sábado, 31 de diciembre de 2011


EL ORDEN ESPONTÁNEO



Mario Vargas Llosa
El País
El Negro Cucaracha fue uno de los capos indiscutidos de una de las cárceles de Lima durante muchos años y, me dicen, tiene el cuerpo hecho un crucigrama de cicatrices de tanta cuchillada que recibió en esos tiempos turbulentos. Es un moreno alto, fornido y de edad indefinible a cuyo paso la gente de Gamarra se abre como ante un río incontenible. Me lo han puesto de guardaespaldas y no sé por qué pues en este rincón de La Victoria me siento más seguro que en el barrio donde vivo, Barranco, donde no son infrecuentes los atracos con pistola.
El Negro Cucaracha es ahora un hombre religioso y pacífico. Se ha vuelto evangélico, anda con una biblia en la mano y en el largo paseo me recita versículos sagrados y me habla de redención, arrepentimiento y salvación con esa seguridad del creyente radical que a mí siempre me pone algo nervioso.
Gamarra comienza donde termina Mendocita, ahora un sector de La Victoria de clase media modesta, donde, en mi primer año universitario, 1953, yo participé en una encuesta para averiguar la composición social de la que era entonces la barriada más pobre y violenta de Lima, recién formada por migrantes que bajaban de la sierra en busca de trabajo. Mendocita ha progresado mucho desde entonces, pero lo que constituye un prodigio de desarrollo es la contigua Gamarra, paraíso de la informalidad y el capitalismo popular, y soberbio ejemplo de lo que Friedrich A. Hayek llamó el orden espontáneo. En este puñado de manzanas cuya densidad demográfica a estas horas de la mañana es la de un hormiguero, se produce más riqueza y hay más transacciones comerciales que sin duda en ningún otro lugar del Perú. Y por aquí no pasó el Estado ni Gobierno alguno, ni las instituciones financieras formales, ni los créditos bancarios ni las normativas del Perú oficial. Todo esto que fermenta a mi alrededor con un dinamismo enloquecido es una creación de provincianos pobres y misérrimos que, huyendo del hambre, el desamparo y la violencia, dejaron sus aldeas andinas y, como no encontraron en la capital el trabajo que buscaban, tuvieron que inventárselo.
He venido porque hace unos días un empresario amigo que conoce bien Gamarra me contó algunas anécdotas sobre los personajes del lugar que me dejaron estupefacto. Me habló de un puneño al que llamaremos Tiburcio, a quien vio llegar a Lima muy joven, con poncho y ojotas, que sobrevivió vendiendo chupetes por las calles, y que ahora alquila tiendas y talleres de manufactura en estas calles por dos millones de dólares al mes. No exageraba ni una pizca. Tiburcio es uno de los iconos del barrio. Tiene 11 edificios, incontables tiendas y talleres y, desde hace poco, una fábrica de etiquetas en México.
Me recibe en el más moderno de sus locales y me muestra orgulloso una foto panorámica del minúsculo pueblecito, a orillas del lago Titicaca, donde nació. Habla un buen español, con música aymara, y despide energía y optimismo por todos los poros de su cuerpo. ¿Cómo lo hizo? Trabajando día y noche, ahorrando lo que podía y durmiendo en las calles, al principio. Lo ayudaron otros puneños que habían ya progresado y, por eso, él ayuda a los provincianos que vienen a Lima sin otro capital que su voluntad de salir adelante. Me asegura que el dinero que presta se lo devuelven en el 99% de los casos. "Me sobran dedos en las manos para contar las veces que me han estafado. Y eso que nunca pedí recibo por los préstamos". Ha crecido tanto que, ahora, intenta formalizar por lo menos una parte importante de sus negocios y, para ello, ha contratado como gerente al primer banquero que le abrió una cuenta corriente.
Son pocas las transacciones que se hacen en Gamarra que figuran en contratos. Prima la palabra, que es sagrada, y el que la viola la paga: se le cierran todas las puertas y se vuelve un apestado. Le conviene huir y no volver por estos lares. Por doquier me dicen que la delincuencia es menor que en otros barrios y que no son muchos los dueños de negocios y locales que tienen seguridad privada. El precio de la propiedad alcanza cifras vertiginosas. Mi amigo me jura que, aunque parezca imposible, no hace mucho se vendió un local en el epicentro de Gamarra ¡a 28.000 dólares el metro cuadrado! Es decir, más caro que los barrios más caros de Nueva York, Fráncfort, Zúrich o Tokio.
Se comercia de todo pero principalmente paños y telas, y ropa que es confeccionada en talleres del mismo barrio. Son centenares, equipados con maquinaria muy moderna, y miríadas de trabajadores de ambos sexos que hilan, cortan, cosen y empaquetan a un ritmo frenético, a menudo oyendo huaynos y música chicha por altoparlantes a todo volumen. Algunos talleres están en las alturas, con una vista circular sobre el centro de la ciudad y los cerros aledaños, y otros en sótanos atestados que se hunden cuatro o cinco pisos en el subsuelo limeño. Mañana y tarde un verdadero río de camiones, camionetas, autos y hasta carretillas y motos se llevan esa mercadería por todos los rincones del Perú y también al extranjero.
Una de las tiendas mejor provistas es la de don Moisés (tampoco éste es su nombre). Es uno de los más antiguos y respetados comerciantes del barrio. Todos hablan de él con reverencia y gratitud. No es un provinciano sino un criollo, uno de los pocos que representa a Lima en este Perú en pequeño formato que es Gamarra. Según él, este emporio nació en los años sesenta, cuando algunos migrantes advirtieron que los camiones que traían animales y artículos de pan llevar al Mercado Mayorista regresaban vacíos al interior del país. Se les ocurrió entonces utilizar ese transporte para enviar mercancías a sus pueblos y así comenzó a rodar la bolita de nieve que convertiría este pedazo de la vieja Lima en el vórtice de trabajo y riqueza que es ahora.
Los empresarios y comerciantes de Gamarra son unos liberales que se ignoran. Desconfían del Estado y del Gobierno y repiten como un mantra: "¡Si sólo nos dejaran trabajar!". Ahora se quejan de la disposición que prohibió temporalmente y aún mantiene ciertas restricciones para importar hilados de la India, una medida que, dicen, ha conseguido el lobby de los productores de hilados nacionales, más caros y menos variados que los que traían de Bombay o Kerala. Eso encarece sus costes y favorece a los fabricantes colombianos, sus grandes competidores en el mercado manufacturero nacional y americano. ¿Qué quisieran, pues? Que se abrieran las fronteras y la globalización de la que tanto se habla fuera una realidad también en el Perú.
Las horas que paso en Gamarra me ilustran mejor que muchos estudios sobre el Perú de nuestros días. En las elecciones del año pasado, cuando advirtieron que los pobres del Perú votarían por Ollanta Humala, las clases dirigentes (que nunca han dirigido nada y vivido casi siempre del mercantilismo) entraron en pánico y, creyendo que se venía un segundo Hugo Chávez, volcaron todo su poderío a favor de Keiko Fujimori, la hija del dictador que cumple 25 años de cárcel por asesino y por ladrón. Pese a ello, esta última perdió la elección. Humala ha respetado escrupulosamente la Hoja de Ruta que prometió seguir en la segunda vuelta electoral, es decir, mantener la democracia y las políticas de mercado que en los últimos 11 años han traído al Perú un desarrollo sin precedentes en su historia.
¿Por qué el presidente Humala tomó distancia de Hugo Chávez y adoptó las políticas de Brasil, Uruguay o Colombia? Más que por una conversión ideológica, por una percepción clara de la realidad: porque, para que sea posible la inclusión social que es su objetivo primordial, es indispensable que haya riqueza y empleo y para ello no hay otro camino que el que siguen los hombres y las mujeres de Gamarra. Estos descubrieron a través de su experiencia algo que todavía muchos dirigentes de la izquierda, cegados por la ideología, se niegan a aceptar: que el verdadero progreso social no pasa por el estatismo ni el colectivismo -inseparables a la corta o a la larga de la dictadura- sino por la democracia política, la propiedad privada, la iniciativa individual, el comercio libre y los mercados abiertos.
El Perú va por el buen camino y ni la derecha fujimorista ni la izquierda obtusa y anacrónica están por el momento en condiciones de apartarlo de él.

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jueves, 29 de diciembre de 2011


Solicitan al Presidente el indulto para Iván Simonovis

El inspector padece de Osteoporosis, con riesgo de quedar parapléjico o invalido.

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Bony de Simonovis estuvo acompañada por representantes del Foro Penal y Leocenis García MANAURE QUINTERO


ALICIA DE LA ROSA |  EL UNIVERSAL
miércoles 28 de diciembre de 2011 
María del Pilar de Simonovis llegó al Palacio de Miraflores para solicitar al presidente Hugo Chávez el "indulto humanitario" para su esposo, Iván Simonovis, quien está privado de libertad desde hace 7 años, acusado por los sucesos del 11 de abril. "Presidente, la pelota está de su lado. Veamos si la batea de jonrón", expresó. 

Acompañada por los abogados del Foro Penal Venezolano, Alfredo Romero y Gonzalo Himiob y del periodista y ex preso político, Leocenis García, Bony de Simonovis, consignó ante las oficinas del Despacho de la Secretaría de Presidencia el informe médico y el documento solicitando al jefe de Estado el "indulto humanitario" para su esposo. 

Un cordón de la Policía Nacional Bolivariana y varias mujeres identificadas como madres de fallecidos del 11 de abril gritando consignas en contra de las medidas humanitaria fue el escenario que este martes se presenció en los alrededores del Palacio Blanco. 

La también abogada recordó los padecimientos del comisario. "Iván padece de Osteoporosis severa con riesgo de fractura en el cuello y en la columna que pueden dejarlo parapléjico o invalido. Es urgente que sea atendido con todas las condiciones médicas que su caso requiere para no dejar que la enfermedad avance y tenga consecuencias irreversibles". 

Comentó que los procedimientos legales para solicitar el indulto de gracia presidencial y la medida humanitaria de libertad condicional se han cumplido. "Tengo fe de que antes del 31 de diciembre Simonovis este en casa con sus hijos". 

Asimismo, agradeció la receptividad de los funcionarios, quienes se comprometieron a entregar el documento al jefe de Estado. 

Amnistía y reconciliación 

Por otra parte, el abogado Alfredo Romero, aclaró que el documento entregado a Presidencia este martes, ratifica la solicitud hecha el pasado 14 de diciembre de aprobar la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional. 

Se refirió al caso de los funcionarios de la Policía Metropolitana (PM), condenados a 30 años por los sucesos del 11 de abril y dijo que espera que salgan en libertad en virtud de las medidas alternativas que ya les corresponden. "Esta en manos del Sistema de Justicia y del propio Presidente exhortar a que se cumpla con esas medidas". 

Leocenis García, explicó que la comisión fue recibida sin contratiempos y destacó que a pesar de los odios arraigados en buena parte del Gobierno, "hay otro sector que entiende que hay un pueblo que quiere reconciliación".

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Vargas Llosa insta a América Latina a alejarse de "dictaduras mesiánicas"

Asegura que "atrás han quedado, afortunadamente, los tiempos en que Latinoamérica apostaba por su futuro sobre la base del desorden, autoritarismo y la anarquía que representan la bomba y el fusil".

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Para Vargas Llosa Cuba, Venezuela y Ecuador se quedan atrás EFE

EL UNIVERSAL
miércoles 28 de diciembre de 2011 
Santo Domingo.- El escritor peruano Mario Vargas Llosa sentenció este miércoles que América Latina será más libre en la medida en que sea más culta, aunque advirtió que países como Cuba, Venezuela y Ecuador se están quedando atrás en la región debido a Gobiernos de "dictaduras mesiánicas" y "populismos catastróficos". 

El Premio Nobel de Literatura 2010 consideró que es "innegable" el progreso exhibido por Latinoamérica en las últimas décadas, como lo demuestra el crecimiento económico registrado en naciones como Brasil, Colombia, Chile, República Dominicana y Perú, a pesar de la "catástrofe" registrada en la economía mundial, indicó Efe. 

"Atrás han quedado, afortunadamente, los tiempos en que Latinoamérica apostaba por su futuro sobre la base del desorden, autoritarismo y la anarquía que representan la bomba y el fusil", expuso en Santo Domingo el novelista momentos después de ser investido "Doctor Honoris Causa" por la Universidad APEC. 

Consideró, por el contrario, que el camino hacia la libertad es el del trabajo, la democracia y la educación. 

"Los jóvenes latinoamericanos, a muchos de los que afecta la inequidad y la desigualdad, no deben sentirse deprimidos porque ahora los pueblos tienen la oportunidad de elegir si son pobres o prósperos; si hacen lo que tienen que hacer y ese camino es el de la globalización", afirmó. 

Vargas Llosa dijo que en las oportunidades en que ha sido profesor en universidades de naciones desarrolladas ha comprobado el "abismo" que separa a esos centros de sus iguales en América Latina. 

"Es por esto que digo que las universidades son de una importancia neurálgica para la transformación de un país (...) se ha avanzado enormemente en Latinoamérica, pero aún existen diferencias intolerables", opinó el autor de "Pantaleón y las visitadoras", para quien la libertad es el mejor aliado que tiene la Justicia. 

El creador literario dijo confiar en que los jóvenes latinoamericanos sabrán cumplir con el rol que le corresponde a la hora de asumir los destinos de la región y a ellos dedicó unas reflexiones del filósofo austríaco-inglés Karl Popper, cuando fue inquirido por periodistas sobre las complejidades del mundo moderno. 

"Popper decía que nunca como ahora el mundo había estado mejor, pues ahora se conoce mejor sobre cómo mejorar los alimentos, las medicinas, sobre cómo combatir con más eficacia las enfermedades, y se tienen a mano las experiencias de miles de años que servirán para no repetir errores pasados y hacer de este un mundo mejor". 

Vargas Llosa, por otra parte, pasó revista a sus más de 30 años de relación con la República Dominicana, pueblo que enalteció porque "nunca" perdió su entereza a pesar de sufrir una "sanguinaria" dictadura como fue la de Rafael Trujillo. 

El escritor, que también ostenta las nacionalidades española y dominicana, disfrutó a carcajadas cuando quien leía su semblanza recordó que el propio autor reveló en una oportunidad que su esposa, Patricia Llosa, que maneja prácticamente todo lo relacionado a su carrera, le dijo: "Mario, tu solo sabes escribir". 


Foto EFE 

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Criterios sucesorales

Populismo de menudeo y a manos llenas por un lado, status quo y mensajes de estabilización por otro

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DIEGO BAUTISTA URBANEJA |  EL UNIVERSAL
jueves 29 de diciembre de 2011  12:00 AM
El tema sucesoral está tomando cada día más importancia en el mundo del chavismo. Chávez mismo hará cuanto esté a su alcance para ser el candidato. Si los médicos le aseguran que podrá estar en actividad por más de un año, será seguramente el abanderado del Gobierno. Desde luego que sabe muy bien que él es la mejor carta que su bando puede presentar a las elecciones de octubre. Pero también ha de tener conciencia de que el tema de su sucesión debe ser abordado y, en lo posible, solucionado. 

El descarte de Maduro resultó en este sentido una noticia desconcertante. Maduro tenía cualidades importantes para el delfinato. Discreto, buenas relaciones con Cuba, roce internacional, leal. Las hipótesis de su descalabramiento pueden ir por los lados de alguna grabación o algún chisme que disgustó sobremanera a Chávez, recurso frecuente con los que las facciones internas se atacan unas a otras en ese tipo de entornos políticos. También es posible que la designación de Maduro como sucesor hubiera tensado en exceso las relaciones de fuerzas dentro del chavismo, donde Cabello tendría mayor peso que cualquier otro. 

Otros nombres que suenan, como los de Adán o Jaua, posiblemente no cuenten al final, pues su radicalismo va contra la mayor necesidad que en este momento tiene "la revolución": estabilizarse. 

Chávez va a jugar durísimo las dos cartas principales que tiene en mano. La una, la enorme cantidad de dinero de que dispone, para ir haciendo populismo al menudeo, detectando sector tras sector en situación de necesidad, para irle asignando a cada uno, semana tras semana, su chorrito de renta petrolera. La otra, el hecho de que él y su gobierno son el status quo, a favor del cual juegan todas las fuerzas del conformismo, de la inercia, de los negocios del día a día. Ambas cartas las juega Chávez sobre el piso de un electorado duro, de fidelidad casi religiosa, que oscila alrededor de un treinta por ciento. 

Ahora bien, para que esta segunda carta funcione a pleno rendimiento, Chávez necesita mandar un mensaje de estabilización. Maduro era una señal en ese sentido. Descartado ese nombre, por las razones que sea, está Cabello. Se dice de él que es el hombre con más fuerza real dentro del partido. Pero, sobre todo, que es un hombre sin mayores inquietudes o compromisos ideológicos, que lo suyo es el poder y el dinero, y que no significa una amenaza de radicalización del "proceso". Por todo eso es que se dice que no es del verdadero agrado de Chávez, pero lo mismo que lo hace poco agradable a los ojos del barinés, lo hace adecuado para llenar las necesidades que actualmente tiene su proyecto político: la de reafirmarse como status quo, la de reducir por ahora su carácter amenazante, y la de enviar el mensaje de que "la revolución" llegó hasta donde llegó, y de que ahora y por los momentos, se trata estabilizar lo alcanzado y quién sabe si hasta de retroceder un poco, en cuanto al disparatado manejo de la economía se refiere y al abuso de los derechos humanos de opositores con los cuales ha habido un ensañamiento más bárbaro. 

Así, pues, populismo de menudeo y a manos llenas por un lado, status quo y mensajes de estabilización por el otro. Esa es, a mi juicio, la combinación de pilares sobre la que Chávez va a conducir su estrategia política en los meses por venir. 

Si lo que voy diciendo corresponde a la realidad, esos deberían ser también los criterios con los que Chávez resuelva el problema de su sucesión. Requiere designar un nombre que signifique estabilidad y capacidad de contraer acuerdos con sectores siempre dispuestos a ello, si se les aseguran buenas perspectivas de negocios. 

Por cierto que por ahí andarían también los intereses de Cuba, tan influyentes en todo lo que hace este Gobierno. El Gobierno cubano debe tener en este momento poco interés en la radicalización de la "la revolución" bolivariana. Le debe interesar más bien un gobierno de Chávez un poco menos frágil en lo económico y que tome vías un poco más racionales y pragmáticas. 

Luego están, en cuanto a las cartas por jugar de parte del oficialismo, los temas convencionales contra la oposición, que desde luego serán usados una vez más. Ricos contra pobres, el "no volverán", el 11 de abril, y todo el combo ya conocido. Las precandidaturas de la Unidad a las primarias muestran al respecto diferentes grados de vulnerabilidad, y con seguridad que el Gobierno ya tiene una clara preferencia al respecto y una idea bastante precisa de a cuál candidato no quiere ver triunfador en las primarias. 

dburbaneja@gmail.com

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martes, 27 de diciembre de 2011

VACLAV HAVEL: EL HOMBRE QUE AMABA LA LIBERTAD

por Carlos Alberto Montaner
Carlos Alberto Montaner es periodista cubano residenciado en Madrid.
Fue como un cuento. En diciembre de 1989, súbitamente, Vaclav Havel se convirtió en presidente de Checoslovaquia. En pocas semanas, el escritor checo pasó desde de la más absoluta indefensión a la cúspide del poder. Todavía a mediados de noviembre la policía política continuaba aporreando a los disidentes y el Partido Comunista mantenía las riendas del control social.
                                       

En la tercera semana de noviembre comenzó la asombrosa Revolución de Terciopelo. Las calles y las plazas se llenaron de miles de personas que, finalmente, se atrevieron a manifestar lo que creían del sistema comunista, pero no se aventuraban a decir: era un tormento horrible que debía terminar cuanto antes. Comenzaron las huelgas. El régimen se desplomó. El comunismo teórico era un disparate. El comunismo real, consecuentemente, se había tornado en una creciente pesadilla. Havel le llamaba “Absurdistán”. Hubo algo sorprendente en el vertiginoso fin del comunismo checoslovaco. En febrero, los eslovenos —entonces una república adscrita a la federación yugoslava— crean un partido de oposición. Polonia, de la mano de Lech Walesa y con el impulso masivo del sindicato Solidaridad, había comenzado a derrotar la dictadura en las elecciones de junio. Los tres países bálticos, en agosto, pidieron la independencia de la URSS. En octubre, los comunistas húngaros habían cambiado de nombre y aceptaban el pluripartidismo. A principios de noviembre los alemanes derribaban el Muro de Berlín. El 25 de diciembre los rumanos fusilaron al dictador Nicolás Ceaucescu y a su pérfida mujer, la inefable Elena, para poder dar inicio a los cambios. Un mes antes lo habían elegido por unanimidad como líder del Partido Comunista. Los checos, en cambio, parecían rezagados. De pronto, la libertad llegó como un relámpago. El 29 de diciembre Havel era elegido presidente por un Parlamento que no veía otra salida a la crisis. Su figura se había agigantado al frente del Foro Cívico, una organización que agrupaba, esencialmente, a escritores y artistas disidentes. Era el primer país que rompía sin ambages la cadena moscovita e iniciaba el entierro de las supersticiones marxistas. Seis meses más tarde la inmensa mayoría de la sociedad le concedía sus votos a Havel.Y aquí vino lo bueno. Los agoreros pensaban que un escritor poco conocido, sin experiencia política, y mucho menos burocrática, amante del jazz y del rock, bohemio y tímido, que había pasado casi toda su vida adulta preso o perseguido, sería incapaz de gobernar a un país que mudaba de sistema y se enfrentaba a la inmensa tarea de corregir las arbitrariedades, errores, abusos y estupideces cometidos durante algo más de cuarenta años de dictadura comunista.Es verdad que no fue fácil y en el trayecto, al poco tiempo, checos y eslovacos se divorciaron por mutuo consentimiento (algo que hoy parece mucho menos traumático que entonces), pero, en general, el escritor inexperto resultó ser un gran estadista. ¿Cómo sucedió ese fenómeno? Ocurrió algo primordial: Havel no conocía de leyes, pero había conocido la injusticia. No sabía economía, pero sí experimentó la escasez y la falta de oportunidades. No tenía experiencia gerencial, pero estaba dotado de sentido común, sabía delegar y escogía bien a sus colaboradores. Era, además, una persona inteligente.
Havel tenía un objetivo: devolverles a sus compatriotas el control de sus vidas. La libertad era eso: la posibilidad de tomar decisiones sin coerción ni miedo. Los checos, que una vez formaron parte del imperio austrohúngaro, habían visto cómo los austriacos libres se habían convertido en ciudadanos prósperos de una nación pacífica. Y habían comprobado que la Alemania libre era mil veces más feliz y rica que la Alemania comunista. La regla de oro era obvia: había que tomar decisiones y crear instituciones que fortalecieran la libertad individual. Havel gobernaría desde los valores y los principios. El pragmatismo casi siempre es el disfraz de los oportunistas y los inescrupulosos. El título de una de sus últimas obras resumía su concepción de la política: El arte de lo imposible.Por eso Havel me honró con su trato solidario. Cuando era presidente me recibió en Praga, en el Castillo, públicamente, con toda la alharaca posible, para subrayar su respaldo a los demócratas cubanos y su repudio a la dictadura de Castro. Creía que los ex satélites europeos tenían una obligación moral con las víctimas de la última tiranía marxista-leninista de Occidente. Los pueblos habían sido hermanos en el infortunio y debían salvarse juntos. Cuando dejó de ser presidente organizó un Comité Internacional por la libertad de Cuba y una tarde me convocó a Praga para que presentáramos juntos un libro del gran poeta cubano Raúl Rivero, entonces preso en la Isla. Lo hicimos en un café, como cuando él luchaba contra la dictadura checa. Ya estaba enfermo, pero los ojos le brillaban con fiereza. Era el fuego de la libertad.

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lunes, 26 de diciembre de 2011


Los intelectuales y la política


Václav Havel





PRAGA – ¿Tienen los intelectuales (en cuanto personas que se esfuerzan por ver debajo de la superficie de las cosas, por captar relaciones, causas y efectos, por reconocer los elementos individuales como partes de entidades mayores y de ese modo alcanzar un mayor grado de conciencia y responsabilidad respecto del mundo) un lugar reservado en la política?
Si se lo plantea de este modo, puede parecer que yo considerara deber de todo intelectual involucrarse en política, pero esto es absurdo. La política supone otros requisitos especiales que solo le conciernen a ella. Hay personas que los poseen y otras que no, sean o no intelectuales.

Nunca como hoy la política ha estado tan dependiente del momento, de los humores cambiantes de la opinión pública o de los medios de comunicación. Nunca como hoy los políticos se han sentido de tal modo compelidos a perseguir objetivos efímeros y estrechos. A menudo me parece que la vida de muchos políticos transcurre del programa de noticias de la noche a la encuesta de opinión de la mañana siguiente y de allí a ver su rostro en la televisión por la tarde. No estoy seguro de que nuestra era de medios de masas aliente la aparición y el crecimiento de políticos de la talla de, digamos, un Winston Churchill; más bien lo dudo, aunque siempre puede haber excepciones.Estoy firmemente convencido de que el mundo necesita (hoy más que nunca) políticos esclarecidos y reflexivos, audaces y con suficiente amplitud de miras para pensar más allá de su ámbito inmediato de influencia en el tiempo y el espacio. Necesitamos políticos con disposición y capacidad para elevarse por encima de sus propios intereses de poder, o de los intereses particulares de sus partidos o Estados, y actuar de conformidad con los intereses fundamentales de la humanidad; es decir, que se comporten como todos deberían comportarse, aunque tal vez la mayoría de las personas no lo haga.
En resumen: precisamente ahora, en una época que no favorece a los políticos que piensan a largo plazo, es cuando más los necesitamos; por eso, es cuando más debería apoyarse el ingreso de intelectuales a la política (al menos, de intelectuales según mi definición). Dicho apoyo puede surgir, en parte, de aquellas personas que por un motivo u otro jamás entran en política ellas mismas, pero que concuerdan con políticos de esta clase, o al menos comparten el ethos en el que se basan sus acciones.
Se me objetará, sin duda, que los políticos deben ganar elecciones y que los votantes eligen a los que piensan igual que ellos. Quien quiera progresar en política debe prestar atención a la condición general de la mente humana y respetar el punto de vista del votante llamado “ordinario”. Le guste o no, un político ha de ser un espejo. Que no se atreva a ser mensajero de verdades impopulares, de verdades cuya aceptación puede representar un beneficio para la humanidad, pero que la mayor parte del electorado considera ajenas e incluso contrarias a sus intereses inmediatos.
Pero estoy persuadido de que el propósito de la política no consiste en satisfacer los deseos inmediatos. Creo que los políticos también deben esforzarse por ganar adeptos para sus propias ideas, por impopulares que sean. La política incluye el deber de convencer a los votantes de que el político conoce o comprende algunas cosas mejor que ellos, y que por eso deberían votar por él. Así los votantes podrán delegar en el político ciertas cuestiones que (por una variedad de motivos) ellos mismos no comprenden o por las que no quieren tener que preocuparse, pero que alguien debe encarar por ellos.
Por supuesto, todos los demagogos, todos los tiranos en potencia, todos los fanáticos han empleado este argumento en beneficio propio; los comunistas lo hicieron cuando se autodeclararon el segmento más esclarecido de la población y en virtud de este presunto esclarecimiento se arrogaron el derecho de gobernar a su antojo.
El verdadero arte de la política es el arte de obtener el apoyo de la gente para las buenas causas, incluso cuando su consecución pudiera interferir con los intereses particulares del momento. Pero esto, sin poner trabas a los muchos mecanismos de control que sirven para verificar que los objetivos sean realmente causas buenas y de ese modo garantizar que no se aproveche la buena fe de los ciudadanos para ponerlos al servicio de mentiras que los llevarán al desastre en una ilusoria búsqueda de la prosperidad futura.
Debo decir que hay intelectuales con una capacidad especial para incurrir en esta bajeza. Que ponen su intelecto por encima del de todos y a ellos mismos por encima de la humanidad entera. Que cuando sus conciudadanos no comprenden la genialidad del proyecto intelectual que les ofrecen, les dicen que es porque son cortos de entendederas y no han ascendido todavía a las alturas donde moran los autores de la propuesta. Pero después de todas las que hemos tenido que sufrir en el siglo veinte, es fácil darse cuenta de lo peligrosa que puede ser esta actitud intelectual (o, mejor dicho, pseudointelectual). ¡No olvidemos cuántos intelectuales ayudaron a crear las variadas dictaduras modernas!
Un buen político debería ser capaz de explicar sin intentar seducir; debería buscar con humildad la verdad de las cosas de este mundo, pero sin proclamarse dueño profesional de esa verdad; y debería despertar en las personas las buenas cualidades que poseen, lo que incluye cierta sensibilidad respecto de los valores e intereses que trascienden lo personal, pero sin adoptar un aire de superioridad y sin imponer nunca nada a sus congéneres. El buen político no debería inclinarse ante los caprichos de la opinión pública o de los medios de masas, pero tampoco debería impedir jamás el escrutinio constante de sus acciones.
En el ámbito de una política semejante, los intelectuales tienen dos formas de hacer sentir su presencia. Una es aceptar un cargo político, sin que ello se considere algo vergonzoso o degradante, y usar esa posición para hacer lo que consideran correcto (y no solamente para aferrarse al poder). La otra es sostener un espejo para que se miren las autoridades y garantizar que estas estén al servicio de causas buenas y que ellos mismos no caigan en usar discursos refinados para enmascarar actos indignos, como les ocurrió a tantos de los intelectuales que participaron en política a lo largo de los últimos siglos.
***
Václav Havel fue presidente de la República Checa (1993-2003), el último presidente de Checoslovaquia (1989-1993) y autor de 21 obras de teatro (entre ellas Largo Desolato y Fiesta en el jardín) y de los ensayos El poder de los sin poder, Vivir en la verdad y El arte de lo imposible.
Copyright: Project Syndicate, 2011.

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