sábado, 30 de septiembre de 2017



CATALÁN MADURO vs MADURO CATALÁN

Enrique Viloria Vera 

                                                                                          
"Que Viva España" La vida tiene otro Sabor. 
Y España es lo Mejor. ¡Que España es la Mejor!”. 
Manolo Escobar

En ocasiones a los que procedemos de otros lares, vemos las realidades de España con otros ojos. En efecto, nos cuesta entender las razones que mueven a sus ciudadanos a denostar contra la institucionalidad, a cuestionar lo difícilmente obtenido, a intentar echar por la borda los esfuerzos que un conjunto de hombres y mujeres realizaron para construir un país moderno, democrático, seguro, y, a veces, envidiable. Ciertamente se olvida que después de un muy largo proceso fratricida y de años de oscuridad y retroceso, España viene siendo otra. Sus dirigentes de uno otro signo y color dejaron de lado las rivalidades sempiternas para sentarse a dialogar y obtener un consenso acerca del país que todos querían. No fue fácil el proceso de ajuste político y, en especial, afinar la administración territorial para conciliar las inevitables y bienvenidas diferencias entre regiones con características propias, pero con una identidad común.
Superado el terrible y sangriento episodio que significó el independentismo vasco, que dio origen a la cruel banda de la ETA y dejo a su paso un innúmero de españoles muertos, hoy España enfrenta otro riesgo secesionista, esta vez, en la siempre díscola Cataluña. Afortunadamente un significativo número de catalanes maduros y sensatos repudian el referéndum convocado por unos gobernantes y unos dirigentes políticos. - sin sentido histórico -  que desean, a troche y moche, escindir el reino y expulsar a los invasores españoles.
Profunda razón tiene Savater - protagonista y testigo del doloroso proceso que vivió y sufrió su querida Euskadi -, el filósofo refiriéndose a Cataluña expresa: Si un referéndum en que unos se eligen a sí mismos para repartirse lo que es de todos (sin invitar a los demás) puede pasar por democrático es por falta de educación. Y los maleducados no son especialmente ese tercio de jóvenes que no acaba los estudios ni se forma profesionalmente (la juventud “robusta y engañada” de Quevedo), sino los que tienen carrera y hasta doctorado, pero como si nada”.
Y los maleducados no están solos en las filas de la resistencia catalana, el separatismo cuenta con el interesado apoyo de El Robusto Guasón bolivariano, quien -  micrófono en mano -, se declara catalanista, es decir, Maduro Catalán y nunca catalán maduro, porque la madurez la porta sólo en el apellido.
Como es habitual en sus inmaduras alocuciones arremete contra España y contra Marianito, haciendo gala de sus cubanas dotes para el insulto, la burla y el desprecio por el contrincante: sus armas políticas favoritas.
El deslenguado habla y habla, acusa y acusa, ofende y ofende a los gobernantes españoles que - revestidos de dignidad, solidaria y fraternamente -, reclaman un mejor destino para los sufridos súbditos bolivarianos sometidos a las tropelías, abusos e injusticias de un hablachento y depredador socialismo del siglo XXI.

     

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viernes, 29 de septiembre de 2017

¿Votar o no votar? No es la cuestión

 SIMON GARCIA

A pesar de las jugarretas que atravesarán los sectores del régimen o la minoría extremista que delira con el abstencionismo y la pretensión de sustituir a la MUD, el pueblo puede alcanzar una hazaña similar a la de diciembre de 2015. Y si los golpes enseñan, presionar solidariamente a nuestra dirección política para que viejos errores no desnaturalicen una nueva victoria.
La verdadera disyuntiva no es dividir al mundo entre quienes van a votar y los que no. Ambas decisiones pueden ser justificadas racionalmente por quien las tome. Pero lo que está en juego es si la sociedad va a defender la democracia o va a rendirla a la tentativa totalitaria. La pregunta es ¿se quiere que esta tragedia siga o termine?
A la gritería extremista le da volumen el dato de que la abstención promedio en regionales es de un 30% y el propósito de adueñarse de ese resultado. Actúan como el pícaro que no tenía como hacer una caravana y después de atravesar su carro en el puente de entrada, cruzó el pueblo encabezando una larga cola de carros.
Los mariscales con binóculo, que miran la lucha mientras campanean un tuiter, viven la fantasía de un triunfo de Maduro que descarte la lucha pacífica y abra paso a una ficción insurreccional o una de Coroneles a falta de la de vaqueros. Pero la cucaracha ya no puede caminar.
Todo ese pelotón de los que quieren dirigir a la oposición, sin gente ni batallas, no entienden que lo que separa al país es si va a decidirse a sacar de sus regiones a los gobernadores nocivos para sus Estados. El objetivo, por los votos, la protesta, la calle o la presión internacional, es lograr un país diferente al que nos impone una cúpula que resiste al cambio porque quiere conservar sus privilegios y negociados ilegales. Tenemos que conquistar otro futuro.
El significativo porcentaje de venezolanos insatisfechos y molestos con la MUD van a votar para castigar a los que destruyen el país, para descentralizar la política y democratizar importantes espacios regionales. Su interés es mantener la lucha por el rescate de la Constitución desde condiciones de mayor fortaleza y ampliar un liderazgo que se mida en su calidad para expresar y unir a las sociedades regionales.
Votar es acercar la formación de un nuevo gobierno nacional y proporcionarle anticipadamente el soporte de una mayoría de gobernaciones. Votar es también reforzar las iniciativas de gobiernos del mundo y organismos internacionales que desean que los venezolanos encontremos, con urgencia y hechos concretos, un camino común para resolver pacíficamente el problema de una transferencia del poder nacional bajo la aplicación de normas de convivencia democrática.
Esto es posible porque hay un renacimiento de la cultura cívica y porque la política ha comenzado a ser oficio de vivir, empeño de actuar con honestidad y dignidad, como lo ejercería Pavese al reflexionar sobre su literatura.
@garciasim



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NO OS MERECEIS A CASTILLA
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MAGNIFICO MARGARITO
Hasta aquí hemos llegado.

No me insultéis más ni a mí ni a mi tierra. No insultéis a mis abuelos, no insultéis a mis ancestros. No insultéis a Cervantes, a Delibes, a Teresa de Ávila, al iusnaturalismo del que nacen los derechos humanos, a Juan de Padilla, a Juan de Austria… No insultéis más a una tierra que con su concepto del hombre cambió para siempre el destino de la humanidad. ¿O qué cojones os creíais que somos? ¿Quien os ha utilizado para pensaros mejores que nosotros? ¿Exactamente por qué motivo nos odiáis? ¿En qué sois diferentes? ¿Qué pensaríais de vosotros mismos si en toda América se hablara catalán? ¿Qué pensaríais si vuestras leyes supusieran el germen de las libertades de todo el mundo? ¿Exactamente en qué os creeis mejores que Castilla?
Os lo diré. Vosotros, los de las algaradas en las calles de Cataluña, representáis lo más oscuro, lo retrógrado y lo patético frente a una historia de grandeza, heroísmo, democracia y libertad que representa el país del que sois parte: España. Pretendéis acabar con el progreso, con la libertad y con la luz para arrojaros de modo suicida hacia el pasado, hacia el salvajismo. […] Sois una panda de niñatos incultos y paletos que pretendéis hacer una revolución con iPhones mientras en Castilla mis paisanos se parten el lomo en tierras llena de adobe, polvo y pobreza para que vosotros podáis insultarnos con un porro en la mano.
Sois un rebaño, siento lástima y cuando despertéis de este sueño, de esta borrachera de vaso de plástico y piercing de hoz y martillo vais a pasar una larga temporada abochornados por la vergüenza, el ridículo y el espanto que estáis sembrando ante la mirada atónita de vuestros hijos, a los que estáis llenando de odio. Despertad, aunque solo sea por ellos.
Odiáis a España porque odiáis a Castilla, y la odiáis porque no os la merecéis. Estáis insultando a una tierra que ha derramado sangre para que hoy vosotros podáis ser libres. Estáis insultado esfuerzos que jamás comprenderíais. Si solamente alguien os hubiera contado los sacrificios históricos de Castilla, la generosidad de una tierra que junto a otras se diluye para crear España, para crear algo superior, una unidad histórica, un destino, una de las naciones más grandes de la historia, para dar al resto de reinos de la península las leyes y los frutos de su grandeza…
Si supierais lo que supuso para esta tierra hacer una reconquista prácticamente solos, si supierais lo que supuso atravesar un océano hacia el fin del mundo y llevar ley y dignidad a todo un continente, si supierais lo que los jesuitas y otras órdenes han hecho para dar esperanza en los cinco continentes, si supierais el estado de pobreza extrema de nuestros pueblos, si supierais que aquí solo dejaron adobe mientras llenaron Austria de mármol…Si supierais que nos estamos muriendo mientras vosotros, los pijos, queréis abandonar a su suerte a nuestros mayores…
Porque eso es lo que queréis. Cortar la solidaridad entre hermanos. Pero no vais a conseguirlo jamás. Vais a perder. No, no podéis votar. Por supuesto que no se puede votar, por ejemplo, si matamos o no a los niños pelirrojos, si apartamos a los judíos, si flagelamos a las adúlteras. No podemos decidir ciertas cosas. La democracia no es votar, paletos. La democracia es entre otras cosas, garantizar que los bárbaros no podáis votar acabar con la igualdad o con la libertad. Y eso es lo que va a seguir pasando, que España va a defenderos de vosotros mismos, de los que os tratan como rebaño. Por supuesto que vais a perder. Espero que podamos ayudaros a garantizar la libertad y el progreso llenando las cárceles de fascistas y criminales. Si por mi fuera, iba a pasar mucho tiempo hasta que os perdonemos.
Pero lo acabaremos haciendo. Como siempre.

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LA BORRACHERA DE LA IDENTIDAD

DANIEL GASCON

Letras Libres

En un texto dedicado al humor somarda, José Luis Cano contaba la anécdota de un funcionario del ayuntamiento de Calanda, Teruel, que le indicaba a una señora: “Aquí tendrá que firmar alguien de la familia”. “¿Y quién de la familia?”, contestaba ella. “No sé, cualquiera, su marido mismo.” “¡Uy, mi marido de la familia, si ni siquiera es del pueblo!”
Las bromas las carga el diablo y lo que lleva tiempo ocurriendo en Cataluña puede verse como una farsa que se repite en forma de tragedia: como si demasiada gente al mismo tiempo se hubiera tomado en serio el chiste.
Hay investigadores que señalan que existe un componente biológico en el nacionalismo, además de elementos de construcción cultural y de intereses de las élites. No está claro que eso lo haga irremediable: hay otros impulsos biológicos que hemos conseguido domesticar y en buena parte de Europa durante décadas se ha conseguido acallar o tener una versión relativamente suave de algo que, como dijo Mitterrand en un discurso inolvidable, es la guerra.
Aurora Nacarino-Brabo ha escrito en esta revista sobre la alianza entre nacionalismo y populismo. Además, el nacionalismo ha disimulado (aunque, a decir verdad, tampoco disimula tanto) sus elementos anacrónicos, un poco decimonónicos y rancios, y su sustrato supremacista, en una época que mostraba una actitud comprensiva hacia el discurso de las identidades, y en particular hacia identidades autonómicas, que en algunos casos habían sido oprimidas durante la dictadura franquista.
La identidad no siempre tiene articulación política, y tampoco tiene necesariamente una relación conflictiva con el sentimiento de pertenencia a una unidad mayor. Pero es útil para el nacionalismo. Aunque la identidad es compleja, cambiante y azarosa, el nacionalismo privilegia una sola variedad homogénea y esencialista por encima de las demás. Los nacionalistas periféricos españoles tienden a hablar de la asignatura de Formación de Espíritu Nacional. Pero al observar sus acciones, no es difícil detectar cierta admiración: parece que lo que les molesta no es el adoctrinamiento sino que este se hacía en los mitos y símbolos equivocados.
Facilita el paso a una implicación emocional. La crítica a una identidad colectiva, a su parafernalia hortera o sus mecanismos de propaganda, se convertía en una agresión a las personas. Si es un sentimiento íntimo, todo ataque es una ofensa: la nación (o la pertenencia regional) ya no se ve como una idea sino como una parte del sujeto, y se olvida que las tradiciones culturales son en buena medida una mezcla de falsificación y robo: en su divertido texto sobre el humor aragonés, el sabio Cano cita como ejemplos a Chuang Tzu y Buster Keaton. En los casos extremos, la discusión se desliza hacia lo religioso y todo desacuerdo se vuelve blasfemia.
Propicia también el desarrollo de lo que podríamos llamar una política del agravio. Este no es un elemento despreciable. Todos nos sentimos ofendidos y el deseo de reconocimiento es una poderosa fuerza política.
Existen injusticias mensurables que se pueden rectificar. Hay reparaciones y gestos simbólicos que pueden ser útiles, y se pueden hacer por buena voluntad o cuestiones pragmáticas. Pero esta política tiene sus límites y problemas.
Entre ellos está el regreso constante al pasado. Una de sus tentaciones más frecuentes es proyectarlo en el futuro, como ha escrito Manuel Arias Maldonado: a ver si esta vez sale bien. Quienes no conocen la historia, escribió Christopher Hitchens, están condenados a recrearla.
Otro es que el agraviado, en ese repositorio cambiante del pasado, tiene siempre motivos para sentirse herido. “Nadie quiere ser víctima, pero todos quieren haberlo sido”, escribía Todorov. Así, por ejemplo, cuando un escritor español, en un texto de propósito conciliador, publicó un artículo explicando lo importante que era para él la cultura catalana, un narrador en catalán le reprochó que los nombres que citaba en su artículo fueran clásicos: eso demostraba, a su juicio, su falta de interés por la cultura catalana contemporánea.
Otro problema de la política del agravio es que, cuando uno está muy preocupado por las ofensas reales e imaginarias que recibe, tiene menos capacidad para detectar las ofensas reales e imaginarias que produce. Es bastante frecuente leer o escuchar a gente que muestra una extraordinaria sensibilidad para lo propio y una espeluznante falta de sensibilidad hacia los demás.
El énfasis en la identidad y los agravios produce un discurso emocional que dificulta llegar a acuerdos. No creo que haya que despreciar las emociones ni pasarlas por alto, pero conviene mantenerlas a raya antes de la discusión. No porque no sean importantes, sino, entre otras cosas, por respeto a su poder y relevancia.
Un poco de ironía –en el sentido de tener conciencia de la propia contingencia– puede resultar útil. No significa renunciar a los propios principios; al contrario, puede ayudarnos a distinguir lo que de verdad importa.

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Roberto Picón

Eduardo Fernandez
 
Conozco a Roberto Picón. Puedo dar fe de que es un hombre bueno. Un profesional competente y honesto. Un ejemplar jefe de familia. Un ciudadano serio y responsable. Roberto tiene alrededor de cien días preso. Fue detenido el 22 de junio de este año. Todavía no se sabe cuáles son los hechos que se le imputan. Se le acusa de traición a la patria, rebelión militar y sustracción de efectos militares.

Se le presentó ante un tribunal militar cuatro días después de haber sido detenido. La ley establece que solo puede pasar 48 horas antes de que un ciudadano privado de su libertad sea presentado ante un tribunal competente. No había auto de detención y no se permitió que Roberto pudiera hablar con sus abogados.

En el caso de Roberto, como en tantos otros, se ha violado el derecho a la defensa y también se ha violado el debido proceso. No se respetaron los lapsos procesales. A los noventa días no se ha fijado la audiencia preliminar. No hay ningún elemento de hecho ni de derecho para que Roberto esté privado de libertad.

Roberto es un ciudadano civil. Es un atropello que lo esté enjuiciando un tribunal militar. Eso representa una grave violación a su derecho a la defensa y al debido proceso y al juez natural. Los tribunales militares no tienen autonomía ni independencia frente al Presidente de la República que es el comandante en jefe de la Fuerza Armada.

Pero lo importante es que un ciudadano civil no tiene por qué ser juzgado en la jurisdicción militar. Además, Roberto no debe estar privado de su libertad personal. No existe ningún elemento de prueba o convicción que lo justifique. No hay ningún indicio que permita suponer que Roberto haya incurrido en ninguno de los hechos que se le imputan.

El Gobierno está invocando delitos de traición a la patria y otros similares para perseguir y amedrentar a todos los que se oponen a sus políticas. La Defensoría del Pueblo y la Fiscalía deben declarar la ilegalidad del proceso que se le sigue a Roberto y deben decretar su liberación inmediata y el sobreseimiento de la causa.

A estas alturas no se conocen las condiciones de modo, tiempo y lugar del presunto delito en el que habría incurrido Roberto Picón. Por lo demás, fue detenido en un allanamiento ilegal en una residencia particular. Por supuesto, todo lo que he dicho en relación con Roberto Picón podría también decirse de otros muchos ciudadanos venezolanos que han sido arbitrariamente privados de su libertad por el solo delito de oponerse al Gobierno. Y sometidos a trato indigno.

Tenemos derecho a reclamar la plena vigencia del Estado de derecho y la existencia de una administración de justicia autónoma e independiente.

Seguiremos conversando.


Eduardo Fernández
@EFernandezVE
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DE ABSTINENCIAS Y ABSTENCIONISTAS

JEAN MANINAT

EL UNIVERSAL

La abstinencia es un derecho no reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), es el sustento que le asiste a un objetor de conciencia al negarse a hacer la guerra, o a un vegano a no alimentarse con productos de origen animal. Al de los abstemios, héroes anónimos, en su esfuerzo por imponerse el yugo de la prohibición entre mesas y manteles, y al de los ascetas en su empeño de cumplir con sus votos de castidad. En fin, todo el mundo tiene el derecho de abstenerse de lo que le dé su santa gana.
Sin embargo, la cuestión se complica cuando lo que es una opción del fuero interno, una decisión de vida, o el consejo de un libro de autoayuda bien asumido, se convierte en un pulso vital, en el rasgo que identifica una supuesta misión en el mundo, en la buena nueva que hay que expandir por la tierra para salvar a los bípedos que la habitan de sus propios abismos.
¿Hay algo más fastidioso que un exfumador reciente aleccionándonos cuando estamos a punto de encender un buen habano, o un ateo integrista iniciando una batalla teológica si nos sorprende persignándonos distraídamente al pasar frente a una iglesia? Sí lo hay… un abstencionista profesional en la Venezuela de hoy.
Dejemos claro que no nos referimos al que abriga dudas sobre participar en las elecciones regionales del 15 de octubre, que quisiera esperar hasta convencerse de que definitivamente no votará, o que de todas-todas hay que hacerlo. Aquellos que sopesan ejercer su derecho a la abstinencia electoral quirúrgica.
Nos referimos, más bien, a los propiciadores de la abstención, a los que han hecho de la dejación de un derecho político una bandera de su actividad política. Son los que apuestan por una alta abstención, o por una derrota de la oposición en las regionales, para ver cumplidas sus propias profecías.
Son los que no le dan tregua a la descalificación de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pero si les responden, utilizan como escudos humanos a quienes dudan: “¡ven, amigos, nos están asediando, así no provoca votar!”, exclaman mientras degüellan candidatos opositores en Twitter.
(El comandante galáctico, al salir del cuartel San Carlos –donde pagaba prisión VIP– se enfundó un liquiliqui negro y se dedicó a patear el país proclamando la abstención electoral, hasta que prominentes representantes de la élite criolla lo repotenciaron en candidato electoral triunfador).
No hay que hacerles caso. Hay que ir a votar mayoritariamente porque no será fácil la contienda, porque se enfrenta a un adversario todavía poderoso, con pocos recursos, pero suficientes para fortalecer una lucha desigual en contra de la oposición democrática. Y, en ese propósito, tiene la inestimable ayuda de los profesionales de la abstención.
Afortunadamente, como suele pasarles a los vendedores de pociones mágicas  instantáneas, su prédica ha perdido fuelle, y verán pasar a la multitud multicolor luchando para que no le quiten su derecho democrático a elegir gobernadores.
Los profesionales de la abstención no quieren que votes. El gobierno, tampoco. Es muy fácil la escogencia. ¡Votar!
@jeanmaninat
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FERROCARRILES DE GUANO

IBSEN MARTINEZ

Quizá la única contribución genuinamente latinoamericana al pensamiento económico moderno haya sido la celebérrima teoría de la dependencia económica. Ella pone énfasis en los desequilibrios entre el “centro” (los países donde todos preferiríamos vivir, pero donde existe veto migratorio) y la “periferia” (nuestro vecindario) y en los desiguales términos de intercambio entre ambas regiones.
Presento ahora al profesor Bradford Burns, estadounidense de Iowa, y uno de los más sólidos y acuciosos estudiosos de la historia económica latinoamericana. En su libro La pobreza del progreso. América Latina en el siglo XIX, Burns sostiene que el encuentro entre nuestras sociedades poscoloniales y las fuerzas del moderno comercio mundial capitalista desencadenó causas y efectos nunca vistos desde los tiempos de la conquista española.
Luego de alcanzar nuestras independencias, dio comienzo en la región un experimento en “crecer hacia afuera”, esto es, crecimiento regido por las exportaciones de bienes primarios. La experiencia se prolongó en buena parte de América Latina hasta los años treinta del siglo pasado.
Considérese el paisaje económico que siguió al logro de nuestras independencias hacia 1830: el dinamismo inherente al libre comercio enfrentaba ferozmente a las tozudas oligarquías rurales contra el telón de fondo de interminables guerras civiles. “El legado que nos dejó este choque cultural poscolonial durante el siglo XIX –afirma Bradford Burns– fue la perniciosa pobreza del pensamiento económico latinoamericano del siglo XX”.
Pocas imágenes ilustran mejor esa indigencia intelectual como la célebre frase de Manuel Prado, “hagamos ferrocarriles de guano”. ¿Quién era Manuel Prado?, se estará preguntando más de un lector que haya llegado hasta aquí. Pues bien, Manuel Prado y Lavalle fue el primer presidente civil que tuvo Perú.
Ocupó la presidencia de su país en el período constitucional que fue de 1872 a 1876. Si su condición de civil lo singulariza en un período que, tal como en casi todo tiempo latinoamericano, prevalecían los militares, más singular parecerá si atendemos a que don Manuel no fue abogado ni médico, sino economista.
Prado fue asesinado dos años después de dejar la presidencia. Me apresuro a advertir que esta columna no pretende hacer valer la idea de que la mejor manera de deshacerse de un economista sea el homicidio.
La expresión “ferrocarriles de guano”, echada a rodar por Prado en el siglo XIX, prefigura otra morrocotuda estupidez, otro biensonante símil agrario, esta vez del siglo XX, pero también referido a un bien primario: “Sembrar el petróleo”. La fórmula “sembrar el petróleo”, repetida como un mantra desde 1936 hasta la actual debacle petrolera, resume la orfandad de ideas económicas de las élites venezolanas durante el siglo XX. Sembrar el petróleo, es decir, usar los “petroingresos” para sostener y expandir un Estado monstruosamente inepto es lo único que hemos discurrido en Venezuela, uno de los petroestados más antiguos del planeta.
Todo lo que hoy saben de cierto los historiadores económicos sobre la inmunodeficiencia de los petroestados como Venezuela, siempre librados al vaivén de los ciclos de precios, indica que sembrar el petróleo es lo último que ha debido hacerse.
Sembrar petróleo para “romper la dependencia” es solo el santo y seña de Estados populistas que han intervenido a golpes de chequera en todos los ámbitos de la vida económica solo para convertir sus países en paraísos de corrupción e infiernos de pobreza.
La continuada “pobreza del progreso” de que nos habla Bradford Burns tiene en “sembrar el petróleo” el más señalado aporte del siglo XX venezolano a las supercherías que han moldeado el continente en que vivimos.
Gracias a ella, Venezuela está hoy al final del largo y tortuoso viaje de una frase feliz hacia la nada.
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Notas sobre populismo y dictadura


NELSON CHITTY LA ROCHE

“La paz de los dictadores no es sino la de la prisión o la tumba”.
Gene Sharp

Venezuela vive la hora de la transición del populismo a la dictadura. Tal vez, en pureza de términos, ambas situaciones se acerquen más de lo que una primera vista permite ver. El populismo es una forma de oclocracia, y bien sabemos que la historia nos muestra la frecuencia de esa cadena que se forma de un eslabón al otro. Estas dos décadas han sido de dominio de la muchedumbre turbulenta, guiada, usada, manipulada por una suerte de oclócrata que, además, edificó una oligarquía cívico-militar para ejercer el poder y sostenerse en él. Hagan memoria y verán que ni especulo ni exagero.
El discurso es la primera prueba de mis afirmaciones. El difunto siempre recurrió para justificarse al argumento del supuesto interés superior del pueblo que no era sino el de las mayorías depauperadas, y soliviantando su bajo psiquismo se convirtió en su administrador. La neolengua tomó el espacio oficial de la comunicación y la segregación encontró interpretación consecuente. Escuálidos y oligarcas fueron suturados en la cara de la nación. Una cicatriz tejida en cada puntada de la palabra del líder dividió al país. De listas y discriminaciones se escribieron capítulos del devenir ominoso de esta deletérea experiencia.
La bonanza petrolera ayudo a elaborar una tesis basada en la siempre legítima explicación de la solidaridad convertida en aparente caridad inclusive. El presidente abrió los chorros del erario público en dos direcciones; de un lado la atención de las necesidades populares de salud, educación y alimentación y del otro, convertir a la fuerza armada en su herramienta operativa. En los dos casos, sin embargo, cuidose bien de eliminar los controles previos y posteriores para que el tren de la demagogia transitara cómodo por el riel del gobierno. Les compraba el alma, los enajenaba, los alienaba. Chávez y el chavismo fueron y son ontológicamente la corrupción misma. La ineficiencia y la incapacidad fueron sus hijos también.
Pero Kelsen nos recuerda que el Estado es norma, es autorregulación, es derecho. El austríaco incluso no admitió la locución Estado de Derecho por apreciarla redundante. El gobierno no es el Estado, es su piloto y, desde luego, se desempeña dentro de sus límites, y allí el comandante paracaidista no se sintió a sus anchas. La segunda fase del proceso consistió, y de hecho es una doctrina del chavismo, en desconocer, obviar, desviar o violar si fuere necesario los controles del poder, subrogarse el Estado. Desde su llegada se observó una política de justificación de sus dislates, tropezando, empujando, apartando o derribando los elementos reguladores y reglamentarios. Eso trajo un sostenido proceso de desconstitucionalización y de anomia implícita que se completaría con otros ademanes que de seguidas comentaremos.
Toda revolución grita nuevos íconos morales. Algunos para resaltar designios, y otros, destacar caracteres presumidos o visibles que de por sí constituyen valores legítimos en el ideario o, acaso, elementos a insertar, estimular, vivificar en el curso de la dinámica a cumplir. La dictadura del proletariado y la fragua de un hombre nuevo desprendido y espiritual son paradigmas dentro de los cuales se hizo y deshizo todo tipo de acciones y absurdos también. La superioridad aria y el nacionalismo fueron factores belígeros que explican las guerras europeas del siglo XX. El personalismo concretó lo suyo en Cuba, y en Corea del Norte sustenta a un esquizoide que anda jugando a la ruleta rusa, pero con la cabeza de la humanidad. En Venezuela, el arsenal ha variado de un lustro al otro, entre el culto a Chávez, el desarrollo de una clase social homogénea por contraste con los marginados de la clase media, profesionales liberales, universitarios, civiles y demás especies a soslayar. Últimamente, no obstante, seguir la farsa del servicio a la idea disfraza una obsesión depredadora e irresponsable que, a pesar del fracaso, los quiere allí, en el poder, para siempre.
Paralelamente; el fenecido presidente y sus epígonos, otrora espalderos por cierto y devenidos estelares, se dedicaron a sustituir productos y principios por justificaciones y resultados. Una cultura del pragmatismo se difuminó, así como una desvalorización del conocimiento y la excelencia profesional.
La jerarquía se atrofió. La sumisión ocupo lo que la lealtad, y entonces se perdió el premio al esfuerzo remplazado por la alabanza, el elogio, la adulación que dinamitó la institucionalidad. Los menos vistosos del mundo militar cogieron esa trocha, alabarderos y los que lucían por buenos y capaces ya no competen sino a cambio de roles con la mediocridad. En Venezuela tenemos cerca de 3.000 generales haciendo lo que antes hacía un teniente coronel. En el Hospital Domingo Luciani un general decide a qué servicio se le entrega el equipo de anestesiología disponible.
El fraude a la educación coronó la faena y vulneró toda empresa ética en curso. La demagogia alcanzó allí el non plus ultra plausible. Entre misiones que no capacitaron ni mejoraron ni entrenaron a nadie se repartieron títulos y se banalizó completamente el propósito universitario. La Unefa recogió y convirtió en docentes a una caterva de frustrados y tercerones y la Bolivariana, peor aún. Por otro lado, se irrumpió contra las verdaderas universidades y se las aniquila con un cerco económico atroz y el asedio político de una ley de educación que desconocería la autonomía y transformaría con la demagogia igualitaria los centros de educación superior en apéndices permeables a la conducción sindical del lumpen que los dirige. La movilidad social no es más, la natural conquista de los muchachos y sus familias, sino el fruto del histrionismo estridente de los psicóticos de oportunidad.
Al ciudadano se le anula. En nombre del pueblo y sus gestores, se le desconoce. La clase gobernante se atornilla frívola y desconsiderada. El populismo complaciente cede en el fondo su soberanía al dictador que lo puede casi todo, a cambio de malograr el presente y comprometer definitivamente el porvenir.
nchittylaroche@hotmail.com                                                                       
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jueves, 28 de septiembre de 2017

España: EL VIEJO TRUCO DE LA PATRIA

MARTIN CAPARROS

BUENOS AIRES, Argentina – Nada nunca empieza, todo sigue, pero si esto fuera un cuento se podría decir que empezó hacia 2010, cuando la crisis económica global se ensañó con España. Ese año el Partido Popular consiguió que el Tribunal Constitucional anulara el Estatuto de Autonomía que los catalanes habían votado cuatro años antes. Gobernaba Cataluña el mismo partido de la derecha catalanista que ya lo había hecho durante más de dos décadas y nunca había hablado de independencia para su región. Tampoco lo hizo entonces.
Pero la crisis arreciaba, y el Govern catalán decidió cortar por lo más débil. Entre 2010 y 2015 redujo los presupuestos de vivienda, educación y salud públicas más del 15 por ciento. En ninguna otra comunidad española los recortes fueron tan brutales.
Hubo protestas, miles, en las calles. El Govern se asustó: debía hacer algo. Freud –cuánto hace que no citábamos a Freud– habló de los recuerdos pantalla, esos que sirven para tapar lo que no soportamos recordar. Más universales aún son los proyectos pantalla: los que sirven para tapar lo que no soportamos prever, las amenazas del futuro. Cualquier religión, muchos discursos políticos son buenos ejemplos. El partido de la derecha catalana recurrió al más clásico: el viejo truco de la patria.
Toda la culpa, dijeron, era de Madrid. Y allí el gobierno de la derecha española, también golpeado por la crisis, vio la oportunidad y saltó sobre ella: ¿qué mejor que imitar a sus correligionarios catalanes y agitar el mismo espantajo? Fue una curiosa coincidencia: Artur Mas en Barcelona y Mariano Rajoy en Madrid pensaron que los fantasmas patrios les servirían para disimular otros fantasmas, y los llamaron a los gritos. “El patriotismo es el último refugio de los canallas”, repite el doctor Samuel Johnson. A estos dos les convenía pelearse, revolear banderas: así empezó esta carrera de provocaciones, bravatas y tonterías que amenaza con crear nuevas fronteras.
La patria es una idea paranoica –funciona en referencia a una amenaza externa– y la paranoia siempre vende bien. Es fácil entusiasmarse con la patria. Es fácil imaginarnos distintos de los otros; es fácil imaginarnos mejores que los otros. Es fácil suponer que todos los males vienen de los que están más lejos, los que no son nuestros parientes, nuestros vecinos, los nuestros. Es más cómodo, más tranquilizador: evita ciertos roces y evita, sobre todo, el esfuerzo de pensar.
El mayor efecto de la patria es aplastar las diferencias, los matices: hace que cualquier consideración desaparezca ante la fuerza de esa banda de –supuestos– iguales. Frente al aumento de la desigualdad en la sociedad catalana –como en el resto de la sociedad española– en los últimos años por la concentración de la riqueza y la pérdida de empleo y los errores económicos, lo más fácil para muchos catalanes es decir “Espanya ens roba” (España nos roba). Es lo mismo que hicieron los británicos que votaron el brexit, los estadounidenses que votaron a Trump, y siguen los éxitos.
Así que la gran derecha catalana, extrañamente aliada con la izquierda republicana, con mayoría en el Parlament autonómico, convocó un referéndum para que los catalanes voten si quieren o no la independencia. Lo anunciaron para el domingo 1 de octubre y la ley que lo prevé dice que si gana el sí –por mayoría simple de votos, sin mínimo de participación–, el Parlament debe declarar, en menos de 48 horas, la independencia.
Independencia es un concepto vaporoso. Creo que muchos catalanes no se imaginaban el esfuerzo, el costo, la voluntad que requiere poner en marcha un país nuevo. No se veía –viví allí varios años– en la sociedad catalana esa energía y esa urgencia necesarias para inventar un país, para construir la realidad de una idea. Parecía que se imaginaban la independencia como un estado idílico, de amor y tradición, de retorno a un pasado que nunca existió. Que no consideraban que los obligaría a crear un gran aparato de Estado, a salir de la Comunidad Europea, a perder por un tiempo su mercado principal –España–, a resignar nivel de vida. Y que el Barça tendría que jugar un campeonato de segunda.
Por eso, hace unos meses no habría sido difícil contener ese impulso o, por lo menos, encauzarlo. El gobierno central podría haber buscado las maneras: informar sobre las complicaciones de una separación, insistir en que España quiere y necesita a Cataluña, discutir mejores términos de convivencia. Y, en última instancia, organizar un reférendum legal, consensuado, que aceptara que para plantear su secesión la población de una región necesita dos tercios o tres cuartos de los votos, con un mínimo de participación. Al fin y al cabo, todas las encuestas dicen que tres de cada cuatro catalanes quieren votar y decidir, pero menos de la mitad elegiría la independencia. Votar y votar por la independencia son dos cosas radicalmente distintas; la testarudez de Rajoy y los suyos las ligaron.
Tenían muchas opciones y las despreciaron: se creen que para complacer a su público les conviene mantener la imagen de caballeros altivos inflexibles —que tan bien sirvió a sus ancestros para construir la famosa leyenda negra—. Y ahora insisten en su exquisita mezcla de sordera y agresión: siguen negándose a cualquier diálogo, secuestraron millones de boletas y carteles electorales, mandaron fuerzas de intervención policial con helicópteros y barcos, acusaron a más de 700 alcaldes, detuvieron a una docena de dirigentes, crearon un clima de ocupación que solo favorece a los otros nacionalistas. La imagen de la Guardia Civil española impidiendo votar a los ciudadanos de Cataluña es de esas que pueden durar décadas.
El gobierno del Partido Popular insiste en que el referéndum es inconstitucional. Lo es, según la ley, pero el texto de la ley no siempre traduce su espíritu. Es difícil, en una democracia, sostener que un pueblo no tiene derecho a expresarse en las urnas. Y es más difícil todavía reprimirlo por intentarlo. El referéndum puede ser ilegal; con su violencia, el Estado central lo está legitimando.
Siempre se dijo que la principal característica de los catalanes era el seny –el sentido común, la razón serena–; en este caso, la intolerancia centralista está acabando con él. Más y más catalanes se deciden por un independentismo que, hace unas semanas, los asustaba o no les interesaba. Más y más personas dicen que ya no importa lo que les cueste; que no quieren seguir tolerando los agravios y ataques españoles. Si alguna vez queremos saber cómo se llega a situaciones que parecían imposibles, el caso catalán será objeto de estudio: de cómo dos bandos que creyeron que podrían mantener controlada una pelea de baja intensidad rodaron al abismo.
El viernes Mariano Rajoy anunció que su intervención policial y judicial ya había logrado desarmar el referéndum. Es probable que el Govern, acorralado, no consiga realizarlo. La votación será remplazada por los intentos de votar: el próximo domingo esos intentos se convertirán en marchas, acampes, ocupaciones varias —como la que ya empezó en la Universidad de Barcelona—.
Así que nunca se sabrá qué habrían votado los catalanes. No habrá datos ni hechos ciertos sino nuevas ilusiones: lo que podrían haber logrado si no los hubieran reprimido. Los hechos se pueden discutir; las ilusiones no. Y nadie descarta que el lunes 2 el president Puigdemont declare la independencia de Cataluña y que España intervenga manu militari y que catalanes resistan y que quién sabe qué. Mariano Rajoy pasará a la historia como ese necio que de tanto escalar una suave colina la convirtió en el Everest: gracias a sus esfuerzos los independentistas están ganando esa legitimidad que solo consiguen, en nuestras sociedades, las víctimas. Nada le sirve tanto al viejo truco de la patria.

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La Venezuela pospetrolera y el último tren antes del precipicio

Pedro García Otero
 
 
Este domingo, 24 de septiembre, el diario español El País publicaba un trabajo titulado Energías Renovables: ¿Se acabó la gasolina?, en el que se dan, en el primer párrafo, diversos ejemplos de cómo las principales economías del mundo se hacen cada vez menos dependientes del petróleo, no solo por razones financieras, que ya en sí son suficientemente importantes, sino por razones climáticas: Europa se ha comprometido, para 2050 (una fecha que está en el horizonte, aunque muchos de los que leemos esta nota hoy quizás no estemos para vivirla), a reducir entre 85 % y 90 % la emisión de gases invernadero.
Alrededor de 170 países han establecido políticas de reducción de gases, incluida China, la gran usina del crecimiento económico mundial, y esto, evidentemente, provoca reacciones en el mercado petrolero. En 2013, cita el mismo diario El País, en otra información, el peso del petróleo en el consumo mundial de energía había caído a los niveles de 1965; y, según el Anuario BP de Energía 2016, desde entonces, ha habido una pequeña recuperación.
De hecho, la demanda de petróleo (como parte del consumo mundial de energía primaria, de acuerdo con el mismo anuario), en el último cuarto de siglo, ha crecido de unos 4.000 a 4.500 millones de toneladas equivalentes de petróleo (MTEP), un 12 % aproximadamente, mucho menos de 1 % por año; en un mercado total que ha crecido de 9.000 a 14.000 MTEP en el mismo lapso, es decir, más de 50 %.
En este escenario, el gran sostén del crecimiento de la demanda de energía del mundo es el gas, que prácticamente ha crecido en la misma proporción, y el carbón ha tenido también (paradojas) un incremento sensible desde 2003 y hasta 2012, sin duda apoyado por los altos precios del petróleo, y que ahora debe tender a caer. Un experto, en el precitado trabajo del país, señala que “no olvidamos el carbón cuando comenzamos a producir petróleo, solo lo montamos encima”. Sin embargo, en ocho años cerrará la última mina de la legendaria industria carbonífera inglesa.
Aunque las energías renovables no aparecen con un crecimiento sensible, por haber empezado muy por debajo de los combustibles fósiles, su crecimiento interanual es de 20 % en MTEP, hasta 2015, fecha de los últimos datos disponibles para la Agencia Internacional de Energía renovable.
El peso de la renta petrolera en el PIB mundial, igualmente, luego de alcanzar casi 3 % a mitad de la década pasada, ha caído a menos de 0,5 % del Producto, según datos del Banco Mundial. Es decir, para el funcionamiento de la economía planetaria, el petróleo es un producto cada vez menos importante, aunque no puede soslayarse su efecto agregador para otros sectores, como transporte, producción de bienes y servicios, e incluso, como generador eléctrico.
Un amigo de juventud y gran periodista, Marco Tulio Socorro, decía, en la década de los 90, que su gran miedo como venezolano era levantarse un día por la mañana y ver que el periódico decía “ya no se necesita más la gasolina”. Él terminó yéndose de Venezuela, como casi toda mi generación, a sociedades más funcionales. Pero yo siempre le comentaba que eso era imposible, que no iba a suceder. Por lo menos no así.
Lo que está pasando en el mundo es que la dependencia de la gasolina (principal derivado del petróleo) es cada vez menor, aunque hay opiniones en contrario (sobre ellas hablaremos más adelante). Ya hay países que prohibirán el motor de combustión interna tan pronto como en 2025; Inglaterra lo hará en 2040.
Se venden cada vez más y cada vez mejores autos eléctricos, o híbridos (eléctricos-gasolina, eléctricos-gas natural, sobre todo esto último); en las ciudades del primer mundo, además, hay cada vez mejores sistemas de transporte público, más eficientes en cuanto a costo-volumen de personas y carga transportada.
Es decir, evidentemente, las perspectivas del petróleo no son buenas, en el mediano o en el largo plazo. Los que han apostado contra las nuevas tecnologías, desde los Ludditas  —aquellos que destruían las máquinas de la revolución industrial—, hasta Kodak, han perdido. Sin excepciones.
Desde que el Gobierno de Nicolás Maduro cayó en la consecuencia inevitable de un modelo fallido en 70 países y durante más de un siglo —la bancarrota financiera y el estallido social—, ha venido acuñando el término “sistema económico pospetrolero”.
Como es su costumbre, el chavismo le pone eslóganes de pertinencia a proyectos de los que no tiene ni idea de su implementación. Para el chavismo, el “sistema económico pospetrolero” puede suponer (de acuerdo a lo poco que han esbozado, probablemente porque no tienen ni idea de cómo desarrollarlo), dos cosas: O más comunismo, puro y simple, con lo cual el fracaso está garantizado de antemano; o un sistema tipo chino, de férreo control político mezclado con capitalismo de amigotes, del más salvaje, en un país en el que su población está ganando salarios de hambre.
Que Maduro y la cúpula inepta y corrupta que lo rodea hablen de “modelo pospetrolero” en un momento en que el petróleo está todavía a 40 dólares y en el que el Gobierno controla, y asfixia, la mínima inversión independiente, no controlada por él, ni siquiera llega a risible.
Pero en algo sí tiene razón el mandón: Al menos con su Gobierno, el modelo petrolero está acabado para Venezuela. Porque si el petróleo, como industria, tiene cada vez menos peso en el PIB mundial, Venezuela, como proveedor, es cada vez más insignificante en ese mercado. Sus 1,9 millones de barriles de producción diaria han hecho que, al elaborar recientemente un perfil del futuro del petróleo, The Economist no haya mencionado a Venezuela ni siquiera en una ocasión.
No siempre fue así. En 2005, un exultante Hugo Chávez, recién ganador de un referendo revocatorio y con el camino político despejado hacia el futuro, ofrecía, canibalizando la figura de Arturo Uslar Pietri(quien calificó al mandatario de “ignorantísimo”, apenas llegado al poder) el plan “Siembra petrolera” que prometía un objetivo económico (llevar la producción a más de seis millones de barriles en 12 años, es decir, en el año que vivimos ahora), y cuatro objetivos políticos, promovidos por sus delirios geopolíticos y apoyados en los altos precios del crudo:
“Apalancar el desarrollo socioeconómico nacional para construir un nuevo modelo de desarrollo económico más justo, equilibrado y sustentable para combatir la pobreza y la exclusión social; impulsar el proceso de integración energética de América Latina y el Caribe; servir de instrumento geopolítico para propiciar un modelo pluripolar que beneficie a los países en vías de desarrollo y a la vez constituya un contrapeso al sistema; y defender la cohesión y la articulación de la política petrolera de la OPEP”.
Ustedes juzgarán cuáles de estos objetivos se cumplieron. Por supuesto, el del incremento de la producción nacional es un fracaso rotundo. Pero se garantizaron varios votos de la Caricom en este momento, como lo demuestran las sucesivas discusiones de la Carta Democrática Interamericana al régimen autoritario de Nicolás Maduro.
Seguimos pagando —y pagaremos por muchos años, como hemos venido haciéndolo desde los 70— el precio de tomar al petróleo como sinónimo de la soberanía nacional, como una especie de patriotismo del subsuelo, que a la larga —y a la corta también— solo ha servido para hacer de quienes capturan el poder una suerte de semidioses, de quienes depende la suerte o la desgracia, el bienestar o el padecimiento, del resto de la sociedad.
Quienes quieran construir la sociedad post-petrolera venezolana, deberán, sin embargo, apoyarse en el petróleo durante muchos años más. No todas las visiones sobre la industria son apocalípticas; más bien, hay expertos de peso en la industria que dicen que no solo la demanda de petróleo va a seguir incrementándose hasta la próxima década, sino que puede haber una crisis de suministro del crudo hacia finales de los 2010. Y que, adicionalmente, la baja de los precios desalienta otras tecnologías, haciéndolas inviables a la larga.
Pero si no nos desprendemos de la visión de que todo lo que produce riqueza (y muy especialmente el petróleo) debe estar en manos del Estado, Venezuela dejará pasar esta y todas las próximas oportunidades que pudieran presentarse.

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MUD reitera: El gobierno no cumplió condiciones

EL NACIONAL

El coordinador político de la Mesa de la Unidad Democrática, Ángel Oropeza, aseguró que la oposición no asistió a la reunión pautada en República Dominicana porque el gobierno no cumplió con las condiciones que se habían acordado para iniciar un diálogo.
Durante una entrevista en Globovisión, Oropeza detalló que entre los acuerdos estaban las sustituciones electorales que le permiten al candidato aparecer en la tarjeta de los partidos que apoyan su candidatura. “Es un trámite que siempre se ha hecho y el CNE no lo está permitiendo”, dijo.
También resaltó que el alcalde del municipio libertador, Jorge Rodríguez, y la presidente de la asamblea nacional constituyente, Delcy Rodríguez, se comprometieron delante de ex presidentes a liberar a los presos políticos, pero eso tampoco se cumplió
Informó que tampoco se realizó la conformación de los países garantes que debía establecerse para el inicio de un proceso de negociación por lo que ve muy difícil que se terminen dando acuerdos entre el Ejecutivo y la MUD: “La palabra del gobierno está devaluada y la oposición gana al no asistir porque no sigue prestándose para su juego”.
Delcy Rodríguez dijo el martes que la oposición está “atendiendo órdenes” cuando esta anunció que no asistiría a la reunión exploratoria de diálogo. Expresó: “Hoy (el martes pasado) salió justamente la derecha venezolana, la derecha trasnacional a decir que no asistiría a la reunión, ya están atendiendo las órdenes”, señaló al término de un debate de la ANC.

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LA LIGA DE LA JUSTICIA
 
ELVIA GOMEZ
 
POLITIKA UCAB
 
El “mar de la felicidad” ha sido sometido al escrutinio universal. Sus aguas infectas escuecen al mundo civilizado que, a coro, ha denunciado la crisis humanitaria, la violación de los derechos humanos, civiles y políticos, y el sometimiento de todo un país al sufrimiento “inaceptable”, como lo calificó el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, hace unos días.
Buena parte de los países que ocuparon la tribuna durante el 72° período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas abordaron, en mayor o menor medida, la crisis en Venezuela. Mientras, el archienemigo de la democracia en el continente evadió dar la cara y optó por “cuidarse”, y no exponer su integridad física ante la presunta amenaza de “extremistas” del Norte. Nicolás Maduro da todas las señales de que no le importan los problemas de una nación cuyas cifras de homicidios superan la sangría de una guerra; donde los niños mueren de hambre en tierras de suyo feraces, y donde el parque automotor padece la escasez de la gasolina mientras el petróleo bulle en el subsuelo. En su lugar, envió al canciller Jorge Arreaza, quien presentó a los delegados del orbe fuegos fatuos en lugar de argumentos.
El cerco internacional sobre el (des)gobierno de Maduro ha tomado visos de concierto mundial. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al Hussein, presentó el aperitivo cuando instó a ese Consejo en pleno a abrir una investigación internacional por la comisión de delitos contra los venezolanos. De inmediato, en la Organización de Estados Americanos se inauguró un período de audiencias sin precedentes para escuchar durante dos meses, de viva voz, a las víctimas de la represión o a sus familiares –en los casos en los que los perjudicados estén presos o ya no están en este mundo– con el objetivo de sustentar la acusación contra el régimen por delitos de lesa humanidad.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, tiene sus ojos puestos en Maduro para llevarlo a La Haya, y para eso se ha hecho acompañar por un grupo que incluye al exfiscal de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, reforzados por el exministro de Justicia de Canadá y dos expertos que estuvieron al servicio del sistema interamericano en la CIDH y en la Corte IDH. También la ONU incluyó a Venezuela en la lista de países que toman represalias contra los activistas de DDHH por haber cooperado con ese organismo.
El vicepresidente de EEUU, Mike Pence, instó a la ONU a revisar quiénes integran el Consejo de DDHH pues están allí “los peores violadores”, dijo en alusión a Venezuela. El Europarlamento aprobó con una votación aventajada instar a la Unión Europea a aplicar sanciones como las ya en vigencia en los Estados Unidos, y esta semana fue Canadá la que hizo lo propio, empezando por Maduro e incluyendo a Diosdado Cabello y 38 jerarcas más de los poderes Ejecutivo, Judicial y Electoral, lo que en la práctica les reduce las posibilidades de viajes y de vínculos comerciales.
El Papa Francisco, durante su retorno a Roma desde Colombia, confesó en voz alta que no sabe qué tiene Maduro en su mente. Mientras, exhortó a la Secretaría General de la ONU a tomar partido. Antonio Guterres ha urgido a buscar una solución política a la crisis nacional y fuentes políticas nacionales le atribuyen la iniciativa de los acercamientos exploratorios que en República Dominicana se han hecho entre el Gobierno y la MUD, y que fueron anunciados por la Cancillería de Francia.
Hasta los gobiernos de Japón e Israel, muy distantes geográficamente del Caribe y lejos de la amenaza geopolítica directa en la que se ha convertido Venezuela para el continente, repudiaron el drama humanitario que se vive por estas tierras. Entretanto, en la Asamblea General de la ONU, apenas unos pocos países como Rusia, China, Corea del Norte y Bolivia, expresaron su respaldo al estrepitoso fracaso de la “revolución bonita”. Los argumentos del Gobierno contra sus detractores, en boca del Ministro de Relaciones Exteriores, más parecen un autorretrato del régimen, especialmente al denunciar el “uso del chantaje económico y las armas” como método de sometimiento.

Además de todo lo descrito, resalta la actuación del autodenominado Grupo de Lima, iniciativa diplomática surgida en la capital de Perú y que une a una docena de países que han asumido con firmeza el compromiso de no cejar en sus esfuerzos hasta alcanzar una solución pacífica y negociada al drama venezolano. Los cancilleres de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, reunidos en New York en el marco de la Asamblea General de la ONU, se comprometieron en un segundo pronunciamiento conjunto, a trabajar hasta “el pleno restablecimiento del orden democrático” y aprobaron verse en Canadá en octubre próximo.
Los miembros del grupo “Reconocen la iniciativa de República Dominicana de reunir al gobierno y a la oposición venezolana, así como la decisión de ambas partes de invitar a algunos países como acompañantes de este proceso”. Alertaron que los acercamientos “deben ser desarrollados con buena fe, reglas, objetivos y plazos claros, así como garantías de cumplimiento, para lo que resulta esencial el acompañamiento internacional de este esfuerzo”. Apoyaron, asimismo, la preocupación del Alto Comisionado de la ONU para los DDHH por las “violaciones y abusos” recogidos en su informe especial y abogan por continuar la aplicación a Venezuela de lo previsto en la Carta Democrática Interamericana.
Luego de más de tres lustros, la “revolución” chavista concentra tantos desvaríos que ha movido a los gobiernos civilizados y más poderosos, a pesar de la paquidérmica velocidad de reacción de la diplomacia internacional, a unirse –como los personajes del cómic– desde los confines de la tierra para someter al mal. Fronteras adentro, los venezolanos sostienen un desgastante debate doméstico a semanas de un proceso electoral –incierto pero ineludible– y la mayoría, envuelta y absorta por el drama de su dramática cotidianidad, no tiene, quizás, ocasión de valorar el cerco mundial que asfixia al régimen. Sin embargo, la superación de la deriva autoritaria del país y el rescate de la vía democrática no se logrará, por mucha presión internacional que exista, sin la sintonía entre los liderazgos políticos y sociales y los ciudadanos hartos del modelo fracasado. Los mandatarios de casi todo el mundo ya tienen claro quiénes son los villanos y así lo están denunciando, ya va siendo hora de que muchas de sus víctimas dejen de acusar a quienes aquí dentro tratan de derrotarlos.

@ElviaGomezR
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LA ABSTENCION FAVORECE A MADURO

TRINO MARQUEZ


Nicolás Maduro se vio obligado a ordenarles a sus súbditas del Consejo Nacional Electoral convocar las elecciones de gobernadores, que debieron haberse realizado en diciembre de 2016,   forzado por la presión interna el internacional. Las protestas ocurridas entre abril y julio pasados, la relevancia del drama venezolano en el plano internacional –desde los medios de comunicación más importantes del mundo, hasta los gobiernos y parlamentos de las democracias más avanzadas del planeta-  obligaron al mandatario a retomar, aunque sólo fuese  parcialmente, el cronograma electoral establecido en la Constitución nacional.

Se equivocan quienes afirman que los ideales de la lucha librada en ese largo período y la memoria de quienes murieron asesinados, especialmente los jóvenes, fueron traicionados por la Mesa de la Unidad Democrática al decidir concurrir a la cita electoral. Si ese ciclo de enfrentamientos no hubiese ocurrido y la comunidad internacional no hubiese fijado su atención en la forma como el gobierno de Maduro aplastaba la crítica, violando los derechos humanos y el legítimo derecho a la protesta pacífica, los comicios de gobernadores se habrían postergado de forma indefinida. A las elecciones de mandatarios regionales no iba a llegarse por inercia. Los alcaldes anteriores a los actuales pasaron tres años adicionales en sus cargos porque el CNE no convocaba las elecciones para renovarlos. Maduro llega a la contienda del 15 de octubre acorralado por las circunstancias: está comprometido a demostrar ante el mundo que su régimen aún posee un rastro de legitimidad de origen. Ese soporte no se lo dio la constituyente, convertida en adefesio.

Ante Maduro aparece un inmenso reto: obtener al menos los ocho millones de votos que dice haber alcanzado el 30 de julio, cuando  se realizó la constituyente. Está obligado a desmentir en los hechos la denuncia de fraude que le enrostró Smartmatic. Será la ocasión para demostrar que quien decía la verdad es él y las señoras del CNE, y no los directivos de la empresa nacida hace más de una década en Venezuela, y proyectada al mundo de la mano de Jorge Rodríguez. Para el máximo jefe del Psuv resulta crucial ganar la mayor cantidad de gobernaciones y aliviar el peso de la pérdida de los cuestionamientos.

Por ese motivo, parte de la estrategia oficialista ha estado dirigida a dividir la oposición y avivar la abstención: alimenta rumores en los que se inflan los desacuerdos entre los adversarios, levanta calumnias contra candidatos a gobernaciones, amenaza a algunos aspirantes, exige que los candidatos se sometan a la constituyente, crea falsas expectativas acerca de un diálogo que no termina de prosperar, en gran medida porque no forma parte de una estrategia global concebida para resolver los conflictos, sino para fomentar el desánimo.

A Nicolás Maduro le interesa que la obtención opositora sea muy elevada. Quiere evidenciar que la MUD carece de la mayoría que se arroga. Pretende reducir la carga de denuncia y protesta que posee el voto opositor. Parte de su campaña publicitaria se concentra en asociar el triunfo de los candidatos del Psuv con la paz, mientras los aspirantes rivales encarnan la violencia. La abstención constituye una forma muy eficiente de evitar que los representantes opositores obtengan la victoria y, en consecuencia, representa una manera de darle la razón al mandatario, quien se ha metido en la liza como si fuese él mismo candidato  a alguna gobernación.

Maduro tiene razón en involucrarse activamente en la contienda. Si sale derrotado, como se espera, sus posibilidades de aspirar a la reelección a la presidencia de la República quedarán pulverizadas. Su encarnizado adversario, Diosdado Cabello, le cobrará la factura completa. Maduro sabe que las elecciones del 15 de octubre son, en realidad, un referendo sobre su gestión. Representan la antesala de los comicios presidenciales que tendrán que realizarse el año entrante. La abstención de los demócratas son vitales para mantener encendidas las esperanzas reeleccionistas del paisano de Andrés Pastrana.

A Maduro le sobran razones para propiciar la abstención entre los demócratas. Él y su régimen saldrán fortalecidos. Su triunfo indicará que la situación del país no es catastrófica, como sus enemigos internos y externos proclaman. Relegitimará los resultados del 30 de julio y la constituyente recibirá un impulso que jamás ha recibido.

Lo que favorece a Maduro, perjudica a Venezuela. Así es que, ¡a votar!

@trinomarquezc

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