EL PAÍS
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La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, se mostró este martes en Viña del Mar (Chile) feliz por el hecho de que haya otra mujer, la chilena Michele Bachelet, al mando de otro país en el continente suramericano. “Es el siglo de las mujeres. Y para nosotros, un momento de mucho orgullo”, afirmó. La mandataria lució buen humor cuando le preguntaron por la crisis con su principal socio, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), conservador y famoso por sus cambios de alianzas políticas, que pelea por más espacio en estos últimos meses del Gobierno. “El PMDB solo me da alegrías”, bromeó.
Pero, cuando llegaron las preguntas sobre la crisis de Venezuela, Rousseff fue un tanto vaga. Primero, prefirió delegar la responsabilidad en su canciller, Luis Alberto Figueiredo, que representará a Brasil en la reunión de la Union de las Naciones Sudamericanas (Unasur) este miércoles, junto con los ministros de Exteriores de los otros países que integran la organización. Según la presidenta, ellos debatirán "la construcción de un ambiente de consenso y de estabilidad en Venezuela”. Después, al cuestionarle sobre sobre la necesidad de mantener el orden democrático en un país socio de Brasil en Mercosur, Rousseff se limitó a responder: “Siempre vamos a buscar el mantenimiento del orden democrático”. Y acto seguido recordar la tensión vivida por el expresidente paraguayo Fernando Lugo, destituido en 2012, después de una crisis que causó 17 muertos.
Sus palabras fueron interpretadas por algunos observadores políticos como un acto fallido, ya que no parece muy comparable el impasse paraguayo de hace dos años con la Venezuela de hoy, donde han muerto ya 20 personas, ante la falta de capacidad de Nicolás Maduropara lidiar con una crisis social, que crece a medida que faltan insumos básicos para la población en supermercados y hospitales. Una foto publicada en algunos periódicos brasileños este martes muestra por ejemplo el enfrentamiento de médicos con policías en Caracas. Vestidos con sus batas blancas, parecen defenderse de las agresiones de la fuerza pública por reclamar contra la falta de material para trabajar.
Así las cosas, hasta el brasileño más desconectado de la política internacional se pregunta cuál es la verdadera posición de Brasil ante lo que ocurre en el país vecino. Para unos, el silencio es exactamente la prueba de que el Gobierno está intranquilo. “Es mejor no hablar cuando todo el mundo está diciendo otra cosa. Antes el Gobierno hablaba tanto que era amigo de Chávez, que el hecho de no pronunciarse es la prueba de que hay una incomodidad”, observa José Augusto Castro, presidente de la Asociación de Comércio Exterior de Brasil (AEB). Castro entiende que Mercosur se tornó un bloque ideológico, lo que explicaría tanto cuidado para escoger las palabras o preferir el silencio.
Pero, ¿cómo manejar una crisis que también afecta a los exportadores brasileños? Brasil exporta, prioritariamente, alimentos de primera necesidad a Venezuela, como carne bovina y de pollo, y leche en polvo. El comercio para allá cayó un 14% en enero de este año, comparado con el mismo mes de 2013. Y todo indica, según Castro, que esta no es una caída puntual. La falta de divisas venezolanas debe “robar” mil millones de dólares en ventas este año, según proyección de la AEB.
Las dificultades del régimen chavista han debilitado la balanza comercial brasileña hace ya algún tiempo. Brasil ha perdido terreno, por ejemplo, en beneficio de China en la venta de productos manufaturados para los venezolanos, una vez que los chinos pueden anticipar pagos. “Nosotros no tenemos la misma capacidad financiera”, recuerda Castro. Venezuela se ha convertido en un socio problemático para el Gobierno brasileño, lo que que quizá no se puede decir muy alto, pero que los números confirman. Caracas tiene litigios con Brasil desde que Chávez enfermó hace dos años. Desde entonces, cuando el mandatario viajaba a Cuba para recibir tratamiento, los trámites burocráticos para el pago de suministradores, por ejemplo, quedaban relegados. Algunas fuentes aseguran que los venezolanos tendrían una deuda pendiente de 2.000 millones de dólares con Brasil, contando los pagos atrasados con los exportadores.
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