jueves, 25 de junio de 2020


¿LIDERAZGO ÉTICO?





MARTA DE LA VEGA







Parecería un oxímoron, esa figura de la retórica que combina dos expresiones que dicen juntas lo contrario o cuyo significado se opone al de la otra palabra que acompaña o califica.
Hay muchos tipos de liderazgo, según las circunstancias y el contexto, las características del líder, el campo en que se ejerza esta capacidad de motivar, de aglutinar, de convencer a otros, de orientar e inducir a otros a lo que hacen y hacer que otros se dejen guiar. Un líder inspira, tiene el poder de influir en otros, de conducir a los demás, de vincularlos con un sueño y de impulsar su concreción efectiva. Es a la vez visionario y pragmático.
El liderazgo político, desde Maquiavelo, apareció reñido con la ética al modo como la comprendió Aristóteles, indisociable de la política, de la cual era parte. Ética significaba para el filósofo griego el ejercicio pleno de la ciudadanía, del polités, el ciudadano; del sujeto que servía a la ciudad y a los más altos asuntos públicos, que a todos afectan, como su deber supremo, como su mayor responsabilidad.
Al contrario del “idiota” (idiotés), del que se aislaba y desentendía de la ciudad, de la polis y se volcaba únicamente sobre sí mismo para dedicarse a sus asuntos individuales, ser ciudadano no era primero un derecho, como ocurre a partir de la modernidad, sino un deber ético. La ética es inherente a la vida en sociedad, puesto que, por naturaleza, dijo Aristóteles, somos seres sociales, “animales políticos”. Ética y política eran inseparables.
En El Príncipe, el pensador florentino establece que el objeto de la política es el poder y desarrolla los medios mediante los cuales un soberano logra cómo preservarlo. Incluso se vale de la astucia y la hipocresía, del engaño y la mentira para mantenerse en él. En ese sentido, la frase “el fin justifica los medios”, aunque jamás la escribió Maquiavelo, retrata el carácter instrumental y utilitario propios de la conservación del poder. Pero no es verdad que sea a cualquier precio. Aunque sea temido, un soberano “exitoso” debe ser también amado y respetado. Pues si tiraniza, coacciona arbitraria o brutalmente a sus súbditos, los trata con injustificada crueldad o no escucha sus necesarias demandas, estos van a rebelarse. Y así el príncipe pierde estabilidad y poder, al destruirse lo que hoy llamaríamos la gobernabilidad.
El liderazgo de Martin Luther King, hasta su trágica muerte en 1968, se distinguió por su coherencia y su pacifismo activo. Supo con su lucha, aún vigente, quebrantar el statu quo para propiciar a favor de la igualdad de derechos un cambio de paradigma en cuanto a los prejuicios raciales y la discriminación. De su discurso más famoso, de 1963, Yo tengo un sueño…, citamos: “Hay quienes preguntan a los que luchan por los derechos civiles: '¿Cuándo quedarán satisfechos?' Nunca estaremos satisfechos mientras el negro sea víctima de los inimaginables horrores de la brutalidad policial…” De manera análoga, podemos sustituir por “democracia” el término “negro” en la actual Venezuela abrumada de represión, injusticia, corrupción y tiranía criminal para afirmar que solo cesarán nuestra protesta y nuestro empeño a favor de la libertad y la decencia cuando, con las palabras de King: “Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia.” 
Luther King nos da hoy una lección de liderazgo ético: “…no deberemos ser culpables de hechos erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio.” El resentimiento, la venganza social y el revanchismo como motores de cambio social son un callejón sin salida. Y agrega: “Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física.” Los atajos, las aventuras militaristas que pierdan de vista principios y valores democráticos, como ocurrió con el trágico “Macutazo” del 3 de mayo de 2020, infiltrado, provocado y financiado por el régimen usurpador, conducen a una espiral destructiva de sangre y muerte.
En la condición extrema en la que se encuentra Venezuela, hay un tercer rasgo del liderazgo de King que urge a la dirigencia de las fuerzas democráticas: él era un comunicador efectivo, que sabía activar los sueños de muchas generaciones con sus palabras y sus acciones. Mensaje preciso y sin rodeos; decir la verdad, tener metas claras y plena transparencia; no atizar esperanzas con ilusiones ni falsas expectativas, anticipar las dificultades y comunicar todo de antemano. No queremos más caudillos sino un líder, ético y compasivo. No somos inválidos sino ciudadanos.




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