Algunos miembros conservadores del Congreso de Estados Unidos le están pidiendo al Presidente Obama que imponga sanciones económicas a Venezuela, empezando por una reducción del 10 por ciento de las importaciones petroleras provenientes de ese país. Pero eso sería contraproducente. Hay cosas mucho más inteligentes que el gobierno estadounidense podría hacer.
En una carta del 18 de febrero dirigida al Secretario de Estado John Kerry, la congresista Ileana Ros-Lehtinen (republicana por Miami) escribió: “Querría pedir respetuosamente que el gobierno de Estados Unidos reduzca de inmediato al menos el 10 por ciento de las importaciones de petróleo provenientes de Venezuela”.
Horas después, la congresista agregó que esa medida “enviaría una señal de apoyo a los oprimidos” por el gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro. El congresista Mario Díaz-Balart (R-Miami) apoyó la propuesta del embargo parcial. Otros legisladores republicanos, incluyendo al senador Marco Rubio (R-Florida) también pidieron sanciones, pero no especificaron si apoyan un embargo petrolero.
Entre otras cosas, quienes piden sanciones citan los asesinatos de más de una docena de estudiantes y otros manifestantes pacíficos, la reciente expulsión de Venezuela de tres diplomáticos estadounidenses, la censura de Maduro contra los medios de comunicación, y el reciente arresto del líder de la oposición Leopoldo López.
Muchos de quienes siguen con atención los temas latinoamericanos en Washington coinciden en Obama no puede hacerse el distraído cuando la Guardia Nacional y bandas paramilitares protegidas por el gobierno venezolano masacran a manifestantes pacíficos. Hasta el momento, al menos 16 personas han muerto, y cientos han sido heridas desde principios de este mes.
Pero los críticos dicen que hay varios motivos por los que un embargo petrolero estadounidense, aunque fuera parcial, sería una mala idea.
En primer lugar, un embargo petrolero de Estados Unidos le daría a Maduro una enorme victoria propagandística, porque le otorgaría munición para respaldar su relato de que su gobierno es víctima de un complot desestabilizador de parte de Washington. Maduro repite a diario esa afirmación, aunque no ha dado ninguna prueba sólida para apoyarla.
La estrategia de Maduro —copiada de Cuba— es de “internacionalizar” el conflicto venezolano, para que no sea visto como una confrontación entre su gobierno y el pueblo venezolano, sino como un choque entre un país soberano y un imperio extranjero. Un embargo petrolero norteamericano llevaría la contienda a este último plano.
En segundo lugar, la reducción de las importaciones petroleras de Venezuela no tendría un impacto inmediato en el gobierno de Maduro, en parte porque una buena proporción de las exportaciones petroleras venezolanas han sido vendidas meses o años por adelantado, en el así llamado mercado futuros. Además, Venezuela podría vender el petróleo embargado a otros países.
En tercer lugar, un embargo petrolero de Estados Unidos no sería fácil de implementar, porque el gobierno de Estados Unidos no compra petróleo, sino que lo hacen empresas privadas. Imponer un embargo parcial castigaría a las compañías petroleras estadounidenses —especialmente a Chevron, la mayor inversora estadounidense del sector petrolero venezolano— a ser nacionalizadas por el gobierno de Maduro, advierten los críticos, como el investigador de la industria petrolera latinoamericana Jorge Piñón, de la Universidad de Texas, en Austin.
En cuarto lugar, aun cuando las sanciones consiguieran empeorar más la ya arruinada economía venezolana, podrían perjudicar más al pueblo que al gobierno venezolano. Maduro simplemente podría cargarle los costos a los consumidores venezolanos y acusar al “imperio”, tal como lo viene haciendo Cuba desde hace cinco décadas, dicen los críticos.
Entonces, ¿qué debería hacer Obama? Casi todos los “latinoamericanistas” en Washington coinciden en que Estados Unidos debería debería seguir manifestándose contra los ataques venezolanos contra las libertades democráticas y los derechos humanos universales, tal como se lo requieren las convenciones interamericanas y de las Naciones Unidas.
Además, algunos proponen que Obama revoque las visas de funcionarios venezolanos, sus familias, y sus socios de la “Boliburguesía Bolivariana” de Venezuela, muchos de los cuales son multimillonarios que tienen casas en Miami, y van de vacaciones a Disneyworld. Parece una medida trivial, pero sería muy eficaz contra el gobierno y los “boliburgueses”, dicen los partidarios de la restricción de visas.
Mi opinión: los embargos petroleros funcionan cuando gran parte de la comunidad internacional los respalda, como ha ocurrido en el caso de Irán. Pero un embargo petrolero unilateral de Estados Unidos a Venezuela, le daría nueva munición propagandística a Maduro, sin ningún beneficio claro para la causa de la democracia en Venezuela.
Washington debería concentrar sus energías en aumentar las presiones diplomáticas internacionales sobre el gobierno de Venezuela para que libere a los presos políticos, restaure la separación de poderes en el país, y restablezca la libertad de prensa.
Y si el Congreso estadounidense decide que eso no alcanza, debería restringir las visas a Estados Unidos de los funcionarios y militares venezolanos. Pero un embargo petrolero estadounidense le haría el juego a Maduro.
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