martes, 29 de octubre de 2019


FRANCO, EXHUMACIÓN Y NUEVO ENTIERRO
Carlos Canache Mata

Antes de referirme a la exhumación de los restos mortales del dictador Francisco Franco en la basílica del Valle de los Caídos y su segundo entierro en el cementerio de Mingorrubio (cerca del palacio de El Pardo, que fue la residencia oficial de Franco) el día 24 de este mes, es pertinente hacer algunas consideraciones sobre el personaje y la guerra civil, 1936-1939, que culminó con la derrota y desaparición de la II República española, proclamada el 14 de abril de 1931.

    El 12 febrero de 1936, se celebraron en España las elecciones generales que dieron el triunfo al Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda (usamos la terminología tradicional, que nos ahorra especificaciones más extensas) que proponía una reforma agraria (los propietarios rurales, el 1% de la población, poseían los dos tercios de las tierras cultivables), un manejo adecuado del problema de las autonomías regionales, la amnistía de los presos políticos que habían sido encarcelados por el gobierno de la derecha (que había surgido de las elecciones generales de noviembre de 1933) durante las huelgas obreras de octubre de 1934, y ratificaba la separación de la Iglesia y del Estado y la libertad de cultos que habían sido decretadas en mayo de 1931, al comienzo mismo del proceso republicano  que sucedió a la monarquía.

   Como se dice, ardió Troya. La derecha se alarmó con la victoria del Frente Popular, y  sus piezas se empezaron a mover de inmediato. El personaje de este artículo, el general Francisco Franco, que era para el momento el Jefe del Estado Mayor del Ejército, y el político de derecha José María Gil Robles, líder de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) presionaron fuertemente al Jefe del Gobierno, Manuel Portela Valladares (al que Franco visitó personalmente), para que desconociera el resultado electoral y decretara la ley marcial en todo el país. El gobierno de Portela sólo cedía a decretar el estado de alarma, anterior al de guerra. Es más, el general Franco le pidió  al director general de la Guardia Civil, Sebastián Pozas, que sacara sus efectivos a la calle, a lo que no accedió. Como las presiones seguían, Portela presentó la dimisión al Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y Manuel Azaña fue su sustituto interino, quien se arriesgó a enviar al general Franco a Canarias como Comandante General. Las nuevas Cortes, electas el 12 de febrero, se instalaron en abril, y el 10 de mayo de 1936 se nombra a Azaña nuevo Presidente de la República y a Santiago Casares Quiroga Jefe del Gobierno.



   La conspiración militar siguió activada y el general José Sanjurjo, exiliado en Portugal, era reconocido  como el líder indiscutible y jefe de la futura junta militar de gobierno. En una reunión de principios de julio, se fijó la fecha del 18 de julio de 1936 para el alzamiento militar. Los acontecimientos se precipitan. El 13 de julio es asesinado el dirigente conservador José Calvo Sotelo, y la sublevación en el protectorado del Marruecos español se adelantó y se produjo el día  17 ante el rumor de que los conjurados iban a ser detenidos. El  día 20  muere en un accidente aéreo el general Sanjurjo cuando viajaba a España para ponerse al frente de la situación militar. Es por eso que Franco pasa a ser la primera figura del alzamiento: es nombrado por la Junta de Gobierno de Burgos Generalísimo de las fuerzas de tierra, mar y aire (29 de septiembre de 1936) y Jefe del Estado, del Gobierno y de los Ejércitos de España (30 de enero de 1938). La guerra civil de tres años concluye el 1° de abril de 1939 con la derrota y desaparición de la II República.

   Después de establecer un régimen dictatorial de 36 años, Franco muere el 20 de noviembre de 1975. La exhumación de los restos de Franco y su nueva inhumación han suscitado opiniones encontradas. Para unos  es reabrir las ya lejanas heridas de la guerra civil, para otros, en cambio, con la exhumación “se alivian” los tormentos provocados por quien los encabezó  en una España  que tiene “todavía la impresionante espina de un mausoleo que homenajeaba                 a uno de los responsables de su desgracia colectiva, a un tirano que se cebó contra los restos de los republicanos a quienes había derrotado cuando inició una lucha fraticida después de un alzamiento militar contra el gobierno legítimo” (editorial de El Nacional del 25-10-19).

   Los familiares del dictador, en un comunicado público, dicen que lo ocurrido es “un impúdico circo mediático, que solo busca propaganda y rédito electoral”,  seguramente aludiendo a los pocos días que faltan para los comicios del 10 de noviembre. La verdad es que la exhumación ya estaba contemplada en la Ley de la Memoria Histórica  del año 2007 y no se sabe si beneficiará a los competidores de la derecha o de la izquierda de la próxima cita electoral.

   Desde una acera de la Gran Vía de Madrid, un día del año 1952 yo ví al dictador Franco que iba de pie en coche descubierto al lado de un gobernante árabe visitante, seguidos de una larga fila de automóviles que garantizaban, en lo posible, protección y seguridad. Me latigueaban la mente versos del poema “España, aparta de mi este cáliz” del gran poeta peruano César V allejo:

       …si la madre

      España cae –digo, es un decir-

       salid, niños del mundo; id a buscarla!...

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