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sábado, 31 de julio de 2010
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miércoles, 28 de julio de 2010
Preguntas sin respuestas
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ENEMISTADES OPORTUNAS
Leandro Area
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martes, 27 de julio de 2010
Entrevista a Humberto de la Calle
El TiempoMartes, 27 de julio de 2010
¿Qué tan grave es el rompimiento de relaciones con Venezuela?
Considero que es apenas la formalización diplomática de un hecho que ya existía. El comercio difícilmente caerá más, y hay algunos desarreglos para los viajeros. Pero lo que implica como hecho material ya había ocurrido. Es poco lo que perdemos frente a eso. Por ejemplo, mire usted el comportamiento del dólar, que no ha subido. El dólar no le cree a Chávez. En cambio ganamos claridad en las relaciones bilaterales y en los problemas que tenemos en Venezuela frente a la comunidad internacional.
Puede que la situación comercial no empeore mucho más. Pero sin relaciones diplomáticas, nos quedamos sin canales para que cualquier escaramuza en la frontera no adquiera visos de una confrontación mayor...
No creo que haya una guerra formalmente declarada por Chávez, porque su psicología es muy volátil. Chávez sube como Alka-Seltzer y luego se aplaca. Y hay varios antecedentes históricos. Da el golpe, y luego se apachurra. Por ejemplo, en el golpe que en 1992 le dio a Carlos Andrés Pérez, fue el primero que se entregó. Cambió el golpe por una intervención en televisión.
Chávez es extraordinariamente cobarde cuando alguien se atreve a confrontarlo...
Así es. En el golpe que trataron de darle en el 2002, su primera reacción fue lograr un acuerdo e irse para Cuba. Y en República Dominicana, cuando Uribe lo plantó, frenó. Luego, no creo que este sea el anuncio de una declaratoria de guerra. Lo que sí hay es un riesgo de escaramuzas, que no sabemos en qué termina. Recordemos que ya hubo una guerra entre El Salvador y Honduras por un partido de futbol. De manera que ese es el gran peligro.
Maradona fue testigo de excepción en el anuncio de la ruptura de Chávez con Colombia...
Cuando cayó Argentina en el Mundial, me inspiró solidaridad Maradona, porque aceptó la derrota con gallardía. Pero verlo hoy de corifeo y bufón de la corte chavista me produce repugnancia. Es un cuadro patético que habla mal de los dos.
En retrospectiva, ¿le pareció bien la utilización que hizo Colombia de la OEA para presentar ante la comunidad internacional sus denuncias contra Venezuela?
El primer anuncio que hizo el Gobierno se veía débil. Pensamos que era un refrito, que no había nada nuevo y parecía un error moverse en esa situación. Yo mismo escribí diciendo que el Gobierno había sido inoportuno, y que le había hecho un daño a la posibilidad de reconciliación por parte del presidente Santos. Pero mirando las cosas ahora, sí hay que reconocer que hubo hechos nuevos, pruebas nuevas, contundentes, que generan una convicción. Creo que el Gobierno obró bien llevando esto al Consejo Permanente y la respuesta del embajador venezolano, Roy Chaderton, me pareció absolutamente gaseosa. Lo conozco desde hace muchos años y creo que es uno de los más brillantes diplomáticos que hay. Pero para responder en este caso utilizó la ironía, lo cual demostró que Venezuela no tenía nada que responder en concreto a las denuncias de Colombia.
Muchos pensábamos hace una semana que las denuncias de Uribe perjudicarían a Santos...
Yo escribí eso. Pero hoy pienso que puede que a Santos le convenga. Si Uribe hubiera optado por callar y los videos hubieran quedado en manos de Santos, ¿qué hace éste el 7 de agosto? ¿Los oculta? Imposible. Y la ruptura habría corrido por su cuenta. Me parece mucho mejor el escenario actual para Santos y para Colombia, en el cual la ruptura se le atribuye a Uribe, y Santos se quita de encima la presión inicial y gana tiempo para diseñar una estrategia. Ahora creo que Uribe le hizo un gran favor a Santos.
¿Sí cree que Chávez es sincero cuando sugiere que el arreglo no es posible con Uribe sino con Santos?
El 25 de abril, no se me olvida la fecha, Chávez dijo: "Si Santos gana, hay guerra". Luego esta es una celada para dividir a Uribe y Santos. En ese entorno de hipocresía, el 7 de agosto, si no hubiera ocurrido este último incidente, habría venido una escalada hipócrita de zalamerías de Chávez a Santos y todo tipo de presiones de la comunidad internacional para que el nuevo Gobierno de Colombia entrara en un mar de concesiones. Para Santos es más clara la política con Venezuela arrancando de cero, sin relaciones, y que comience a trabajar en un diseño estratégico que sí necesitamos para restablecerlas, echando mano, no de foros internacionales, sino de países mediadores.
¿Qué podemos esperar concretamente de la OEA, después de las denuncias de Colombia?
No puede esperarse mucho más de la OEA. En primer lugar, porque la tradición de que ahí hay que resolver las cosas por consenso se ha convertido casi que en ley imperativa, y en este caso veo muy difícil el consenso. Y en segundo lugar, porque tengo el pálpito de que a voto limpio, Venezuela nos gana. Colombia sólo tiene a Chile, México Perú, EE.UU. y Canadá. Chávez arranca con once votos del Caribe por cuenta de la petro-diplomacia, y por cuenta de la geopolítica le suma a Evo Morales, a Nicaragua, a Brasil, a Argentina y a otros más. Si se llegara a votar, eso terminaría en que no hay decisión o se convierte en esa cosa siempre transaccional y babosa de la OEA. Colombia hizo lo que podía hacer: generar, en un ámbito internacional, una acusación concreta. Eso va a seguir caminando, y tampoco la tiene fácil Venezuela.
¿Nos queda la posibilidad de acudir ahora ante las Naciones Unidas?
La ONU tiene poder coercitivo, y particularmente después del 11 de septiembre, la resolución 1373 y otras obligan a los Estados a no albergar terrorismo y a actuar contra él. Pero la ONU está permeada por el tema del terrorismo. El conflicto árabe-israelí hace inviable tomar una decisión con el mote de terrorismo. Eso no tiene posibilidades de funcionar. Y en el Consejo de Seguridad hay lugar al veto. Ya veo a Rusia vetando cualquier propuesta contra Venezuela. Además, no me parece conveniente acudir ante las Naciones Unidas, porque si se coloca este conflicto, por importante que sea, al nivel de la agenda del Comité de Seguridad de la ONU, Colombia es supremamente vulnerable, y se nos puede devolver.
¿Por qué se nos puede devolver?
Porque no podemos ocultar que tenemos un serio problema de derechos humanos, que se acentuaría si Colombia plantea ese problema ante la ONU.
¿O sea que quedó copada la capacidad de denuncia de Colombia? ¿hasta aquí llegamos?
Sí. Porque el foro de Unasur, que también se ha propuesto, es un campo minado para Colombia.
¿Y recurrir a la Corte Penal Internacional para denunciar la complicidad de Venezuela, como ha propuesto el Gobierno?
Aquí sí estoy en desacuerdo con el Gobierno. Es un gran error y un desconocimiento de cómo funciona la Corte Penal Internacional. Ella sólo actúa en subsidio de la justicia nacional. Tendría que existir un juicio contra Hugo Chávez a la luz de la legislación venezolana, no a la luz de la legislación y de los deseos de Colombia. Y demostrar que la legislación venezolana, o no ha querido o no ha podido juzgar a Chávez. Luego, me parece que si Colombia va hoy ante el Fiscal de la Corte, el señor Moreno Ocampo, a pedirle que le abra un juicio a Chávez, eso no le va a funcionar como cuando se pone un denuncio ante una inspección de Policía. Hay un desconocimiento de cómo funciona esa Corte. Pero también me parece que tiene un efecto muy malo para Colombia hacia el futuro, porque si algún país es vulnerable y no debe alborotar el avispero de la Corte Internacional es Colombia. Los videos prueban que la guerrilla está ahí, en Venezuela, pero distinto de una convicción política, no hay pruebas judiciales del involucramiento de Chávez. Luego esto no debe salir del terreno de lo político.
Sin embargo, el Fiscal encargado que tenemos avaló esa propuesta de acudir ante la CPI...
Pues le hago una crítica adicional: el Fiscal General de Colombia es independiente del Ejecutivo. No me parece un buen espectáculo, porque le hace daño al propio Fiscal, que en las escalinatas de Palacio anuncie medidas dictadas por el Gobierno, porque eso lo asimila a los fiscales de Ecuador y Venezuela. Es un desastre, una equivocación, porque le quita credibilidad a la institución de la Fiscalía.
Chavez sí aplaudió la posición del ex presidente Ernesto Samper...
El papel de Samper no le luce. Ese cuadro patético de Hugo Chávez con Maradona, diciendo públicamente que su gran amigo en Colombia es Samper no le queda bien a Samper, porque la estrategia de Chávez es hasta predecible, casi telegrafiada. Chávez busca dividir a los colombianos en dos frentes. El primero, provocando un distanciamiento Uribe-Santos. Y el segundo frente, decir que el problema de las Farc es apenas el de la extrema derecha y no de todos los colombianos, y la prueba, dice él, es que soy amigo de Samper y del Polo. Creo que el presidente Samper debería cortar ese coqueteo. Claro que él siempre podrá decir que una mujer casada no tiene la culpa de que le coqueteen, pero siempre le queda el recurso de rechazar ese coqueteo, sobre todo cuando tiene consecuencias tan grandes, como que quede la apariencia de que el tema de las Farc es una preocupación exclusiva de la extrema derecha en Colombia y no de todos los colombianos. Samper debería abortar la jugada divisiva de Chávez.
Increíble, pero Ernesto Samper se está prestando a que Chávez lo cite como prueba de que los colombianos estamos divididos frente al tema de las Farc...
Eso es claro. Se está prestando.
Lo único que no han dicho Chavez ni su embajador Chaderton es que el señor Iván Marquez no está en las coordenadas citadas...
Tiene toda la razón. Nunca lo han negado categóricamente. De ahí el anuncio de la ruptura de relaciones, que tiene dos propósitos: uno interno, que es galvanizar a la población con el argumento anti colombianista y ganar las elecciones. El mismo truco de los caudillos dictatoriales de Latinoamérica, como en el caso de las Malvinas. En el frente internacional, la ruptura fue la manera de no contestar ante las denuncias de Colombia. Romper implica no tener que seguir dando explicaciones. Es como el tipo que llega a las dos de la mañana untado de colorete, la señora le pide explicaciones, y el marido se pone bravo y se va, o el taxista que atropella a una persona y se baja del carro a insultarlo. Es la manera de Chávez de eludir la responsabilidad que tiene ante este caso.
¿Qué sigue?
En los foros internacionales llegamos al nivel de denuncia y ahí queda, pero eso sigue caminando por otras rutas. El Departamento de Estado de EE.UU. ya dijo: las acusaciones son serias. Esto no se puede pretermitir ni puede ser archivado de un plumazo.
¿Pero qué debe hacer Santos?
Como esos foros internacionales son limitados, y como acudir ante la CPI es un desatino, Santos tendrá que diseñar una política que debe ser diplomática de todas maneras y encuadrada en las buenas maneras, a partir, pensaría yo, más bien de países mediadores, para emprender la difícil tarea de la reconstrucción de las relaciones. Entiendo el mensaje del presidente Uribe de que no nos van a chantajear con el comercio, pero tampoco se puede minimizar el asunto de la vecindad en el marco de lo que comercialmente y en materia de desempleo implica la crisis. La circunstancia es favorable a Santos para una política más pausada y las presiones que se veían venir.
-Cierro esta entrevista con una pregunta concreta: ¿Cómo vamos a impedir que Chávez siga protegiendo a las Farc?
Sobre el tema se ha dado mucha opinión bobalicona. Mucha gente anda pidiendo: "¡Diplomacia, diplomacia!" ¿Qué es diplomacia? Es ir ante un foro internacional a denunciar unos hechos. Y la ruptura y la crisis han significado un esclarecimiento mayor de la situación. El hecho claro es que hay guerrilla colombiana en Venezuela. Se habla de mil soluciones y no de la obvia, que es que Chávez no puede proteger a la guerrilla. Es su obligación nacional e internacional no hacerlo. ¿Cómo lograr que no lo haga? No va a ser fácil. Tiene que haber presión internacional, no necesariamente en los foros, pero sí vectores internacionales. De hecho ya algunos sectores de la oposición venezolana han hecho una reflexión muy importante: cría cuervos y te sacarán los ojos... En Venezuela se está aclimatando una guerrilla. ¿Qué tal que el día de mañana Venezuela tenga en el palacio de Miraflores a un Gobierno verdaderamente democrático, y se encuentre con una guerrilla aposentada y fuerte en su territorio?
Es una reflexión elemental: los propios venezolanos no pueden estar interesados en que los guerrilleros estén en su territorio. Son semilla de insurrección, de delincuencia, de narcotráfico, y aprovecharán para abrir nuevas rutas en territorio venezolano...
Es la historia del elefante con el alacrán. Finalmente, el alacrán termina picando al elefante, porque esa es su naturaleza.
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lunes, 26 de julio de 2010
La dictadura del los Castro agoniza, y el problema para Raúl y sus secuaces es como saltar hacia el otro lado del abismo, o lo que es parecido: como realizar una transición económica desde el comunismo salvaje hacia el capitalismo social de mercado, salto mortal que llevará más temprano que tarde a otro salto aún más mortal: el salto que va desde una sangrienta dictadura militar hacia una democracia moderna.
Ambos saltos son muy superiores a las fuerzas de Raúl y los generales que lo siguen. De ahí que en estos momentos de triste agonía, Raúl y los suyos contemplan el otro lado del abismo, hacen como que van a saltar y luego dan un paso atrás, aterrados. Quizás Chávez, el adalid del socialismo del siglo XXl -remedo venezolano de ese remedo cubano que no era más que un remedo soviético- pueda mantenerlos intubados un tiempo más. Quizás para Raúl y los suyos el problema no es sobrevivir sino simplemente retardar el momento de la muerte final.
Cuba no muere, pero en Cuba más de algo está muriendo. Y, por lo mismo, naciendo. Tal vez algún día Pablo Milanés hará un canto a lo que está naciendo. Pero por el momento nadie sabe lo que es. En cualquier caso, después de haber leído el magnífico libro escrito por Jaime Benson tengo la impresión de que ese “algo” que muere (y que nace) es más que el fin de uno de los últimos regímenes exponentes del “socialismo real”.
2.
Por supuesto, en Cuba muere uno de los últimos exponentes del socialismo real. Y lo peor, muere antes de haber nacido, y si seguimos con atención los capítulos “económicos” (sobre todo los dos primeros del texto) del libro de Jaime Benson, tendríamos que decir que, además, muere antes aún de haber sido concebido. En ese punto el destino de Cuba no se diferencia demasiado del que corrieron los regímenes satélites de la URSS después de la caída del imperio soviético. Todos perecieron en medio de un socialismo imaginado por las correspondientes dictaduras como fase inferior del comunismo, periodo de supuesta transición hacia la sociedad perfecta, fase que constituye uno de los objetos preferidos del análisis de Benson.
No está de más recordar que todas esas economías del pasado reciente llamadas socialistas obedecían las líneas de un plan llamado de transición; por lo general, de una doble transición, a saber: la transición del capitalismo al socialismo y la transición del socialismo al comunismo. Parodiando a Trotsky quien postuló la tesis de la revolución permanente, podríamos decir que las dictaduras comunistas se orientaron de acuerdo a la tesis estalinista de la “transición permanente”.
El mismo término “socialismo real” quería significar que ese socialismo que imperaba en esas naciones era el “hasta ahora” posible, parte de una transición que alguna vez iba a terminar en el socialismo sin transición: el comunismo total, el fin de la historia, el más allá de todo más acá.
La ideología del socialismo como transición permanente cumplía, a su vez, el objetivo de justificar a las más diferentes perversiones políticas de nuestro tiempo.
De todas esas perversiones quizás la más perversa era y es la perversión dictatorial pues hasta ahora nadie ha sabido de un proceso de construcción del socialismo que haya sido realizado en términos democráticos.
La dictadura socialista -y ese es el punto que diferencia a las ideologías comunistas de las ideologías socialistas democráticas- no significa sólo una ruptura con la democracia sino que es, o nos ha sido vendida, como “una necesidad histórica” ; una etapa que hay quemar para acceder a la siguiente. Una necesidad, es decir, un medio del que se sirve la historia en ese camino que culminará, de acuerdo a la ideología marxista, en la realización del comunismo: “fase superior del socialismo”
Efectivamente, el marxismo es la única ideología de nuestro tiempo que justifica e incluso exalta a la dictadura como el mejor sistema de dominación política posible. Esa, y no otra, es la razón por la cual tantos dictadores han sido atraídos por la ideología marxista aún sin haberse dado el trabajo de leer a Marx (como confesó una vez Castro y como confesó recientemente el “neo-marxista” Chávez). Es decir, mientras los dictadores no socialistas, desde Trujillo a Pinochet, los dictadores socialistas no solamente no niegan la existencia de sus dictaduras sino, además, las enaltecen como partes de una fase “científicamente” programada, destinada a realizar la (infinita) transición que se extiende desde el capitalismo al comunismo. En ese punto Karl Marx tiene más de alguna culpabilidad.
En el Manifiesto Comunista, así como en sus breves trabajos destinados a comentar los luctuosos acontecimientos que dieron lugar a la Comuna de París, Marx, llevado por su innegable ímpetu literario, utilizó, y más bien como metáfora, el concepto de dictadura pero no para referirse a un régimen político determinado sino a una estructura socioeconómica dividida en clases sociales: la dictadura de la clase capitalista sobre la clase proletaria. Luego -según Marx- la revolución socialista (o comunista) debería invertir los términos y en lugar de la dictadura de la burguesía, establecer la dictadura de la clase obrera: “la dictadura del proletariado”. El audaz Lenin, a su vez, desvió el sentido literario del concepto de Marx y otorgó al concepto de “dictadura” un significado supuestamente “científico” escribiendo incluso una apología a “la dictadura del proletariado” en ese panfleto que encandiló la mente de Chávez titulado “El Estado y La Revolución”. El mismo Lenin -sin duda uno de los más eximios manipuladores ideológicos de la modernidad- se las arregló después para concebir una “dictadura del proletariado” sin proletariado, esto es, una dictadura del Partido del Proletariado. El “gran aporte” del castrismo al marxismo- leninismo fue, a su vez, concebir una dictadura militar en nombre del partido, en nombre del pueblo, en nombre de todo: “la dictadura del militariado” que eso fueron y son las diversas dictaduras tercermundistas que ha asumido el socialismo como ideología de transición perpetua, siniestra familia a la que pertenecen Gamal Abdel Nasser en Egipto, Muammar al-Gaddafi en Libia, Sadam Husein en Irak, Baschar Assad en Siria, Robert Mugabe en Zimbawe, Fidel Castro en Cuba y tantos otros dictadores “socialistas” de la modernidad tardía.
Los ilustres personajes nombrados tienen, además de la ideología socialista, algo muy en común. Todos han sido dictadores en naciones inmersas en esa creación politológica europea llamada Tercer Mundo.
3.
De acuerdo a las casi siempre arbitrarias denominaciones geopolíticas de la Guerra Fría, el primer mundo estaba formado por las economías capitalistas altamente desarrolladas, el segundo por el mundo comunista y el tercero por todo aquello que sobraba, sobre todo en África y en América Latina. El Tercer Mundo era, en efecto, el mundo destinado a ser repartido entre los otros dos mundos.
En algunas naciones de ese “resto del mundo” que era el tercero, tuvieron lugar revoluciones anticoloniales de liberación nacional que, al recibir apoyo soviético, entraron como clientes a formar parte del imperio dirigido desde Moscú. De ahí que el mundo comunista se dividía en tres esferas: 1. la del núcleo imperial formado por Rusia y las naciones anexadas durante el periodo Lenin- Stalin 2. Las llamadas “democracias populares” en la Europa del Este, y 3. Los “socialismos tercermundistas”.
La Cuba castrista gozaba de un doble status. Por una parte era una “democracia popular” con todos los derechos y deberes que esa denominación implicaba, y por otra, era un “socialismo del Tercer Mundo” al estilo sirio o iraquí. De acuerdo a ese segundo status, Fidel Castro intentó continuamente perfilarse como un líder del Tercer Mundo, primero en contra de la URSS (periodo guevarista) y cuando eso ya no fue posible, al servicio de la URSS. Es en ese marco donde deben entenderse las aparentemente absurdas intervenciones de las tropas cubanas en países africanos, las intervenciones ideológicas en el Chile de la Unidad Popular, y la ocupación de puestos claves (económicos y militares) en la Venezuela de Chávez. El castrismo ha sido y es radicalmente intervencionista.
Ahora bien, después del derrumbe del “segundo mundo”, el comunista, el concepto de Tercer Mundo ha perdido toda relevancia ideológica. Hoy sirve sólo como metáfora para designar a las naciones pobres de la tierra, que son muchas. Sin embargo, después de la caída de la URSS y del fin de las “democracias populares” continuaron existiendo como islotes separados de contextos políticos y territoriales, diversos “socialismos” del Tercer Mundo. El más importante de todos, China, ya no pertenece ni al Tercer Mundo ni mucho menos al socialismo. Por el contrario, es una de las principales potencias capitalistas de la tierra y, como muchos economistas opinan, la verdadera locomotora del mercado mundial. Otras naciones “socio-tercermundistas” como Vietnam, han pasado a formar parte del ágil y agresivo capitalismo sudasiático, incorporando además en sus gobiernos formas avanzadas propias a las democracias occidentales. De ahí que del antiguo socialismo del Tercer Mundo queda muy poco. La nación más relevante, no por su economía sino por sus arsenales atómicos, es Corea del Norte. En el mundo árabe perviven todavía algunos reductos socio-tercermundistas (Libia, Siria, Sudán) pero no son más que despojos de lo que alguna vez fue el ambicioso proyecto “nasserista” destinado a desarrollar un socialismo árabe, militar y laico bajo el amparo del imperio soviético.
Las pocas dictaduras socio-tercermundistas que todavía subsisten son muy similares entre sí. En todas gobierna el Ejército bajo el mando de algún cruel y anciano caudillo. En todas prima el más aterrador atraso económico y cultural, y en todas aumentan las cárceles donde van a parar no sólo quienes piensan distinto al régimen, sino los que simplemente piensan. Se trata, está de más decirlo, de dictaduras agónicas, y tarde o temprano, como ya está ocurriendo en la Cuba castrista, desaparecerán de la faz de la tierra, o como ya ocurre en el caso árabe, serán tragadas por otros proyectos históricos como por ejemplo, el islamista. Mas, como acontece en el caso castrista, la muerte de esas dictaduras socialistas suele ser lenta, muy lenta.
Esas dictaduras –y en este punto tiene razón Jaime Benson- son el verdadero rostro del “socialismo del siglo XXl”. Es que no hay más; definitivamente no hay más.
El proyecto chavista visto desde esa perspectiva no es otra cosa que el último intento castrista para sobrevivir en América Latina. Pero la lenta muerte del castrismo arrastra consigo al chavismo. Sin un proyecto como el castrista, que ya casi no existe, el gobierno militar de Chávez – siempre que la ciudadanía venezolana lo permita- sólo podría sobrevivir bajo la forma de una dictadura militar clásica, una más de las tantas que conoce América Latina. Sin embargo, esa forma de gobierno también se encuentra en extinción. La Cuba castrista, que ya no es parte de un proyecto socialista imperial como ocurrió durante la existencia de la URSS, que ya no es parte tampoco del “socialismo del Tercer Mundo”, ha revelado al fin, en el momento de su lenta muerte, su verdadero rostro: el de una vulgar dictadura latinoamericana, caudillesca, populista y militar.
No Marx ni Lenin, ni siquiera Stalin viven en Castro. Tampoco Martí ni Guiteras. Pero sí Machado y Trujillo, Somoza y Batista, han regresado desde ultratumba para morir nuevamente, cubiertos esta vez bajo ese piadoso manto ideológico que eso, y no más, es la ideología del socialismo del siglo XXl.
Pero tampoco hay ningún motivo para regocijarse. Cuando derrocado Batista los guerrilleros de la Sierra Maestra entraron en la Habana, traían consigo la promesa de un mundo mejor. Fue por eso que no sólo en Cuba sino que en muchas naciones del mundo, recibimos a la joven revolución con los brazos abiertos. Cuando Cuba fue anexada por la URSS a iniciativas del propio Fidel, muchos supimos que ese mundo mejor estaba muy lejos de ser representado por los hermanos Castro. Mantuvimos todavía una que otra esperanza en que, en algún momento -pese al caso Huber Matos, al caso Cienfuegos, o al caso Padilla- “la revolución” regresaría a ese momento democrático y popular que le dio origen. Pero la revolución siguió adelante, hasta que terminó, como todas las revoluciones, devorándose a sí misma.
4.
Mi ruptura personal con la Cuba de los Castro la realicé después del golpe de Estado de Pinochet en Chile. Desde ese momento prometí posicionarme en contra de todo gobierno que mantuviese cárceles repletas de presos políticos, que obligara a miles a abandonar su patria y vivir en el exilio, que en vez de políticos, gobernaran militares. Cuba era una de esas naciones. Decidí entonces romper con la Cuba castrista y comencé a escribir en 1975 un libro que diera testimonio de esa ruptura. El libro fue publicado recién en 1978, en Medellín, Colombia. El título de ese libro es: “La revolución no es una isla”. Algunos de mis amigos habían realizado esa ruptura algo antes que yo. Otros la realizaron después. Otros, mucho después. Algunos no la realizaron jamás. Estos últimos son para mí un enigma.
5.
El libro de Jaime Benson tiene la particularidad de hacer revivir, paso por paso, los diversos momentos y estadios atravesados por la Cuba castrista. Para decirlo en clave semiótica, se trata de un libro de-constructivo. Las discusiones ideológicas en las que participaron teóricos como Mandel y Bettelheim, los objetivos nunca alcanzados, el terror estatal, la utopía de la revolución continental, la locura del Hombre Nuevo, las zafras milagrosas, los interminables discursos de Fidel, la lógica de la lucha armada, en fin, pasaje tras pasaje nos son presentados diversos momentos ya olvidados de un proceso que nunca fue lineal..
De-construcción dificilísima. Jaime Benson ha resistido, por ejemplo, la tentación de analizar todo eso que sucedió desde la perspectiva presente-pasado, que es lo que hacen muchos. Por cierto, como el autor de una novela policial, Benson conoce el final trágico de esa historia, pero la va narrando como si no lo supiera, es decir, desde una rigurosa perspectiva pasado- presente que es y debe ser la del buen historiador. En ese sentido se trata de un libro no ideológico. El autor no quiere fundamentar ninguna gran verdad ni mucho menos una visión del futuro. Benson deja que los hechos hablen por sí solos; y los hechos, hablan. Esa es quizás una de las razones que me impulsa a preguntar nuevamente acerca del enigma ya mencionado.
¿Cómo puede ser posible que todavía existan personas de las cuáles yo pienso que son suficientemente sensibles e inteligentes o por lo menos, normales, y que sin embargo siguen prestando su apoyo a “eso” que hoy es el castrismo? Entre esas personas hay algunas que han sufrido bajo dictaduras militares, que han perdido deudos y amigos, que han vivido el exilio, que han sido incluso torturados y a pesar de todo eso no sienten o no son capaces de expresar un mínimo de solidaridad con las víctimas, las miles de víctimas del militarismo castrista ¿Cómo puede ser posible que existan esos seres que nunca han sido muy fieles en sus vidas privadas pero que con respecto a la Cuba castrista mantienen una fidelidad a toda prueba, dignas del más apasionado de los amores? ¿Cuáles son los mecanismos que llevan a esos individuos a tratar de traidores y renegados a todos aquellos que viendo el rostro horroroso de la realidad se niegan a decir que ese rostro es bello? Creo que ya ha llegado el momento de intentar algunas respuestas. Para comenzar, debo afirmar que no creo en el poder hipnótico-erótico de Fidel Castro. Deben existir otras razones.
Una, la que se me viene primero a la mente, es la razón ideológica. Para explicar mejor dicha suposición es preciso entender que las ideologías no sólo son sistemas de ideas petrificadas, sino, además, verdaderos programas de pensamiento. Hay quienes al adscribir a una ideología introducen en sus mentes un sistema de programación que los obliga a pensar en términos exclusivamente inter-ideológicos, de tal modo que cualquier intento para llevar una discusión más allá del programa ideológico internalizado, está condenado al fracaso. Esas personas pueden estar muy vivas en otras esferas de la vida cotidiana; en la literatura, en el arte, por ejemplo. Pero si tú intentas discutir políticamente con ellas, activas de inmediato la programación ideológica. Esa es la razón que me ha llevado a pensar que las ideologías en muchos casos son patológicas, del mismo modo como muchas patologías son ideológicas.
Ahora, uno de los elementos centrales de la programación ideológica castrista dice más o menos así: independientemente a los errores cometidos en Cuba, hay que tener en cuenta que Cuba es socialista, y por lo tanto, Cuba se encuentra situada en una fase superior al capitalismo.
Está de más decir que dicho recurso ideológico reposa en una creencia basada en una suerte de naturalismo historicista (materialismo histórico de acuerdo al léxico marxista) heredado de la doctrina positivista y que la ideología marxista hizo suya. De acuerdo a dicho naturalismo, muy presente en diversos institutos de sociología latinoamericanos, la historia sigue una línea que la impulsa a avanzar hacia adelante, produciendo formaciones sociales cada vez más evolucionadas. Por lo tanto, que en Cuba se pueden cometer todas las atrocidades imaginables está justificado de antemano pues la naturaleza socialista de Cuba es superior a la de cualquier país capitalista.
Es evidente que para mantener un programa de pensamiento como el descrito, se requiere de una firme creencia en la idea de la progresividad histórica. Sin esa creencia, la ideología, efectivamente, no funciona. No hay, en verdad, ideología sin creencias. Pero las creencias son, a su vez, bases del pensamiento religioso. Esa constatación me lleva, por lo tanto, a un segundo intento de explicación. La formularé como tesis: se trata de la ausencia, o baja presencia de religiosidad que, en América Latina, aunque parezca lo contrario, es evidente. Esa ausencia de verdadera religiosidad (espiritualidad) es la que, a su vez, permite la entrada triunfal de las ideologías. De acuerdo con Hanna Arendt, las ideologías no son religiones, pero pueden substituir perfectamente a las religiones.
Hay que precisar que bajo el término religiosidad no entiendo nada parecido a eclesialidad, ni tampoco a determinadas adscripciones formales o rituales a diversas confesiones y religiones. Religiosidad significa antes que nada establecer una relación de comunicación con una instancia que si bien pertenece a este mundo no sólo es de este mundo, instancia que es antes que nada espiritual, y por lo mismo, adquiere, para los creyentes, la categoría de divina. En cierto modo, y la tesis no es mía sino de Peter Sloterdijk (“Zorn und Zeit”), el ser humano al ser pensante (metafísico) es portador de un potencial trascendente. Sin embargo, y sigo también aquí a Sloterdijk, ese potencial puede ser invertido en un objeto adecuado, que en una religión es Dios, pero también puede, y de hecho es lo que ocurre más frecuentemente, en la divinización de un objeto no religioso que suele ser otra persona, un cantante entre los más jóvenes, o un deportista, y en la política, una ideología reencarnada en la presencia de un líder al cual le son conferidas propiedades sobrehumanas. En ese caso estamos frente al síndrome de la idolatrización que en la vida política, sobra decirlo, suele ser muy frecuente. También es frecuente que, frente a la incapacidad de encontrar a Dios hay quienes optan por depositar ese amor destinado a Él, en cualquier pobre diablo. Si mal no recordamos, hasta Hitler fue divinizado por un pueblo enloquecido.
No obstante, más allá de cualquier intento racional de explicación, hay algo que parece cada vez, aún para las personas más ideologizadas, imposible de ser negado. El castrismo está llegando lentamente a su hora final. Con ello quiero insinuar que de a poco nos aproximamos al momento en que después del derrumbe definitivo, cuando sean reveladas todas las verdades que ha ocultado el régimen, muchos de los que todavía hoy defienden ese “socialismo” tomarán su cabeza con ambas manos y preguntarán: ¿“Cómo pude haber apoyado a “esto?” Así pasó después de la caída del nazismo. Así pasó después del derrumbe del comunismo.
No, no estoy juzgando a Fidel Castro ni a los suyos. Al fin y al cabo nadie es nadie para juzgar a nadie. Por el contrario, soy de los que piensan que hubo una vez en Cuba un joven idealista, lleno de ideas y arrojo, capaz de morir pero también de matar por una utopía. Como él hubo varios en la isla, y los hay y los habrá en muchas otras partes. Ese joven, así como quienes lo siguieron, imaginaron en su ardiente fantasía que no sólo había que derribar una tiranía sino, además, cambiar el mundo. Por lo tanto el problema no sólo está en la mente de esos jóvenes sino también en quienes creyeron en ellos. El problema es que para cambiar al mundo había que hacer, desde el comienzo, una división tajante entre quienes cambian el mundo y quienes debían ser cambiados. Y, como suele ocurrir, hubo muchos que no querían ser cambiados de acuerdo a quienes querían cambiarlos. Esos jóvenes decidieron entonces cambiarlos por la fuerza, para terminar así convirtiendo a todo un pueblo en un objeto de cambio. De este modo la isla que iba a cambiar el mundo fue convertida en una mazmorra que al serlo, terminó cambiando a quienes querían cambiar el mundo. Fue así que los Castro y muchos otros se convirtieron de liberadores en carceleros. Y esa cárcel siguió creciendo, y creció hasta tal punto, que hasta los propios carceleros llegarían una vez a ser prisioneros. Porque en el fondo Raúl Castro lo sabe: él es un prisionero, uno de los tantos que pululan en esa cárcel que es Cuba. Un prisionero que, por si fuera poco, no puede huir. Porque además de un prisionero, él, Raúl, es su propio carcelero.
Fidel Castro, en cambio, no lo sabe; o no quiere saberlo. He escuchado con atención sus últimos mensajes. Nos habla de guerras atómicas, de colapsos ecológicos, del fin del mundo: en fin de aterradoras visiones apocalípticas.
No es necesario ser un eximio psicoanalista para entender que las visiones apocalípticas son reproducciones de ese colapso personal cuya posibilidad porta cada uno: la muerte. Fidel Castro ha descubierto tal vez que él también es un ser mortal, un simple mortal entre tantos. Sabe, pero no quiere saber, que todo aquello que fundó sobre la sangre derramada está muriendo y que el socialismo cubano no es más que la ruina de lo que nunca fue. En gran medida Fidel, el Patriarca, ha buscado refugio en el triste otoño de su senilidad. De esa senilidad que lo protege de sí mismo, o de esas verdades de las que no quiere saber ni escuchar porque esas verdades no son otra cosa que sus miedos. Sus propios, terribles e infinitos miedos.
NOTA DEL AUTOR: Este artículo ha sido escrito como prólogo al libro “Castrismo y Socialismo”- “Crítica a los fundamentos del socialismo siglo XXl” escrito por Jaime Benson, Profesor Catedrático en el Departamento de Economía en el recinto de Río Piedras, Universidad de Puerto Rico. Como si fueran tocados por una vara mágica para que aparezcan justo en el momento preciso, hay libros que traen consigo el extraño signo de la oportunidad. Es el caso de éste libro y cuyo subtítulo es “Los fundamentos del socialismo del siglo XXl”. De acuerdo al autor, el llamado socialismo del siglo XXl no significa ningún aporte teórico; no trae consigo nada nuevo; no es más que la prolongación del castrismo del siglo XX hacia el siglo XXl. De ahí que no deja de ser muy interesante mencionar que el libro al que hago referencia y que me honro en prologar ha sido terminado justo cuando está finalizando una historia que atravesó y marcó todo el universo latinoamericano: la tortuosa historia de la revolución cubana.
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jueves, 22 de julio de 2010
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jueves, 15 de julio de 2010
Escalada riesgosa
Antonio Cova
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miércoles, 14 de julio de 2010
DEFENDAMOS NUESTRA IGLESIA
Vengo a defender y acompañar con estas líneas a
Leandro Area
leandro.area@gmail.com
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martes, 13 de julio de 2010
La conexión argentina
Teodoro Petkoff
Tal Cual
En Argentina hay un tremendo quilombo con lo de las comisiones que pagan empresas de ese país que negocian con el Gobierno venezolano. Aquí en Venezuela, Atila sólo reacciona para decir que esas son maniobras del imperio contra la “revolución”. Sobre el fondo del problema, ni él ni ninguna otra institución se pronuncian. Son experimentados cultores de la política del avestruz. Creen que enterrando la cabeza en la arena nadie se va a dar cuenta de los guisos que vienen protagonizando con las mafias kirchneristas.
Pero la cosa es realmente gravísima. Comenzó con las revelaciones del ex embajador de Argentina en Venezuela, Eduardo Sadous, acerca de la ya famosa “embajada paralela” que Julio De Vido, ministro de los dos K, y su carnal Claudio Uberti, habían establecido en nuestro país para llevar adelante sus guisos particulares, soslayando a la embajada argentina oficial.
Posteriormente, otros ex funcionarios del kirchnerismo se han sumado a las denuncias, que ya componen un grueso expediente, tan pestilente como los contenedores de Pudreval.
Ha ido apareciendo una red, con tentáculos en Buenos Aires, Caracas y Miami, que ha robado centenares de millones de dólares, en particular al tesoro venezolano, quien resulta ser el gran financista de todas esas vagabunderías.
Pero, más grave que los delitos en sí es el silencio de la contraparte chavista. Porque ocurre que si bien por el lado argentino los protagonistas son principalmente empresas privadas, extorsionadas por De Vido y sus socios venezolanos, obligadas a pagar comisiones de 15% a 20% para poder acceder al jugoso mercado venezolano, de este lado el protagonista casi único es el gobierno de Atila, gran comprador de todo cuanto se necesita y no se necesita. Y precisamente del lado de quien recibía el grueso de las comisiones o coimas es donde no hay ninguna investigación. Es la misma táctica empleada en el caso del maletín de Antonini. Mientras en Argentina hay un juicio abierto por este guiso y en Estados Unidos la investigación culminó con las condenas a prisión de varios chavoburgueses, aquí en nuestro país apenas si se destituyó silenciosamente al tal Uzcátegui, chivo de Pdvsa directamente implicado en el caso y hasta allí llegó todo.
Atila sentenció que aquello había sido una maniobra del imperio y le echó tierra al asunto. Lo mismo pretende el Gran Encubridor de la comarca con lo de la embajada paralela.
Nada subraya mejor la necesidad de una Asamblea Nacional que investigue y controle los actos del Ejecutivo y de la administración pública que esta impunidad que se pretende para estos claros delitos de Estado, descubiertos, denunciados e investigados en todas partes menos donde están los ladrones mismos.
Hasta los propios partidarios honestos de Atila se sentirán mejor cuando los actos del poder puedan ser colocados bajo la lupa parlamentaria. Porque a aquella de la cual hablaba Atila hace más años que días, cuando todavía se la echaba de “pulcro”, se le quebró el vidrio hace rato. Ahora lo que tiene son unos anteojos de cuero de cochino.
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