viernes, 31 de octubre de 2014

¡Que diferencia!


Pompeyo Marquez

Los resultados de las elecciones brasileras comienzan a marcar uan diferencia sustancial con la situación venezolana. La reelecta mandataria Dilma Rousseff recibe un país totalmente polarizado con la mitad en contra, para no decir con una mayoría en contra si sumamos a los abstencionista.
¿Cuál es la primera reacción de la presidenta reelecta? Ofrece llamar al diálogo y a cambios profundos para lo cual necesita unir al país. En Venezuela se dio una situación similar en las elecciones del 2013. ¿Qué hizo Maduro? Llamar a profundizar el socialismo del siglo XXI, continuar el “legado” de Chávez: un país destruido, un aparato productivo liquidado, una crisis económica profunda.
Maduro perdió la oportunidad del diálogo y convirtió a éste en una mascarada y en una burla al país. Son entonces dos maneras de conducir un gobierno, de interpretar una realidad: una de una democracia consolidada, otra, de una dictadura manejada por una camarilla militar-civil que se quiere perpetuar en el poder y que cierra toda posibilidad de alternabilidad, inclusive existiendo una mayoría partidaria de ésta.
Maduro debería verse en ese espejo, en el comportamiento de la Rousseff ante una victoria apretada, que no significa que se le dio un cheque en blanco para gobernar. Maduro escogió el camino de la confrontación y de la represión a la justa protesta por las demandas sociales que tenían un carácter pacífico, y fueron ensangrentadas, con detenciones en masa, torturas, juicios ilegales.
La Rousseff llama al diálogo para hacer progresa al Brasil, Maduro llama  a la confrontación que profundiza la crisis sistémica que padece Venezuela. Una crisis que es política, social, económica, cultural, educacional, sanitaria, que comienza a ser reconocida como tal por sectores del chavismo como el “Colectivo 5 de marzo”, que habla de un país “corrupto e inflacionario” y que ha sufrido también los embates del ministro policía recién destituido y ahora van por Diosdado. Víctor Alvarez habla de un gobierno de transición. Felipe Pérez y Nicmar Evans cuestionan la idoneidad de los asesores del gobierno en materia económica. Esta nueva realidad no se debe ignorar.

Queremos subrayar en este comentario la diferencia de actitud de ambos presidentes y que los consiguientes resultados tendrán que ser igualmente diferentes: en Brasil, consolidar una democracia, en Venezuela ¡conquistar la democracia!

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El primer antichavista del mundo



          Fausto Masó

@faustomaso

Antes que Chávez fuera Chávez, cuando era un oscuro oficial, el primer antichavista del mundo no dejó en pie ninguna de sus ideas. Como no lo leyeron Chávez llegó al poder.
Se llamaba Carlos Rangel, se pegó un balazo varios años antes del golpe del 4 de febrero. Carlos Rangel fue el único intelectual que creyó que la democracia venezolana era digna de ser defendida, a contrapartida de un Uslar Pietri, por ejemplo.
Carlos Rangel refutó al chavismo antes que existiera. En la UCV quemaron los libros de CR, lo agredieron físicamente a él y a su esposa Sofía  Imber.
Carlos Rangel afirmaba:
 “Esto no es el paraíso, pero tampoco es el infierno. Esto es un país cuyo progreso se acerca bastante al máximo posible. Pero la mentira que sí se dice todos los días, que todo es malo en este país y que es preciso destruirlo todo para construir algo que valga, es lo que tratamos de refutar nosotros día a día”.
El discurso de  Chávez usa el mito del buen salvaje, la imagen de un país víctima de extranjeros malvados, primero de los españoles más tarde los norteamericanos. Carlos Rangel escribió “Todo comienza con el rechazo de todo lo español, la pretensión descabellada de que nada le debemos a España, de que fuimos invadidos por España en 1492, y de que 300 años más tarde cuando expulsamos a los españoles volvimos a ser los indios americanos precolombinos. En México se llega al extremo de que en todo el país no hay ni un monumento a Hernán Cortés. Ellos sostienen seriamente que ellos expulsaron al invasor español hacia 1820, no tengo la fecha exacta en la memoria, con el agravante de que México o Nueva España, como se llamaba, fue una de las provincias españolas en América más fiel, que allí los criollos no tenían ganas de romper con España, tampoco el Perú. En México consumada la ruptura y ya en evidencia esta mitología, sostienen haber expulsado al invasor español, Cortés es un canalla, en los murales de Diego Rivera y Colón es el hombre que, por desgracia para México, vino en esas fatídicas carabelas a estropear el nuevo mundo, el viejo mundo americano, el mundo precolombino, el mundo del buen salvaje.”
“El mito del buen salvaje lo creó occidente, y ha conquistado el mundo, una civilización revolucionaria, porque antes de pensar los hombres que el buen salvaje existía, en lugar de ser un vago mito, aceptaban, menos mal, los malos gobiernos, que son todos, pero desde que se piensa que es posible un gobierno perfecto y una sociedad perfecta, los hombres nos hemos hecho más impacientes con los gobiernos que tenemos. Entonces se produce la primera revolución moderna, que es la revolución norteamericana, y las provincias españolas de América, removidas por ese hecho, se ponen a jugar a la independencia, yo digo a jugar a la independencia porque es lo que creían ellos que estaban haciendo, es cierto que oligarquías criollas sienten que tal como los criollos norteamericanos, estos descendientes de ingleses, ellos podrían sustituir sin demasiada pena, ni demasiados problemas, ni demasiada sangre, ni demasiada violencia y sin destruir nada, desde luego, al gobierno colonial español por gobiernos locales. Eran los primeros nacionalistas, los primeros dirigentes de una sociedad que querían ser ellos mismos quienes ocuparan los primeros puestos, y no los enviados de la península. Lo que ocurrió fue bien diferente, fue una guerra terrible que duró 15 años y donde Hispanoamérica quedó casi destruida. En esa guerra se declararon aquellos hombres herederos, descendientes y vengadores de los Incas, de los Aztecas, los otros imperios indígenas que habían sido conquistados por España, y luego se declararon, por lo mismo, ajenos y enemigos de todo lo español. Posteriormente, América española entra en una etapa de seguir imitando a USA, y digo seguir imitando porque el movimiento de emancipación fue una imitación del movimiento de emancipación norteamericano, mucho más que el francés, que es otra de las mentiras que dicen, como hoy en día los norteamericanos ya no son populares ni simpáticos, ya nadie quiere admitir que se les deba nada.
 “En Venezuela nadie recuerda que se quiso declarar la independencia el 4 de julio de 1811, en el aniversario de la Declaración de Independencia norteamericana. Como no se pudo ese día se declaró el 5. Las constituciones de la América española están calcadas de las estructuras políticas norteamericanas”.
Al libro lo tituló CR "Del buen salvaje al buen revolucionario"  
Los latinoamericanos se presentaron como los descendientes del "Buen Salvaje", de esos indios supuestamente virtuosos, bondadosos, pacíficos, felices, que vivían en sociedades justas...” ¡Pura mentira! Se inventó que había millones de indios. 100–150, o 200 millones... Todo examen científico de este problema concluye que no había más de 10 o 15 millones de habitantes en el hemisferio. Tenochtitlán de acuerdo con cualquier análisis medianamente científico, no tuvo más de 20 o 30 mil habitantes.
Aunque Rangel fuera de los pocos intelectuales venezolanos que defendiese a los exilados cubanos y condenase la dictadura cubana, reconoció la estatura política de Fidel Castro. Después del Libertador era el primer latinoamericano que había trazado una política de alcance mundial. Según Rangel el complejo de inferioridad que sienten los líderes latinoamericanos hacia Castro los colocaba en una posición ridícula. Admiraban en silencio su desafío a los Estados Unidos sin imitarlo.
Carlos Rangel fue el primer antichavista del mundo.  No lo leyeron, no lo leen. Así nos va.


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Ramón Guillermo Aveledo: Maduro desperdició diálogo "porque priorizó equilibrios internos"


VÍCTOR LA CRUZ |  EL UNIVERSAL
viernes 31 de octubre de 2014  
Caracas.- El exsecretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Ramón Guillermo Aveledo, aseguró que el gobierno desperdició una gran oportunidad para dialogar en abril y mayo de este año "porque priorizó los equilibrios internos", en lugar de atender la crisis que vivía el país.
"Hay mucha necesidad de dialogo y eso el gobierno debe entenderlo", sentenció Aveledo, quien, en entrevista a Globovisión, estimó conveniente crear las condiciones para el diálogo.
"Los demócratas siempre tenemos que estar dispuestos al diálogo. Aquí ha colapsado el modo hegemónico, la presunción de que el grupo en el poder es el país y tiene el monopolio del patriotismo y la racionalidad", aseveró.
Recordó que hay encuestadoras que hablan de un "descalabro" en el gobierno. Al respecto, consideró que es normal que haya un proceso de desencanto con la propuesta revolucionaria.
Estimó que la MUD para convertirse en una opción "tiene que hacer una proyección clara y poderosa de nuestra unidad para ser una alternativa en el país. No podemos distraernos en conversaciones entre nosotros sino hablarle a todo el país. De los temas que sufren por igual la base nuestra y la del proceso", afirmó.
Con relación a su salida de la MUD, explicó que se debió a que en determinado momento su nombre y posiciones generaban polémica en el seno de la Mesa. "Me pareció que la Unidad era más importante que la persona y que había que preservarla y por eso di un paso al lado, para pasar del primero al último de los puestos, sin ningún rencor".

"Ahora como militante tengo obligaciones mayores. Lo importante es que la unidad es más significativa que los intereses personales y partidistas", dijo.

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Primer punto

 
Eduardo Fernandez
La semana pasada, en este mismo espacio, propuse una agenda para la unidad nacional.
La semana pasada, en este mismo espacio, propuse una agenda para la unidad nacional. Estoy convencido de que los países no progresan si no tienen propósitos compartidos, objetivos comunes, consensos fundamentales.
Un país fracturado por tendencias irreconciliables que ni se reconocen ni se comunican no puede prosperar. Además, en el caso de nuestro país, Venezuela, no se trata solamente de una división política o electoral. Se trata de que los venezolanos también estamos divididos por razones sociales y económicas, entre una minoría opulenta y una mayoría empobrecida. Y por si eso no fuera suficiente, también estamos separados por barreras culturales que nos impiden comunicarnos.
El primer punto de la agenda se refiere a la cuestión política. Se trata de cancelar la cultura de la confrontación y sustituirla por una cultura del diálogo, de la cooperación y de la búsqueda de consensos que nos permitan avanzar.
Se trata de tener más y mejor democracia. Para eso, hay que retomar el camino de la descentralización, fortalecer las instancias regionales, municipales y locales de gobierno y lograr un programa efectivo de traslado de competencias a esas instancias.
Se trata de desmontar el exceso de centralismo y el exceso de presidencialismo y asegurar la eficacia de las instancias regionales, municipales y locales de gobierno.
Además, hay que recuperar la dignidad de la política, la majestad y eficacia de las instituciones y la plena vigencia del Estado de derecho.
Para que exista democracia, tiene que haber autonomía e independencia de las ramas del poder público: un gobierno que gobierne, un órgano legislativo que legisle y que controle la marcha de la administración y un órgano judicial que imparta justicia y cuya gestión merezca la confianza de todos los ciudadanos.
Pero, para que haya democracia, es indispensable que exista inclusión política, económica y social.
La democracia no puede ser un sistema de gobierno de minorías y para minorías. Tal como su nombre lo indica, y como lo definió Abraham Lincoln, la democracia tiene que ser “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
En resumen, el primer punto de la agenda de unidad nacional es una invitación para que trabajemos unidos para lograr un objetivo, que Venezuela tenga más y mejor democracia.
Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández  
@efernandezve

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Los pueblos nos parecemos

GERARDO BLYDE 
Por qué la oposición no crece al mismo ritmo que decrece la popularidad del gobierno? En cada encuesta se lee que el gobierno, afectado por la crisis económica que ha producido la desvalorización de nuestra moneda y el desabastecimiento de cuanto insumo requiere el pueblo, está seriamente afectado en su popularidad. Sin embargo, los mismos estudios también revelan que ese descontento no se va al sector opositor en la misma proporción en que pierde popularidad. Lo que crece es un sector que busca una cosa distinta al gobierno y a la oposición en su conjunto.
En la mal denominada cuarta república operaba el voto castigo en un sistema dominado por dos partidos políticos, AD y Copei. Cuando el pueblo venezolano sintió los fortísimos efectos de la crisis económica y no vio en el sistema bipartidista la posibilidad de solventar su realidad diaria, surgió la necesidad de un cambio, que se expresó en El Caracazo y luego en un movimiento militar -liderado por Chávez- que se alzó contra el orden constitucional. A los años se posicionó como una tercera vía que capitalizó ese descontento. Chávez -ya en libertad- utilizó el sistema democrático para acceder al poder pero con un discurso antisistema y, sobre todo, de ruptura con el poder existente. Logró capitalizar los descontentos de los sectores populares e incluso de vastos sectores de la clase media. Ya en el poder, su giro al socialismo, su cercanía a Fidel, sus acciones expropiatorias y su discurso, le hicieron perder el apoyo de esos sectores medios.
Podemos
Todos los pueblos nos parecemos más de lo que parece. Desde enero de este año ha surgido en España el partido Podemos, como una fuerza política distinta a los dos partidos tradicionales que se han alternado el poder durante la democracia española. Aun cuando el Partido Popular (actualmente gobernante) y el Partido Socialista Obrero Español siguen siendo inmensas estructuras que ocupan los principales escenarios de poder, representan para muchos el pasado al que grandes masas de ciudadanos españoles culpan de la profunda crisis económica que ya llevan algún tiempo viviendo. Pese a que Rajoy se esfuerza por demostrar la efectividad de las medidas económicas que ha tomado para corregir la economía, el proceso de recuperación es lento y la desesperación de muchos no tiene la paciencia para aguardar a que las cosas cambien. Los desalojos masivos, la cantidad inmensa de desempleados, la creciente aparición de casos de corrupción y, sobre todo, la falta de confianza en un futuro mejor, han hecho que surja esta tercera fuerza. 
"Convertir la indignación en cambio político" es el principal lema de Podemos. Encabeza esta organización Pablo Iglesias, un joven bien formado académicamente, irreverente y desenfadado en su manera de aproximarse a la gente. Responde de manera directa y contrasta con los líderes tradicionales que lucen más acartonados. Mezcla en su propuesta ideas socialdemócratas con pensamiento de la izquierda radical. Cada aparición suya en entrevistas televisadas rompe récords de audiencia. Seguramente lo ven tanto los indignados como quienes lo adversan. Se está constituyendo en un fenómeno político. No comparto la mayoría de sus planteamientos. Ya los venezolanos pasamos por eso -aún no hemos salido- y las consecuencias han sido nefastas para nuestra economía y sistema de libertades. Puede que sus aspiraciones prosperen o no; eso se verá a futuro. Lo que me interesa destacar es que las crisis económicas generan descontentos y siempre puede surgir una persona y una fuerza política nueva que capitalice ese descontento ante el hambre de un cambio.
Los descontentos
Hoy el gobierno venezolano luce desgastado y sin rumbo en materia económica. Ha generado descontentos que pueden llegar a ser "indignados" en un futuro próximo si la crisis se prolonga por más tiempo. Los descontentos han abandonado a Maduro pero en muy baja proporción se han pasado a apoyar a los partidos y liderazgos de oposición. Durante los últimos 15 años todo el poder comunicacional y discursivo del gobierno ha estado dirigido a señalar a la oposición como el pasado y los defensores del status quo. Esto ha tenido sin duda sus efectos. Para que la oposición sea vista como el cambio, debe deslastrarse de esas etiquetas muy bien implantadas que le pone a diario el gobierno (que es hoy en día el verdadero status quo). Debe ser irreverente, fresca y con visión de futuro. Debe romper los moldes tradicionales de hacer política. El gobierno se aburguesó en el ejercicio del poder. Hay que voltear la tortilla en la percepción popular o puede surgir un tercero que, a mediano plazo, termine desplazando tanto al gobierno del poder, como a la oposición de su aspiración de constituirse en la alternativa.



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El Muro de Berlín no termina de caer


           JEAN MANINAT 
El 9 de noviembre que se avecina, se cumplirán 25 años de la caída del Muro de Berlín, símbolo universal de la desgracia comunista y engañoso RIP de los Estados fraguados bajo la impronta estalinista, cuando los habitantes  de la República Democrática Alemana (RDA), supuesto paraíso igualitario de entonces, decidieron demoler los kilómetros de cemento armado y represión que los separaba de la libertad, bienestar y progreso que vivían sus tíos, primos, y uno que otro familiar lejanamente consanguíneo, a vuelo de piedra. Miles de ciudadanos alemanes fueron acribillados por la celosa puntería de los guardias fronterizos encargados de velar -desde las alturas de sus torres-  que las maldades del capitalismo no se colaran desde Berlín Occidental, para vulnerar la "felicidad" impuesta por un Estado policial cuya milimétrica opresión de sus habitantes sentó escuela entre los bondadosos constructores del "hombre nuevo".
Fue con razón una fiesta universal de la democracia. Inspirado por el evento, Francis Fukuyama decretó el Fin de la historia y el triunfo de la sociedad liberal, se acunó la esperanza de un mundo progresivamente liberado de la opresión de los "benefactores sociales", se unificó bajo el signo de la libertad, con grandes esfuerzos, al pueblo alemán, y se pensó que lo peor había quedado definitivamente atrás. Pero no fue así... exactamente.
Cinco lustros después, Putin ha fermentado de nuevo la viejas ansias imperiales de la Rusia soviética, en China una nomenclatura convulsa intenta perpetuar la quimera del desarrollo económico sin libertades políticas, en Cuba intentan redimirse de las tonteras económicas cometidas y la extrema penuria infligida a sus habitantes a nombre de una revolución que se sustentó en  la adoración insensata de un líder y sus frenesíes. ¿Cómo hacer una disección más o menos certera de ese zombie residual de la Guerra Fría que mientan Corea del Norte? Todo labrado consciente y cruelmente a nombre de lo "mejor" para la especie humana.
En este lugar del universo que llamamos Iberoamérica, Latinoamérica, América, o como mejor guste denominarlo, nos enfrentamos a los detritos dejados por la eclosión de la Guerra Fría. Los "benefactores" del pueblo han recogido los pedazos del meteorito polarizante que se estrelló hace 25 años para retomar la vieja adicción de dividir las sociedades entre "buenos y malos".  La lucha de clases, sin reclamar el gentilicio marxista, subraya  los discursos de los líderes populistas en el afán de perpetuarse en el poder, así sea intermitentemente, escogiendo a dedo a su sucesor. Es lo que se acuñó en su momento como el "Proyecto" para tirar por la borda la alternancia en el poder y dedicarse a "forjar" un nuevo país a expensas de todo el país. Sólo que los cadáveres salen de los closets, los socios se hacen más exigentes, y los que ayer, como el proletariado, "no tenían más que sus cadenas por perder" se hacen más exigentes y siguen queriendo más y mucho más en una escalera sin retorno de expectativas de ascenso social. No otro es el destino incierto del populismo, por más que atenúen con dádivas sus propios desaciertos económicos.
En Venezuela, país regentado por una nomenclatura que pretende gobernar a partir de la repetición de viejas consignas de la Guerra Fría, se quiere edificar unMuro de Berlín criollo para dividir la sociedad en un artificioso ellos y nosotros. En la división se les va la vida, por eso recurren al odio de clases, el estigma a los que piensan diferente, la persecución de los propios apenas pestañean una opinión alternativa, la escocedura permanente de un lenguaje arrebatado para desollar verbalmente a los millones de ellos que se resisten democráticamente a la insensatez de sus designios.
Desmontar la división artificiosa del país, la polarización inducida desde las alturas del poder para beneficio propio, es el cometido más urgente y laborioso que tienen las fuerzas del cambio democrático. Derrumbar ladrillo a ladrillo, voto a voto, lo que queda del muro que se niega a caer. Esa es la calle que hay que transitar.

@jeanmaninat


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jueves, 30 de octubre de 2014

VENEZUELA ES UN CUARTEL

EDITORIAL DE TALCUAL
XAVIER COSCOJUELA

Tenemos un presidente obrero, eso dice la publicidad oficial, pero la clase trabajadora venezolana tiene que hacer huelga, paros, marchas, manifestaciones, sus integrantes verse expuestos a ser detenidos o agredidos por policías y militares, ser atacados por los medios públicos del Estado y, aún así, muchas veces no logran lo solicitado. En cambio, los integrantes de la Fuerza Armada Nacional no tienen, que se sepa, sindicato, ni amenazan con huelga, pero les otorgan aumentos sustanciales de sueldo en un dos por tres, además de otros privilegios.
Hace años, al comienzo de este proceso, Pablo Medina quien a la sazón todavía se encontraba dentro de quienes apoyaban la "revolución" afirmó que ésta no era una alianza cívico militar, sino que por el contrario se trataba de una coalición militar cívica. Muchos pensaron que era un tremendismo de Medina, pero el paso del tiempo le ha dado la razón plenamente.
Esta preeminencia de lo militar comienza por el lenguaje, por las palabras que usan todos quienes los respaldan. Batallas, batallones, comandos, guerra, misiones, brigadas, comandos son palabras verde oliva. Eran las predilectas por el finado Hugo Chávez, y siguen siendo las preferidas por el heredero y el resto de sus "hijos".
Los uniformados han ido copando la escena gubernamental. En ministerios, empresas del Estado y demás entes de la administración pública. Recordemos que de los 24 gobernadores que hay en el país, 11 son militares retirados, varios de ellos recientemente retirados. La Asamblea Nacional es presidida por un militar, quien la dirige como si fuera un cuartel, y la bancada del PSUV tiene de jefe a otro militar.
Esta abrumadora presencia de uniformados está haciendo ver a esta administración como un gobierno de la Fuerza Armada, lo que constituye un serio riesgo para la institución militar, pues su prestigio puede verse arrastrado al lodo de persistir las malas políticas que vienen poniendo en práctica desde Miraflores y que están generando gran malestar entre la mayoría de los venezolanos. Van a terminar siendo vistos como corresponsables de las mismas.
El lunes pasado el presidente Nicolás Maduro habló sobre la necesidad de contar con unos cuerpos policiales decentes. Sin embargo, cuando trató el tema de los salarios decretó un aumento para los miembros de la Fuerza Armada Nacional y dejó pelando, tal como estaban, a los policías. Ahora bien, el monto del sueldo de los militares tampoco es para lanzar cohetes. Es evidentemente insuficiente para enfrentar la inflación madurista.
Sin embargo, el salario de los generales duplica al que reciben los profesores universitarios que más ganan, también es cuatro veces mayor que el que se les da a los médicos mejor pagados y ni que decir de maestros, enfermeras, ingenieros y del resto de los profesionales que prestan servicio en la administración pública, donde la inmensa mayoría de sus integrantes reciben salarios muy bajos, insuficientes para poder pagar una vivienda y mantener su ya precaria calidad de vida.
Además de mejores sueldos, los militares han recibido una serie de privilegios durante todo el proceso revolucionario que constituye una injustificable discriminación hacia el resto de los venezolanos. De todos, de quienes rechazan el proyecto autoritario chavista, como de quienes lo apoyan. Ante la creciente pérdida de apoyo popular que reflejan todas las encuestas, cree necesario cortejar y ganarse al estamento militar. Peligrosa equivocación. Alguien dijo que las bayonetas no servían para sentarse en ellas.

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LA DEFORMACIÓN DEMOCRÁTICA

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Axel Capriles

¿Qué tienen en común Dilma Rousseff, Recep Erdogan, Michelle Bachelet, Vladimir Putin y Juan Manuel Santos? A pesar de ser personajes muy distintos, todos son gobernantes reelectos. Y la reelección es un hecho excesivamente frecuente que no debe ser tomado a la ligera. Casi todos los presidentes o primeros ministros en el ejercicio del poder tienden a ser elegidos para un mandato adicional. Sea de manera limpia y justa o de forma grosera y fraudulenta, como ha sido en Venezuela, el hecho es que, la mayoría de las veces, quien está en el gobierno tiene una ventaja muy grande sobre sus contrincantes a pesar de regirse por un método político supuestamente objetivo e imparcial. La democracia ha sido deformada por el mecanismo del voto porque no contó con el peso que adquiriría el Estado en el siglo XX ni con los infinitos recursos de manipulación y conformación del poder. En demasiadas ocasiones, la gente vota por el gobernante de turno solo porque depende de una bolsa familia que provee el Estado (por definición, representante de lo público y no caudal de una persona) o porque simplemente se acostumbra, como hubiera observado Bolívar, a obedecer.
En los últimos años se ha moldeado una falsa corriente de opinión que opone el poder del dinero privado y el mercado a la bienaventuranza del Estado. La realidad es que lo que llaman mercado (entendido, frecuentemente, como una persona con voluntad y llena de maldad) es hoy dominado por un hiperbólico capitalismo de Estado. Recorra con su mirada Kuala Lumpur desde el piso 88 de las Torres Petronas de la compañía de petróleo y gas de Malasia o párese bajo la sede de la Televisión Central de China, en Pekín, para que sienta lo que, es de verdad, el poder del Estado. El fondo soberano Abu Dhabi Investment Authority tiene más de 627.000 millones de dólares en activos. Las compañías bajo control del Estado representan más de 80% del valor del mercado chino y alrededor de 65% del ruso. Las principales compañías de telefonía o petroleras del mundo son propiedad de los Estados. El común de la gente tiende a pensar en el poder del Estado con vista en el gobierno central, pero no toman en cuenta los fondos o las compañías con que los gobiernos manipulan a la gente y los mercados. En Venezuela, casi la mitad del presupuesto se maneja por fuera. Frente a un candidato con recursos escasos y uno que reparte, aunque sean mendrugos, de la inmensa bolsa del Estado, ¿por quién votará un ser indefenso que vive con menos de 2 dólares al día?



@axelcapriles
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CAMBIO SIN ESTALLIDO

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LUIS PEDRO ESPAÑA

La pregunta sobre el estallido social da cuenta de dos situaciones. Ninguno de los que pregunta cree que él o algún miembro de su familia van a estallar socialmente. Siempre se trata de otros, seguramente los pobres, los violentos o, en el peor de los casos, el vecino no muy agradable que todos tenemos. La otra acepción esconde el deseo oculto de que algo pase para que esto cambie. La primera, obviamente, es clasista, o al menos familista, la segunda es propia del pensamiento mágico que acompaña mucha de nuestra conciencia política.
El fantasma del estallido social acompaña tanto a los que adversan al gobierno como a los que lo defienden. Los miedos y cuidados del gobierno, previniendo un Caracazo o cosa similar, toma la forma de precios absurdos de la gasolina, tratamiento privilegiado de la capital en asuntos como el racionamiento eléctrico o, más recientemente, la delicadeza y tolerancia frente a los colectivos.
En Caracas los colectivos de autodefensa, esos mismos que claramente se comportan como bandas delincuenciales que el gobierno no quiere o no puede enfrentar, se han dado el tupé de desarticular recientemente a toda la gerencia de seguridad y defensa, por pretenderse un muro de contención de lo que pudieran ser gérmenes de protestas violenta. Estos colectivos, creados bajo el argumento de ser defensores contra la oposición extrema, en verdad operan como controladores de la disidencia en los barrios.
Suerte de comités de defensa, los colectivos chantajean al gobierno con el argumento de que lo defienden de sus propios vecinos. Protegen al gobierno para que no ocurran protestas o evitar que el barrio se queje o se organice. Ellos son los guardianes de posibles gérmenes de un estallido. Ellos, los violentos que podrían en algún momento protagonizar la chispa de un estallido, son los encargados de detener cualquier posibilidad de que ocurra. La delincuencia, que durante el propio Caracazo de 1989 tuvo un protagonismo sociopolítico que solo logramos dimensionar a posteriori, es la que hoy protege al gobierno de un estallido social que los desestabilizaría mortalmente.
Pero este cinturón de seguridad, claramente estereotipado, puede no ser suficiente para evitar que el descontento se desborde, ya no en forma de revueltas callejeras, sino en cascadas de votos o, en el peor de los casos, aluvión de indiferencia ante un régimen que hasta ahora, y el futuro no será la excepción, ha necesitado el respaldo explícito de las urnas electorales.
Caracas no es Venezuela y menos es la mayor parte de la “Venezuela popular”, esa que sufre en silencio y que por ahora carece de articulación política, pero que no por ello dejará de expresarse.
El escenario de menos ingresos seguirá dejando en evidencia las inviabilidades del “plan de la patria”, y con ello, la protesta concreta, puede que hasta con sordina, se multiplique y el descontento hará que se abran los oídos del país popular y puede que comiencen a prestarles más atención a otras alternativas políticas.
En resumen, no habrá un estallido, no habrá un cambio brusco. Los miedos del gobierno, esos a los que tanto le temen, no será su verdugo. Lo será la crisis sin precedente que aún nos aguarda y de la que son responsables. Ella, junto con un gobierno cuyas repetitivas recetas no hacen sino evidenciar sus limitaciones, son los ingredientes que aguardan por una correcta conducción política que viabilice el cambio.

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Paquete de "modelos"


DIEGO BAUTISTA URBANEJA 
Se ha implantado en el vocabulario opositor la idea del "fracaso del modelo económico" de este gobierno. Más allá de que la expresión resulte un poco un poco abstracta, y en ese sentido no exprese cabalmente el calvario que es la vida cotidiana de los venezolanos, es también cierto que describe, a su nivel, la realidad de las cosas. En efecto, el modelo económico, la política económica, o como se la quiera más sencillamente llamar, es un completo fracaso.
Modelo político
Pero ese fracaso remite a otro de mayor nivel. Para ser consistentes con el vocabulario, lo llamaremos el fracaso del modelo político. Porque en efecto, el modelo económico de este gobierno es un reflejo y una consecuencia de su modelo político. La política económica es un instrumento de los objetivos políticos que este régimen se ha trazado desde sus comienzos, allá por los tiempos de Hugo Chávez. Tal objetivo era el de una máxima concentración de poder en su persona, requisito a su vez de otro gran objetivo, que era el de la perpetuación en tal poder. Ello requería el control máximo de la economía, la reducción el mínimo posible de la actividad económica o de cualquier otro tipo que estuviera fuera del control gubernamental. Y de allí los controles, las expropiaciones, las restricciones, las amenazas, las trabas... que vimos aparecer en todos los ámbitos, y en especial en el económico. Todo ello se ha orientado a impedir el surgimiento de dinamismo, formas de riqueza, formas de poder, que escaparan a la mirada vigilante y amenazante del Gobierno, y de sus garras si decidía usarlas. Una sociedad y una economía sometida a esos grados de control, a esa hostilidad al dinamismo y la autonomía propias de las diversas esferas de la vida social, y de nuevo en especial de la esfera económica, están destinadas al estancamiento y al retroceso, es decir, al fracaso.
El modelo político tiene otra consecuencia que se derrama en el funcionamiento de la economía y de cualquier otra actividad: la competencia técnica, la excelencia propia en la actividad de que se trate, los criterios profesionales, tampoco han de escapar a los objetivos del modelo. Lo importante no es que se sepa desempeñar el cargo o el oficio, lo importante es que el funcionario esté engranado a los objetivos de maximizar y perpetuar el poder de quienes están al frente del "modelo".
Este "paquete" de modelos, el modelo político descrito y su consiguiente modelo económico, fue heredado tal cual por los sucesores de Chávez, que lo reciben ya en un estado muy avanzado de maduración, y ya sabemos cuál es la etapa siguiente a la excesiva maduración.
¿Éxito?
Si fuéramos a evaluar el éxito de ese modelo político, en cuanto a sus propios objetivos, tendríamos la "tentación" de pensar que ha sido alto. Chávez concentró muchísimo poder y se perpetuó en él hasta su muerte. Legó ese poder concentrado a sus sucesores, que intentan perpetuarse en él, usándolo de la forma que estamos viendo. Pero aquí entra en juego una contradicción central de todo este esquema: en sociedades donde no se ha eliminado por completo el juego político democrático, si el modelo político tiene como consecuencia un modelo económico destinado al fracaso, este fracaso redundará en el fracaso del modelo político, por mucho que este parezca haber logrado sus propios objetivos, e incluso aunque lo haya hecho por un tiempo relativamente largo.
Esta es lo que estamos viendo en estos tiempos. Lo visible es el hundimiento de la economía y es ello lo que afecta de modo terrible nuestro modo de vivir. El hundimiento de la economía, acompañada de la crisis de competencia técnica que como vimos el modelo político también trae consigo, invade los otros terrenos y se refleja en la crisis de salud, en la eléctrica y en casi cualquier otra que usted quiera pensar. El esquema político que está en el origen de todo, queda un poco atrás en el escenario y resulta poco visible.
Debate
No es necesariamente cosa de traer estas conexiones al debate cotidiano. El transcurso del debate político ya dirá hasta dónde es válido y eficaz el uso de este tipo de argumentaciones. Lo importante es tener estas cosas lo más claras posible. Y tener en cuenta lo fundamental: por mucho que quede en la penumbra, es el esquema político, lo que llamamos "el régimen", el que habrá de pagar por el fracaso del modelo económico que prohijó. Ello ocurrirá cuando las oleadas de descontento social y popular que tal fracaso ya está trayendo consigo, tengan la serenidad, la capacidad de organizarse, y la tenacidad necesarias para constituir una amplia y sólida mayoría democrática, de forma que una vez que se exprese y manifieste constitucionalmente ni aun el más empecinado y arbitrario régimen pueda continuar en el poder.

dburbaneja@gmail.com

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miércoles, 29 de octubre de 2014

¿SE DESCALABRA BRASIL?

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Beatriz de Majo


Por lo pronto todo lo que es posible discernir del reciente triunfo de Dilma Rousseff en las elecciones de Brasil es que el populismo paga. Como todos los izquierdistas de nuevo cuño lo importante es que una vez que el poder es accedido, basta con llenar a las gentes de promesas y de esperanzas  para mantenerse al mando, poco importa si los resultados nacionales son desastrosos.
Cuatro años más de Rousseff pudieran significar un desastre para la potencia suramericana si el rumbo no es corregido. El hecho de que el crecimiento de la economía brasilera en este año sea cercano a 0%  resulta ser inaudito dentro del ámbito latinoamericano en donde Bolivia, por ejemplo, puede exhibir una expansión respetable de más de 5%, pero es que, además, la expansión económica en los primeros 4 años de Dilma fue la menor de todos los períodos presidenciales de la historia republicana.
Además del estancamiento, lo que resulta un drama cuando la sociedad es de más de 200 millones de almas a las que ofrecerles bienestar, el gobierno se reinicia con un saldo de alta inflación, una fenomenal descolgada de la inversión, una pronunciada desindustrialización, un desempleo rampante, unido a un colosal déficit externo y un dramático aumento de la deuda pública. La joya de la corona, Petrobras, se muestra en franco retroceso y convertida en un centro de corrupción inenarrable, en un momento álgido del desenvolvimiento de la industria petrolera mundial.
Contar con la mitad de la voluntad de los brasileros no es poca cosa, sin embargo. Pero la presidente le apostó a la continuidad mientras que su contendor lo que ofrecía era  cambio. Un golpe de timón que le devuelva al país la primacía que ostentó en el pasado y la pujanza de su economía, no figura, pues, en la agenda del nuevo gobierno, a pesar de que antes de la votación, el país exhibía –y así lo comprobaron las mediciones de opinión– un contundente 70% de esperanzas de cambio en la conducción de la cosa pública.
Un compromiso serio en el objetivo de la creación de una “nueva clase media” vendría, sin duda,  a resolver uno de los peores problemas que enfrenta el gigante que es el de albergar una de las sociedades más desiguales del planeta, pero sería imperativo que la presidenta recién electa deje atrás las políticas económicas que han provocado un descalabro económico difícil de sobreponer y deje de alentar la división entre los brasileros. Es que también en lo social y en lo institucional el país llama a ser apaciguado y a terminar con los rencores  que han sido alimentados desde lo más alto del poder.
Si lo que impera a raíz de este éxito electoral es un triunfalismo mal entendido para continuar practicando en lo político y en lo económico más de lo mismo, los vientos que soplan para el Brasil no van a ser buenos.

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Pronostican una inflación de tres dígitos para 2015


EL NACIONAL WEB
29 DE OCTUBRE 2014 - 11:59 AM

Economistas y analistas prevén que para el próximo año Venezuela registre una inflación de tres dígitos.
El economista y presidente de Ecoanalítica, Pedro Palma, calcula que para 2015 pueda llegar a entre 110% y 120%.
“Es una situación alarmante”, dijo en el foro de Ecoanalítica, realizado en el Hotel Eurobuilding, durante su presentación “Coyuntura y Perspectivas Macroeconómicas 2015-Venezuela”.
Para este año, considera que el índice de precios al consumidor puede cerrar en entre 72% y 75% y que 2014 registre una contracción económica de 4%. El déficit fiscal, podría superar el 20% del PIB.
“Hoy tenemos problemas económicos más profundos de los que teníamos un año atrás”, dijo.

Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, coincidió en que no sería una sorpresa que la inflación de 2015 sea de tres dígitos, debido a la “agudización de la regulación de precios”.
“La economía es un río rebelde y si intentas desviar su curso natural te arrastrará indefectiblemente”, agregó.
A su juicio, en medio de una crisis profunda siempre está presente el riesgo de un conflicto social.


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martes, 28 de octubre de 2014

UNA NUEVA ESTRATEGIA MACROECONÓMICA

Photo of Jeffrey D. Sachs

JEFFREY D. SACHS

NUEVA YORK – Aunque soy un macroeconomista, no concuerdo con ninguno de los dos campos principales en que está dividida la profesión en Estados Unidos: los neokeynesianos, con su énfasis en estimular la demanda agregada, y los ofertistas, con su énfasis en bajar impuestos. Los métodos de ambas escuelas para superar la persistente debilidad de las economías de altos ingresos en años recientes han fracasado. Es hora de aplicar una nueva estrategia basada en un crecimiento sostenible impulsado por la inversión.
El problema central de la macroeconomía es cómo asignar óptimamente los recursos de la sociedad, de modo que los trabajadores que quieran trabajar encuentren empleo, las fábricas usen su capital eficientemente y la porción de los ingresos que no se consume y se ahorra se invierta para mejorar el bienestar futuro.
En relación con el tercer desafío, tanto neokeynesianos como ofertistas fallaron. La mayoría de los países de altos ingresos (Estados Unidos, la mayor parte de Europa y Japón) no están invirtiendo en forma adecuada o prudente con vistas al mejor uso futuro de los recursos. Hay dos maneras de invertir (dentro o fuera del país), y en ambas, el mundo no invierte lo suficiente. 
La inversión interna puede darse de varias maneras, que incluyen la de las empresas en máquinas y edificios, la de las familias en inmuebles y la del Estado en personas (educación, capacitación), conocimiento (investigación y desarrollo) e infraestructuras (transporte, energía, redes hídricas y adaptación al cambio climático).
El enfoque neokeynesiano consiste en estimular la inversión interna, sin importar de qué tipo, ya que para ellos, todo gasto es gasto. Así que procuran estimular la inversión inmobiliaria mediante tipos de interés exiguos, la compra de autos por medio de préstamos titulizados para consumo y proyectos de infraestructura que generen demanda inmediata de mano de obra por medio de programas de estímulo a corto plazo. Y si las inversiones no aparecen, recomiendan convertir el “exceso” de ahorro en otro festín de consumo.
Los ofertistas, en cambio, quieren fomentar la inversión privada (¡jamás la pública!) por medio de más reducciones de impuestos y más desregulación. Ya lo intentaron varias veces en Estados Unidos (la más reciente fue durante la presidencia de George W. Bush). Por desgracia, el resultado de la desregulación no fue un auge sostenido de la inversión privada productiva, sino una efímera burbuja inmobiliaria.
Mientras los gobiernos oscilan entre el ofertismo y el neokeynesianismo con igual entusiasmo, la única realidad permanente es que estos últimos años la mayoría de los países de altos ingresos sufrieron una considerable caída de la inversión como cuota del producto nacional. Según datos del FMI, el gasto bruto en inversión en estos países cayó de un 24,9% del PIB en 1990 a sólo 20% en 2013.
En Estados Unidos, el gasto en inversión pasó de 23,6% del PIB en 1990 a 19,3% en 2013; la disminución neta (inversión bruta menos depreciación del capital) fue incluso mayor. En la Unión Europea, se pasó de 24% del PIB en 1990 a 18,1% en 2013.
Ninguna de las dos escuelas presta atención al verdadero remedio para esta caída permanente del gasto en inversión. Nuestras sociedades necesitan urgentemente más inversión, particularmente en la conversión de modos de producción sumamente contaminantes, energéticamente ineficientes y con alta huella de carbono en economías sostenibles basadas en el uso eficiente de los recursos naturales y la adopción de fuentes de energía con baja huella de carbono. Para ello se necesita la acción complementaria de los sectores público y privado.
Las inversiones necesarias incluyen la implementación a gran escala de la energía solar y eólica; más adopción de medios de transporte eléctricos, públicos (autobuses y trenes) o privados (autos); edificios energéticamente eficientes; y redes de distribución que transporten a grandes distancias la energía obtenida de fuentes renovables (por ejemplo, del mar del Norte y Noráfrica a Europa continental, y del desierto de Mojave en California a los centros urbanos estadounidenses).
Pero justo cuando nuestras sociedades necesitan hacer estas inversiones, tanto Estados Unidos como Europa están en una auténtica “huelga de inversiones” públicas. Los gobiernos recortan su inversión en nombre del equilibrio presupuestario, y los inversores privados no pueden invertir decididamente en energías alternativas, por falta de certezas sobre las redes de distribución reguladas, las reglas de responsabilidad, las fórmulas de fijación de precios y las políticas energéticas nacionales.
En Estados Unidos hubo un recorte drástico del gasto en inversión pública. Ni el gobierno federal ni los estados tienen mandatos políticos, estrategias de financiación o planes a largo plazo para catalizar inversiones hacia la próxima generación de tecnologías ecológicas inteligentes.
Neokeynesianos y ofertistas han comprendido mal la parálisis de las inversiones. Los neokeynesianos ven la inversión (pública o privada) sólo como una forma de demanda agregada, y descuidan las decisiones políticas en materia de infraestructuras y sistemas energéticos (o I+D especializada para la promoción de nuevas tecnologías) que se necesitan para liberar inversiones inteligentes y ecológicamente sostenibles de los sectores público y privado. Por eso, en vez de abogar por la definición de las políticas nacionales necesarias para una recuperación firme de la inversión, echan mano de trucos tales como paquetes de estímulo y tipos de interés nulos.
Los ofertistas, en tanto, se olvidan de que la inversión privada depende de inversiones públicas complementarias y de un marco regulatorio y político claro. Defienden el recorte del gasto público, en la ingenua creencia de que el sector privado vendrá mágicamente a llenar el vacío. Pero al recortar la inversión pública dificultan la inversión privada.
Por ejemplo, las generadoras de electricidad privadas no invertirán en la adopción a gran escala de fuentes de energía renovables si el gobierno no tiene políticas o planes a largo plazo en materia de clima y energía que alienten la construcción de líneas de transmisión para el transporte de la energía desde las nuevas fuentes ecológicas a centros urbanos alejados. Estas minucias políticas nunca preocupan demasiado a los economistas partidarios del libre mercado.
Otra opción es usar el ahorro interno para estimular la inversión en el extranjero. Por ejemplo, Estados Unidos podría prestar dinero a economías africanas de bajos ingresos para financiar la compra de plantas de generación de energía a empresas estadounidenses. Esta política convertiría el ahorro privado estadounidense en una importante herramienta en la lucha contra la pobreza mundial, y al mismo tiempo fortalecería la base industrial estadounidense.
Pero ninguna de las dos escuelas se esforzó por mejorar las instituciones de financiación del desarrollo. En vez de aconsejar a Japón y China que aumenten sus niveles de consumo, sería mejor que los macroeconomistas los alienten a usar sus cuantiosos ahorros para financiar inversiones, no sólo internas sino también en el extranjero.
Todo esto debería ser razonablemente claro para todo aquel a quien preocupe la necesidad urgente de armonizar el crecimiento económico y la sostenibilidad medioambiental. El desafío más acuciante que enfrenta nuestra generación es convertir las actuales infraestructuras y sistemas energéticos contaminantes y basados en el carbono en los sistemas ecológicos, inteligentes y eficientes del siglo XXI. Invertir en una economía sostenible mejoraría drásticamente nuestro bienestar y equivaldría a usar nuestro “exceso” de ahorro de la manera correcta.
Pero esto no se dará por sí solo. Necesitamos estrategias de inversión pública a largo plazo, planeamiento ambiental, hojas de ruta tecnológicas, alianzas público-privadas para la adopción de nuevas tecnologías sostenibles y una mayor cooperación global. Son las herramientas que crearán la nueva macroeconomía de la que hoy dependen nuestra salud y nuestra prosperidad.
Traducción: Esteban Flamini


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