ha hecho poca cosa para demostrar lo contrario. Más bien se siente a gusto en su rol de vasallo del reyezuelo tropical, de acuerdo a cómo se advierte su complacencia ante la multiplicación de las aludidas tropelías. ¿Qué le podemos pedir ahora al CNE, entonces? ¿Qué nade contra su propia corriente? ¿Qué sea distinto de lo que ha sido hasta la fecha? ¿Qué ensaye actitudes republicanas en la rutina de un insólito cetro, cuyo establecimiento ha fortalecido? Es esperar demasiado. No se les puede pedir a los rectores que le pongan el cascabel al gato, cuando ni siquiera se han acercado a las tiendas para saber cuánto cuesta un cascabel. Pero nos atrevemos con una sugerencia: que ensayen una pose de autonomía, a ver cómo les queda; que se atrevan un poquito a ser lo que deben ser, que se laven la cara, en suma. De todas maneras vamos a votar, y a buscar la victoria con los votos.

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